Aviones israelíes han lanzado productos tóxicos en forma de caramelos sobre la ciudad cisjordana de Yenin, según afirman los lugareños.
Las fuentes médicas, tras haber realizado pruebas, afirmaron que el consumo de esos productos ha ocasionado efectos negativos sobre el ganado y los animales salvajes que se encontraban en la zona, debido al material venenoso utilizado para su fabricación, según publicó el lunes la agencia palestina de noticias Maan.
Asimismo, advirtieron a los lugareños y a los niños en concreto, de no tocar los productos en cuestión en las aldeas que fueron distribuidas, es decir Fandaqumiya, Ajja, Zababida, Raba, y Jabaa.
Israel se ha negado a hacer comentarios sobre esta información, ni sobre su presunta veracidad.
En anteriores ocasiones, el Gobierno palestino ya había denunciado el vertido de productos tóxicos israelíes en las regiones donde reside la población palestina en Cisjordania.
¿De dónde provienen las atrocidades en el comportamiento israelí y su persistente impunidad?
Uno a menudo queda atónito, con una sensación profunda de desagrado, interrogándose acerca de cómo pueden soldados israelíes cometer algunos actos tan miserables, abusivos, tan desoladoramente inicuos.1
Y uno hace tales juicios a partir de sus puntos de vista. Implícita, inconscientemente, uno elabora estos juicios o sensaciones a partir de sus propios patrones de conducta.
Pero hay que conocer las raíces de tales comportamientos para mejor entender la situación. Que no significa, necesariamente, aceptarla, como podríamos deducir del famoso pensamiento de Mme. de Stäl; “Comprenderlo todo es perdonarlo todo”.
Antes de abordar este universo, quiero hacer una referencia, un agradecimiento y un reconocimiento a Israel Shahak, el judío polaco internado en 1943, a los 10 años, en un campo de concentración nazi junto con sus padres, del cual escapan la madre y él luego de la muerte de su padre y que al final de la guerra se embarca gozoso como novel sionista en un barco con rumbo a Palestina, es decir Sion.
Según el mismo Shahak, ese viaje y la organización verticalista de la tripulación sionista a bordo, lo puso en alerta respecto de ese mensaje.
Pero era adolescente e iba a tardar unos años en darse cuenta que el sionismo y su portavoz David Ben Gurion querían algo radicalmente distinto a lo que él valoraba.
Sus muchas contribuciones revelaron siempre que la humanidad (lo universal) se anteponía a la comunidad o la tribu (lo particular), como aconteció con su denuncia de un episodio en que un judío piadoso no acepta en sabbath ceder su teléfono para una asistencia médica urgente a un no-judío.
Shahak se dedicó a traducir al inglés sugestivos textos que hasta entonces circulaban sólo en hebreo. Gracias a él, entonces, hemos podido acceder en los ’80 al Plan denominado con el nombre de su autor, Oded Yinon, un estratego israelí que diseña el viejo “Divide y vencerás” sobre los estados y países limítrofes o cercanos a Israel (Irak en 3 partes, Egipto en 6, Sudán en 2, Siria en 5, etcétera).
Shahak también ha traducido al inglés textos fundamentalistas de la religión judía que arrojan luz sobre los comportamientos tanto de la sociedad israelí como de sus elencos religiosos y militares para con los palestinos (y otras poblaciones no judías).
Es imposible magnificar el significado de la labor esclarecedora de Shahak respecto de textos de las organizaciones religiosas que han ido tomando cada vez más peso dentro de la militarizada sociedad israelí.
Textos escritos en hebreo y que a menudo dichas redes muy sectarias ni siquiera traducen para sus propias reparticiones fuera del país.
Es de imaginar que si entre judíos está restringida la circulación de algunos pensamientos, ¡lo que quedará para “el mundo exterior”, el “ancho y ajeno”!
Glosaremos sucintamente el trabajo de Shahak y Mezvinski (en adelante, SyM) titulado El fundamentalismo judío en Israel. 3
Sabemos que la formación del Estado de Israel proviene de una curiosa combinación de judíos askenazíes que tenían un muy débil vínculo con la tierra palestina, asiento histórico de diversas poblaciones, entre ellas la judía, que a menudo coexistieron.
La población judía no fue ni la originaria ni la única ni la última.
El sionismo surge como un movimiento de reafirmación de la perseguida identidad judía. Pero no surge en cualquier lugar de la difundida territorialidad judía de fines del s XIX. Surge específicamente en la comunidad askenazí de la Europa Central.
No surge, por ejemplo, en las numerosas poblaciones judías existentes en el mundo islámico.
Theodor Herzl, uno de sus fundadores, estaba convencido que la solución a los padecimientos judíos, a su discriminación, a la maldición cristiana contra los que condenaran a Cristo pasaba por hacer “rancho aparte”.
Llega a estimar, en términos político-tácticos, al antisemitismo como un aliado para favorecer esa separación.4
El sionismo se presenta inicialmente como un movimiento laico, no confesional, pero que no quiere romper con la religión judía, en realidad parece querer aprovecharse de ella.
Poco a poco empiezan a entender que el único vínculo ligador (religare, origen etimológico del vocablo religión) que tiene lo judío es lo religioso; la Torah y otros libros “sagrados”.
Pero por eso también se va constituyendo cierto judaísmo refractario al hecho sionista. 5
¿Materialista y terrenal o místico en contacto con alguna divinidad?
Palestinos que el mismísimo Ben Gurion calificaba como los verdaderos descendientes de los judíos bíblicos (islamizados). Claro que eso lo dice Ben Gurion hasta fines de la década del ’20, luego, nunca jamás.
Entendemos que para superar el tremendo obstáculo de la presencia “ajena”, de una sociedad viviente en donde uno pretende ser el dueño absoluto se necesita una ingente elaboración ideológica que le otorgue impunidad psicológica al despojo que se aprestan a hacer.
Por ejemplo, denominar la conquista de la tierra palestina “redención” tiene una enorme carga ideológica: no se trata de conquistar la tierra, como vulgares invasores; se redime esa tierra; se le quita a “usurpadores” o meros ocupantes y se la devuelve a su verdadero, profundo, eterno sentido; el que le diera, según escrituras, un dios a la tierra “de la leche y la miel”.
Esta autoasignación de un papel tan especial a los judíos, en rigor a los askenazíes, calza como el guante en la mano con la noción de “pueblo elegido”, tan elaborada dentro de la colectividad judía.
Es a partir de asegurarse la excelencia propia que se puede empezar a desechar todo prurito, toda noción de respeto hacia lo ajeno. Como nos enseñó Tikkanen, el dibujante, el Quino finlandés: “Mi moral es tan pero tan buena que no se daña haga yo lo que hiciere.”
Eso es partir de la excelencia propia.
En el caso sionista, autorizada, refrendada, absolutizada, eternizada por un tal dios, presuntamente judío.
SyM relatan cómo los grupos religiosos van tomando más influencia en la sociedad israelí que hasta la década de los ’70 estuvo gobernada al menos nominalmente por “laicos”.8
Hasta entonces −aclaran− Moshe Dayan, la dirección del estado sionista y sus inseparables aliados de EE.UU., buscaban una cierta alianza o convivencia con los clanes palestinos mediante la cual Israel ocupaba toda tierra palestina que no estuviera en uso por sus habitantes ─y de ese modo comía tierras como un pacman─ y cedía, o más bien prometía ceder, el gobierno sobre las reducidas poblaciones palestinas a esos clanes.
Esta estrategia se basaba en la existencia de al menos dos actores: judíos sionistas y palestinos.
Desde 1967 la situación político-militar y social cambia radicalmente en Palestina/Israel, cuando Israel ocupa el 22% restante de la Palestina histórica (que no había sido deglutida en 1948, cuando la fundación del Estado de Israel).
Y los dirigentes sionistas y un buen sector de la sociedad israelí entienden que existe únicamente un actor; los que encarnan a Sion.
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