Medicamentos que matan y crimen organizado 'Las pastillas matan más que las drogas'
La industria farmacéutica es muy rica
y ha corrompido los sistemas de salud
- Noticias de Alma, Corazón, Vida
Cuando un científico se atreve a criticar a la industria farmacéutica, enseguida se le critica porque no la conoce bien. Pero al médico danés Peter C. Gøtzsche es difícil pillarle por este flanco.
Durante 30 años, Gøtzsche ha trabajado en ensayos clínicos y regulación de medicamentos para varias farmacéuticas y ha publicado más de setenta artículos científicos en las Big Five, las cinco principales revistas científicas.
Y es por esto por lo que afirma con rotundidad que la industria farmacéutica está corrompida hasta la médula, extorsiona a médicos y políticos, y mantiene enormes beneficios a fuerza de medicar innecesariamente a la población.
Su nuevo libro, Medicamentos que matan y crimen organizado (Los libros del lince), ha causado una enorme polémica y ha desatado la ira de la industria, a la que Gøtzsche acusa de propagar mentiras sobre su investigación. El doctor ha atendido a El Confidencial en una extensa entrevista en la que no deja títere con cabeza.
PREGUNTA. Hace unas semanas entrevistamos al psiquiatra Allen Frances. Nos dijo, literalmente, que la industria farmacéutica está causando más muertes que los cárteles de la droga. Usted opina lo mismo.
Cuando se publicó la entrevista muchos lectores se quejaron porque les parecía una aseveración exagerada. ¿Por qué cree que no lo es?
RESPUESTA. Decir la verdad no puede ser una exageración.
En mi libro documento que el consumo de medicamentos con receta es la tercera causa de muerte tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
En Estados Unidos, por ejemplo, la prescripción de medicamentos causa cerca de 200.000 defunciones todos los años. Así que está claro que la industria farmacéutica está causando bastante más muertes que los cárteles de la droga.
P.: Richard Smith, médico y exdirector delBritish Medical Journal, asegura en el prólogo de su libro que los médicos acabarán cayendo en desgracia ante la opinión pública, como ya ha ocurrido con periodistas, diputados y banqueros, por no haber sido capaces de ver hasta qué punto han aceptado la corrupción.
R.: La industria farmacéutica es inmensamente rica y poderosa, y ha corrompido los sistemas de salud de una forma extraordinaria. Es una corrupción de largo alcance.
Todo el proceso por el que nuestros medicamentos son investigados, aprobados y recetados ha sido corrompido.
Esto implica manipular los datos científicos, pero también comprar a casi cualquier persona que pueda tener influencia en el sistema, incluidos los ministros de salud.
En mi país, por ejemplo, sólo hay en torno a 20.000 médicos, pero miles de ellos cobran nóminas de la industria por cumplir funciones discutibles como sentarse en consejos asesores o ser consultores, en muchos casos sin aportar ningún servicio tangible a cambio del dinero.
Esta es una forma aceptada y generalizada de corrupción sutil pues, como sabe cualquier médico, el dinero dejaría de fluir si no actuaran en interés de sus benefactores.
P.: Para la mayoría de la población, es difícil creer que muchos de los fármacos que tomamos causan más problemas que beneficios. ¿Es algo que podemos afirmar de muchos medicamentos?
R.: Es verdad que muchos de los medicamentos que la gente toma causan más daños que beneficios. Sabemos muy poco sobre la utilidad real de los medicamentos, ya que la práctica totalidad de los ensayos controlados con placebo son desarrollados por la industria farmacéutica, que tiene un tremendo conflicto de intereses.
La industria exagera los beneficios y oculta los daños de los medicamentos en la publicación de los ensayos clínicos.
Muchos de los fármacos que tomamos ni siquiera tienen efectos; simplemente parece que han tenido un efecto en los ensayos avalados por la industria, pero esto sucede normalmente porque los ensayos no se han 'cegado' de forma efectiva, y en ese caso tanto los pacientes como los médicos tienden a exagerar los efectos subjetivos de los medicamentos de forma substancial.
P.: ¿Hay fármacos que se utilizan en la práctica médica que no cuentan con ninguna justificación científica válida?
R.: Creo que los fármacos anticolinérgicos para la incontinencia urinaria y los medicamentos antidemencia no tienen un efecto real, y lo que se midió en los ensayos clínicos está sesgado porque el cegamiento fue insuficiente.
Un área particularmente problemática es la de las drogas psiquiátricas.
La falta de un cegamiento efectivo en los ensayos conlleva, por ejemplo, que sea dudosa la efectividad real de los antidepresivos para tratar la depresión; probablemente ni siquiera funcionan para tratar la depresión clínica.
En cualquier caso, no hay duda de que las personas con trastornos psiquiátricos están siendo sobremedicadas de forma masiva. Sabemos que los antipsicóticos causan daños cerebrales, pero probablemente también los antidepresivos y los medicamentos para tratar el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
P.: Lo que ha ocurrido en España con el Sofosbuvir, el medicamento de última generación que cura la mayoría de casos de hepatitis C es, según el farmacólogo Joan-Ramón Laporte (que prologa la edición española de su libro), un claro ejemplo del comportamiento en ocasiones indignante de la industria farmacéutica.
El pasado 1 de octubre la ministra da Salud española anunció que el Gobierno había llegado a un acuerdo con la farmacéutica Gilead para incluir el fármaco en la financiación pública. Nadie sabe exactamente cuánto va a costar, pero quizás sean más de 125 millones de euros durante el primer año de comercialización. ¿Están las farmacéuticas chantajeando a los Gobiernos?
R.: El caso del Sofosbuvir es sólo uno de los más recientes ejemplos de la forma en que las compañías farmacéuticas extorsionan a la sociedad. Gran parte de la investigación que permite el desarrollo de nuevos fármacos ha sido financiada por el dinero de los ciudadanos, que pagan las nóminas de los investigadores públicos.
Si un medicamento es considerado un gran avance, la norma es que la compañía farmacéutica que se hace cargo del desarrollo de ésta cobre un precio obsceno, abusando de ese modo el monopolio que la sociedad le ha otorgado.
El precio de un nuevo fármaco no tiene nada que ver con sus costes de desarrollo, pero depende por completo de cuánto estemos dispuestos a pagar por él.
Es un tipo de extorsión que no es muy distinta del tipo de chantaje que ejercen los piratas en Somalia cuando abordan barcos y toman rehenes.
En ambos casos, puede ser una cuestión de vida o muerte, y es puede ser muy difícil para los políticos negarse a pagar los medicamentos cuando los periodistas ponen a pacientes a llorar en la televisión nacional.
Gregg H. Alton, vicepresidente ejecutivo de Gilead, ganó en 2010 un salario de 4 millones de dólares. (Reuters)
P.: Uno de los argumentos más utilizados por la industria farmacéutica para defenderse de las críticas es que sin su inversión en investigación no tendríamos los medicamentos que tenemos. ¿Es cierto?
R.: En mi libro desacredito este argumento, que, lamentablemente, es ampliamente aceptado entre médicos y políticos.
¿Aquellos que se creen esto estarían dispuestos a pagar veinte veces más por su nuevo coche sólo porque el vendedor les dice que por hacerlo tendrán mejores coches en el futuro?
La situación es del todo absurda.
Normalmente, las empresas dicen: “Si no gastáramos nuestro dinero en investigación, moriríamos”. Pero las compañías farmacéuticas lo que dicen es: “Si no tenemos vuestro dinero para gastarlo en investigación, vosotros moriréis”.
Sólo los líderes religiosos son más listos que ellos, pues prometen que seremos recompensados tras la muerte, lo que hace que sea completamente imposible quejarse.
Empíricamente se ha demostrado que este argumento no se sostiene.
Los beneficios de las farmacéuticas se han disparado en la última década, y al mismo tiempo la innovación se ha estancado.
En definitiva, el capitalismo y el cuidado de la salud son malos compañeros de cama. Nuestras sociedades deben tomar el control sobre el desarrollo y la venta de medicamentos, lo que garantizaría que tuviéramos los medicamentos a precios que incluso los países en desarrollo podrían permitirse.
P.: Muchos médicos e investigadores conocen a la perfección lo que está haciendo la industria farmacéutica, pero se niegan a hablar porque, después de todo, su trabajo depende de ellas. ¿Hay miedo entre los profesionales a criticar a las farmacéuticas?
R.: La situación en la que estamos ahora es similar a la que vive un pueblo cuando ha permitido a la mafia ser tan poderosa que ha logrado comprar a todo el mundo, incluidos los políticos, el alcalde y la policía.
En una situación así es increíblemente difícil dar marcha atrás. Esto es lo que está pasando ahora con la industria farmacéutica, que ha comprado a muchos doctores clave, que son líderes de opinión.
Hay casos de médicos que han perdido su trabajo por criticar a la industria, porque la farmacéutica en cuestión había comprado ya a sus superiores.
Esto es lo mismo que hace la mafia cuando se carga a un oficial de policía que hace demasiado bien su trabajo.
P.: La manipulación que ha realizado la industria farmacéutica de muchos estudios científicos ha hecho que mucha gente niegue la veracidad de los estudios científicos en general. Esto es muy peligroso. ¿Crees que podemos poner en duda la mayoría de la investigación en medicina?
R.: No creo que sea peligroso que la gente no se crea los estudios científicos sobre medicamentos. Es muy saludable que sean escépticos teniendo en cuenta que nuestros fármacos son la tercera causa de muerte.
La gente debería tomar muchísimos menos medicamentos de los que toma. He estado trabajando en estos 30 años y he visto serias manipulaciones y trampas en todas las áreas de la medicina por razones comerciales.
Esto es por lo que los científicos que colaboran con la industria en los ensayos clínicos casi nunca tienen acceso a todos los datos en bruto para que pueden analizaros por ellos mismos.
Si esto fuera posible, tendríamos la oportunidad de revelar gran parte del fraude.
P.: Muy a menudo, las personas que critican a la industria farmacéutica mezclan sus argumentos con teorías pseudocientíficas. Es el caso, por ejemplo, de los movimientos antivacunación. ¿Tendemos a mezclar churras con merinas?
R.: Algunos practicantes de medicina alternativa o defensores de las campañas antivacunación asumen que soy uno de ellos porque critico a la industria farmacéutica.
Desde luego no es el caso. La mayoría de nuestras vacunas salvan vidas y el principal efecto de la medicina alternativa es vaciar los bolsillos de la gente, muy pocas de ellas tienen siquiera algún efecto.
P.: Normalmente hablamos de la industria farmacéutica como un todo.
¿Hay alguna compañía que sea mejor que otra?
¿No hay un solo CEO de las farmacéuticas que tenga ética?
R.: Cuando el crimen renta se genera más crimen. Esto es exactamente lo que estamos viendo. Los crímenes de la industria farmacéutica, que están entre los peores de todas las industrias, se han incrementado en los últimos años.
He sido incapaz de encontrar una sola compañía cuyo CEO tenga sentido de la moral. Lo único que importa es el dinero y los CEO saben perfectamente que su falta de ética conduce a muchas muertes innecesarias.
El criminólogo John Braithwaite, que ha entrevistado a muchos CEO para elaborar su libro sobre el crimen organizado en la industria farmacéutica, los llama "bastardos despiadados".
P.: En los últimos años se han publicado varios libros en los que se critica ferozmente las prácticas de la industria farmacéutica (como Mala Farma de Ben Goldacre o ¿Somos todos enfermos mentales? de Allen Frances).
¿Algo está cambiando? ¿Vamos a ver un cambio en la regulación de la práctica de las farmacéuticas?
R.: Desafortunadamente, la industria farmacéutica es tan poderosa que es tarde para esperar ningún cambio importante en los reguladores y en la forma en que nuestros políticos entienden su funcionamiento.
Hay esperanza, sin embargo, porque nuestros ciudadanos no son tan tontos, ingenios y oportunistas como nuestros políticos.
He escrito este libro porque estoy enfadado y quiero que se enfade más gente para decir que ya hemos tenido bastante, así que a lo mejor podemos introducir cambios radicales en la forma en que desarrollamos, investigamos, comercializamos y tomamos medicamentos.
P.: ¿Qué pueden hacer los ciudadanos para ayudar a revertir esta situación?
R.: Lo primero, y más importante, es que los pacientes tomen el mando de sus propias vidas, por ejemplo, descargando en internet el prospecto cuando un médico le ha recetado un medicamento.
Si lo leen atentamente, probablemente sabrán mucho más sobre el fármaco que su propio médico.
Entonces, quizás, todos los peligros, precauciones y advertencias harán que se planteen que quizás es mejor no tomar ese fármaco en particular.
Los pacientes deben darse cuenta de que prácticamente todo lo que un médico sabe sobre los medicamentos ha sido cuidadosamente preparado por la industria farmacéutica.
Y es más, el médico quizás tiene un interés lucrativo personal en recetarte un fármaco que es mucho más caro que otro que es igual de bueno, porque el soborno a los médicos es común.
Las organizaciones de pacientes y las de médicos no deberían aceptar dinero de la industria farmacéutica.
Deberían preguntarse si les parece éticamente aceptable recibir dinero que ha sido ganado en parte por crímenes que han dañado e incluso matado a muchos pacientes.
Y los médicos tienen que negarse a recibir visitantes médicos, porque esto conduce al a prescripción irracional y un gran daño, incluyendo muertes innecesarias.
PSIQUIATRÍA Allen Frances
'Las pastillas matan más que las drogas'
Es uno de los psiquiatras más prestigiosos de Estados Unidos
En su libro critica ferozmente la psiquiatrización de la vida
Varios expertos españoles hablan de lo que ocurre en nuestro país
España ocupa el 2º lugar de la OCDE en ventas de tranquilizantes
Allen Frances reconoce que tiene algunos problemas. "Soy olvidadizo, despistado, a veces como compulsivamente...".
Pero entre sus haberes está el entrenar cada día su mente y su cuerpo ("se me da genial el ejercicio físico").
Quizás por eso nunca ha necesitado medicación para esas alteraciones y también porque, como dice, tiene muy presente que están directamente relacionadas con la cotidianidad del ser humano.
Frances lleva décadas dedicado a su profesión: la Psiquiatría.
Desde 1980 ha estado involucrado en la preparación del DSM, el manual estadounidense donde se recogen los diagnósticos de las enfermedades mentales.
Colaboró en su tercera edición y dirigió la cuarta y, aunque en las últimas décadas ha ido marcando las pautas para psiquiatras de todo el mundo, fue la quinta edición -en la que él no estuvo presente- la más criticada y la que más controversia generó, ya que se quisieron categorizar como enfermedades problemas que para muchos expertos no eran una enfermedad real.
Gracias al debate generado en torno a este manual, su desarrollo se modificó y eliminó los diagnósticos más controvertidos como la adicción al sexo.
Sin embargo, algunas patologías recogidas en esta última versión siguen estando en el punto de mira de muchos especialistas que sostienen que sólo van a contribuir a psiquiatrizar más la sociedad.
Como explica a este periódico Frances, de visita en Madrid por la publicación en España de su libro ¿Somos todos enfermos mentales? Manifiesto contra los abusos de la Psiquiatría (Ariel), según el DSM V, "yo tendría un trastorno neurocognitivo menor, porque a medida que me voy haciendo mayor se me olvidan las caras, los nombres y dónde he aparcado el coche.
Pero aun así, consigo funcionar. También tendría el síndrome de atracones, porque se me da fatal la dieta y como todo lo que veo.
Cuando mi mujer murió, habría sufrido el síndrome del trastorno depresivo grave por la tristeza que sentí.
Mis nietos padecerían un trastorno de desregulación del humor y déficit de atención.
Y la lista podría seguir. Las definiciones de los diagnósticos eran ya de por sí demasiado amplias en el DSM IV y con el quinto se puede llegar a una vida cada vez más medicalizada, y eso incluye la receta médica de pastillas".
Este psiquiatra no sólo cuestiona la última edición del manual de Psiquiatría sino que también hace autocrítica con lo realizado en las que él participó.
"En la cuarta edición hicimos un esfuerzo para ser conservadores y reducir la tendencia del hiperdiagnóstico. Rechazamos 92 de 94 sugerencias para nuevos diagnósticos.
Pero las dos que incluimos, el síndrome de Asperger y el trastorno bipolar II (una forma más leve de este trastorno) resultaron en falsas epidemias y fueron los ejemplos más claros de un error.
Lo que deberíamos haber hecho es, además de ser conservadores, luchar contra definiciones demasiado amplias.
Empiezas pensando que vas a diagnosticar a un grupo de personas pero al poco tiempo estamos todos diagnosticados. En la propia tendencia del diagnóstico está la expansión y el medicar la vida diaria".
Ejemplos de este sobrediagnóstico hay muchos.
En su libro, Frances menciona, entre otros datos, que la inclusión del síndrome de Asperger en el DSM IV derivó que en 20 años se haya multiplicado por 40 el número de diagnósticos en EEUU.
Detrás de ese abuso terapéutico hay varios factores, según este experto, entre los que destaca el lobby de las farmacéuticas.
"La industria hace todo lo que puede para convencer a todo el mundo de que están enfermos y que necesitan fármacos. Gastan miles de millones de dólares en marketing de los medicamentos, publicidad que en EEUU también va dirigida a los pacientes.
La intervención más poderosa para luchar contra el sobrediagnóstico y sobretratamiento sería parar en seco el marketing de las farmacéuticas. Eso es lo que funcionó para las grandes empresas de tabaco, que eran igualmente de poderosas hace 25 años".
Pacientes educados
Frances tampoco obvia la responsabilidad de la sociedad, pues considera que la información es un arma poderosa frente a la presión farmacéutica.
"Necesitamos reeducar a los médicos y al público y decirles que la medicación genera daños, no sólo beneficios, de que no todo problema humano viene de un desequilibrio químico, que la tristeza no se debe tratar, que el diagnóstico psiquiátrico es difícil de hacer y que se tarda mucho tiempo para ello y, en muchas ocasiones, varias visitas con el paciente.
Algunos de los problemas vienen de los propios ciudadanos que, de entrada, piden pastillas. La gente debe aprender que los fármacos pueden ser peligrosos para ellos y para sus hijos.
Sólo en raras ocasiones tomarse un medicamento es la mejor solución. Ahora en EEUU los fármacos recetados matan más por sobredosis que las drogas de la calle. Se causan más muertes con las farmacéuticas que con los cárteles de la droga".
Igual de contundente se muestra otro médico, el internista danés Peter Gøtzsche, director del Nordic Cochrane Center -un centro dedicado a evaluar la evidencia científica de tratamientos médicos- y autor de un libro que se ha presentado esta semana en Madrid llamadoMedicamentos que matan y crimen organizado.
En este manual denuncia que el consumo de medicamentos prescritos es ya la tercera causa de muerte a nivel mundial después de las enfermedades cardiacas o el cáncer.
No se informa de sus efectos y se magnifican sus beneficios.
"Algunos medicamentos, como los antidepresivos, tienen una eficacia similar a la del placebo[sustancia inactiva]", señalaba en rueda de prensa.
Porque, como insiste Frances, "si la gente entendiera el efecto placebo tendría menos fe en las pastillas. La mayoría de las personas acuden al médico en el peor día de su vida.
Cuando salen de allí con una pastilla van a mejorar pero, si la visita termina sin pastilla, también mejorarán, porque sus propios mecanismos de defensa les ayudarán a ello.
La tasa de respuesta positiva ante el placebo es mayor del 50% y la de los fármacos es del 65%.
Muy poca gente se beneficia del fármaco, pero todo el mundo que se lo toma sufrirá sus efectos secundarios.
Las personas exageran el beneficio porque no piensan en el efecto placebo ni en los daños de los fármacos.
Un público bien informado es lo mejor contra el sobrediagnóstico y el abuso terapéutico. Y la mejor manera de proteger a los niños".
Consumo español
Pero, ¿se puede trasladar a España la realidad de otros países como EEUU con un sistema sanitario tan radicalmente distinto al nuestro? Para Eduard Vieta, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínic de Barcelona, la respuesta es claramente no.
"El DSM es un catálogo de diagnósticos para ver qué entra o no en las aseguradoras de salud. Esto no tiene nada que ver con el sistema público que hay en nuestro país".
No obstante, reconoce que en los últimos años han aumentado mucho las consultas por problemas relacionados con las emociones y la enfermedad mental.
"Las personas piden ayuda a los profesionales y algunas veces es por una enfermedad y otras no. La única forma de atender a tanta gente es que la visita termine con una receta.
Pero también pasa lo contrario: que una persona con un trastorno mental termine en otra especialidad y sin un diagnóstico correcto".
Vieta insiste en que ese incremento de consultas no se ha traducido en un aumento de fármacos. "Aquí se receta menos ahora. El consumo de psicofármacos en España está muy por debajo de la prevalencia de enfermedades mentales".
Algo con lo que no está de acuerdo Esperanza Dongil, profesora de la Universidad de Valencia y psicóloga experta en terapia de conducta, quien elaboró un informe en 2012 denominado El Consumo de Psicofármacos en España y en los Países de su Entorno en el que se evidenciaba, con datos de 2010, que el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y antidepresivos estaba aumentando desde 2000.
"No sé los datos que maneja el doctor Vieta pero según los estudios epidemiológicos que yo conozco, el incremento en el consumo de estos fármacos está demostrado. Y creo que este aumento se debe a la falta de formación y de tiempo de los médicos. Hay que tener en cuenta que un especialista de familia tiene unos tres minutos para solucionar un problema".
Esta demanda de fármacos también es constatada por datos de la OCDE correspondientes a 2010. Según éstos, España ocupa el segundo lugar en consumo de tranquilizantes. Así se ha puesto de manifiesto en el X Congreso Internacional de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, celebrado esta semana en Valencia.
El presidente ejecutivo de este congreso y catedrático de Psicología en la Universidad Complutense, Antonio Cano, explica que el elevado consumo de medicamentos no se corresponde con el número de patologías.
"No somos un país con más trastornos de ansiedad. Tendemos a psicopatologizar algunos problemas de la vida, por ejemplo, el duelo.
La tristeza es normal tras perder a un ser querido. Ir al médico a sabiendas de que te va a dar una pastilla es patologizar un problema que no es una enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud dice que en los duelos no se deben dar psicofármacos. No lo dice por cuestión ideológica sino porque hay personas que se pueden enganchar para toda la vida".
Este empeño por evitar un tratamiento no es compartido por Vieta.
"La gente que enferma por un duelo tiene que ser tratada. Hay que darles la oportunidad de que se traten, pero eso no significa que reciban necesariamente un fármaco. La psicoterapia también puede ayudar a mucha gente", dice.
Fármacos en Atención Primaria
Sin embargo, muchas personas no pasan más allá de la consulta del médico de Atención Primaria.
Allí reciben un diagnóstico y de allí salen con una receta que, según Frances, en muchas ocasiones es errónea.
Como ejemplo están las prescripciones de antidepresivos. Se dan para depresiones leves en las que no están indicados, señala Cano, porque en éstas lo que mejor funciona es la psicoterapia.
El 70% de estos fármacos son recetados por el médico de cabecera en España y esta cifra llega al 80% en EEUU.
"Estoy de acuerdo en que el médico de cabecera no tiene los instrumentos necesarios para atender a una persona en tres o cuatro minutos más allá de darle una receta.
En salud mental el tiempo es muy necesario.
Lo ideal sería tener una red de atención para estos problemas que no se focalice en el medicamento.
En España se podrían dar más plazas de PIR [Psicólogo Interno Residente] e introducir el psicólogo clínico en Atención Primaria. Actualmente, hay muy pocos", se queja Vieta.
En cambio, Miguel Gutiérrez, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría -uno de los estamentos que ha organizado el Congreso Mundial de Psiquiatría 2014 que se inicia hoy en Madrid- considera que "el médico de familia está cualificado para determinadas cuestiones como el diagnóstico de una depresión leve o moderada y ésta puede tratarse en Atención Primaria.
El culpable de la psicologización de la sociedad no es el médico de primaria sino la sociedad".
El aumento del consumo de ansiolíticos e hipnóticos que en España ha sido del 57,4% entre el año 2000 y 2012 o la multiplicación por cuatro en la prescripción de antidepresivos desde el inicio del milenio hasta 2011 es, para Gutiérrez, consecuencia del aumento de problemas emocionales o psiquiátricos derivados de la crisis económica, "sobre todo la ansiedad y la depresión, que están muy ligadas al aumento del paro, del fracaso escolar...
Porque lo primero que hacen muchos ciudadanos ante problemas así es acudir al médico.
Unas personas pueden afrontarlos por sí solas pero otras no, por eso se dice que unos se ahogan en un vaso de agua. Lo que hay que enseñar es que cada uno aproveche sus recursos personales para confrontar las situaciones negativas de la vida".
Para Gutiérrez es clave la prevención y la personalización de los tratamientos. "La medicina futura va hacia un modelo de personalización y eso se consigue si somos capaces de prevenir. Estamos avanzando mucho en medicina predictiva".
Conceptos que para Frances o Gøtzsche son erróneos.
"No hay ninguna prueba biológica que se pueda hacer para diagnosticar un problema mental.
No existe un límite trazado por una línea clara», afirma Frances.
Frente a lo que Gutiérrez argumenta que, a pesar de no haber marcadores biológicos, sí existe la posibilidad de analizar los antecedentes familiares y personales o los comportamientos nocivos como el abuso de alcohol.
"Todo ello nos conduce a establecer un riesgo.
Lo que mejor predice el futuro es el pasado. No obstante, creo que en unos años tendremos marcadores biológicos como en otras especialidades".
Algo que contradice Frances, quien afirma que, en otras especialidades, ya se está conociendo los errores por intentar detectar precozmente las enfermedades:
"Se ha abusado mucho de pruebas innecesarias que llevan a procedimientos dolorosos o a un exceso de medicación, como ha ocurrido en el cáncer de próstata o en la hipertensión.
Y de eso ya se están dando cuenta otros médicos".
Clientes perpetuos
La predicción de una enfermedad en la infancia es todavía más complicada. "Los niños son más difíciles de diagnosticar, se tarda muchísimo con ellos, porque cambian tanto en el tiempo... Puede que tengan un problema vinculado al desarrollo o con algo que esté pasando en su familia o en el colegio. Pero son los clientes ideales para las farmacéuticas porque si llegas a ellos los tienes para toda la vida".
Desde la inclusión del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en el DSM la incidencia de esta enfermedad se ha triplicado en EEUU.
Como explica este psiquiatra en su libro, "gran parte del incremento de casos de TDAH es el resultado de falsos positivos en niños a los que les iría mucho mejor sin ser diagnosticados".
E insiste a este periódico: "Nos estamos gastando en EEUU unos 10.000 millones de dólares al año en fármacos para el TDAH para tratar a muchos niños que realmente no tienen ese problema y que están teniendo dificultades por culpa de aulas caóticas.
Al empequeñecerse los presupuestos para educación, se quitó de en medio en muchos colegios a los profesores de gimnasia. Es mejor gastarse el dinero en colegios que maldiagnosticar a los niños y tratarles con medicinas caras".
A pesar de algunos informes que señalan que la prescripción de fármacos para el TDAH se ha duplicado en los últimos años en nuestro país, Juan José Carballo, responsable de la Unidad de Psiquiatría Infantil y del Adolescente de la Fundación Jiménez Díaz en Madrid, sostiene que España "está lejos del sobrediagnóstico.
Sí que puede ocurrir que los pacientes vayan a la consulta y que, como este trastorno está muy en la cabeza de los especialistas, se les diagnostique erróneamente.
Pero el 10% de los niños y adolescentes que se estima que tiene síntomas con deterioro de su funcionamiento por una enfermedad mental no está llegando a las consultas.
Es decir, muchos están aún sin tratar".
Tanto este especialista como el resto de los consultados sostienen que la sociedad tiende a responsabilizar a los médicos de sus males en lugar de ocuparse ellos mismos, de buscar el apoyo de los amigos o la familia.
Algo muy valioso y que parece haber sido clave en que, a pesar de la crisis, en España no se hayan disparado los suicidios.
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