En el 50 aniversario de su muerte
WINSTON CHURCHILL: BIOGRAFÍA INÉDITA DE UN MONSTRUO
El pasado 30 de enero se celebró en Gran Bretaña el 50 aniversario de la muerte de Winston Churchill.
El actual primer ministro británico, David Cameron, lo calificó como “el mejor primer ministro de la historia” y sus compatriotas le han votado recientemente como el británico más grande que nunca haya existido.
Pero, ¿quién era realmente este personaje?
¿Un auténtico monstruo o un "patriota"?
¿O quizás las dos cosas a la vez?
Por GARIKAI CHENGU.
Traducido para Canarias-semanal por MARÍA DOLORES BETANCOR MORENO
El pasado 30 de enero se celebraba en Gran Bretaña el aniversario de la muerte de Winston Churchill.
El actual primer ministro Británico, David Cameron, calificó a Churchill como “el mejor primer ministro de la historia”, y sus compatriotas le han votado recientemente como el británico más grande que nunca haya existido.
Los libros de texto describen a Churchill como “el bulldog británico”, y como un hombre de una extraordinaria moral patriótica, que fue capaz de derrotar a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y "llevó la civilización a las poblaciones indígenas de todo el globo"
Sin embargo, históricamente, nada podía estar más lejos de la realidad.
Para la gran mayoría del planeta, el Imperio donde el sol nunca se ponía, recuerda tan solo el símbolo racista del tiránico imperialismo occidental. En realidad, los británicos nos encontrábamos en el lado equivocado de la historia.
El mito de Churchill ha sido la gran herramienta propagandística de Gran Bretaña para intentar blanquear los crímenes de lesa humanidad del pasado imperialista británico.
El mito de Churchill también ha servido para encubrir el neocolonialismo y el neoliberalismo de los políticos británicos, que todavía hoy en día continúa constituyendo una amenaza dañina para los pueblos a los que Churchill presuntamente ayudó a civilizar.
Churchill el hombre cuya efigie preside las repisas de muchas salas de estar británicas como símbolo de todo lo que fue Gran Bretaña, era simplemente un racista sin complejos y un ferviente defensor de la supremacía blanca.
“Yo odio a los indios, son bestias con religiones bestiales”. “Los palestinos eran simplemente hordas bárbaras que comían estiércol de camello”, se atrevía a decir.
En 1937 dijo a la Comisión Real de Palestina
“No admito que ningún mal se haya hecho a los nativos indios de Norteamérica o a los aborígenes australianos. No admito que se haya hecho ningún mal a esta gente por el hecho de que una raza más fuerte, superior, una raza más sabia, por decirlo de alguna manera, haya llegado y tomado lo que le pertenece" .
No mucha gente sabe que cuando Barak Obama llegó a ser presidente, una de las primeras cosas que hizo fue devolver a la Gran Bretaña el busto deChurchill que estaba encima de la mesa del despacho Oval.
Según el historiador Johann Harry, el abuelo de Obama fue encarcelado y torturado, sin juicio, durante dos años por resistirse al imperio británico en Kenia.
Aparte de un empedernido imperialista, Churchil fue también fue un acérrimo defensor del uso del terrorismo como arma de guerra.
Cuando se produjo, en 1920, la rebelión kurda, durante la colonización británica, Churchill comentó desconcertado que no entendía la negativa a que se usara el gas como un eficaz arma de terror.
“Estoy totalmente a favor del gas mortal contra las tribus incivilizadas y salvajes”.
Ese mismo año, ocupando el cargo de Secretario de Estado para la Guerra, Churchill envió a los infames “Black and Tans” para combatir la rebelión irlandesa.
La actuación de estas tropas paramilitares se hizo notoria por sus numerosos ataques contra la población civil, una actuación que Churchill no sólo toleró, sino también alentó.
Mientras en la actualidad los británicos siguen celebrando el legado de Churchill, la mayoría del mundo no Occidental aborrece la herencia de un hombre que siempre tuvo como objetivo la invasión y el saqueo de los países extranjeros porque, según sus propias palabras “la raza aria está obligada a vencer”.
Winston Churchill se jactaba de haber creado Jordania con un dibujo a lápiz, durante una aburrida tarde de domingo. De este modo situó a muchos jordanos bajo el brutal dominio del destronado príncipe hachemí Abdullah.
El historiador Michael R. Burst recuerda cómo el enorme zigzag trazado en la frontera este jordana con Arabia Saudí fue denominado “el hipo de Winston”o , también “el estornudo de Winston”, porque descuidadamente lo dibujó después de un copioso y bien condimentado almuerzo.
Winston Churchill fue también el creador de Irak.
Después de entregar Jordania al príncipe Abdullah, Churchill, como gran demócrata que era, entregó al hermano del príncipe Abdullah, Faisal, arbitrariamente una parcela de desierto que se convirtió en Irak.
Faisal y Abdullah fueron compañeros de guerra del gran amigo de Chuchill, el famoso T.E Lawrence, más conocido por “Lawrence de Arabia”.
La verdad es que la política de Churchill en esa area del mundo ha causado décadas de inestabilidad en Iraq, un país atenazado por la existencia de etnias que desde entonces no han dejado de guerrear entre ellas.
Si se preguntara quién o quiénes son los responsables de la inestabilidad iraquí fuera del propio país, seguramente muchos contestarían que esta se debe a las intervenciones estadounidenses encabezadas por George Bush.
Sin embargo, si la misma cuestión se le preguntara a alguien dentro del propio Irak, contestaría inequívocamente que el responsable fue Winston Churchill.
Fue Churchill el que convocó la Conferencia de El Cairo de 1912, para determinar los límites o fronteras del mandato británico en el Oriente Medio.
En esa conferencia T.E. Lawrence fue el delegado más influyente.
A la misma no fueron invitados los árabes, lo cual resulta cuando menos chocante, pero no sorprendente, ya que el mismo Churchill cuenta en sus Memorias que nunca consultó con los árabes cuales eran planes que tenía destinados para ellos.
Las fronteras que se dibujaron arbitrariamente en el Oriente Próximo por el imperialismo británico han atrevesado las fronteras del tiempo. Hasta hoy en día, las acciones de Churchill han imposibilitado que los jordanos, iraquíes, kurdos y palestinos hayan podido disfrutar de estabilidad nacional y una democracia real.
El conflicto palestino-israelí encuentra también sus orígenes en el número 10 de Downing Street, mientras Churchill lo habitaba. Su decisión de ceder “la Tierra Prometida” a judíos y árabes fue el gran error de la política exterior británica en el Oriente Próximo.
El legado de Churchill en el Africa subsahariana, y en Kenya en particular, es también una de las cicatrices físicas y psicológicas que aún hoy perduran.
Lo más importante para la verdad histórica deben ser las acciones de un hombre y no solo sus palabras. Mientras que Churchill ha llegado a ser una de las personas de habla inglesa más citadas en el mundo, especialmente cuando se habla de democracia e igualdad, la verdad es que este hombre se definió a sí mismo cuando refiriendose a su trayectoria biográfica dijo que la resumiría en “una gran cantidad de pequeñas y felices guerras contra los pueblos bárbaros"
Una de esas guerras fue provocada por el mismo Churchill cuando aludiendo a los Kikuyu de Kenia, - el grupo étnico más numeroso de este país - que se habia rebelado contra el Reino Unido, les llamó “niños brutos y salvajes”. A consecuencia de este enfrentamiento, 150.000 de ellos fueron encerrados en los “Gulag” británicos.
La premio Pulitzer, profesora de historia Caroline Elkins, señala a Winston Churchill como el autor de los muchos crímenes cometidos en Kenyaen su libro “Britain´s Gulag” el final brutal del imperio en Kenya.
La profesora Elkins explica como los soldados británicos azotaban, disparaban, quemaban y mutilaban a los sospechosos del Mau Mau, el movimiento independentista keniata.
Se comenta que el abuelo del Presidente Obama, Hussein Onyango Obama, nunca pudo recuperarse de la tortura y del daño causado por los hombres de Churchill.
La economista y ganadora del premio Nobel, Amartya Sen, ha probado como en Bengal, en 1943, Churchill gestionó y tramó una de las peores hambrunas de la historia humana con fines nítidamente lucrativos.
Más de tres millones de personas murieron de hambre, mientras que Churchill se negaba a enviar comida para ayudar a la India.
Alegaba que “la hambruna era solo culpa de ellos por reproducirse como conejos”. Intencionadamente el Reino Unido acumuló grano para venderlo en el mercado europeo después de la II Guerra Mundial , con fines lucrativos en vez de desviarlo a los hambrientos habitantes de una nación bajo el dominio de la Gran Bretaña.
Los crímenes de Churchill en la India fueron incuestionablemente incuestionablemente de lesa humanidad.
Churchill fue también uno de los grandes defensores de la desastrosa política exterior británica del divide y vencerás.
La administración de Churchill creó deliberadamente fisuras en el movimiento para la independencia de la India entre los hindues y los musulmanes indios.
Sus efectos han sido devastadores en la región hasta hoy en día.
Hasta antes de la independencia de la India del imperio británico,Winston Churchill deseaba que se produjera allí un intenso derramamiento de sangre para con ello probar que la Gran Bretaña era benevolente y actuaba como argamasa para mantener unida a la nación .
Para Churchill el derramamiento de sangre era una ventaja añadida a su objetivo de provocar la partición entre India y Pakistán, que quería que ambas quedaran bajo la esfera de influencia británica.
Esto, a su vez, permitiría que sus maniobras en contra de la Unión Soviética continuasen, sin importar el coste de vidas de inocentes de indios y pakistaníes. La partición entre India y Pakistán causó la muerte del alrededor de 2.5 millones de personas y 12.50 millones de desplazados.
Según el escritor Ishaan Theroor, el secretario de Estado en India,Leopol Amary, comparó los problemas con la India con los que tuvo el reyJorge III en América. En sus diarios privados Amery, revela que “en el caso de la India, Churchil actuó como un loco” y no veía diferencia entre la perspectiva de Churchill y la de Hítler.
Según la mayoría de los historiadores, la ideología de Churchill tenía mucho en común con la de Hitler. Por ejemplo, Chuchill era un convencido defensor de la eugenesia - aplicación de las leyes de la herencia para la mejora de la especie humana - algo que compartía con los nazis quienes, se estima, mataron a 200.000 discapacitados y esterilizaron a casi medio millón .
Churchill redactó una muy controvertida ley en la cual, los enfermos mentales deberían ser forzosamente esterilizados. En un memorándum en 1910 advierte que la multiplicación de los débiles mentales era muy peligrosa para la raza. También ayudó a organizar la Conferencia Internacional de Eugenesia, en 1912, que constituyó la mayor concentración de defensores de la eugenesia de la historia.
Creía a pie juntillas en las jerarquías raciales y en la eugenesia. Bajo su punto de vista los cristianos protestantes blancos se situaban en la parte alta de la pirámide, debajo los católicos blancos, los judíos blancos y los Indios estaban un poco más altos que los africanos.
El historiador Mr. Hari con razón señala “el hecho de que nosotros ahora vivamos en un mundo donde la India sea un superpotencia con libertad e independencia que eclipsa a GB y que el nieto de los salvajes Kikuyus sea el hombre más poderoso del mundo es el mejor dulce e irónico rechazo a la victoria de Churchill.
En medio de los discursos y celebraciones del día de Churchill, los medios de comunicación británicos y los libros de texto recordaran exclusivamente la lucha de Churchill contra las potencias del Eje.
Pero, el resto del mundo no olvidará la dictadura ejercida por Churchill contra personas de color. Lejos de ser el "corazón de león británico" que destacó en la defensa de la civilización,Winston Churchill será recordado en todo el mundo como lo peor que pudo haberle sucedido a la historia contemporánea.
"Los judíos bolcheviques son representantes de la barbarie animal", opinaba el político británico
WINSTON CHURCHILL, UN CONTRADICTORIO PROPULSOR DEL ESTADO DE ISRAEL
Por MACIEK WISNIEWSKI / LA JORNADA.-
Winston Churchill (1874-1965), el ícono del conservadurismo, el dos veces primer ministro de Gran Bretaña que lleva a su país por el mar de guerra, era un gran orador, polemista y un prolífico escritor, incluso laureado [por motivos políticos, como tantos otros] con el Premio Nobel de Literatura (1953).
A la historia pasa también como autor de varios famosos dichos y bon mots.
Este ya lo escuchamos todos (sobre todo de la boca otros políticos liberales-conservadores): la democracia es la peor forma del gobierno, salvo todas las demás; o este otro: el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio.
O uno sobre el papel de los aviadores en la Batalla de Inglaterra (nunca antes tantos debieron tanto a...) y otro sobre la Cortina de Hierro (desde Szczecin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático...).
Allí está también la clásica puntada al rival político: se acercó un carro vacío y bajó el mayor Attlee (Clement Attlee, el laborista que sorpresivamente derrota a Churchill en las elecciones de 1945).
¿Pero quién conoce este?: los judíos-bolcheviques son enemigos del género humano, representantes de una barbarie animal (François Bédarida, Churchill,1999, p. 177).
O más perlas de su (in)famoso artículo –Zionism vs communism: a struggle for the soul of the Jewish people (Illustrated Daily Herald, 8/2/20)– donde, aludiendo a... Protocolos de los sabios de Sion subraya que el elemento judío está detrás de cada movimiento subversivo en el siglo XIX y acusa a judíos internacionales –desde Marx hasta Trotsky, Luxemburgo, Kun y Goldman– de conspirar para abolir la civilización.
El judeo-bolchevismo (la teoría conspiratoria que explica la revolución rusa como un complot judío) bajo su pluma va en ambos sentidos: no duda en atribuirle los rasgos judíos a Lenin, recurriendo al peor imaginario antisemita.
Los bienpensantes dicen: ...Uyy, ¡¿seguro habla usted de Churchill y no de Goebbels?!
Para el 50 aniversario de su muerte, un diario liberal israelí recuerda sus 13 citas inolvidables (Haaretz, 24/1/15), entre otras esta tomada del... mismo texto: a algunos les gustan los judíos, a algunos no; pero nadie puede negar que son la más extraordinaria raza (sic) del mundo. Sin citar otras de sus joyas, las que, al parecer, sí son olvidables.
¿Meros lapsus o productos de un justificado anti-bolchevismo (dicen sus defensores)? Para nada: el antisemitismo y sus clichés (judíos+dinero, judíos+comunismo) hasta que el holocausto poncha el absceso, son parte integral de la ideología dominante.
John M. Keynes en sus memorias de la Conferencia de Versalles (1919),recuerda cómo miembros de la delegación británica denigran unánimemente al ministro de finanzas francés Louis-Lucien Klotz por su origen judío.
Lloyd George mata dos pájaros de un tiro: imitando el gesto de judío abyecto agarrando un saco de dinero, lo acusa –por insistir en las reparaciones alemanas– de ayudar a propagar el bolchevismo en Europa (Enzo Traverso, El final de modernidad judía, 2013, p. 10).
Klotz al final de su vida hace unas malas inversiones, pierde su fortuna y acaba en la cárcel. Georges Clemenceau, en un perfecto tono de la época, espeta: mi ministro de Finanzas era el único judío de Europa que no sabía nada del dinero.
La pequeña tormenta que estalla en 2007, por un supuesto texto no publicado de Churchill (1937) –en realidad escrito por su ghost-writer– donde se acusa a los judíos de ser responsables de sus persecuciones (Ynetnews,15/3/07), resulta ilustrativa para la controversia de lo que dijo o no dijo sobre los judíos.
Sus devotos, con un apócrifo en la mano, tratan de descartar en bloque todos los dichos antisemitas y alejar definitivamente cualquier acusación.
Aunque hay una buena fórmula absolutoria, rehúsan usarla. La fórmula reza: Churchill no era un antisemita (puro y duro), sólo era un racista (común).
Abrazar esa fórmula lo pone bajo una mala luz (recuerda sus teorías de razas inferiores o las racialmente inducidas hambrunas en India en los 40), lo acerca a Hitler (que admira su orgullo supremacista, asegura que el este europeo es para los alemanes lo que la India para los británicos y acaba inscribiendo el holocausto en la larga tradición de masacres coloniales), pero a la vez permite clarificar su posición (si bien con los nazis lo une la narrativa de judeo-bolchevismo, su enfoque no es biológico, sino político).
De hecho es una extraña mezcla de anti y filo-semitismo reflejada en el texto de 1920 donde contrasta los judíos malos (cosmopolitas-comunistas) con los buenos (nacionales y sionistas-nacionalistas).
La creación del Estado judío en Palestina es para él un modo de salvar a los judíos de las ideas revoltosas (sic) y debilitar al comunismo internacional, ya que el sionismo está en un contraste radical con este.
Aquí entra el clásico argumento –sostenido por Martin Gilbert, su biógrafo oficial, también historiador de Israel (no se sabe si oficial...) que tiene un libro aparte sobre el tema (Churchill and the jews: a lifelong friendship, 2008)– que va así: Churchill no era antisemita, porque era un gran amigo del sionismo.
Pasemos de la obviedad de que su amistad no era ideológica (sionista tal cual), sino instrumental (acorde a los intereses imperiales británicos); el problema está en aparentar que uno excluye al otro: a menudo las dos cosas van juntas.
El mismo Theodor Herzl, promoviendo su proyecto, está consciente de esto: sabe que los mejores amigos del sionismo pueden ser los... antisemitas (o sea, casi todo el establishment europeo de la época, que podría ver en él una solución a la cuestión judía); enfatiza un punto político: si lo apoyan, él les quita de encima también a los judíos revolucionarios (¡análisis de Churchill!).
La misma amistad es expresada hoy por la ultraderecha europea antisemita que fustiga a los judíos malos (izquierdistas y/o los que se quedaron), pero ama a Israel y sus judíos buenos, que además les dan duro a los musulmanes (la principal amenaza a la civilización).
Allí está también el secreto de la rencarnación de Churchill en Benjamin Netanyahu, que se compara sin cesar con él y repite hasta el hastío sus dichos. Desde luego, sólo aquellos inolvidables.
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