"GLADIO"
LA MAYOR RED TERRORISTA DE LA HISTORIA
(1ª PARTE)
Este es, sin duda, el libro que más me ha gustado sobre la trama Gladio de la OTAN (por encima incluso del ya clásico de Daniele Ganser, Los Ejércitos Secretos de la OTAN y del libro de Richard Cottrell (Gladio, una Daga en el corazón de Europa).
Como dice Arif Jamal en la página canadiense alternativa GlobalResearch “este libro es un logro académico e intelectual de primer orden que no tiene rival”.
Así es, la documentación es abrumadora e inatacable (con cerca de 1000 notas al final y al pie de página). Obviamente, muchas cosas sobre Gladio que relata Williams ya se sabían pero el americano añade otras que le dan un valor intrínseco adicional extraordinario.
Sin duda este libro es una nueva bofetada inmensa o un puntapié hacia las partes (innobles) de esos poderes totalitarios capitalistas que harán lo posible para evitar su correcta distribución, si no lo están haciendo ya. En España ya veremos si se deciden a publicarlo (a esta fecha no lo he visto traducido) y en condiciones, es decir, que no aparezca mutilado.
Paul L. Williams |
Lógicamente no iba a transcribir todos los capítulos ya que nadie me paga para ello y tampoco era plan de dedicar horas, en exclusiva, a estos menesteres (que ya dedico, de por sí, bastante, hasta que se me acabe el tiempo libre).
He condensado lo máximo posible su contenido.
Pensé en hacer una suscripción (por tanto, entradas restringidas) para esta serie dedicada a este libro sobre Gladio, un tanto para compensar el esfuerzo dedicado a organizar coherentemente tanto la traducción como una correcta escritura, pero (de momento) lo dejaremos ahí.
CAPÍTULO 1. LAS UNIDADES “STAY-BEHIND”
Este capítulo comienza con una cita del activista Steve Kangas, bien conocida, que transcribo en su literalidad:
La Asociación para una Disidencia Responsable estima que para el año 1987 SEIS MILLONES de personas habían muerto en todo el mundo como consecuencia de las operaciones encubiertas de la CIA. El ex funcionario del Departamento de Estado, William Blum, lo llama correctamente “el Holocausto Americano”.
La CIA justificaba estas acciones como parte de su guerra contra el comunismo, pero la mayoría de los golpes de Estado no suponían una amenaza comunista. Varias naciones han tenido la mala suerte de haber sido señaladas por el imperialismo por una amplia variedad de razones: no sólo por las amenazas a los intereses comerciales estadounidenses en el extranjero, sino también por haber realizado reformas liberales e incluso moderadas, de tipo social, por la propia inestabilidad política del país, por la falta de voluntad de un líder para llevar a cabo los dictados de Washington o por las declaraciones de neutralidad en la Guerra Fría. De hecho, nada más ha enfurecido a los directores de la CIA que una nación permaneciese fuera de la “guerra fría”.
(Steve Kangas, 1961-1999, “Memorial de atrocidades de la CIA. Cronología”, 1994)
Allen Dulles |
En plena II Guerra Mundial Dulles lo tenía muy claro: “Estamos luchando contra el enemigo equivocado”.
Allen Dulles, el director suizo de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), llegó a esta conclusión al final del año 1942, cuando la infantería alemana permanecía sumida en el barro y la nieve de las estepas rusas.
Dulles había recibido la promesa, a través de mensajeros del Vaticano que habían estado en contacto con el jefe de las SS, Heinrich Himmler y Walter Schellenber (jefe de la Sichterheitsdienst, el servicio de inteligencia exterior de las SS), de que el gobierno nazi había mostrado su disposición a establecer una paz por separado con los Estados Unidos.
Tal reconciliación permitiría al Tercer Reich dirigir su atención completa a la pulverización del enemigo soviético. Cuando Dulles expresó su decisión favorable a discutir la propuesta, el Alto Mando alemán envió el príncipe Max von Hohenlohe, un aristócrata prusiano y hombre de negocios, para reunirse con él en Berna. Hohenlohe se sorprendió al enterarse de que Dulles no sólo respaldó la propuesta nazi, sino también sostuvo que una Alemania fuerte era necesaria como un baluarte contra el bolchevismo.
La esencia de la inmimente guerra fría de EEUU y sus aliados occidentales contra la URSS estaba en aquellas palabras de Dulles y en que los soviéticos habían “establecido una ideología sin Dios que había llamado a la revolución mundial y al colapso del capitalismo”.
En definitiva, “los nazis eran cristianos y compartían con los estadounidenses una herencia occidental común. Aún más importante, los nazis creían en el capitalismo y en el derecho a la propiedad privada”.
La ideología de Dulles y la del imperio nazi sintonizaban a la perfección en su objetivo común de liquidar cruentamente a la URSS y, por ello, el jefe de la entonces OSS urgió a un acuerdo de paz con los nazis, sin contar con la URSS. Dicho acuerdo tenía la clave de Operación Sunrise.
Según Williams, cuando Stalin se enteró de este proyecto de “entente cordiale” nazi-americano, que ya estaba en marcha, “entró en cólera acusando a sus aliados de Estados Unidos de mala fe y traición”. Roosvelt lo negó, pero la intencionalidad de las potencias del Oeste era bien clara.
Uno de los hombres más representativos del recién derrotado nazismo que utilizó EEUU para dirigir las operaciones “stay-behind” en el frente de la guerra fría antisoviética fue Reinhard Gehlen. Este personaje había sido el jefe de los espías de Hitler en el frente oriental y bajo su mando habían muerto más de cuatro millones de prisioneros soviéticos.
Otro nazi, igualmente amigo de Allen Dulles, fue Karl Wolff (otro experto en matanzas) a quien Dulles salvó de la “quema” partisana a última hora y lo utilizó también para las redes terroristas de Gladio. Gehlen sería agasajado y protegido en EEUU donde establecería la denominada Organización Gehlen, que recibiría total apoyo económico y logístico del Ejército de EEUU, reclutando para la configuración del naciente Gladio a ex soldados del Tercer Reich, veteranos que tenían las suficientes credenciales para ser considerados “acérrimos anticomunistas”.
El principal cerebro de las incipientes operaciones “stay-behind” en Europa procedía de EEUU. Se trataba del famoso espía James Jesus Angleton, calificado por Williams como “un anticomunista rabioso, un anglófilo ardiente, y un devoto católico romano, además de un tipo brillante y peligrosamente paranoico”.
Su padre era un “fan” irreductible de Hitler y Mussolini y fue aquél quien puso en contacto a Angleton hijo con uno de los cabecillas del fascismo italiano, el príncipe Valerio Borghese, pieza clave en el terrorismo italiano de Gladio y en el intento de golpe de Estado en Italia, en 1970. Borghese fue otro que se libró de pasar por el cadalso de los partisanos italianos gracias a que Angleton lo salvó a última hora con el fin de reclutarle para las redes anticomunistas “stay-behind” de la posguerra.
CAPÍTULO 2: UN GOLPE DE SUERTE, LAS DROGAS Y LA COMUNIDAD NEGRA
Es innegable que las agencias de inteligencia estadounidenses ayudaron a salir de la cárcel al capo de la droga más importante del mundo (Lucky Luciano), le permitieron reconstruir su imperio de narcóticos y facilitaron el flujo de drogas hacia los guetos, principalmente negros, de Nueva York y Washington DC
(Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair, La CIA, drogas y medios)
El gran problema que surgió a la hora de poner en práctica la red Gladio vino de la financiación.
Como no había fondos suficientes para emprender esa tarea gigantesca en toda Europa, un tipo llamado Paul E. Helliwell, coronel del Ejército de EEUU, con amplia experiencia en sufragar con el dinero del opio a la subversión anticomunista en China, se le ocurrió que la financiación encubierta de Gladio podría hacerse de igual modo. ¿Cómo? Suministrando heroína a la comunidad negra de los guetos de Estados Unidos.
La venta de heroína a las zonas marginales de los barrios negros proporcionaría a la inteligencia estadounidense un suministro constante de ingresos para Gladio durante toda la era de la posguerra. La idea de Helliwell dio lugar, dice Williams, a una unión entre la comunidad de inteligencia de Estados Unidos y el crimen organizado que daría paso a conflictos, guerras, rebeliones, golpes de Estado financieros y una epidemia general de tráfico de drogas que alteraría para siempre el curso de la historia mundial.
El intermediario más carismático del que se valieron para esa delictiva y criminal empresa fue el conocido gángster Lucky Luciano (y otros como Meyer Lansky) ya que “cualquier aliado era bienvenido y cualquier método era justificable”.
Después del desembarco aliado en Sicilia, que propició el auge de la mafia y el control de ésta de las instituciones locales, había llegado el momento de ejecutar el plan de Helliwell para financiar la “guerra sucia” de Gladio.
El plan no era otro que utilizar las redes de distribución de drogas del mafioso Luciano aunque, también, se requirió la presencia de otro capo de la droga, Vito Genovese, con el que se podría ejecutar más eficientemente “la distribución de heroína en los clubes nocturnos de Harlem”.
Williams señala que En octubre de 1946, a petición de los agentes de inteligencia de Estados Unidos, Lucky Luciano viajó a Cuba donde se reunió con otros gángsters como Frank Costello, Vito Genovese, Albert Anastasia, y Meyer Lansky para discutir el plan Helliwell. La Operación X se puso en marcha a finales de ese año y tuvo un éxito increíble.
El futuro de Gladio y otras empresas encubiertas ya no estaba en peligro. El análisis de Helliwell había sido correcto y los clubes de jazz fueron los lugares idóneos para la expansión del “plan Heliwell” y, por extensión, del propio mercado de heroína, tanto que algunos artistas que actuaban en barrios-guettos como el de Harlem, en Nueva York, incluso sucumbieron a la adicción de la heroína (Charlie Parker). En veinte años el número de adictos a la heroína, en EEUU, pasó de 20.000 a 150.000 personas.
(Fuente: http://uraniaenberlin.com/)
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"GLADIO":
LA MAYOR RED TERRORISTA DE LA HISTORIA (2ª PARTE)
El Vaticano fue un lugar clave, paraíso fiscal en la práctica, donde depositar las ingentes cantidades del dinero sucio de Gladio que estuviese alejado de un mínimo control por el Tesoro norteamericano y qué mejor lugar que el llamado Instituto para las Obras de la Religión (IOR), comúnmente conocido como el Banco del Vaticano.
Según Williams debido al carácter clandestino y secreto de este banco, millones de dólares pueden ser depositados en el IOR de forma continuada canalizados a través de cuentas bancarias suizas numeradas, evitando, de este modo, la posibilidad de su detección.
Era el lugar perfecto para la CIA y la mafia siciliana para lavar sus ganancias ilícitas del narcotráfico y para la Iglesia Romana el modo de financiar su actividad política.
De hecho, Pio XII, el Papa de Hitler, era de los más dispuestos a permitir que el dinero negro de Gladio fluyese a través del Banco Vaticano. Es más, La Administración Truman canalizó más de 350 millones de dólares a la Santa Sede para su propio “alivio económico”. El Papa utilizó estos fondos para reactivar el Partido Demócrata Cristiano (PDC)
Una vez conseguida la financiación y puestos los fondos a recaudo en el Vaticano había que atajar el “problema” comunista en la Italia de la postguerra con la aplicación de medidas draconianas. Así lo refiere nuestro autor:
En los últimos meses de 1947 cientos de hombres integrantes de la mafia comenzaron a llegar a Italia desde Nueva York, Chicago y Miami para “ayudar” a abordar el problema comunista.
Con el dinero negro de la CIA estos sicarios fueron pagados directamente por el Banco del Vaticano. De este modo la Santa Sede forjó una alianza con la mafia siciliana, que fue fortalecida en las tres décadas siguientes.
Los gángsters pasaron a la acción: quemaron sedes de partidos comunistas, realizaron intentos de asesinato y otros los consumaron de la forma más brutal posible (como fue el caso de los crímenes de Portella della Ginestra donde hubo, inclusive, niños entre las víctimas).
Según Williams, A lo largo de 1948, sólo en Sicilia, los ataques terroristas perpetrados por la mafia y apoyados por la CIA ocasionaron un promedio de cinco muertes a la semana
EL VATICANO, ESCUADRÓN DE LA MUERTE
Así de diáfano y cristalino habla Paul Williams en uno de sus subcapítulos para referirse a cómo la propia iglesia romana vaticana, a través de uno de sus sicarios con sotana, Monseñor Giuseppe Bicchierai, bajo la autoridad papal, reunió una banda terrorista con la tarea asignada de agredir a los candidatos comunistas, sabotear reuniones de grupos políticos de Izquierda e intimidar a los votantes. Toda la logística, incluido el dinero, fue proporcionada por la CIA.
Todo ese dinero, contante y sonante, recibido de la CIA por los grupos terroristas mafiosos que operaban en Italia en contra de los comunistas fueron depositados por los miembros de las familias del crimen organizado en bancos católicos de toda Italia, entre ellos el Banco Ambrosiano. Estos bancos, gracias al Tratado de Letrán (que estableció la Ciudad del Vaticano como un Estado soberano), se libraban del control fiscal por parte del Banco de Italia y el Departamento del Tesoro de ese país.
El plan de Helliwell se habia aplicado, las conexiones con la mafia eran un hecho y la alianza con el Vaticano se habia forjado. Pero hubo un problema: la multinacional farmacéutica italiana Schiaparelli, encargada de fabricar la heroína, no podÍa satisfacer la creciente demanda de la CIA. Tuvieron que buscar nuevos mercados o la guerra fría podría perderse.
CAPÍTULO 4: LAS REDES DEL NARCOTRÁFICO
Para abrir nuevas rutas en el tráfico de drogas con el que mantener el negocio terrorista de Gladio se necesitaba “cambiar de aires” y Francia fue uno de los lugares elegidos donde afianzar alianzas entre el crimen organizado.
En concreto, Marsella, gracias a la ayuda de la CIA, se convirtió en el nuevo centro de la industria de la heroína.
Para 1951, sólo unos meses después de que las mafias corsa y siciliana tomasen el control de la costa, Guerini, un jefe de la mafia corsa, reclutó gran cantidad de químicos franceses y abrió su primera “refinería” de opio. La conexión francesa entre el clan siciliano del jefe mafioso Don Calo y la familia del crimen americano, representada por Lucky Luciano, se había establecido.
Las rutas turca y del sudeste asiático fueron zonas esenciales para el sostén del aparato logístico-criminal de Gladio a través de varios de los hijos adoptivos de la CIA en esas regiones, ya fuesen traficantes de opio (El Khoury, sirio) u organizaciones que luchaban contra el comunismo (el Kuommitang, en China, o los diversos títeres que EEUU tenía repartidos por Vietnam del Sur, Birmania o Thailandia).
Tal era el grado de penetración de la CIA en el control y distribución del narcotráfico que En 1998, Dennis Dayle, ex jefe de una unidad de élite de la DEA, dijo que “En mis 30 años de carrera en la Administración de Control de Drogas los principales objetivos de mis investigaciones, invariablemente, resultaron estar trabajando para la CIA.”
Otra pieza indispensable en el engranaje de Gladio, dado el vertiginoso avance que estaba teniendo el comercio de opio en el mundo, fue jugar, por parte de la CIA, la baza de la desinformación y orquestar falsas banderas de tipo mediático para endosar a sus enemigos ideológicos informes falsos como el que hizo referencia a que el Presidente chino Mao Tse Tung estaba implicado en el tráfico de entre doscientas a cuatrocientas toneladas de opio al año, con origen en la provincia china de Yunnan y destino hacia la capital de Tailandia, Bangkok.
Para ello la CIA montó la llamada Operación Sinsonte, en 1953, donde contrató a editores y periodistas de los principales medios de EEUU para fabricar noticias falsas y mostrar una imagen positiva de la CIA como garante de la lucha contra las drogas.
CAPÍTULO 5: LA SOCIEDAD SECRETA
Afirma Williams que A lo largo de la década de 1950, cientos de clérigos italianos y miembros de la “nobleza negra” de la Iglesia se unieron a la mafia en apoyo de la Operación Gladio. Paolo Taviani, uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y nuevo ministro de Defensa, se convirtió en uno de los comandantes de la unidad 622 “stay-behind” en Italia.
Cada unidad estaba formada de doce a quince “gladiadores”, todos los cuales fueron entrenados por fuerzas estadounidenses y británicas en la base de Capo Marargiu en el extremo norte de Cerdeña.
Estas eran las unidades militares, por así decir, del Gladio terrorista digamos más operativo. Pero Williams señala que hubo otro Gladio …¡el eclesial! que dio soporte al anterior a través de sus cardenales y monseñores.
Así Las unidades católicas fueron dirigidas por Augustin Bea, rector del Instituto Bíblico Pontificio, más Agostino Casaroli y Fiorenzo Angelini.
A estos tres clérigos, que habían sido elegidos por el Santo Padre, se les unió Michele Giordano, un asistente diocesano de Acción Católica. Los cuatro prelados fueron elevados, posteriormente, al “cardenalato” por su trabajo en esta empresa clandestina.
Por otra parte, figuras de la nobleza católica también se convirtieron en prominentes representantes del Gladio Católico, incluyendo a Giulio Andreotti, cofundador del Partido Demócrata Cristiano (y luego, en la vejez, arrepentido, fue el que destapó la trama Gladio, como es sabido).
Como advierte Williams, el papel de los sacerdotes y obispos católicos no se iba a limitar solamente a ser agitadores propagandísticos anticomunistas sino que iban a estar preparados, también, para el combate real en caso de que la Guerra Fría se tornase caliente
Un elemento fundamental para garantizar, lógicamente, la naturaleza clandestina de Gladio era protegerla. Y para ello se utilizó a la masonería, por lo que se llevaron a cabo reuniones de las fuerzas anticomunistas con las logias masónicas.
La más importante fue la conocida como Logia Masónica Propaganda P2 que estuvo nutrida, paradójicamente, por gran cantidad de dignatarios eclesiásticos de los que Williams señala en su libro una relación de los más importantes.
Licio Gelli, la cabeza más prominente de la P2, era un ateo confeso y Gran Maestro de la logia P2 y se convirtió, además de en Caballero de la Orden de Malta, en uno de los hijos predilectos de la Santa Madre Iglesia. Gracias en parte a Gelli, más de mil seiscientos científicos nazis y sus colaboradores se dirigieron a los Estados Unidos para inaugurar la era espacial.
Muchos de estos nazis acabaron trabajando como diseñadores de aviones e ingenieros de la L. Glenn Martin Company (más tarde la Lockheed Martin Corporation) y Republic Aviation.
Gelli tuvo también el “honor” de poner bajo su custodia al criminal de guerra nazi Klaus Barbie (el llamado “carnicero de Lyon”, responsable de más de 4.000 muertes y otras tantas deportaciones en la II Guerra Mundial).
Se sabe que la inteligencia estadounidense lo protegió en una casa en las afueras de la localidad alemana de Augsburg pagándole 1700 dólares mensuales de la época.
Barbie es conocido que fue agente encubierto de la CIA y el BND (el servicio alemán federal de espionaje) para actuar en Latinoamérica en el exterminio de los opositores de izquierda.
El establecimiento de la llamada “ruta de las ratas” (el aparato de fugas nazi hacia Sudamérica) puso a Gelli en estrecho contacto con el futuro Papa Pablo VI. Al término de la guerra, monseñor Montini (Pablo VI) había sido puesto al mando de Caritas Italiana, una organización benéfica del Vaticano que había proporcionado “protección” a soldados alemanes nazis y a sus simpatizantes.
Además, Gelli, en su calidad de multidelincuente, se hizo con el contrabando de 80 millones de dólares en lingotes de oro y plata procedentes de otros criminales de guerra (los ustachi croatas) con destino a las arcas del Banco Vaticano.
Como no era tonto, precisamente, el propio Gelli se “agenció” 150 lingotes de oro para él mismo, “pecado” que fue, por supuesto, perdonado por la curia romana. En definitiva, el que quiera ver el recorrido siniestro de este sujeto, Gelli, lo puede seguir en este extenso y documentadísimo capítulo donde, lógicamente, por razones obvias, no es posible trasladarlo entero aquí.
Michele Sindona en la cárcel |
Michele Sindona, destacado y respetado miembro de la mafia siciliana, fue otro de esos turbios personajes de los que estuvo plagado el entramado Gladio (es decir, terrorismo de Estado, mafia, drogas y agencias de espionaje).
Ascendido al “estrellato” de la mafia tras la caída de otro mafioso, Vito Genovese, Sindona se movió entre la CIA y los negocios ilegales, forjando amistades con elementos tan siniestros como el conocido cardenal norteamericano Paul Marcinkus (apodado “el Gorila”).
Marcinkus era, según Williams “el hombre señalado para servir de guardaspaldas al Papa Pablo VI”. Sindona continuó sus negocios adquiriendo bancos como el de Messina, otra cloaca financiera más donde operaba la mafia siciliana, por supuesto, siempre con la vista puesta en Suiza como destino final del dinero sucio.
Como dice con ironía Paul L. Williams “la mejor manera de robar un banco es comprarlo”. De este modo, fueron varios los bancos que fueron comprados por la mafia y la CIA para sufragar la red terrorista Gladio. Sindona, además de agente de la CIA y asesor financiero del Vaticano fue un ladrón.
Una cosa nada extraordinaria por cuanto, además, el criminal Sindona se solía librar fácilmente de las (pocas) investigaciones legales. Sindona se hizo de oro, plata y diamantes y así lo refleja Williams 1969 resultó ser un año excepcional para Sindona.
Se erigió como la figura financiera más poderosa de Italia. El “Gruppo Sindona” incluía seis bancos, la cadena internacional de hoteles CIGA y quinientas empresas más. Controlaba el mercado de valores de Milán, donde el 40 por ciento de las acciones que se negociaban en un día cualquiera estaban bajo su control. Su capacidad para influir en la situación financiera de Italia fue tan profunda que el ex primer ministro Giulio Andreotti, ex miembro de la P2, lo proclamó “el salvador de la lira.”
Pablo VI |
Así que puso en manos del mafioso, en acuerdo sellado y firmado, todo el control de los negocios vaticanos.
El acuerdo dejó a Sindona el control absoluto de miles de millones de dólares de las cuentas vaticanas. El Vaticano tenía negocios con entidades financieras como el Banco Rothschild, el Chase Manhattan Bank o el Credit Suisse, empresas automovilísticas como General Motors, corporaciones del sector eléctrico como General Electric o petroleras como Shell Oil o Gulf Oil.
Además, la Santa Sede controlaba dos líneas de transporte marítimo, la empresa automovilística italiana Alfa Romeo y era accionista principal de varios hoteles de lujo en Italia, además de una compañía farmacéutica que fabricaba píldoras anticonceptivas (Serono).
Las operaciones de Sindona para camuflar los multimillonarios negocios vaticanos, liquidando sus activos, se hizo en secreto y ocasionó millonarias pérdidas a la iglesia de Roma.
WIilliams habla en pasado, pero hay que advertir que todo esto último que señala el investigador norteamericano (los vínculos financieros y empresariales de la iglesia vaticana con entidades iguales o parecidas a las señaladas) sigue bien presente y vigente a día de hoy.
Michele Sindona no pudo, al final, atrincherarse en la impunidad y fue juzgado y condenado a cadena perpetua por múltiples delitos, entre ellos el de asesinato.
Murió envenenado con cianuro, al más puro estilo de “vendetta” italiana. La teoría del “suicidio”, barajada como hipótesis de su muerte, es insostenible ya que el propio Sindona afirmó poco antes de morir: “Me han envenenado”.
(Fuente: http://uraniaenberlin.com/)
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