Cs advierte a PP:
20 alcaldes y 4 autonomías, en el alero
Publicado febrero 26, 2016 Por Espía en el Congreso Diputados
Ya solo queda confirmar el triste espectáculo de una investidura tabernaria
Rajoy sacrificará la periferia por nuevas elecciones
Rajoy se fuma su puro ante el fracaso de Pedro Sánchez y ha decidido exterminar a Cs por apoyarle pero se hace el distraído sobre su situación regional: el poder del PP en autonomías y ciudades de 9 regiones españolas depende del partido naranja, con 4 presidentes y 20 alcaldes de la Comunidad de Madrid, Andalucía, Cantabria, La Rioja, Extremadura, Comunidad Valenciana, Murcia, Castilla la Mancha y Castilla-León sostenidos por Albert Rivera. Y un centenar de pequeñas localidades provinciales también.
Pero si una repetición electoral le arroja al precipicio, dejarán de serlo porque las mociones de censura después del verano ya no serán una advertencia sino una realidad.
Se suponía que la denominada “generación de recambio” iba a ser más hábil para administrar lo que las urnas han decantado de forma nítida, pero las lecturas torcidas, los egoísmos de partido o personales, las inexperiencias y los tahures amenazan seriamente con imponerse.
España votó la ruptura del bipartidismo y el cambio, en una proporción cuádruple: PSOE (90), Podemos (65), Cs (40) y Nacionalistas (32), enviando a la Oposición al PP como principal partido con 123 (-63), jibarizando al PSOE (-20) pero dándole la alternativa, y haciendo perder al Gobierno no ya la mayoría absoluta sino hasta la camisa, pero cediéndole la hegemonía para impedir un cambio constitucional territorial en el Senado.
Al menos mientras esté en el poder.
Se pidió al pueblo acabar con el bipartidismo y así lo hizo con su sabia decisión.
No quiso que los dos grandes partidos desaparecieran, sino que disminuyeran su influencia, se renovaran y compartieran su espacio con otros. Eso es lo que se votó y si se repitieran las elecciones y el resultado fuera más o menos el mismo, habrá que pedir la dimisión a los líderes que, sin importarles el gasto ni el desgaste, las provocaron por sus egolatrías.
Y también a los 350 diputados que no supieron decirles la verdad a la cara y votar pensando en el pueblo y no en el partido, como ordena el mandato constitucional. Ninguno de ellos debería repetir tampoco en las listas de unos nuevos comicios por incapacidad manifiesta.
Los errores han sido muchos y regodearse en ellos solo beneficiaría a los adversarios del cambio. El PP ya paga su inmovilismo con la permanencia de su propio líder –“Rajoy, quédate”, se murmura con humor en las calles como se hace con ironía en los estadios– y es cierto que “contra Franco vivíamos mejor”, como reconocía con mordacidad la Oposición democrática cuando hacía autocrítica y se le escapaba la risa.
Menos gracia les hace a los españoles que siguen padeciendo el rigor de la crisis y el desempleo y sobre los que se detecta un enorme hastío que puede traer consecuencias impredecibles. El que avisa no es traidor sino avisador y por fortuna tenemos los nombres de los 350 parlamentarios y los 250 senadores que están gestionando un certero resultado electoral hasta llevarlo a un callejón sin salida. Nunca los olvidaremos.
La mayor decepción está siendo, como habían vaticinado los inmovilistas, constatar la escasísima experiencia que existe en España para el pacto o coalición con adversarios políticos. Engaños, insultos, desprecios, deslealtades, oportunismos… En lugar de crear confianza se ha generado discordia, eficazmente administrada por los medios del régimen.
El suspenso de los líderes y negociadores está siendo clamoroso, ante la atenta mirada de los que van a padecer su ineficacia. Ahora se echarán la culpa los unos a los otros, para regocijo de la almeja de Pontevedra, que estará en el cargo hasta junio y, con parecido resultado electoral, de nuevo hasta final de año. Es un fin parecido al de Nerón tocando la lira y cantando con Roma incendiada, pero culpando a los cristianos de la debacle.
Y quizás el destino tenga reservado que los sistemas parlamentarios acaben así, con esta autoinmolación que evidencia su putrefacta composición y esclerosis que tanto los ha alejado de los ciudadanos que los sufragan.
Se esperaba de los nuevos partidos o líderes algo más de imaginación: ni Pedro Sánchez ha estado a la altura sin llegar a ofrecer su alicuota parte de Gobierno a Pablo Iglesias (obviamente en los ministerios sociales), ni éste ha empleado el tono ni la altura de miras que las históricas circunstancias requerían, ni los vetos mutuos de los Cs de Albert Rivera y Podemos se molestaban en advertir que las urnas dictaban precisamente lo contrario: compartir y buscar un mínimo denominador común ante la dramática coyuntura política, económica y social que vive España.
La generosidad obligaba a dar sin recibir nada a cambio para, si así se quiere, poner en evidencia las trampas del sistema. Habrá que recordar que todos los adversarios internos de ese frustrado cambio serán los primeros en cortar las cabezas de quienes ahora no lo han hecho posible, como marca la inevitable ley política de quienes desconocen esta práctica.
En el Parlamento, la estupidez y cobardía se paga siempre así, como saben muy bien Hernández Mancha, Borrell, Almunia y demás ejemplos relativamente recientes.
La investidura, en este ambiente, se presiente tabernaria, tan acorde con ese “gin tonic” subvencionado del que gozan sus señorías y al que al parecer no hay manera de poner coto –así son las adicciones en política, tan destructivas como en la sociedad civil-.
Todos buscando sus diferencias y culpando de ellas a los demás, como hacen los malos estudiantes o los que con su mal comportamiento siempre ofrecen excusas en los demás pero nunca en los errores propios. Lo pagarán, no les quepa la menor duda. Pero mientras tanto, los paganos seremos aquellos que, masacrados por el paro, la ruina o los impuestos, vemos caer un poco más a España en el abismo de nuestras típicas inercias históricas.
Apretemos los dientes y fijémonos bien en sus caras, en los cargos públicos de arriba y de abajo, en el Parlamento y fuera de él. Ni siquiera demoler las diputaciones pueden, adictos al erario público con esa legión de inútiles enchufados con los que las han ido nutriendo los abrevaderos durante décadas.
Y, ya que desean seguir convirtiendo a España en ese modelo económico de bares y copas, ruidos, abusos e impunidades que hacen las delicias del turismo barato, sigamos su ejemplo y pidamos otro cubatahasta que el alcoholismo o la cirrosis nos reviente y nuestra doble naturaleza de pasionales y exagerados esclavos serviles nos lleve antes de tiempo a la tumba.
Ante la investidura, “Espía en el Congreso” os saluda y da la bienvenida a esta santa casa de citas, buenos sueldos y prebendas, que no de pactos ¡A vuestra salud, diputados!.
Comunidades y Alcaldías que perderá el PP si empuja a Cs a nuevas elecciones:
Comunidad de Madrid: La presidenta Cristina Cifuentes no solo depende de Cs. También Las Rozas, Majadahonda, Alcobendas, Alcorcón, Colmenar Viejo, Sevilla la Nueva y Humanes
Andalucía: Almería, Málaga, Jaén y Granada tienen alcalde del PP gracias al apoyo de Ciudadanos.
Cantabria: El acuerdo entre Ciudadanos y el alcalde de Santander, Iñigo de la Serna (PP) le dio la alcaldía.
Murcia: Ciudadanos hizo presidente a Pedro Antonio Sánchez (PP).
La Rioja: El PP gobierna la comunidad con el respaldo de Ciudadanos a José Ignacio Ceniceros.
Castilla-León: Juan Vicente Herrera (PP) es presidente de la Comunidad gracias a Cs. También las alcaldías de Salamanca, León y Burgos.
Extremadura: las alcaldías de Badajoz y Cáceres dependen de los votos de los concejales de Albert Rivera.
Castilla la Mancha: las alcaldías de Albacete y Cuenca las tiene el PP gracias a Ciudadanos.
Comunidad Valenciana: Orihuela y Benidorm, las dos únicas alcaldías que conserva el PP, dependen de Ciudadanos.
Measure
Measure
No hay comentarios:
Publicar un comentario