Contra Donald Trump, la propaganda de guerra
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Dos semanas después de su investidura, la prensa atlantista prosigue su labor de desinformación y agitación en contra del nuevo presidente de Estados Unidos.
Este último y sus primeros colaboradores multiplican, por su parte, declaraciones y gestos aparentemente contradictorios, de manera que parece difícil entender lo que sucede en Washington.
Dos semanas después de su investidura, la prensa atlantista prosigue su labor de desinformación y agitación en contra del nuevo presidente de Estados Unidos.
Este último y sus primeros colaboradores multiplican, por su parte, declaraciones y gestos aparentemente contradictorios, de manera que parece difícil entender lo que sucede en Washington.
La campaña anti-Trump
La mala fe de la prensa atlantista se hace évidente en cada uno de sus 4 temas principales
1. Sobre el inicio del desmantelamiento del Obamacare (20 de enero)
La realidad muestra que –al contrario de lo que afirma la prensa atlantista– las clases desfavorecidas que debían beneficiarse con el Obamacare lo han despreciado en masa.
Esa forma de «seguridad social» ha resultado tan costosa y dirigista que no seduce a la gente.
Las únicas que ven con satisfacción ese sistema son las compañías privadas que lo manejan.
2. Sobre la prolongación del muro en la frontera con México (del 23 al 25 de enero)
Es una medida que nada tiene de xenófoba:
la Secure Fence Act fue firmada por el presidente republicano George W. Bush, quien inició la construcción de esa forma de separación física entre los territorios de Estados Unidos y México.
Y el presidente demócrata Barack Obama prosiguió su construcción… con el respaldo del gobierno de México.
Más allá de la retórica, hoy de moda, sobre la construcción de «muros» o «puentes», los dispositivos tendientes a reforzar una frontera funcionan sólo cuando las autoridades de ambas partes los apoyan y se ponen de acuerdo para que den resultado.
Y siempre fracasan cuando una de las partes se opone.
El interés de Estados Unidos es controlar la entrada de migrantes mientras que el interés de México es impedir la entrada de armas provenientes de Estados Unidos.
Ambos intereses se mantienen.
Sin embargo, con la aplicación del TLCAN [1], muchas transnacionales estadounidenses optaron por “deslocalizar” sus industrias, trasladando a México no sólo empleos de baja o ninguna calificación –conforme a la regla marxista que describe la «tendencia a la caída de la tasa de ganancia» [2]– sino también empleos calificados que ponen en manos de una fuerza de trabajo más barata que la estadounidense, siguiendo la tendencia conocida como «dumping social»).
En México, la aparición de esos empleos dio lugar a un importante éxodo rural, que ha desestructurado la sociedad mexicana, como sucedió en la Europa del siglo XIX.
Las transnacionales redujeron entonces los salarios, sumiendo así en la pobreza a una parte de la población mexicana, la que ahora sólo sueña con obtener salarios decentes… en Estados Unidos.
Al anunciar Donald Trump su intención de sacar a Estados Unidos del TLCAN, las cosas deberían volver a la normalidad en los próximos años, lo cual podría satisfacer simultáneamente a los trabajadores mexicanos y a los estadounidenses [3].
3. Sobre la interrupción voluntaria del embarazo (23 de enero)
El presidente Trump prohibió la entrega de subvenciones federales a las asociaciones especializadas que reciben fondos del extranjero.
Así obliga a esas asociaciones a escoger entre su razón de ser (ayudar a las mujeres con dificultades) en la sociedad estadounidense o seguir recibiendo el dinero de George Soros para sacar manifestantes a la calle en contra de su administración –como sucedió el 21 de enero.
Ese decreto no tiene nada que ver con el aborto y es una medida tendiente a evitar una «revolución de color» en Estados Unidos.
4. Sobre los decretos contra la inmigración (del 25 al 27 de enero)
Donald Trump anunció que aplicará la ley –heredada del presidente Obama– que implicaría la expulsión de los 11 millones de extranjeros en situación irregular.
Suspendió además las ayudas federales a las ciudades que anunciaron que se niegan a aplicar esa ley
(¿Cómo encontrar sirvientas a bajo sueldo si hay que declararlas legalmente?).
Trump anunció que comenzará expulsando a los 800 000 criminales ya anteriormente condenados legalmente en Estados Unidos, en México o en cualquier otro país.
Además, para evitar la entrada de terroristas, suspendió todas las autorizaciones de migrar a Estados Unidos y prohibió por 3 meses la entrada de personas originarias de países donde es imposible verificar la identidad de esas personas y su situación.
No fue Trump quien hizo la lista de países incluidos en esa medida sino que se remitió a un texto anterior… del presidente Obama.
Por ejemplo, en Siria no hay actualmente ni embajada, ni consulado estadounidenses.
Desde un punto de vista de policía administrativa, es por consiguiente lógico poner a los sirios en esa lista.
Y en todo caso, esa medida sólo afecta a una cantidad mínima de personas.
En 2015, la famosa «tarjeta verde» estadounidense fue concedida sólo a 145 sirios.
Consciente del gran número de casos particulares que podrían aparecer, el decreto presidencial de Trump deja al Departamento de Estado y al Departamento de Seguridad de la Patria (Homeland Security) en libertad de conceder dispensas.
El hecho que funcionarios contrarios al presidente Trump hayan saboteado la medida aplicándola de forma brutal no convierte al nuevo presidente en racista o islamófobo.
La campaña anti-Trump de la prensa atlantista es, por ende, injustificada. Decir que el presidente Trump ha abierto una guerra contra los musulmanes, hablar públicamente de su posible destitución –incluso de su asesinato– va más allá de la mala fe, es propaganda de guerra.
La mala fe de la prensa atlantista se hace évidente en cada uno de sus 4 temas principales
1. Sobre el inicio del desmantelamiento del Obamacare (20 de enero)
La realidad muestra que –al contrario de lo que afirma la prensa atlantista– las clases desfavorecidas que debían beneficiarse con el Obamacare lo han despreciado en masa.
Esa forma de «seguridad social» ha resultado tan costosa y dirigista que no seduce a la gente.
Las únicas que ven con satisfacción ese sistema son las compañías privadas que lo manejan.
2. Sobre la prolongación del muro en la frontera con México (del 23 al 25 de enero)
Es una medida que nada tiene de xenófoba:
la Secure Fence Act fue firmada por el presidente republicano George W. Bush, quien inició la construcción de esa forma de separación física entre los territorios de Estados Unidos y México.
Y el presidente demócrata Barack Obama prosiguió su construcción… con el respaldo del gobierno de México.
Más allá de la retórica, hoy de moda, sobre la construcción de «muros» o «puentes», los dispositivos tendientes a reforzar una frontera funcionan sólo cuando las autoridades de ambas partes los apoyan y se ponen de acuerdo para que den resultado.
Y siempre fracasan cuando una de las partes se opone.
El interés de Estados Unidos es controlar la entrada de migrantes mientras que el interés de México es impedir la entrada de armas provenientes de Estados Unidos.
Ambos intereses se mantienen.
Sin embargo, con la aplicación del TLCAN [1], muchas transnacionales estadounidenses optaron por “deslocalizar” sus industrias, trasladando a México no sólo empleos de baja o ninguna calificación –conforme a la regla marxista que describe la «tendencia a la caída de la tasa de ganancia» [2]– sino también empleos calificados que ponen en manos de una fuerza de trabajo más barata que la estadounidense, siguiendo la tendencia conocida como «dumping social»).
En México, la aparición de esos empleos dio lugar a un importante éxodo rural, que ha desestructurado la sociedad mexicana, como sucedió en la Europa del siglo XIX.
Las transnacionales redujeron entonces los salarios, sumiendo así en la pobreza a una parte de la población mexicana, la que ahora sólo sueña con obtener salarios decentes… en Estados Unidos.
Al anunciar Donald Trump su intención de sacar a Estados Unidos del TLCAN, las cosas deberían volver a la normalidad en los próximos años, lo cual podría satisfacer simultáneamente a los trabajadores mexicanos y a los estadounidenses [3].
3. Sobre la interrupción voluntaria del embarazo (23 de enero)
El presidente Trump prohibió la entrega de subvenciones federales a las asociaciones especializadas que reciben fondos del extranjero.
Así obliga a esas asociaciones a escoger entre su razón de ser (ayudar a las mujeres con dificultades) en la sociedad estadounidense o seguir recibiendo el dinero de George Soros para sacar manifestantes a la calle en contra de su administración –como sucedió el 21 de enero.
Ese decreto no tiene nada que ver con el aborto y es una medida tendiente a evitar una «revolución de color» en Estados Unidos.
4. Sobre los decretos contra la inmigración (del 25 al 27 de enero)
Donald Trump anunció que aplicará la ley –heredada del presidente Obama– que implicaría la expulsión de los 11 millones de extranjeros en situación irregular.
Suspendió además las ayudas federales a las ciudades que anunciaron que se niegan a aplicar esa ley
(¿Cómo encontrar sirvientas a bajo sueldo si hay que declararlas legalmente?).
Trump anunció que comenzará expulsando a los 800 000 criminales ya anteriormente condenados legalmente en Estados Unidos, en México o en cualquier otro país.
Además, para evitar la entrada de terroristas, suspendió todas las autorizaciones de migrar a Estados Unidos y prohibió por 3 meses la entrada de personas originarias de países donde es imposible verificar la identidad de esas personas y su situación.
No fue Trump quien hizo la lista de países incluidos en esa medida sino que se remitió a un texto anterior… del presidente Obama.
Por ejemplo, en Siria no hay actualmente ni embajada, ni consulado estadounidenses.
Desde un punto de vista de policía administrativa, es por consiguiente lógico poner a los sirios en esa lista.
Y en todo caso, esa medida sólo afecta a una cantidad mínima de personas.
En 2015, la famosa «tarjeta verde» estadounidense fue concedida sólo a 145 sirios.
Consciente del gran número de casos particulares que podrían aparecer, el decreto presidencial de Trump deja al Departamento de Estado y al Departamento de Seguridad de la Patria (Homeland Security) en libertad de conceder dispensas.
El hecho que funcionarios contrarios al presidente Trump hayan saboteado la medida aplicándola de forma brutal no convierte al nuevo presidente en racista o islamófobo.
La campaña anti-Trump de la prensa atlantista es, por ende, injustificada. Decir que el presidente Trump ha abierto una guerra contra los musulmanes, hablar públicamente de su posible destitución –incluso de su asesinato– va más allá de la mala fe, es propaganda de guerra.
El objectivo de Donald Trump
Donald Trump fue la primera personalidad en todo el mundo en cuestionar la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el día de los hechos y ante las cámaras de televisión.
Después de recordar que los ingenieros que construyeron las Torres Gemelas ahora trabajaban para él, Trump declaró al Canal 9 de Nueva York que era imposible que ningún avión atravesara las estructuras de acero de esos edificios.
Luego insistió en que era también materialmente imposible que los incendios provocaran el derrumbe de las torres y concluyó que tenía que haber otros factores desconocidos.
Desde aquella fecha, Donald Trump mantuvo su resistencia ante los realizadores de esos crímenes.
En su discurso de investidura subrayó que esa ceremonia no era un simple traspaso del poder entre dos administraciones sino una restitución del poder al Pueblo estadounidense, despojado de ese poder [hace 16 años] [4].
A lo largo de su campaña electoral, después de su elección, durante el periodo de transición y desde su investidura, Trump repitió que el sistema imperial de los últimos años no ha beneficiado a los estadounidenses sino a una pequeña camarilla, cuya figura emblemática es la señora Clinton.
También anunció que Estados Unidos no tratará en lo adelante de ser «el primero» sino «el mejor». Sus eslóganes son: «America great again» y «America first», o sea «Estados Unidos grande de nuevo» y «Estados Unidos primero».
Ese viraje político de 180 grados da al traste con un sistema instaurado durante los últimos 16 años y que se originó en la guerra fría, la opción que Estados Unidos adoptó en 1947.
Ese sistema ha gangrenado numerosas instituciones internacionales, como la OTAN (con Jens Stoltenberg y el general estadounidense Curtis Scaparrotti), la Unión Europea (con Federica Mogherini) e incluso la ONU (con el embajador estadounidense Jeffrey Feltman [5]).
Si Donald Trump tiene éxito, lograr ese objetivo le llevará años.
Donald Trump fue la primera personalidad en todo el mundo en cuestionar la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el día de los hechos y ante las cámaras de televisión.
Después de recordar que los ingenieros que construyeron las Torres Gemelas ahora trabajaban para él, Trump declaró al Canal 9 de Nueva York que era imposible que ningún avión atravesara las estructuras de acero de esos edificios.
Luego insistió en que era también materialmente imposible que los incendios provocaran el derrumbe de las torres y concluyó que tenía que haber otros factores desconocidos.
Desde aquella fecha, Donald Trump mantuvo su resistencia ante los realizadores de esos crímenes.
En su discurso de investidura subrayó que esa ceremonia no era un simple traspaso del poder entre dos administraciones sino una restitución del poder al Pueblo estadounidense, despojado de ese poder [hace 16 años] [4].
A lo largo de su campaña electoral, después de su elección, durante el periodo de transición y desde su investidura, Trump repitió que el sistema imperial de los últimos años no ha beneficiado a los estadounidenses sino a una pequeña camarilla, cuya figura emblemática es la señora Clinton.
También anunció que Estados Unidos no tratará en lo adelante de ser «el primero» sino «el mejor». Sus eslóganes son: «America great again» y «America first», o sea «Estados Unidos grande de nuevo» y «Estados Unidos primero».
Ese viraje político de 180 grados da al traste con un sistema instaurado durante los últimos 16 años y que se originó en la guerra fría, la opción que Estados Unidos adoptó en 1947.
Ese sistema ha gangrenado numerosas instituciones internacionales, como la OTAN (con Jens Stoltenberg y el general estadounidense Curtis Scaparrotti), la Unión Europea (con Federica Mogherini) e incluso la ONU (con el embajador estadounidense Jeffrey Feltman [5]).
Si Donald Trump tiene éxito, lograr ese objetivo le llevará años.
Hacia el desmantelamiento pacífico del Imperio estadounidense
En 2 semanas, se han iniciado muchas cosas, a menudo con la mayor discreción.
Las estruendosas declaraciones del presidente Trump y de su equipo han sembrado voluntariamente la confusión y le han permitido obtener la confirmación de las nominaciones de sus colaboradores por parte de un Congreso parcialmente hostil a su administración.
Es importante entender que en Washington ha comenzado una guerra a muerte entre dos sistemas.
Dejemos pues que la prensa atlantista comente las declaraciones a menudo incoherentes y contradictorias de unos y otros mientras que nosotros nos atenemos sólo a los hechos.
Aunque se anunció que este último decreto será objeto de una enmienda, eso no ha sucedido aún.
Hay que señalar de paso que nosotros habíamos anunciado que Donald Trump y el general Flynn querían eliminar el cargo de director de la Inteligencia Nacional [8].
Finalmente, ese cargo se mantiene y fue asignado al senador Dan Coats, en lo que en realidad constituye una táctica para poder argumentar que la presencia del director de la Inteligencia Nacional en el Consejo de Seguridad Nacional justifica la exclusión del director de la CIA.
Querer ser «el mejor», en vez del «primero» lleva al inicio de una asociación con Rusia y China. en vez de pretender aplastar a esos países.
Para impedir esa política, los amigos de las señoras Clinton y Nuland acaban de reiniciar la guerra del régimen de Kiev contra el Donbass.
La importante cantidad de bajas humanas y de pérdidas materiales sufridas en esa región habían obligado al ejército ucraniano a replegarse y a poner las milicias paramilitares nazis en primera línea.
Los nuevos ataques han causado gran cantidad de víctimas entre la población civil de la nueva República Popular.
Al mismo tiempo, en el Medio Oriente, los colaboradores de la señora Clinton lograron entregar blindados a los kurdos de Siria, como había previsto la administración Obama.
En aras de resolver el conflicto ucraniano, Donald Trump está buscando cómo deshacerse del presidente Petro Porochenko.
Por eso recibió en la Casa Blanca a la jefa de la oposición, Yulia Tymochenko, incluso antes de aceptar una llamada telefónica del presidente Porochenko.
En Siria e Irak, Donald Trump ya inició las acciones comunes con Rusia, aunque su vocero lo niegue.
El ministerio de Defensa ruso, después revelarlo imprudentemente, suspendió de inmediato toda declaración al respecto.
En lo que concierne a Pekín, el presidente Trump puso fin a la participación estadounidense en el Acuerdo Transpacífico [9], que había sido concebido en contra de China.
Durante el periodo de transición, Trump recibió a Jack Ma, el segundo hombre más rico de China –el mismo que declaró:
«Nadie les ha robado empleos. Ustedes gastan demasiado en guerras.».
Se sabe que las conversaciones abordaron la posible adhesión de Washington al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura .
Si Estados Unidos se suma a esa institución, estaría aceptando cooperar con China –en vez de oponerse a ella– y ambos países podrían participar en el establecimiento de dos «rutas de la seda», lo cual haría inútiles las guerras del Donbass y de Siria.
En el plano financiero, el presidente Trump ya inició el desmantelamiento de la ley Dodd-Frank, que trató de resolver la crisis de 2008 evitando la quiebra abrupta de los grandes bancos estadounidenses –en aplicación de la línea política llamada «too big to fail».
A pesar de algunos aspectos positivos –su texto consta de 2 300 páginas–, la ley Dodd-Frank instituye un tutelaje del Departamento del Tesoro sobre los bancos, lo cual evidentemente frena su desarrollo.
Donald Trump parece disponerse también a reinstaurar la diferencia entre los bancos de depósitos y los bancos de inversiones mediante el restablecimiento de la Glass-Steagall Act.
Y también ha iniciado la limpieza en el seno de las instituciones internacionales.
La nueva embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, llegó exigiendo una auditoría sobre las 16 misiones de «mantenimiento de la paz» y anunció que piensa poner fin a todas las que parezcan ineficaces, lo cual es el caso de todas sin excepción, a la luz de la Carta de las Naciones Unidas.
En efecto, los fundadores de la ONU nunca previeron ese tipo de despliegue militar –actualmente hay 100 000 cascos azules.
La ONU fue creada para prevenir o resolver conflictos entre Estados, nunca conflictos internos.
Cuando dos partes concluyen un alto al fuego, la ONU puede desplegar observadores para verificar el respeto de ese acuerdo.
Las actuales operaciones de «mantenimiento de la paz» tienen como objetivo imponer el respeto de una solución impuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU y rechazada por una de las partes en conflicto, lo cual es prolongar el colonialismo.
En la práctica, la presencia de esas fuerzas prolonga el conflicto, mientras que su ausencia no modifica el panorama.
Por ejemplo, las tropas de la FINUL (Fuerza de Interposición de Naciones Unidas en Líbano) desplegadas en la frontera israelo-libanesa –pero sólo del lado libanés– no evitan una acción militar israelí, ni una acción de la resistencia libanesa, lo cual está más que demostrado.
La FINUL sólo sirve para espiar a los libaneses por cuenta de Israel, lo cual prolonga el conflicto.
Asimismo, las tropas de la FNUOS (Fuerzas de Naciones Unidas para la Observación de la Separación) desplegadas en la línea de demarcación entre el Golán ocupado y Siria fueron expulsadas de allí por los hombres de al-Qaeda, sin que ello modificara en nada el conflicto israelo-sirio.
Conclusión:
Poner fin a ese sistema sería regresar al espíritu y el contenido iniciales de la Carta de la ONU, renunciar a los privilegios coloniales y pacificar el mundo.
Detrás de las polémicas mediáticas, las manifestaciones callejeras y los enfrentamientos políticos, lo cierto es que el presidente Trump mantiene su rumbo.
[1] El TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) también se designa a menudo bajo las siglas NAFTA –en inglés. Nota de la Red Voltaire.
[2] En inglés, «Tendency of the rate of profit ». Nota de la Red Voltaire.
[3] «Tras el Muro de los dos partidos», por Manlio Dinucci, Il Manifesto(Italia) , Red Voltaire, 29 de enero de 2017.
[4] “Discurso de investidura de Donald Trump”, por Donald Trump, Red Voltaire, 21 de enero de 2017.
[5] «Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan(Siria) , Red Voltaire, 28 de enero de 2016.
[6] «Trump: ¡Basta ya con el 11 de septiembre!», por Thierry Meyssan,Red Voltaire, 25 de enero de 2017.
[7] “Presidential Memorandum: Organization of the National Security Council and the Homeland Security Council”, por Donald Trump,Voltaire Network, 28 de enero de 2017. «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan,Red Voltaire, 30 de enero de 2017.
[8] «La reforma del sistema de Inteligencia, según el general Flynn», por Thierry Meyssan, Contralínea (México), Red Voltaire, 27 de noviembre de 2016.
[9] Se trata del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica o TPP, según sus siglas en inglés. Nota de la Red Voltaire.
En 2 semanas, se han iniciado muchas cosas, a menudo con la mayor discreción.
Las estruendosas declaraciones del presidente Trump y de su equipo han sembrado voluntariamente la confusión y le han permitido obtener la confirmación de las nominaciones de sus colaboradores por parte de un Congreso parcialmente hostil a su administración.
Es importante entender que en Washington ha comenzado una guerra a muerte entre dos sistemas.
Dejemos pues que la prensa atlantista comente las declaraciones a menudo incoherentes y contradictorias de unos y otros mientras que nosotros nos atenemos sólo a los hechos.
Aunque se anunció que este último decreto será objeto de una enmienda, eso no ha sucedido aún.
Hay que señalar de paso que nosotros habíamos anunciado que Donald Trump y el general Flynn querían eliminar el cargo de director de la Inteligencia Nacional [8].
Finalmente, ese cargo se mantiene y fue asignado al senador Dan Coats, en lo que en realidad constituye una táctica para poder argumentar que la presencia del director de la Inteligencia Nacional en el Consejo de Seguridad Nacional justifica la exclusión del director de la CIA.
Querer ser «el mejor», en vez del «primero» lleva al inicio de una asociación con Rusia y China. en vez de pretender aplastar a esos países.
Para impedir esa política, los amigos de las señoras Clinton y Nuland acaban de reiniciar la guerra del régimen de Kiev contra el Donbass.
La importante cantidad de bajas humanas y de pérdidas materiales sufridas en esa región habían obligado al ejército ucraniano a replegarse y a poner las milicias paramilitares nazis en primera línea.
Los nuevos ataques han causado gran cantidad de víctimas entre la población civil de la nueva República Popular.
Al mismo tiempo, en el Medio Oriente, los colaboradores de la señora Clinton lograron entregar blindados a los kurdos de Siria, como había previsto la administración Obama.
En aras de resolver el conflicto ucraniano, Donald Trump está buscando cómo deshacerse del presidente Petro Porochenko.
Por eso recibió en la Casa Blanca a la jefa de la oposición, Yulia Tymochenko, incluso antes de aceptar una llamada telefónica del presidente Porochenko.
En Siria e Irak, Donald Trump ya inició las acciones comunes con Rusia, aunque su vocero lo niegue.
El ministerio de Defensa ruso, después revelarlo imprudentemente, suspendió de inmediato toda declaración al respecto.
En lo que concierne a Pekín, el presidente Trump puso fin a la participación estadounidense en el Acuerdo Transpacífico [9], que había sido concebido en contra de China.
Durante el periodo de transición, Trump recibió a Jack Ma, el segundo hombre más rico de China –el mismo que declaró:
«Nadie les ha robado empleos. Ustedes gastan demasiado en guerras.».
Se sabe que las conversaciones abordaron la posible adhesión de Washington al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura .
Si Estados Unidos se suma a esa institución, estaría aceptando cooperar con China –en vez de oponerse a ella– y ambos países podrían participar en el establecimiento de dos «rutas de la seda», lo cual haría inútiles las guerras del Donbass y de Siria.
En el plano financiero, el presidente Trump ya inició el desmantelamiento de la ley Dodd-Frank, que trató de resolver la crisis de 2008 evitando la quiebra abrupta de los grandes bancos estadounidenses –en aplicación de la línea política llamada «too big to fail».
A pesar de algunos aspectos positivos –su texto consta de 2 300 páginas–, la ley Dodd-Frank instituye un tutelaje del Departamento del Tesoro sobre los bancos, lo cual evidentemente frena su desarrollo.
Donald Trump parece disponerse también a reinstaurar la diferencia entre los bancos de depósitos y los bancos de inversiones mediante el restablecimiento de la Glass-Steagall Act.
Y también ha iniciado la limpieza en el seno de las instituciones internacionales.
La nueva embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, llegó exigiendo una auditoría sobre las 16 misiones de «mantenimiento de la paz» y anunció que piensa poner fin a todas las que parezcan ineficaces, lo cual es el caso de todas sin excepción, a la luz de la Carta de las Naciones Unidas.
En efecto, los fundadores de la ONU nunca previeron ese tipo de despliegue militar –actualmente hay 100 000 cascos azules.
La ONU fue creada para prevenir o resolver conflictos entre Estados, nunca conflictos internos.
Cuando dos partes concluyen un alto al fuego, la ONU puede desplegar observadores para verificar el respeto de ese acuerdo.
Las actuales operaciones de «mantenimiento de la paz» tienen como objetivo imponer el respeto de una solución impuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU y rechazada por una de las partes en conflicto, lo cual es prolongar el colonialismo.
En la práctica, la presencia de esas fuerzas prolonga el conflicto, mientras que su ausencia no modifica el panorama.
Por ejemplo, las tropas de la FINUL (Fuerza de Interposición de Naciones Unidas en Líbano) desplegadas en la frontera israelo-libanesa –pero sólo del lado libanés– no evitan una acción militar israelí, ni una acción de la resistencia libanesa, lo cual está más que demostrado.
La FINUL sólo sirve para espiar a los libaneses por cuenta de Israel, lo cual prolonga el conflicto.
Asimismo, las tropas de la FNUOS (Fuerzas de Naciones Unidas para la Observación de la Separación) desplegadas en la línea de demarcación entre el Golán ocupado y Siria fueron expulsadas de allí por los hombres de al-Qaeda, sin que ello modificara en nada el conflicto israelo-sirio.
Conclusión:
Poner fin a ese sistema sería regresar al espíritu y el contenido iniciales de la Carta de la ONU, renunciar a los privilegios coloniales y pacificar el mundo.
Detrás de las polémicas mediáticas, las manifestaciones callejeras y los enfrentamientos políticos, lo cierto es que el presidente Trump mantiene su rumbo.
[1] El TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) también se designa a menudo bajo las siglas NAFTA –en inglés. Nota de la Red Voltaire.
[2] En inglés, «Tendency of the rate of profit ». Nota de la Red Voltaire.
[3] «Tras el Muro de los dos partidos», por Manlio Dinucci, Il Manifesto(Italia) , Red Voltaire, 29 de enero de 2017.
[4] “Discurso de investidura de Donald Trump”, por Donald Trump, Red Voltaire, 21 de enero de 2017.
[5] «Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan(Siria) , Red Voltaire, 28 de enero de 2016.
[6] «Trump: ¡Basta ya con el 11 de septiembre!», por Thierry Meyssan,Red Voltaire, 25 de enero de 2017.
[7] “Presidential Memorandum: Organization of the National Security Council and the Homeland Security Council”, por Donald Trump,Voltaire Network, 28 de enero de 2017. «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan,Red Voltaire, 30 de enero de 2017.
[8] «La reforma del sistema de Inteligencia, según el general Flynn», por Thierry Meyssan, Contralínea (México), Red Voltaire, 27 de noviembre de 2016.
[9] Se trata del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica o TPP, según sus siglas en inglés. Nota de la Red Voltaire.
Trump:
los negocios contra la guerra
Para comprender la administración Trump, ver también:
«Trump: ¡Basta ya con el 11 de septiembre!», 25 de enero de 2017.
«Contra Donald Trump: la propaganda de guerra», 7 de febrero de 2017.
- Donald Trump inaugura el “Strategy and Policy Forum” en la Casa Blanca, el 3 de febrero de 2017.
Tratando de echar por tierra el poder que le precedió y que se aferra al control en contra suya, el presidente Donald Trump no puede conformar su administración apoyándose en la clase política ni en altos funcionarios.
Por eso está recurriendo a nuevas personalidades, a empresarios como él, a pesar de los riesgos que eso implica.
Según la ideología puritana en boga desde la disolución de la Unión Soviética, es un crimen mezclar la política de un Estado con los negocios personales, razón por la cual se instauró una estricta separación entre ambas cosas.
En siglos anteriores, por el contrario, la política no se abordaba bajo una perspectiva moral sino siguiendo el principio de la eficacia. En esos tiempos se consideraba normal asociar los empresarios a la política. El enriquecimiento personal de estos últimos se calificaba de «corrupción» sólo si se enriquecían en detrimento de la Nación, no cuando la desarrollaban.
En lo que concierne a sus relaciones con los Dos Grandes, el presidente Trump aborda el tema de Rusia en el plano político y el tema de China en el plano comercial.
Por eso recurre a Rex Tillerson –el ex patrón de Exxon-Mobil–, amigo personal de Vladimir Putin, como secretario de Estado; y a Stephen Schwarzman –el mandamás de la firma de inversiones y capital Blackstone–, amigo personal del presidente Xi Jinping, nombrándolo presidente del nuevo órgano consultativo encargado de proponer la nueva política comercial estadounidense: el Foro Estratégico y Político (Strategy and Policy Forum), inaugurado personalmente por el presidente Trump en la Casa Blanca, el 3 de febrero [1].
Ese Foro reúne a 19 empresarios de muy alto nivel.
Contrariamente a las prácticas anteriores, esos consejeros no fueron designados teniendo en cuenta si apoyaron o no al presidente en su campaña electoral, ni tampoco en función de las empresas que dirigen, del tamaño de estas o de su influencia. Sólo se tuvo en cuenta la capacidad personal de dirección de los seleccionados.
Rex Tillerson
Como director de ExxonMobil, Rex Tillerson concibió una forma de asociación con sus homólogos rusos.
Gazprom y, posteriormente, Rosneft autorizaron a los estadounidenses a trabajar en Rusia, a condición de que los estadounidenses hicieran lo mismo autorizando esos consorcios a trabajar con ellos en otras partes del mundo.
Los rusos cubrieron así un tercio de las operaciones de ExxonMobil en el Golfo de México, mientras que la transnacional estadounidense participó en el descubrimiento de un gigantesco campo de hidrocarburos en el Mar de Kara [2].
Fue ese éxito lo que le valió a Rex Tillerson recibir la Medalla de la Amistad de manos del presidente Vladimir Putin. Pero la prensa prefiere resaltar los vínculos personales que Tillerson estableció con el presidente ruso y con Igor Sechin, hombre de confianza de Putin.
A la cabeza de ExxonMobil, Tillerson se enfrentó a la familia Rockefeller, fundadora del emporio. Pero logró hacer valer su punto de vista y los Rockefeller comenzaron a vender sus acciones para abandonar la compañía [3].
Según los Rockefeller, el petróleo y el gas son recursos finitos, o sea limitados, que están a punto de agotarse –conforme a la teoría divulgada en los años 1970 por el Club de Roma.
El uso de esos recursos provoca emisiones de carbono hacia la atmósfera y así da lugar al calentamiento climático del planeta –teoría difundida en los años 2000 por el GIEC y el ex vicepresidente demócrata estadounidense Al Gore [4].
Y es hora de pasar a fuentes renovables de energía.
Por el contrario, para Rex Tillerson, nada permite validar la idea de que los hidrocarburos son una especie de compost de detritus biológicos.
Constantemente siguen apareciendo nuevos yacimientos en zonas donde no parecía que pudiese haber yacimientos y a profundidades cada vez mayores.
Nada demuestra que los hidrocarburos vayan a agotarse en los próximos siglos.
Nada prueba tampoco que el carbono proveniente de las actividades humanas sea la causa del cambio climático.
Los dos bandos inmersos en ese debate han financiado un intenso cabildeo para convencer a los políticos que toman las decisiones porque ninguna de las dos partes dispone de un argumento determinante [5].
Pero los dos bandos también defienden, por otro lado, posiciones diametralmente opuestas en materia de política exterior. Es por eso que la lucha entre los Rockefeller y Tillerson tuvo un impacto en la política internacional.
Veamos:
En 2005, los Rockefeller aconsejeron a Qatar –cuyos ingresos provienen de ExxonMobil– que apoyara a la Hermandad Musulmana.
Después, en 2011, aconsejaron a Qatar que se implicara en la guerra contra Siria. Y Qatar dilapidó decenas de miles de millones de dólares en apoyo a los grupos yihadistas.
Tillerson, por el contrario, consideró que la guerra clandestina es buena para la política imperial, pero no hace avanzar los negocios. Desde la derrota de los Rockefeller, Qatar ha venido retirándose paulatinamente de la guerra y dedica sus gastos a los preparativos de la Copa Mundial de futbol.
En todo caso, la administración Trump no ha tomado, hasta ahora, ninguna decisión sobre Rusia, exceptuando la abrogación de las sanciones adoptadas en reacción a una injerencia en la campaña electoral estadounidense, injerencia supuestamente observada por la CIA.
Stephen Schwarzman
El presidente Trump inicialmente incomodó a China al aceptar una llamada telefónica de la presidenta de Taiwán, a pesar del principio de «Una China, dos sistemas».
Recientemente ofreció excusas al presidente Xi Jinping, deseándole calurosamente un «Feliz año del Gallo de Fuego».
Pero antes le hizo un regalo de lujo al anular la participación de Estados Unidos en el Tratado Transpacífico.
Ese acuerdo, que ni siquiera estaba firmado aún, estaba concebido –como todo el conjunto de la globalización de los 15 últimos años– para excluir a China del poder de decisión.
El presidente Trump ha abierto un canal de negociación con las principales autoridades comerciales y financieras chinas, a través de los miembros de su Foro Estratégico y Político.
Un 9,3% de la empresa de Stephen Schwarzman, Blackstone, pertenece desde 2007 al fondo soberano chino China Investment Corp. [6], cuyo director de aquella época, Lou Jiwei, es el actual ministro de Finanzas de la República Popular China.
Schwarzman es miembro del Consejo Consultativo de la Escuela de Economía y Gestión de la Universidad Tsinghua [7].
Y ese Consejo, bajo la presidencia del ex primer ministro Zhu Rongji, reúne en su seno a importantísimas personalidades chinas y occidentales.
Basta con citar a Mary Barra, de General Motors; Jamie Dimon, de JPMorgan Chase; Doug McMillon, de Wal-Mart Stores; Elon Musk, de Tesla Motors; e Indra K. Nooyi, de PepsiCo; quienes además son ahora miembros del nuevo Foro Estratégico y Político de la Casa Blanca.
En un artículo anterior, indiqué que desde su encuentro con Jack Ma –de Alibaba e igualmente miembro del Consejo Consultativo de la Universidad Tsinghua–, Donald Trump se plantea la posibilidad de que Estados Unidos se incorpore al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infraestructure Investment Bank o AIIB).
Si esa posibilidad se concretara, Estados Unidos estaría iniciando una verdadera cooperación para desarrollar las «rutas de la seda», lo cual haría inútiles los conflictos en Ucrania y en Siria [8].
La cooperación a través del comercio
Desde la disolución de la URSS, la política de Estados Unidos se trazaba según la «doctrina Wolfowitz».
Para garantizar que Estados Unidos fuese «el primero», las sucesivas administraciones no vacilaron en librar de manera consciente toda una serie de guerras que empobrecieron el país [9].
Por supuesto, ese empobrecimiento no fue para todos.
Por eso se vio un conflicto intestino del capitalismo entre las empresas que se benefiaban con la guerra –actualmente BAE, Caterpillar, KKR, LafargeHolcim, Lockeed Martin, Raytheon, etc.– y las que sabían que podían beneficiarse con la paz.
La administración Trump pretende reactivar el desarrollo de Estados Unidos rompiendo con el ideal de ser «el primero» y fijando como objetivo ser «el mejor».
Para eso hay que actuar rápido.
Se necesitarán años para abrir las «rutas de la seda», aunque su construcción ya está ampliamente iniciada.
Por consiguiente, Estados Unidos no tiene tiempo para ponerse a renegociar los grandes tratados comerciales multilaterales ya existentes.
Tiene que concluir sin demora acuerdos bilaterales para que los contratos se apliquen de inmediato.
Consciente de que es extremadamente difícil convertir una economía de guerra en economía de paz, Donald Trump asoció a su Foro Estratégico y Político un empresario proveniente de una de las grandes firmas que podrían desarrollarse tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra:: Jim McNerney, de Boeing.
Todos le pusieron el Nombre, Papa Bueni, Papa de la PAZ, pero esos mismos no han querido mantenerla, llevando a la Sociedad por el Camino por El trazado para una POLÍTICA SOCIAL GLOBAL, reflejada en Su MATER et MAGISTRA.
ResponderEliminarLaudata Si'..
Amén.