A lea jacta est" o "la suerte está echada". La famosa frase utilizada por Julio César al cruzar el río Rubicón para luchar contra Pompeyo y los optimates puede atribuirse también a Mariano Rajoy cuando convocó elecciones en Cataluña para el 21 de diciembre tras activar el 155.
Los que piensan que se trata de un camino de rosas se equivocan, más bien lo será de espinas.
El optimismo con el que Inés Arrimadas, Albert Rivera o el propio Miquel Iceta bendijeron la convocatoria me sorprendió, porque se daba de bruces con una realidad, que una y otra vez apunta a que el independentismo roza el 50 por ciento de la población en Cataluña.
La encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO) catalán de la semana pasada muestra que la frustrada Declaración Unilateral de Independencia (DUI) no hizo mella en sus filas, sino todo lo contrario. Los independentistas crecen en casi ocho puntos, hasta el 48,7 por ciento.
La utilización del poder judicial para suplir las actuaciones del Ejecutivo tiene sus riesgos, como hemos visto, porque los magistrados no manejan los tiempos políticos.
Su misión no consiste en ganar unas elecciones, sino en hacer que se cumplan las leyes. La decisión de la jueza Carmen Lamela de encarcelar a nueve miembros del depuesto Govern convertirá los próximos comicios autonómicos en un plebiscito a favor de la libertad de todos los detenidos.
Y lo que es peor, devuelve a Puigdemont todo el protagonismo después de huir a Bruselas. Una decisión considerada errónea y cobarde que, a partir de ahora, puede comenzar a verse como una manera de protegerse y seguir defendiendo sus ideas.
Ya me sé lo de la separación de poderes, que este viernes reiteró el ministro portavoz, Íñigo Méndez de Vigo. El problema es que nadie se lo cree en Cataluña y no queda apenas tiempo para explicarlo de manera convincente. El buenismo de Sánchez e Iceta al presionar a Rajoy para que no tomara el control de TV3 lo complica todo, porque los medios públicos catalanes se dedicarán a dar pábulo a los independentistas.
La supervivencia de La Vanguardia y de El Periódico de Cataluña depende de las subvenciones que reciben del Govern, y poco a poco se subirán al carro ganador. El resto ya está en su bando.
Iceta, que soñaba con un tripartito con los de Colau y Junqueras se queda sin posibilidad de entrar en el Gobierno, como elemento moderador.
Hasta los de Colau enarbolan la bandera del soberanismo y no tendrán problema en apoyarlos. Entre los independentistas cobra fuerza reeditar la gran coalición de Junts pel Sí, a la que podrían sumarse los radicales de la CUP.
En medio de este panorama, la posibilidad de que Santi Vila, el exconseller de Empresa que en el último minuto se retiró del Govern, encabece la lista del PDeCat es cada vez más débil.
Los empresarios nacionalistas como Artur Carulla o Fernando Rodés podrían rascarse el bolsillo para intentar reconducir a la antigua CiU hacia la sensatez. Al fin y al cabo, ellos nos metieron en este lío.
El frenazo de la economía y la fuga de empresas no tendrá efectos suficientes a corto plazo. Cataluña seguía encabezando el crecimiento español hasta septiembre.
Los pronósticos, tanto del Banco de España como de la Autoridad Fiscal Independiente (AIReF), de que el conflicto segará entre medio y un punto de PIB en dos años surtirá impacto a medio y largo plazo.
Esta vez la economía no vota, pero sí lo hacen los catalanes.
Por eso creo que sólo una movilización sin precedentes de los electores constitucionalistas puede salvar a Cataluña de la debacle.
Seamos realistas, pongámonos en lo peor: los separatistas tendrán mayoría absoluta el 21-D. La interrogante que queda por despejar es si un Gobierno así desactivaría la DUI o acataría la legalidad, aunque sea con protestas permanentes.
En estas pocas semanas de 155, Rajoy inutilizó la mayoría de las estructuras creadas, como la Agencia Tributaria o de la Seguridad Social, así como la red de embajadas políticas. Es difícil que vuelvan a reconstruirlas si el Estado no permanece cruzado de brazos, como en el pasado.
En estas circunstancias, están obligados a respetar la legalidad y luchar con las armas que ésta les ofrece para lograr su objetivo: la convocatoria de un referéndum pactado.
Otro lección aprendida es Europa. Un país no existe sin reconocimiento exterior. Si quieren ganarse su apoyo, tendrán que actuar dentro de la legalidad. Una senda de la que jamas deberían haberse salido y que es la causante de todos sus males.
Confío en que el nuevo Gobierno se mantenga en el marco constitucional para conseguir que sus reivindicaciones sean escuchadas, como debe ser en democracia.
De lo contrario, Rajoy volverá al 155 y esta vez no será por unos meses, sino por varios años.
En estos momentos, lo único cierto es que el conflicto va para largo y que dejará una pesada factura a su economía.
Con ese panorama y con un tercio del PIB fuera de Cataluña tras la huida de empresas, comenzará las siguientes fases, el trasladado de parte de la producción industrial a otras regiones y la paralización de inversiones.
El Banco de España lo describe en su informe de esta semana de manera sucinta. Primero afectará a la confianza de los ciudadanos, que no consumirán por temor al futuro.
Después a la imagen de Cataluña y de España en el exterior, que dejarán de atraer inversiones, por temor al conflicto permanente. Las consecuencias de ambos factores se trasladará al empleo y provocará unas niveles de estrés similares a la crisis de 2008 o cuando la economía española estuvo al borde del rescate, según el Banco de España. En términos parecidos se expresa la AIReF, que pronostica una parálisis del crecimiento catalán si el conflicto se prolonga más allá del 21-D.
Alguien con dos dedos de frente dentro de la rueda loca del independentismo debería preguntarse si cuando toda esta precariedad se cierna sobre Cataluña, merecerá la pena la independencia. ¿Quién financiará las pensiones o el desempleo?, ¿quién sufragará los impuestos?
Las cuentas, con 72.000 millones de deuda, comienzan a no salir. Tarde o temprano, los ciudadanos se percatarán de que los engañaron y votarán en contra de sus promotores.
La magistrada Lamela apunta a los anteriores dirigentes en el auto que los envió a prisión, que "urdieron una estrategia del movimiento secesionista perfectamente organizada".
Pero no cita su fracaso para lograr el reconocimiento internacional, su ingenuidad al creer que ninguna gran empresa se movería o su falta de previsibilidad para gestionar el día a día después de la DUI.
Las mentiras son abrumadoras, los pronósticos, completamente fallidos. Quizá deberían releer a Calderón de la Barca, un poeta español: "Sueña el rico en su riqueza,/ que más cuidados le ofrece;/sueña el pobre que padece;/su miseria y su pobreza;/ sueña el que a medrar empieza;/ sueña el que afana y pretende,/y en el mundo, en conclusión,/ todos sueñan lo que son,/ aunque ninguno lo entiende". Y, sobre todo, tomar nota del epitafio: "Y los sueños, sueños son".
PD. Por lo demás, la semana culminó con el nombramiento de Jerome Powell como presidente de la Reserva Federal en lugar de Janet Yellen, que solo estuvo cuatro años.
De Powell se espera una labor continuista, lo que apunta a que las subidas de los tipos de interés serán más matizadas que las de su antecesora para ayudar a Trump con sus reformas.
Ello debería seguir alimentando el optimismo en la economía mundial. España, que a lo largo de su historia perdió muchos de los trenes de progreso económico por culpa de sus conflictos internos, puede perder también este por Cataluña.
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