Una implosión mayor y más rápida que en nuestras peores pesadillas
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- noviembre 20º, 2017
El pasado mes de octubre se hacía pública en EEUU otra noticia más desde el frente de batalla de la guerra de las sociedades industriales contra la vida: se alertaba de una enorme mortandad de salmones en el estado de Washington, seguramente causada por contaminantes que resultan del tráfico rodado (polvo de desgaste de frenos, gasolina, gasóleo, fluidos tóxicos) .
Uno de los ensayistas de referencia sobre cuestiones ecológicas, George Monbiot, que escribe regularmente en The Guardian, comentaba: “El mundo viviente está siendo machacado desde todos los ángulos y colapsa a una velocidad asombrosa.
Tal es el efecto del crecimiento económico exponencial.
El período de duplicación [del producto económico] es tan breve que vemos el colapso suceder ante nuestros ojos: insectos, salmones, tiburones (y casi todos los peces grandes), leones, elefantes, jirafas, anfibios, pájaros cantores, pingüinos... todos desaparecen mientras estamos mirando.
Una implosión mayor y más rápida que en mis peores pesadillas.
Pero ¿dónde está la urgencia política? ¿Las cumbres para hacer frente a la emergencia? ¿Las estrategias?
Los gobiernos hablan de cualquier cosa excepto de esta catástrofe existencial, penetrada por la creencia religiosa de que el mercado de alguna manera lo resolverá. Cuando precisamente es ‘el mercado’ lo que está impulsando la catástrofe.
El PIB es una medida de nuestro progreso hacia el desastre.
En cuanto a los medios masivos, la consigna parecería ser ‘no mencionar la guerra contra el mundo natural’. Porque tan pronto como lo mencionas, el cuento económico se derrumba…”.
Monbiot no exagera: ante la magnitud de la Sexta Gran Extinción que hemos puesto en marcha, si se descorre el velo que pone ante nuestros ojos el negacionismo generalizado de la cultura dominante, uno se queda anonadado, casi mudo.
Ningún logro humano –artístico, tecnológico, filosófico, económico…- podría justificar lo que estamos haciendo a los seres vivos y a la entretejida trama de la vida en la Tierra. Creo que nada puede compensar todo ese sufrimiento, tanta devastación.
La destrucción de vida viene causada por diferentes factores que interactúan: la pérdida de hábitats, el cambio climático, el uso intensivo de plaguicidas y varias formas de contaminación industrial, por ejemplo, están diezmando las poblaciones de insectos y aves.
Pero –nos dice uno de los grandes economistas ecólogicos del mundo, el canadiense William E. Rees- “el motor general es lo que un ecólogo podría llamar el ‘desplazamiento competitivo’ de la vida no humana por el crecimiento inexorable de la empresa humana.
En un planeta finito donde millones de especies comparten el mismo espacio y dependen de los mismos productos finitos de la fotosíntesis, la expansión continua de una especie necesariamente conduce a la contracción y extinción de otras.
(Que los políticos toman nota:
siempre hay un conflicto entre la población humana más su expansión económica y la ‘protección del medio ambiente’).
Más seres humanos, más automóviles, más toallitas desechables, más granjas de cerdos y más turismo significa menos vida en la biosfera del tercer planeta del Sistema Solar.
Por otra parte, sólo una fatal ignorancia de nuestra ecodependencia hace que pensemos que esa catarata de extinciones no nos afectará a nosotros mismos.
No sólo a través de nexos causales bastante obvios (por ejemplo, la gran cantidad de cosechas que en todo el mundo dependen de la actividades polinizadora de insectos, aves e incluso murciélagos) sino, de forma más general, porque es el buen funcionamiento de los intrincadísimos ciclos biosféricos (bio-geo-químicos) lo que hace que el planeta Tierra sea un hogar favorable para nuestra especie.
Nosotros formamos parte de la misma naturaleza que estamos degradando; la guerra nos la hacemos también a nosotros mismos.
. En 1992 la UCS ( Union of Concerned Scientists, .
En el vigésimo quinto aniversario de aquella declaración histórica se ha hecho pública una segunda iniciativa, otra “ Última Llamada” que en este caso firman más de 15.000 investigadores e investigadoras de 184 países. La abrumadora mayoría de las amenazas y dinámicas destructivas descritas en 1992 continúan y casi todas “ están empeorando de forma alarmante” .
La iniciativa procede de un equipo científico internacional dirigido por William Ripple, profesor de Ciencias Forestales de la Universidad Estatal de Oregón (EE.UU.).
En un artículo publicado en la revista BioScienceseñalan que el bienestar humano se verá seriamente comprometido por el cambio climático, la desforestación, la mengua de acceso al agua dulce, la extinción de especies y el crecimiento de la población humana.
“La humanidad no está tomando las medidas urgentes necesarias para salvaguardar nuestra biosfera en peligro”, avisan los científicos en la revista .
No hay nada de lo que valga la pena ocuparse que no esté en peligro, se nos dice que dijo Jimi Hendrix. Y Pier Paolo Pasolini, por aquellos mismos años: Siamo tutti in pericolo. “Pronto s World Scientists’ Warning to Humanity: A Second Notice” no caiga en saco roto: “Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida, y el tiempo se acaba.
Debemos reconocer, en nuestra vida cotidiana y en nuestras instituciones de gobierno, que la Tierra es nuestro único hogar”.
El cambio climático a pie de campo
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- noviembre 23º, 2017
El cambio climático viene siendo una constante en las noticias día tras día.
Expertos en él son consultados diariamente por los medios, que si la sequía, que si el aumento de temperatura, el derretimiento del hielo de los polos. Naturistas, biólogos, expertos económicos, en definitiva una gran variedad de científicos.
Pero de todas etas noticias y devenires echo en falta la visión del agricultor, de quienes día tras día trabajamos nuestros campos y observamos la tierra y su fauna.
Sí digo observamos, porque los que trabajamos la tierra llevamos practicando el método científico durante milenios.
Observamos lo que pasa cuando realizamos una labor, cuando podamos, cuando sembramos y con este método práctico de ensayo y error conformamos nuestro compendio, nuestro método de actuación, nuestro manual de usuario.
Es por ello que me decido a tomar la “pluma” y contar a quien interese lo que he observado durante estos últimos veinte años, cómo el cambio climático me afecta día a día, en cómo cultivo mis naranjos y árboles frutales. En definitiva aportar mi visión como agricultor sobre los cambios que el clima está provocando en mi cultivo de mandarinas y naranjas de Valencia.
El aumento de temperatura y el efecto sobre las plagas
El aumento de temperatura media en la zona de mis campos de cultivo es una cosa cierta, más allá de los que digan las estadísticas y los expertos. Lo he observado yo, sé que es cierto.
Vaya por delante que en la actualidad soy agricultor ecológico y mi cosecha se cultiva como tal, pero ello no es óbice para que observe también lo que pasa en los campos de cultivo adyacentes.
A más calor más plagas: Una ecuación lógica
Cuando empecé la práctica de la agricultura orgánica en mis huertos realizaba dos aplicaciones de aceites insecticidas (Sí, los agricultores ecológicos utilizamos insecticidas pero que no dejan residuos en la cosecha).
La primera la realizaba a finales de enero cuando los insectos chupadores como el piojo rojo o la araña roja están en fase larvaria, de ninfas o huevos esta aplicación a base de jabones servía para formar una película alrededor del insecto que al no poder respirar muere por asfixia y servía para reducir de una manera considerable su número y que a posteriori no tuvieran una proliferación alta.
Esto me servía para ya en los meses de más calor decidir si realizar otra aplicación jabonosa o decidirme por la suelta de fauna auxiliar que mantuviese el nivel de colonias a raya.
En la actualidad esto ya no sucede.
En febrero las temperaturas medias ya hacen que los huevos y las fases larvarias se encuentren en pleno desarrollo.
Inviernos suaves, casi primaverales.
En mi caso no supone un dispendio extra en trabajo o en insumos, ya que directamente hago el tratamiento en la misma fecha y en los meses de calor paso a hacer tratamientos en focos localizados y suelta de fauna auxiliar si es preciso.
Pero en el caso de mis vecinos colindantes que cultivan en convencional les ha supuesto el pasar de 2 o 3 actuaciones con insecticidas potentes (y muy nocivos para fauna y los propios agricultores) a realizar de 5 a 6. Esto a groso modo puede suponer unos 1.200 € más por hectárea cultivada para obtener la misma fruta (Eso sí, esta va con regalito escondido)
Con mayor temperatura llegan plagas exóticas
Así es, llegan las plagas exóticas para las que el clima de Valencia ya no es exótico, entra dentro de su rango vital quizás la primera que se detectó hace ya décadas fue la mosca de la fruta.
Si a esto le sumamos que la fauna auxiliar depredadora está prácticamente bajo mínimos por las numerosas actuaciones fitosanitarias, prácticamente llegan a un territorio sin enemigos naturales, es algo así como la llegada de los Españoles a América o la colonización de África por las potencias europeas del XIX.
Qué supone esto, pues en el mejor de los casos un nuevo dispendio en insecticidas y en el peor la pérdida de una parte considerable de la cosecha. Afortunadamente mis clientes son más permisivos con mis frutas ecológicas, una leve herida en la piel no supone una depreciación del valor del fruto.
Esto lamentablemente no ocurre en el canal convencional y la producción acaba quedándose en el árbol o destinándose a zumo industrial lo que supone unos ingresos que vienen a igualar el coste de recoger las naranjas del árbol.
Cambios repentinos de temperatura y efectos en mis campos
La temperatura media, no deja de ser eso, una media. Lamentablemente mis árboles mandarinos no entienden de medias. Entienden de qué temperatura hace en el momento.
Desde hace cinco años y fruto de mi desgraciada observación he visto como en meses de abril y mayo cuando los mandarinos están en plena floración y cuaje del fruto, se registraban temperaturas que rozaban los 40 º acompañados de vientos de poniente.
Estas temperaturas inusuales, con cambios drásticos y repentinos han dado con el trate en dos de mis últimas cinco cosechas. Simplemente el árbol mandarino se protege de estas temperaturas inusuales cortando el flujo de savia que llega hasta la flor de azahar o el proto-fruto que ha cuajado. Resultado; mermas en la cosecha del 95 %. Imaginaros la cara de tonto que se te queda cuando escuchas algún científico de la rama “primo de Rajoy”
La elevación de temperatura: Una oportunidad para quien se atreva
Como agricultor trabajo en el medio ambiente y una norma básica de este es adaptarse o morir. Así que alguna cosa buena debe de tener esto del cambio climático.
Ahora en Valencia puedo cultivar mangos, chirimoyas, aguacates y multitud de frutas tropicales o quizás pueda comprarme un trocito de tierra cerca del Pirineo que seguro que podré cultivar allí mis naranjos dentro de poco.
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