En menos de 24 horas, Recep Tayyip Erdogan ha pasado de transmitir por teléfono un mensaje desesperado a sus seguidores, cuando no se sabía si podía sobrevivir al golpe de Estado, a encabezar una purga general contra los supuestos responsables del intento de derrocarle.
Entre ellos, hay muchos que a buen seguro estaban metidos en la conspiración, algunos altos mandos militares en activo y otros retirados.
También hay otros cuya relación con el golpe de momento sólo se encuentra en las declaraciones de las autoridades y en los medios de comunicación progubernamentales.
También hay otros cuya relación con el golpe de momento sólo se encuentra en las declaraciones de las autoridades y en los medios de comunicación progubernamentales.
Estos últimos tienen una característica en común: son seguidores del clérigo Fethullah Gulen, que vive en EEUU.
En términos estrictos, con la información que tenemos aún podría ser exagerado calificar de golpe la respuesta del Gobierno que cumple las órdenes del presidente Erdogan.
Pero lo que es obvio es que se está procediendo a una depuración en toda regla del poder judicial aprovechando la situación creada en la noche del viernes.
Cualquier poder que sobrevive a un golpe militar debe asegurarse de que no se pueda repetir por una simple cuestión de supervivencia.
Lo cierto es que la cúpula militar ha estado al lado del Gobierno legítimo, así como la Policía, pero un número importante de mandos al frente de unidades militares participaron en el intento de devolver a Turquía al pasado.
Las noticias sobre la destitución de 2.745 jueces y fiscales son un asunto diferente.
Demuestran que Erdogan pretende aprovechar la oportunidad para eliminar de la Administración a todos aquellas personas con lazos con el movimiento religioso que dirige Gulen.
La propaganda gubernamental se ha lanzado a calificar el golpe de gulenista sin aportar pruebas ni responder a la paradoja que esconde esa acusación.
Si los golpistas utilizaron un lenguaje similar a los ideales laicos del Estado turco según los estableció Mustafá Kemal Ataturk,
¿qué tienen que ver con el movimiento religioso de corte islamista que fundó Gulen?
Además, se sabe que en la judicatura y la Policía hay muchos de sus partidarios, pero no es así en el caso del Ejército.
Gulen tuvo una educación religiosa y trabajó como imán hasta 1981. En 1999 se trasladó a EEUU, probablemente porque iba a ser detenido por el Gobierno de entonces por sus ideas islamistas.
Se le acusaba de buscar la infiltración del Estado por sus seguidores, pero no había contra él más pruebas que algunos párrafos de sus discursos sacados de contexto.
Un proceso judicial similar llevó a Erdogan a prisión durante varios meses.
Su mensaje no era revolucionario ni radical y pretendía extender el mensaje del Islam en la sociedad turca, no promover un partido político.
Su organización, que se llama Hizmet (significa servicio en turco), no tiene una estructura de liderazgo ni lista de militantes, pero lo que sí tiene es poder sobre muchos centros educativos, de los que cuenta con centenares por todo el mundo, y obras sociales.
Se calcula que tiene cinco millones de seguidores, la mayoría en Turquía, que donan importantes cantidades de dinero a la organización.
Para todos ellos, Gulen es un hombre santo que nunca se equivoca. No es es inusual encontrar reacciones en sus miembros similares al culto a la personalidad.
Por su amplio número de partidarios , su presencia en el mundo educativo y cierto secretismo que rodea a Hizmet, en algunos artículos en medios occidentales se compara al movimiento gulenista con el Opus Dei.
Gulen apoyó la llegada al poder de Erdogan en 2002.
Algunos de los miembros de Hizmet llegaron a estar en el grupo parlamentario del partido en el poder, el AKP, y en la Administración.
Algunos de los miembros de Hizmet llegaron a estar en el grupo parlamentario del partido en el poder, el AKP, y en la Administración.
Desde esferas muy diferentes, parecía que Erdogan y Gulen formaban parte del mismo proyecto de islamización y modernización de la sociedad turca dentro de un sistema democrático.
Gulen apoyaba el ingreso de Turquía en la UE, rechazaba el terrorismo y promovía el diálogo con otras religiones.
Todo eso se rompió en 2012 y 2013 con las investigaciones judiciales sobre la corrupción en el Gobierno de Erdogan, que incluso alcanzaron a su hijo.
El entonces primer ministro acusó a Gulen de utilizar su influencia en jueces y fiscales para acabar con el Gobierno.
Se vio obligado a forzar la dimisión de varios ministros, pero a partir de ese momento comenzó a denunciar la existencia de “un Estado paralelo” controlado por su antiguo aliado.
Fue la típica respuesta de un Gobierno acosado por las denuncias de corrupción cuando estas se acercan demasiado a la cúpula.
Erdogan siempre tiene una conspiración a mano, con frecuencia con intervención de algún país extranjero.
Una primera purga ordenada por Erdogan sirvió para paralizar esas investigaciones con el cese de policías y fiscales cercanos a Gulen.
La guerra entre ambos estaba declarada.
El gulenismo también disponía del apoyo de varios medios de comunicación. El más importante, el diario Zaman, uno de los más leídos del país, fue incautado por una decisión judicial interpretada dentro y fuera de Turquía como una forma de silenciar a un medio crítico con el Gobierno.
La deriva autoritaria de Erdogan ya no tenía vuelta atrás.
La deriva autoritaria de Erdogan ya no tenía vuelta atrás.
La respuesta de Erdogan ante el golpe tras su fracaso no se ha parado en los uniformados.
Dos de los 17 miembros del Tribunal Constitucional
han sido detenidos, al igual que diez del Tribunal de Apelaciones.
Dos de los 17 miembros del Tribunal Constitucional
han sido detenidos, al igual que diez del Tribunal de Apelaciones.
Hay órdenes de arresto para decenas de otros jueces, es decir, contra el único poder del Estado no completamente controlado por el Gobierno.
En los medios gubernamentales se les relaciona con la “organización terrorista” de Gulen.
El consejo golpista que declaró la ley marcial y el toque de queda es descrito como “la Junta gulenista”.
Un ejemplo es este artículo en el que se define las investigaciones anticorrupción de 2013 como un “golpe judicial” que fue neutralizado gracias a Erdogan y su Gobierno.
La versión oficial es que todas estas detenciones son posibles gracias a que se ha encontrado en posesión de los militares golpistas listas con los nombres de las personas que serían nombradas al frente de gobiernos provinciales y otras instituciones.
Parece extraño que un golpe tan chapucero, que ocupó las instalaciones de la televisión pública, pero no las de los canales privados, o que no pudo detener a Erdogan cuando su lugar de vacaciones era conocido ni tampoco a los miembros del Gobierno, llegara a tal nivel de detalle para el día después.
Gulen ha condenado el golpe en un comunicado en el que dice que es un insulto que se le relacione con él al ser “alguien que ha sufrido bajo varios golpes militares en las últimas cinco décadas”.
De hecho, las relaciones históricas entre el gulenismo y los militares han sido pésimas en Turquía.
Es difícil de creer que tras la ruptura de 2013 el gulenismo pudiera infiltrarse en su enemigo de siempre sin que el Gobierno lo impidiera antes.
“Esta revuelta ha sido un regalo de Dios porque nos permitirá limpiar el Ejército”, ha dicho Erdogan.
No sólo el Ejército. Ahora con el control total de los tribunales, podrá acabar su obra y eliminar cualquier rastro de disidencia en el Ejército y sociedad turcas.
Una entrevista con Gulen en el WSJ en 2014.
Artículo de Gulen en el NYT en 2015.
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