Soldados chinos hacen guardia en las islas Spratly
REUTERS/STRINGER
El país asiático reclama casi la totalidad de la zona
Pekín continúa con su estrategia de expansión en el mar Meridional de China
Fernando Arancón @feraru92Las ambiciones geopolíticas de China en los mares del sudeste asiático parecen ser inamovibles.
La reciente sentencia del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya es papel mojado para Pekín, y las continuas quejas de los estados vecinos, caso de Filipinas, Vietnam o Japón, no son más que el hilo musical de su expansión por Asia-Pacífico.
Ni siquiera Estados Unidos está suponiendo un freno real.
Es por ello que las aguas de los mares de China están cada vez más caldeadas.
Como un elefante por una cacharrería.
Así se puede definir la estrategia de China en su mar meridional. Sin concesiones, con un rumbo fijo y sin discreción alguna.
Aun así, calificar este método de imprudente sería tan acertado como catalogarlo de eficaz.
China está siendo un rodillo en aquellas zonas más críticas para su geoestrategia regional, algo que a menudo se enlaza con sus necesidades económicas y energéticas.
Esta forma de materializar sus intereses está cumpliendo a buen ritmo con los objetivos establecidos, eso sí, a costa de haber posicionado las Spratly como uno de los lugares con mayor tensión del mundo.
No es casualidad por tanto que el pasado 12 de julio el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya le diese la razón a Filipinas en su contencioso con China.
El motivo de la disputa: unas islas reclamadas por ambas partes, ocupadas por Pekín y cuya propiedad se sobreentienden de Filipinas.
Legalmente, un varapalo considerable a la política del Imperio del Medio; a nivel efectivo, poco más que un leve tirón de orejas.
La estrategia china: divide y vencerás
Poco más de dos meses y medio antes del veredicto, en abril, la agencia de noticias oficial china Xinhua, se hacía eco de la finalización de un potente faro en una de las islas Spratly.
Como medio oficial de Pekín, argumentaba los enormes beneficios que una infraestructura de estas características traería a la navegación en la zona.
Ninguna referencia a los hidrocarburos; ninguna referencia a cualquier tipo de equipamiento militar.
Solo las bondades de la torre luminosa que es casi tan grande como la isla en la que se asienta.
Solo las bondades de la torre luminosa que es casi tan grande como la isla en la que se asienta.
Así, China intenta vender por todos los medios una imagen conciliadora, de potencia responsable que está allí para aportar y no para satisfacer sus intereses.
Para su desgracia, el cúmulo de acciones que rozan lo hostil sepultan de manera inmisericorde los esfuerzos propagandísticos de la agencia estatal.
Las Spratly son un sembrado de islas diminutas, arrecifes y bancos de arena
Y es que las Spratly son poco más que un sembrado deislas diminutas, arrecifes y bancos de arena próximos a la superficie o levemente emergidos.
En definitiva, un pésimo lugar por el que navegar.
Sin embargo, son un magnífico enclave en este siglo XXI para controlar el tráfico marítimo de la región de Asia-Pacífico, un continuo ir y venir de portacontenedores y petroleros con origen o destino en los puertos de China, Japón o Singapur.
Si a semejante valor le añadimos las sospechas de generosos yacimientos de hidrocarburos, algo que China necesita desesperadamente, el cóctel de elementos propicios para un conflicto está servido.
Las islas Spratly como centro de la disputa
Estas apetencias chinas tienen cerca de siete décadas, aunque los problemas actuales son del siglo XXI.
Las Spratly, como otros territorios insulares, entran dentro de la llamada “Línea de los Nueve Puntos”, una reclamación de máximos de los mares circundantes basada en la presencia y propiedad china de esos pequeños territorios desde hace siglos.
Otro episodio de derechos por motivos históricos.
Vietnam, Filipinas, Malasia y Taiwan reclaman partes del archipiélago
Mientras los otros países presentes en las Spratly como Vietnam, Filipinas, Malasia o Taiwan solo reclaman partes del archipiélago, China reclama su totalidad.
Qué decir tiene que son pretensiones irreales teniendo en cuenta que apenas ocupa el 10% de los puestos y tierras emergidas de los que consta la zona.
Sin embargo, su lejanía respecto a controlar la totalidad del archipiélago lo compensa con creces dotando a sus islas de una infraestructura y un valor muy superior al de los vecinos.
Así, fue toda una sorpresa –empezando por Estados Unidos- ver cómo China había reconvertido bancos de arena en islas con puerto, algunas defensas e incluso pistas para aviones.
Para muchos fue la señal definitiva de que Pekín piensa apostar fuerte, ya que les permitiría tener infraestructura capaz de alojar equipo militar, especialmente naval y aéreo.
Qué decir tiene que a Filipinas le hace poca ilusión tener una base aeronaval china en la puerta de casa.
Estados Unidos, el juez que no cree en la ley
A pesar de que los países asiáticos tienen un rival claramente definido, son incapaces de generar un frente común ante las aspiraciones chinas.
El único país que se ha atrevido a intentar contrarrestar el proyecto de Pekín es Estados Unidos, no sin ser consciente de que muchas de sus acciones andan cerca de la provocación.
Estados Unidos es el único país que se ha atrevido a intentar contrarrestar el proyecto de Pekín
Desde Washington insisten en una solución dialogada al mismo tiempo que reclaman el libre tránsito por las aguas de las Spratly cada vez que un destructor norteamericano surca esa zona.
Más no pueden hacer; la disuasión militar de bajo perfil es la única salida para ellos.
Hacer notar a China que ellos están siempre presentes.
Lo lógico sería que sentasen a China a negociar, o incluso a imponer, como ha ocurrido con el tribunal de La Haya, una solución a esta cuestión marítima.
El principal problema –para EE.UU. y sus aliados, no para China- es que Washington no reconoce la Ley del Mar de 1982, y por tanto pierde toda legitimidad de cara a imponer, o ni siquiera a sugerir, una solución encaminada por esa vía.
Semejante contradicción es enarbolada por Pekín para escudarse en sus derechos históricos.
Un conflicto demasiado peligroso
Los años avanzan y la situación, lejos de mejorar, ni siquiera se estanca. Empeora.
China no concibe otro fin que la completa soberanía del archipiélago, al mismo tiempo que el resto de países saben que una concesión aquí sería abrirle la puerta a Pekín de cara a controlar buena parte de Asia-Pacífico.
Numerosos analistas coinciden en que la cuestión de las Spratly está tomando un cariz peligroso.
Si China pretende avanzar y el resto de países no piensan retroceder, el choque está garantizado.
La pregunta, por tanto, es cuánto –y cuándo- van a tener que verle las orejas al lobo antes de entender que el camino actual no tiene salida. Puede ser mediante una leve crisis diplomática o puede ser con un conflicto armado
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