EEUU y la AIPAC
El Magnicidio de Kennedy tuvo como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el “Poder en la sombra”, quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos Presidentes electos de EEUU, según la confesión realizada por el primer Ministro israelí Ariel Sharon al entonces Ministro del Exteriores Shimon Peres en octubre del 2001: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben”, teniendo como fuente la radio israelí “Kol Israel”, sirviéndose de lobbys de presión entre los que descollaría la American Israel Public Affairs Committee (AIPAC).
La AIPAC sería el más influyente grupo de presión pro-ísraelí en EEUU pues cuenta con más de 100.000 miembros (150 de ellos dedicados exclusivamente a presionar al Congreso, a la Casa Blanca y todos los organismos administrativos en la toma de decisiones políticas que puedan afectar a los intereses del Estado de Israel) y aunque siempre se ha creído que la AIPAC sería un “gobierno virtual” que teledirigiría la política exterior de EEUU en función de los intereses israelíes, la realidad sería que el lobby pro-israelí tiene verdadero peso en los ámbitos del poder porque EE.UU. e Israel casi siempre han compartido idénticos intereses geopolíticos desde la fundación del Estado de Israel en 1.948.
Así, EE.UU. contaría con Israel para mantener a los Estados árabes de Oriente Próximo bajo la amenaza constante de ataque, (asegurándose de paso que se mantengan serviles ante Washington) e Israel no podría seguir existiendo en su forma actual sin el fuerte apoyo político y material que recibe de EE.UU. ( unos 3.800 millones de dólares anuales en ayuda militar).
Sin embargo, durante el segundo mandato de Obama, asistimos a la escenificación de un “desencuentro en las formas” Israelí- EEUU debido al concepto geopolítico imperante en la Administración Obama y cuyo cerebro sería el ex-Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski.
Así, Brzezinski en un discurso ante al Consejo Nacional Irano-estadounidense (NIAC), afirmó que “creo que los EE.UU. tiene derecho a decidir su propia política de seguridad nacional y no seguir cual mula estúpida lo que hagan los israelíes”.
Además, Brzezinski, estaría enfrentado con los lobbys neocon republicano y judío de EEUU y con su habitual mordacidad habría desacreditado la miopía geoestratégica de ambos grupos de presión al afirmar que “están tan obsesionados con Israel, el Golfo Pérsico, Irak e Irán que han perdido de vista el cuadro global: la verdadera potencia en el mundo es Rusia y China, los únicos países con una verdadera capacidad de resistir a Estados Unidos e Inglaterra y sobre los cuales tendrían que fijar su atención”.
Jerusalém, ¿capital del Estado de Israel?
Theodor Herzl es considerado el Padre del actual Estado de Israel y fundador del sionismo y en su libro “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo al tiempo que promovió la creación de la OSM (Organización Sionista Mundial) y en su obra “La vieja Nueva Tierra”(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera en la que se proyectaba al pueblo judío dentro del contexto de la búsqueda de derechos para las minorías nacionales de la época que carecían de estado, como los armenios y los árabes.
Sin embargo, aurora-israel.co/il, denuncia que “ la política aislacionista del primer ministro, Biniamín Netanyahu, parece estar en las antípodas de los fundadores del sionismo, tales como Teodoro Herzl y Chaim Weizmman, que incluyeron al movimiento dentro del espectro progresista en el campo de la diplomacia, con lo que la pregunta es si puede revertirse peligroso el aislamiento diplomático de Israel con una política que sea contraria al inmovilismo y el encerramiento”.
Así, el Gobierno de Netanyahu aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel (Eretz Israel), que bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “ hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes”, doctrina que tendría como principal adalid a Isaac Shamir al defender que “Judea y Samaria (términos bíblicos de la actual Cisjordania) son parte integral de la tierra de Israel. No han sido capturadas ni van a ser devueltas a nadie”.
En dicha doctrina se basarían los postulados actuales del partido Likud liderado por Netanyahu quien aspira a convertir a Jerusalén en la “capital indivisible del nuevo Israel”, tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1.967) y que según Wall Street Journal, “la Administración Trump podría hacer en breve realidad al trasladar la Embajada Estadounidense a Jerusalem”, lo que podría conllevar una nueva intifada palestina y el repudio de la comunidad internacional.
¿Nueva Guerra en Oriente Medio?
Nos encontraríamos pues en un momento crucial para definir el futuro mediato de Oriente Próximo y Medio (Oriente PROME), pues tras la salida de Obama de la Casa Blanca estaría aumentando la presión del lobby pro-israelí de EEUU ( AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán por métodos expeditivos, momento que será utilizado por EEUU, Gran Bretaña e Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por dichos países y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales.
Así, tras la aprobación por el Congreso y Senado de EEUU de una declaración preparada por el senador republicano Lindsey Graham y el democráta Robert Menéndez que señala con rotundidad que “si Israel se ve obligado a defenderse y emprender una acción (contra Irán), EEUU estará a su lado para apoyarlo de forma militar y diplomáticamente”, con la Administración Trump asistiremos al aumento de la presión del lobby pro-israelí de EEUU (AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán por métodos expeditivos.
En una primera fase de dicho plan, el Senado de EE.UU. renovó de forma unánime hasta el 2.026 la Ley de Sanciones contra Irán (ISA por sus siglas en inglés) y tras el lanzamiento de un nuevo misil balístico por Irán, Trump amplió las sanciones contra varias empresas iraníes relacionadas con los misiles balísticos sin violar el Acuerdo Nuclear firmado entre el G+5 e Irán en 2.015 , conocido como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés) y que tan sólo serían fuegos de artificio para distraer la atención del maquiavélico Plan esbozado por la Alianza anglo-judía en 1960 que incluiría del balcanización de Irán.
Así, EEUU e Israel habrían empezado a teledirigir al DAESH para mediante atentados mediáticos y selectivos desestabilizar el régimen del Líder Supremo, ayatollah Ali Khamenei y cuyo primer paradigma sería el reciente doble atentado en el corazón de Teherán
Dicha guerra será un nuevo episodio local que se enmarcaría en el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría EEUU-Rusia e involucrará a ambas superpotencias teniendo como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Egipto, Arabia Saudí e Irán), abarcando el espacio geográfico que se extiende desde el arco mediterráneo (Libia , Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia y teniendo a Irak como epicentro ( rememorando la Guerra de Vietnam con Lindon B. Johnson (1963-1.969).
Así, Siria, Líbano e Irak serían tan sólo el cebo para atraer tanto a Rusia como a China y tras desencadenar una concatenación de conflictos locales (Siria, Irak y Líbano), desembocar en un gran conflicto regional que marcará el devenir de la zona en los próximos años y cuyo desenlace podría tener como efectos colaterales el diseño de una nueva cartografía favorable a los intereses geopolíticos de EEUU, Gran Bretaña e Israel con la implementación del Gran Israel (“ Eretz Israel”).
© REUTERS/ Jonathan Ernst
Trump: ¿desató el infierno en la tierra?
Jerusalén es la capital de Israel. Lo reconoció en nombre de EEUU el presidente, Donald Trump, lo que posiciona de forma clara a Washington respecto a este conflicto.
Lo hizo a contrapelo del mundo: su decisión ha sido condenada a lo largo y ancho del planeta, comenzando por los propios damnificados. Todos lo interpretan como un atentado a la paz.
Hacer amigos no parece ser uno de los fuertes del presidente de EEUU, Donald Trump, como tampoco parece que sea algo que le quite el sueño. Esta semana decidió dar un paso aplastante a la delicada condición que vive la paz en Medio Oriente. Y sin contemplaciones.
Como la chica de la célebre novela de Stieg Larsson, tal vez Trump, era el empresario que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Pero a diferencia de la obra literaria llevada al celuloide, el inquilino de la Casa Blanca no incendia un coche, sino una región entera del mundo llamada Oriente Próximo, y la quema se extiende al resto del mundo.
Las frases de los principales líderes mundiales, incluidos la totalidad de sus socios, — con la obvia excepción de Israel —, pintan la situación de cuerpo entero.
A nivel europeo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron dijo que "Esta decisión es lamentable, contradice el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, Francia no la apoya".
En tanto, la premier del Reino Unido, Theresa May, declaró que la decisión de Trump "no favorece a la resolución pacífica de la situación en la región".
También la canciller alemana, Angela Merkel, lo condenó, porque "el estatus de Jerusalén debe discutirse en el marco de la decisión de los dos países", mientras el canciller de Italia expresó personalmente su preocupación al secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson, y la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, llamó a todas las partes en la región a manifestar moderación al subrayar que la posición de la UE "permanece igual".
Hubo reacciones más contundentes, como la del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien sentenció: "es imposible entender lo que Trump quiso decir con esta decisión, lo que ha conseguido ahora es encender toda la región"; o la del alcalde de Londres, Sadiq Khan, en una entrevista concedida al canal pakistaní Geo TV:
"Me he expresado con bastante claridad al respecto: es mejor que (Trump) no planee una visita de Estado (al Reino Unido)".
Estos son algunos ejemplos de la polvareda, cuando no repudio, que levantó esta decisión de Donald Trump. Otra perla de su rosario. Y van.
El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia Jorge Ramos Tolosa, advierte que lo que hace Trump es "validar el ideal sionista de establecer a Jerusalén (como capital de Israel), cuando todo el derecho internacional, resoluciones de la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Seguridad, niegan esta posibilidad a pesar de que Israel lo ha intentado desde su mismo año de establecimiento en 1948".
Esta decisión, según el analista, "puede generar numerosas tensiones añadidas a los territorios que ocupa Israel desde 1967, y que recientemente en marzo de 2017 el régimen israelí ha sido declarado por un organismo de la ONU como un régimen de Apartheid, y por tanto puede añadir muchos más problemas y mucho más violencia, en un Estado, el israelí, que lleva muchas décadas incumpliendo el derecho internacional y los principios de los derechos humanos", sentencia Jorge Ramos Tolosa.
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