domingo, 10 de diciembre de 2017

El Control que ejerce Estados Unidos en el Mundo - Latinoamérica: Un Territorio ocupado por la Geopolítica de la Casa Blanca

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Latinoamérica, ocupada por la geopolítica hemisférica de EEUU


Los intereses de los grandes capitales de EEUU necesitan de los países latinoamericanos y caribeños y para ello controlan la región al milímetro y con diversos medios.
El rol de las fuerzas armadas de Estados Unidos será mantener la seguridad del mundo para nuestra economía y que se mantenga abierta a nuestro ataque cultural. Con esos objetivos, mataremos una cantidad considerable de gente”.
Ralph Peters, Armed Forces Journal, agosto de 2006
Latinoamérica y la zona del Caribe constituyen la reserva “natural” de la geopolítica expansionista de la clase dominante de Estados Unidos. Desde la tristemente célebre Doctrina Monroe, formulada en 1823 (“América para los americanos”…, del Norte), la voracidad del capitalismo estadounidense ha hecho de esta región del planeta su obligado patio trasero.
En todos los países de esta gran zona geográfica, desde el momento mismo del nacimiento de las aristocracias criollas, el proyecto de nación fue siempre muy débil. 
Estas oligarquías y “sus” países no nacieron -distintamente a las potencias europeas, o al propio Estados Unidos en tierra americana- al calor de un genuino proyecto de nación sostenible, con vida propia, con vocación expansionista; por el contrario, volcadas desde su génesis a la producción agroexportadora primaria para mercados externos (materias primas con muy poco o ningún valor agregado), su historia está marcada por la dependencia, incluso por el malinchismo. 
Oligarquías con complejo de inferioridad, buscando siempre por fuera de sus países los puntos de referencia, racistas y discriminadoras con respecto a los pueblos originarios -de los que, claro está, nunca dejaron de valerse para su acumulación como clase explotadora-, toda su historia como segmento social, y por tanto la de los países donde ejercieron su poder, va de la mano de potencias externas (España o Portugal primero, luego Gran Bretaña, y desde la doctrina Monroe en adelante, de Estados Unidos).
No queda ninguna duda que, en muy buena medida, el atraso comparativo y el clima de represión que han vivido los países de América Latina y del Caribe a lo largo del siglo XX y en lo que va del presente, tiene como causa la política imperial de Washington. 
Ello podría llevar a pensar, quizá con algo de ingenuidad, en la “perfidia” de ese país. Sería, en tal caso, el imperio más sanguinario de la historia, con mayores ansias de dominación, perverso por antonomasia.
Pero esa visión es corta, parcial, incorrecta en términos de análisis político-social. La situación concreta de Latinoamérica y su sujeción a los dictados de la Casa Blanca deben entenderse en la lógica del sistema imperante: el capitalismo, y en la dinámica propia que el mismo conlleva.
El capitalismo, desde sus albores, mostró una tendencia irrefrenable: su expansión como sistema y la concentración del capital. La necesidad de mercados, nuevos y cada vez más variados y extendidos, le es intrínseca. 
La tarea específica de la sociedad burguesa es el establecimiento del mercado mundial (…) y de la producción basada en ese mercado. Como el mundo es redondo, esto parece tener ya pleno sentido”, anunciaba Marx en 1858. 
Con el grito de “¡tierra!” proferido por Rodrigo de Triana desde el palo mayor de la Santa María la madrugada del 12 de octubre de 1492, se inicia la expansión del capitalismo y la verdadera globalización. 
Ahí la Tierra efectivamente se hace redonda, y los capitales comienzan a esparcirse planetariamente en búsqueda de 1) mercados (para realizar la plusvalía), y 2) de materias primas para la producción de nuevas mercancías, inventando interminablemente nuevas necesidades.
Todos los continentes se interconectan comercialmente desde aquel momento, y tres siglos después ya están totalmente definidas las tendencias: Estados Unidos aparece como la potencia emergente, con una dinámica de crecimiento que supera al capitalismo europeo. 
Sus ansias expansionistas se hacen insaciables ya a mediados del siglo XIX (aparece la Doctrina Monroe), y los países latinoamericanos terminan siendo su retaguardia.
Entrado el siglo XXI, la situación se mantiene igual. 
Según expresara con total naturalidad Colin Powell en el 2002, entonces Secretario de Estado de la Administración Bush cuando la potencia del norte intentaba poner en marcha un proyecto de libre comercio panamericano, el ALCA -Área de Libre Comercio de las Américas-: 
Nuestro objetivo con el ALCA es garantizar para las empresas estadounidenses el control de un territorio que va del Ártico hasta la Antártida y el libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, a nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el hemisferio”. 
Dicho en otros términos: un continente cautivo para la geoestrategia de dominación de Washington basada en el saqueo institucionalizado de materias primas, recursos naturales, mano de obra barata y precarizada e imposición de sus propias mercaderías en una zona de reinado del dólar. 
Por supuesto que la dependencia se asegura también con la injerencia en las políticas internas de cada país, y en último término, en las armas (léase: sus bases militares que hoy atenazan todo el subcontinente, desde Centroamérica a la Patagonia, en un número desconocido pero no inferior a 70).
Lo que establecen los llamados “tratados de libre comercio” impuestos por la Casa Blanca, firmados en forma bilateral por Washington y distintos países de la región, no deja lugar a dudas de quién manda y quién fija las reglas de juego: 
1) Servicios: todos los servicios públicos deben abrirse a la inversión privada, 
2) Inversiones: los gobiernos se comprometen a otorgar garantías absolutas para la inversión extranjera, 
3) Compras del sector público: las compras del Estado se abren a las empresas transnacionales, 
4) Acceso a mercados: los gobiernos se comprometen a reducir, llegando a eliminar, los aranceles de protección a la producción nacional, 
5) Agricultura: libre importación y eliminación de subsidios a la producción agrícola, 
6) Derechos de propiedad intelectual: privatización y monopolio del conocimiento y las tecnologías, 
7) Subsidios: compromiso de los gobiernos a la eliminación progresiva de barreras proteccionistas en cualquier ámbito, 
8) Política de competencia: desmantelamiento de los monopolios nacionales, 
9) Solución de controversias: derecho de las transnacionales de enjuiciar a los países en tribunales internacionales privados.
¿Por qué sucede esto? No por una maldad inmanente de los halcones que gobiernan desde Washington; es el sistema socio-económico imperante el que lleva a este estado de cosas. 
El capitalismo actual, absolutamente globalizado y dominador completo de la escena política internacional en estos momentos, tiene en Estados Unidos su principal exponente. 
Los megacapitales que manejan el mundo siguen siendo, en fundamental medida, estadounidenses, hablan en inglés y se rigen por el dólar. Ese capitalismo desenfrenado necesita en forma creciente materias primas y energía. 
La mundialización del “american way of livelleva a un consumo interminable de recursos. 
Poder asegurarse esos recursos y las fuentes energéticas, otorga la posibilidad de manejar la Humanidad. 
Henry Kissinger lo dijo sin ambages en 1973:Controla los alimentos y controlarás a la gente, controla el petróleo y controlarás las naciones, controla el dinero y controlarás el mundo”. 
Esa es la consigna con la que la clase dominante de Estados Unidos maneja las cosas. Si algo falla en ese cometido: ahí están sus poderosas fuerzas armadas siempre listas para intervenir.
Latinoamérica entra en esa lógica de dominación global, ante todo, como proveedora de materias y primas y fuentes energéticas. El 25% de todos esos recursos que consume Estados Unidos provienen del subcontinente latinoamericano. 
Es imprescindible saber que de las distintas reservas planetarias, el 35% de la potencia hidroenergética, el 27% del carbón, el 24% del petróleo, el 8 % del gas y el 5% del uranio se encuentran en esta región. 
A lo que debe agregarse el 40% de la biodiversidad mundial y el 25% de cubierta boscosa de todo el orbe, así como importantes yacimientos de minerales estratégicos (bauxita, coltán, niobio, torio), además del hierro, fundamentales para las tecnologías de punta (incluida la militar), impulsadas en gran medida por el capitalismo estadounidense. 
Esa búsqueda insaciable de minerales metálicos y no metálicos, imprescindibles para los nuevos procesos productivos, ha traído como consecuencia una masiva entrada de explotaciones extractivas en toda la región, con capitales de Estados Unidos básicamente, a veces enmascarados en empresas canadienses, presuntamente más respetuosas en los cuidados medioambientales, pero siempre en la lógica de acumulación por desposesión (aniquilando biosfera, pueblos originarios y culturas ancestrales).
Debe agregarse que en esta nueva fiebre conquistadora -como en pasadas épocas coloniales- vuelve a cobrar gran importancia el oro, no tanto por su utilidad práctica en la industria, sino como posible reemplazo del dólar, dada la tendencia a la baja en el concierto internacional que presenta la moneda estadounidense. 
Para desgracia de sus habitantes, Latinoamérica es un enorme reservorio de este metal precioso. 
La actual avalancha extractivista ha disparado sus precios al alza, y su explotación intensiva no repara en daños a la ecología. Por supuesto, el único beneficiado en todo esto es el gran capital estadounidense.
La deuda externa de toda la región hipoteca eternamente el desarrollo de los países, y sólo algunos grandes grupos locales -en general unidos a capitales transnacionales- crecen; por el contrario, las grandes mayorías populares, urbanas y rurales, decrecen continuamente en su nivel de vida. 
Lo que no cesa es la transferencia de recursos hacia Estados Unidos, ya sea como pago por servicio de deuda externa o como remisión de utilidades a las casas matrices de las empresas que operan en la región.
Definitivamente, entonces, la gran potencia del norte necesita de Latinoamérica. 
La noción de “patio trasero” es patéticamente verídica
de aquí extrae cuantiosos recursos en la actualidad, es su reserva estratégica (Venezuela, por ejemplo, almacena en su subsuelo 300.000 millones de barriles de petróleo, suficientes para 341 años de producción al ritmo actual, o el Acuífero Guaraní, en la triple frontera argentino-brasileño-paraguaya incluyendo también a Uruguay, es una reserva de agua dulce fabulosa -en la actualidad, solo en Brasil alrededor de 500 ciudades se surten de él-), le posibilita mano de obra barata para su producción transferida desde su territorio (maquilas, ensambladoras, call centers) y, pese a la actual política anti-migratoria de la Administración Trump, sigue proporcionándole recurso humano casi regalado para la industria, el agro y servicios a través de los interminables ejércitos de indocumentados que siguen llegando a su geografía. 
Sin contar con el mercado cautivo que tiene para los productos que continúa elaborando en su propio país, y que obliga a consumir en Latinoamérica (piénsese en Hollywood, por ejemplo: el 85% de las películas que se ven en nuestros países provienen de Estados Unidos; o la dependencia científico-técnica en que se encuentra la región, virtual esclava institucionalizada de las “marcas registradas” de infinidad de mercaderías que llegan del norte).
Todos estos intereses -vitales sin dudas para el mantenimiento de sus privilegios- la clase dirigente estadounidense se cuida muy bien de no perderlos. Para ello está su política exterior latinoamericana, consistente básicamente en el papel que juegan sus gobiernos, no importando si son demócratas o republicanos: la historia ya se muestra escrita desde siempre. 
Desde la época de Simón Bolívar, quien en 1829 dijera que “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, a nuestros días, la tendencia se mantienen similar. 
Para graficarlo, se podría apelar a una humorada muy pertinente: “En Estados Unidos no hay golpes de Estado porque no hay embajada americana”. 
Tal como lo expresa el Documento Santa Fe IV, titulado “Latinoamérica hoy”, del año 2000: 
El poder del país [Estados Unidos] se basó ante todo en este hemisferio [Latinoamérica], a veces llamado Fortaleza América”. 
En otros términos: la región es vital para el proyecto hegemónico de Washington.
Dicho de otro modo: los intereses de los grandes capitales estadounidenses necesitan de los países latinoamericanos y caribeños. Para ello controlan la región al milímetro. 
La controlan con diversos medios: con la manipulación injerencista en la política local, con la dependencia tecnológica, con la impagable deuda externa, con la sujeción comercial. Y cuando todo ello no alcanza, con las armas.
Tanto el Documento Santa Fe IV -clave ideológica de los actuales halcones ligados al complejo militar-industrial, que son quienes realmente fijan la política exterior- como el “Documento Estratégico para el año 2020 del Ejército de los Estados Unidos” o el informe “Tendencias Globales 2015” del Consejo Nacional de Inteligencia, organismo técnico de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), presentan las hipótesis de conflicto social desde una óptica de conflicto militar. 
La reducción de la pobreza y el combate contra la marginación recogidas en la ambiciosa (y quizá incumplible en los marcos del capitalismo) agenda de los “Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030”, de Naciones Unidas, es algo que no entra en los planes geoestratégicos del imperio. 
Al que proteste o intente ir contra sus intereses hegemónicos: ¡mano dura! No hay otra respuesta.
Para eso están las alrededor de 70 bases militares con alta tecnología resguardando toda Latinoamérica y el Caribe. 
En realidad, dada la secretividad con que se mueve esta información, no hay seguridad del número exacto de instalaciones militares estadounidenses en la región, pero es sabido que están y no dejan de crecer, lo que se complementa con la Cuarta Flota Naval, destinada a accionar en toda América Central y del Sur. 
Lo cierto es que su alto poder de fuego, su rapidísima posibilidad de movilidad y sus acciones de inteligencia a través de las más sofisticadas tecnologías de monitoreo y espionaje, permiten a Washington un control total de la zona.
¿Por qué tanto control? Las excusas del combate al narcotráfico o al terrorismo internacional quedan cortas. La instalación más grande y poderosa se está construyendo en Honduras, muy cerca de las reservas petrolíferas de Venezuela. ¿Coincidencia? 
En el Chaco paraguayo se localiza la base Mariscal Estigarribia, pudiendo albergar 20.000 soldados, cerca del Acuífero Guaraní y de las reservas de gas de Bolivia. ¿También coincidencia? 
Cuando luego de décadas de inactividad se reactivó la Cuarta Flota Naval, el entonces presidente brasileño Lula da Silva se preguntó: “Ahora que hemos descubierto petróleo a 300 kilómetros de nuestras costas, nos gustaría que Estados Unidos por favor nos explique lo que está en la lógica de esta flota en una región tan pacífica como esta”.
Está claro que Latinoamérica es un territorio ocupado por la geopolítica hemisférica de la Casa Blanca. 
Y no hay, precisamente, fortuitas “coincidencias” entre su intervencionismo (político o militar) y los intereses que defiende. 
Hay, para decirlo con exactitud, una calculada agenda de dominación. “Con esos objetivos”, tal como asevera el epígrafe: el de mantener la supremacía mundial como potencia para asegurar un capitalismo consumista y depredador, “mataremos una cantidad considerable de gente”. El despliegue de fuerzas militares en nuestros países no lo permite dudar.
Pero no está todo perdido. Si bien Estados Unidos parece una potencia invencible, no lo es. La historia nos lo demuestra. 
Aunque su control sobre nuestros territorios se muestra omnímodo, siempre quedan resquicios. 
La historia de la Humanidad, en definitiva, es una larga, interminable lucha entre opresores y oprimidos. Y la historia ¡no está terminada!, como triunfalmente cantara el sistema hace unos años atrás, tras la caída del Muro de Berlín. 
Si tanto se arma el imperio para controlar, es porque sabe que en algún momento la olla de presión puede explotar. 
Por eso, para no quedarnos con el amargo sabor que no hay salida ante tanta dominación, recordemos a Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”.

El control que ejerce Estados Unidos en el mundo

Algunos años atrás, luego de los atentados contra las torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York en el año 2001, el gobierno estadounidense lanzó el Acta Patriótica.
El Acta Patriótica fue inicio de lo que en ese momento la administración Bush llamó “guerra total contra el terrorismo”. 
Así se pusieron en marcha: 1) las llamadas guerras preventivas, y 2) el control –anticonstitucional– de su propia población.
En nombre de la “defensa de la patria” se pisoteó la soberanía de todos los países del mundo, pasando por encima de la Organización de Naciones Unidas, comenzándose una serie de invasiones a países supuestamente “focos de terroristas” (en realidad: grandes reservas de petróleo, gas, agua dulce, biodiversidad o minerales estratégicos). 
Y en lo interno, con una política de corte fascista, se conculcaron derechos históricos de la población estadounidense, haciendo de cada ciudadano un posible objeto de espionaje sujeto eternamente a control.
En esa lógica, convirtiendo a la humanidad completa en “sospechosa”, se desarrolló la iniciativa TIA: 
Total Information Awareness (traducida como “Conocimiento Total de la Información”), también conocida comoTerrorism Information Awareness (Conocimiento de la Información sobre el Terrorismo). 
El programa formó parte de la Ley de Seguridad Nacional y, tras su creación en enero de 2003, fue gestionado por la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA). 
Para ello la DARPA inició la adjudicación de contratos para el diseño y desarrollo de los componentes del sistema TIA en agosto del 2002, por medio de empresas contratistas. 
Al hacerse público el proyecto, muchas organizaciones de derechos humanos y defensa del ciudadano alzaron la voz, protestando ante esa grosera intromisión del Estado en la privacidad de cada estadounidense. 
Ello trajo como consecuencia que el Congreso se viera forzado a detener el programa, dejándolo de financiar. 
Pero poco tiempo más tarde, hacia el 2006, diversas filtraciones a la prensa informaron que el softwaredesarrollado se había desplazado a otras agencias de espionaje, en particular la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). 
En otros términos, aunque no exista el proyecto TIA, sus elementos fundamentales sí son utilizados a diario por las agencias federales de control.
Años atrás todo esto parecía una idea de ciencia-ficción de un drama orwelliano; hoy día ese panóptico universal es una realidad: sistemas de control absoluto de la población planetaria. 
Ese control tiene dos vías: 
por un lado, las empresas disponen de toda la información necesaria para afinar sus estrategias de mercadeo (¿qué le gusta a cada persona?, ¿qué necesita?, ¿cuáles son sus debilidades?, ¿qué compra habitualmente?, ¿qué ofrecerle?). 
Por otro, las agencias gubernamentales de espionaje pueden examinar todos los datos de la vida de cada ciudadano, estableciendo el grado de “peligrosidad” que representa para el sistema.
El engendro surgido con la administración Bush se concreta con otro nombre, pero con similares objetivos. 
El mismo complementa –y supera con creces– la Red Echelon (compleja trama de espionaje mantenida igualmente por los Estados Unidos y algunos de sus socios, consistente en un tejido de antenas, estaciones de escucha, radares y satélites, apoyados por submarinos y aviones espía, unidos todos a través de bases terrestres, y cuyo objetivo es controlar todo tipo de comunicaciones mundiales, entre las que se encuentran correos electrónicos, envíos de fax, comunicaciones por cable, por satélite, transmisiones radiales, conversaciones telefónicas).
El dispositivo en cuestión permite a Washington mantener un espionaje total, continuo y avasallador no sólo de las comunicaciones –parte medular de lo que desea controlar, y que de hecho ya está haciendo– sino también de las transacciones financieras, los registros de vuelo, las declaraciones de impuestos, la venta de paquetes accionarios, los movimientos de tarjetas de crédito, los archivos médicos de la población mundial. 
En definitiva: una forma de control absoluto de cada ser humano sobre la faz del planeta; control que se ejerce no sólo sobre sus comunicaciones sino –esto es lo aterradoramente novedoso que comenzó a desarrollarse con TIA– sobre sus características biométricas (el tramado del iris, las huellas dactilares, la voz), todo lo cual permite un monumental banco de datos universales que posibilita a los agentes de inteligencia buscar y hallar por satélite a una persona en cualquier lugar del mundo y con una velocidad pasmosa.
Rápidamente explicado, estos sistemas del que TIA fue el precursor –desarrollado en ese entonces por el Comando de Inteligencia Naval de los Estados Unidos– consisten en una combinación de tecnologías de punta del campo de la informática (entre las que se cuenta una monumental base de datos que permite almacenar información personal de los 7.500 millones de habitantes actuales del planeta, incluyendo videos, fotos y parámetros biométricos de cada ingresado al programa), con la capacidad de localización por satélite e identificación de seres humanos a distancia por medio de las características biométricas almacenadas.
Apoyan y complementan la iniciativa un traductor universal, que puede convertir instantáneamente en texto una grabación de voz, capaz de intervenir conversaciones telefónicas en cualquier parte del mundo, así como un sistema para “interpretar” las relaciones entre distintos sucesos aislados o que, aparentemente no tienen conexión. 
Éste detecta patrones comunes en la actividad de diversas personas, grupos, empresas, movimientos financieros, viajes, compras; es decir: cualquier movimiento que se quiera investigar.
Las explosivas declaraciones que hiciera tiempo atrás el ex espía estadounidense Edward Snowden (¿arrepentido?) permiten ver que los programas diseñados hace más de una década en la administración Bush, hoy día son una realidad, no importando qué partido gobierne en la Casa Blanca. 
Según aseguró el ahora ex agente, el programa de la NSA no se limita a la recolección de datos sobre la inteligencia extranjera, sino que también actúa sobre todas las comunicaciones que transitan dentro de Estados Unidos. 
En ese sentido, el programa PRISM es la más brillante creación del espionaje de Washington. Todos, absolutamente todos estamos controlados, vigilados, espiados.
El centro de operaciones principal para la vigilancia digital está en el Estado de Utah, cerca de la pequeña ciudad de Bluffdale, en el condado de Salt Lake. 
En un artículo publicado por James Bradford en el Wired Magazine en marzo de 2012 se reveló que la obra, de 2.000 millones de dólares de costo, funciona como mega-almacén de información digital de la Agencia de Seguridad Nacional. 
El centro cuenta con la capacidad más grande concebida para almacenar datos de vigilancia electrónica de todas partes del mundo: la unidad de capacidad para guardar esa información se mide en cientos de exabytes (cada uno equivalente a más de mil millones de gigabytes). 
El centro de espionaje utiliza la energía eléctrica de la pequeña ciudad vecina para tener los servidores en marcha y millones de litros de agua para mantenerlos frescos. 
Alrededor del perímetro de la construcción una serie de sensores de detección de intrusos brinda la seguridad necesaria para trabajar tranquilos, apoyados por guardias armados. 
La NSA no lo niega; por el contrario, llamándolo Centro de Datos de la Comunidad de Seguridad Cibernética Iniciativa Nacional Integral, afirma que ayuda a proteger las redes civiles de los ataques cibernéticos. 
Sin embargo, esto no es competencia de la Agencia de Seguridad Nacional. De hecho, en su investigación Bradford afirma que el centro se utiliza para albergar una increíble cantidad de datos interceptados, tomados dentro y fuera de los Estados Unidos. En ello, las llamadas redes sociales (Facebook, Twitter) son pieza especialmente importante.
Con las revelaciones de Edward Snowden, el tamaño y la monumental capacidad del centro de datos de Utah toman sentido. 
Los documentos filtrados por el ex agente detallan, entre otras cosas, un programa integral denominado PRISM, que absorbe grandes cantidades de información personal de las empresas de telecomunicaciones y de internet como Google, Apple y Verizon, combinándolos en una base de datos única. 
Snowden afirmó, en una entrevista con el diario británico The Guardian, que la base de datos PRISM permite vigilar y espiar a quienquiera en cualquier parte del mundo. 
La privacidad personal desaparece así: todos somos sospechosos potenciales, todos estamos observados. El panóptico ya no es algo de ciencia ficción: está aquí, vigilándonos.
Pareciera, entonces, que no hay nada que hacer. ¡Pero no es así!
 Por más controles que se pongan, la injusticia lleva a la reacción, a la acción revolucionaria transformadora. 
¡Y las injusticias no han terminado! 
Por tanto, la acción revolucionaria sigue siendo válida.

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro