sábado, 1 de abril de 2017

No hay respuestas sencillas al problema de los refugiados y la inmigración

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No hay respuestas sencillas al problema de los refugiados y la inmigración

Introducción
El movimiento a través de las fronteras de millones de emigrantes provoca profundas divisiones políticas, violencia y un aumento de los movimientos de masas que se enfrentan a la unidad de la Unión Europea (UE) y desafían la supervivencia de los partidos políticos dominantes en Europa y Estados Unidos.
Tanto los movimientos y partidos progresistas a favor de la inmigración como aquellos de derechas que se oponen a ella proponen soluciones sencillas y atacan a sus adversarios con diatribas políticas. La derecha y la izquierda se enzarzan en una guerra perdida, basada en omisiones históricas, supuestos abstractos y confusos y propuestas destructivas.
En este artículo, procederé a esbozar un marco que nos permita comprender las implicaciones políticas, económicas y de seguridad que forman la clave para afrontar la inmigración.

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El pasado y el presente
Si queremos acometer un debate serio sobre la inmigración, es preciso centrarse en dos factores fundamentales: el tiempo (momento histórico) y el lugar, que actúan fomentando el flujo y la absorción de los inmigrantes.
En el pasado, la inmigración prosperó en periodos en los que los países experimentaban: 
(1) un crecimiento rápido de la producción; 
(2) un aumento de la demanda de mano de obra; 
(3) una actividad sindical capaz de integrar a nuevos trabajadores (inmigrantes) y proteger los índices y las condiciones salariales existentes para todos; 
(4) una cooperación y solidaridad intersectorial de la mano de obra que disminuía los conflictos entre trabajadores nativos e inmigrantes; 
(5) programas asistenciales inclusivos y equitativos; 
(6) guerras locales, no globales; 
y (7) una violencia limitada al exterior de Estados Unidos y la UE.
En dichos periodos, los mayores receptores de inmigrantes eran Europa y América del Norte.

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Estas condiciones no bastaban para eliminar la competencia y el conflicto, pero sí para limitar su naturaleza y marco temporal y posibilitar una integración satisfactoria.
Si estas condiciones sentaban las bases para una inmigración relativamente apacible, su ausencia ha intensificado el conflicto al producirse un creciente flujo de inmigrantes, provocando graves problemas políticos. 
Los progresistas, que se remiten al modelo de inmigración de la Isla Ellis1, ignoran las actuales condiciones socioeconómicas desfavorables, negándose a aceptar los enormes cambios socioeconómicos y políticos ocurridos desde entonces que hacen tremendamente difícil la absorción de nuevas oleadas de inmigrantes.

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Inmigración en masa y guerras imperiales
La inmensa mayoría de los refugiados de hoy día huyen de las guerras promovidas por Occidente. Se trata de “guerras totales”, diseñadas para destruir a la población civil y no solo a las instituciones y estructuras militares. 
En los últimos veinte años, EE.UU. y la UE han iniciado siete guerras devastadoras que han acabado con las vidas de lo que hasta entonces eran familias cohesionadas y productivas, con sus hogares y sus granjas, sus empleos, sus instituciones y su seguridad. 
Millones de personas han sido empujadas al exilio.
La inmensa mayoría de los nuevos emigrantes son refugiados de los países atacados por EE.UU. y la UE y su sufrimiento no tiene un final a la vista. 
Durante la Segunda Guerra Mundial y su posguerra, los refugiados experimentaron enormes sufrimientos, pero por lo general fueron absorbidos o repatriados e integrados en la reconstrucción de sus hogares y sociedades. 
Esta transición se vio favorecida por la gran escasez de mano de obra (¡más de 40 millones de personas, hombres en su mayoría, murieron en la Segunda Guerra Mundial!) y por la demanda económica que exigía la reconstrucción de posguerra. 
En dicho periodo histórico, los movimientos pacifistas occidentales consiguieron limitar el alcance y la duración de las guerras. 
Hoy en día, esos movimientos han desaparecido. 
Las guerras actuales se diseñan para ser interminables y totales, en términos de la destrucción de la infraestructura civil y las instituciones nacionales.
En los últimos veinte años, los movimientos a favor de la paz han desaparecido. 
Ello se debe en gran parte a que las guerras potenciadas por Estados Unidos y la UE cada vez se basan más en el uso de bombardeos devastadores y masivos, ya sea desde el aire o desde buques de la armada, que reducen mucho las bajas occidentales. 

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La mayor parte de los movimientos contra la guerra se nutrían de la ira producida en el seno de los diferentes países cuando sus propios soldados regresaban a casa en bolsas para cadáveres.
Actualmente, las condiciones económicas internas se han deteriorado extremadamente. Los regímenes capitalistas han impuesto políticas económicas brutales que han aumentado el desempleo y el trabajo temporal mal pagado. 
El desempleo se acerca al 50 % entre los jóvenes de Europa meridional, una región inundada de refugiados desesperados.
Además, las políticas imperiales no han dejado de aumentar el gasto militar destinado a las guerras al tiempo que imponían medidas de austeridad, recortando los programas sociales internos.

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En este contexto, los nuevos emigrantes, especialmente los refugiados de las guerras imperiales, entran en competencia por los reducidos recursos públicos y los salarios drásticamente mermados. Esta competencia empuja a la baja los salarios para todos los trabajadores, facilitando enormemente las condiciones para que se produzca una explotación brutal.
La intensa competencia por el empleo entre trabajadores nativos e inmigrantes es consecuencia de las guerras capitalistas y de las deliberadas políticas económicas internas para costear dichas guerras. 
Todo ello crea una mayor inseguridad y acelera la movilidad descendiente experimentada por la clase obrera y la clase media baja.
En el pasado, cuando se producían ese tipo de presiones y condiciones, los trabajadores protestaban, organizaban la resistencia y la lucha de clases. En la actualidad, los sindicatos han dejado de unificar a trabajadores antiguos y nuevos para crear una fuerza poderosa que se oponga a los peores excesos del capital. 

La afiliación sindical ha caído vertiginosamente. 

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Los líderes sindicales han cambiado la militancia y la independencia por alianzas interesadas con los políticos capitalistas. Los sindicatos ya no protegen los intereses básicos de los obreros y sus familias, se limitan a seguir las iniciativas de los partidos “progresistas” pro-inmigrantes que son un brazo de la clase gobernante capitalista-militarista.
Los trabajadores no son racistas cuando se resisten a un mayor deterioro de sus ingresos y su nivel de vida: intentan proteger su empleo y los beneficios y programas asistenciales para sus familias en un entorno de creciente inseguridad y explotación capitalista.

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En el pasado reciente, los trabajadores podían confiar en tener empleos estables y salarios crecientes gracias a una potente economía industrial interna. Esos mismos trabajadores, a quienes ahora se califica de “racistas”, solían aceptar a los trabajadores inmigrantes en sus fábricas, sus escuelas y sus barrios. Pero eso era decenios antes de que consideraran a la multitud de refugiados e inmigrantes destituidos que huyen de las guerras y la destrucción causadas por EE.UU.-UE como una amenaza a su sustento y al futuro de sus hijos.
A diferencia del pasado, cuando el capital internacional transportaba las materias primas extraídas en el extranjero hasta la metrópolis para que fueran procesadas por los fabricantes locales, hoy en día, las multinacionales han deslocalizado sus industrias a países de salarios bajos, provocando con ello la pérdida de empleos internos y el descenso del nivel de vida. Importadores y minoristas como Wal-Mart emplean a los trabajadores desplazados ofreciéndoles pagas mínimas sin beneficios sociales y trabajo eventual.

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El “libre comercio” no es realmente comercio: en realidad se basa en un movimiento unidireccional de salida de inversiones y empleos y en la retención de los beneficios en paraísos fiscales.
Subvencionadas por el gobierno estadounidense, las multinacionales de agroalimentación de alta tecnología han diezmado la soberanía alimentaria del “Tercer Mundo”, forzando a la emigración masiva a los campesinos, que forman de este modo una base para competir con los trabajadores nativos y reducir salarios en EE.UU. y UE.
Los progresistas cuando dicen, a posteriori, que los inmigrantes se limitan a asumir los trabajos desagradables y mal pagados que los trabajadores locales rechazan. Pero la realidad es más compleja: en otros tiempos, la mayor parte de los inmigrantes accedían en poco tiempo a trabajos con un salario decente y solían ser aceptados por los trabajadores estadounidenses.

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Hubo un tiempo en que los trabajadores de las empresas procesadoras de carne tenían un buen sueldo y el apoyo de los sindicatos. 
Luego, los sindicatos perdieron algunas luchas cruciales y los capitalistas redujeron los salarios, a veces hasta el 50 %. 
Los que habían sido lugares de trabajo bien regulados y estrictamente protegidos se deterioraron drásticamente. Este declive vino acompañado de la llegada y contratación de inmigrantes no cualificados de México y América Central. 
Hoy día, el sector de procesamiento cárnico está entre los más peligrosos y llega incluso a emplear inmigrantes menores de edad. La misma pauta de deterioro de salarios y condiciones y de sustitución por mano de obra inmigrante se produce en los sectores de la construcción, jardinería, textil, transporte, venta al por menor, fontanería, etc.
Recientemente, millones de jóvenes trabajadores se han visto obligados a emigrar de sus hogares a causa de las destructivas guerras imperiales que han devastado la seguridad en sus respectivos países al eliminar cualquier estructura nacional militar o policial funcional y cualquier posibilidad de empleo y de futuro estable para los jóvenes. 
Los antiguos comandantes o soldados cuyas familias han quedado destrozadas por las guerras imperialistas y a los que se ha despojado de cualquier dignidad no tienen otra opción que la de engrosar las filas de la resistencia, en grupos como el ISIS, o la de unirse a las oleadas de refugiados.
En su impulso por convertir lo que en su día fueron naciones cohesionadas en estados tribales clientelares, las fuerzas invasoras de EE.UU. y la UE y sus regímenes títere han destruido sistemáticamente a los partidos democráticos, laicos, nacionalistas o socialistas de las naciones situadas en su punto de mira. En su lugar han brotado violentos movimientos de resistencia islamistas o con una base étnica con el fin de combatir a los invasores y sus marionetas. 
Es el resultado previsible y natural de la política imperial destinada a destruir estados modernos a escala masiva.
Como las guerras imperiales en países colindantes han destruido toda esperanza de refugiarse y emprender una nueva vida en la región destrozada por la guerra, los nuevos movimientos islamistas violentos han adoptado su propia “estrategia internacional”. 
Las guerras imperiales fueron iniciadas desde las lejanas capitales del imperio, Washington, Londres o París, con bombas y misiles, así que a los islamistas no les queda otra alternativa que basar sus estrategias militares y terroristas en la población civil, dando lugar a gran número de bajas.
Los violentos atentados yihadistas contra objetivos civiles en Occidente no son específicamente religiosos ni están dirigidos a la obtención de recursos económicos o de poder. El objetivo es ganar influencia política entre la creciente población inmigrante marginada en Europa y socavar la capacidad y la voluntad de EE.UU. y la UE de continuar estas guerras interminables.
En el interior de los descuidados suburbios donde viven los inmigrantes, el número de simpatizantes de estos atentados no puede sino crecer. Ello hará aumentar las exigencias de los encolerizados y asustados ciudadanos occidentales, cada vez más propensos a aceptar la solución política nacionalista de “drenar el lago” (los inmigrantes) para “atrapar al pez” (los terroristas). 
Los programas antiinmigración y la policía antiterrorista se entremezclan con la creciente inseguridad económica interna y el sentido de desplazamiento cultural y nacional que experimentan las comunidades tradicionales y homogéneas de clase obrera situadas en las proximidades de los grandes barrios de inmigrantes. 
Las medidas de austeridad cada vez más severas impuestas por los regímenes neoliberales exacerban en gran medida la situación.
Los denominados partidos y movimientos liberales favorables a la inmigración ignoran el frágil tejido sociocultural de las comunidades locales. 
No han hecho nada para proteger a las comunidades vulnerables de las políticas capitalistas que han literalmente “volcado” inmigrantes en áreas y regiones incapaces de mantenerlos o absorberlos. 
Los líderes políticos de estos partidos se encuentran, por lo general, lejos de dichas comunidades e inmunes a la creciente competencia por los escasos empleos y recursos. 
Para muchos políticos, burócratas, e incluso gestores de ONG, “sus inmigrantes” son trabajadores domésticos, cocineros, cuidadores, jardineros, que sirven directamente a los estratos más acomodados de la sociedad. 
No obstante, las masas de refugiados e inmigrantes desarraigados viven cerca de los trabajadores locales, compiten con ellos por puestos de trabajo y comparten con ellos clínicas, escuelas y servicios sociales abarrotados, en condiciones de una creciente escasez.
La clase gobernante colabora con funcionarios sindicales muy domesticados y una segunda generación de líderes inmigrantes “asimilados” para “pacificar el descontento interno mediante programas multiculturales y toda una variedad de talleres de formación en la diversidad obligatorios para trabajadores y barrios, sin llegar a afrontar las cuestiones de clase relacionadas con el deterioro del nivel de vida y la pérdida de perspectivas de futuro empleo para los hijos de los trabajadores locales.
Es natural que las comunidades de clase trabajadora y media baja cierren filas sobre bases étnicas, regionales y religiosas, porque carecen de líderes de clase ejemplares. 
Son así susceptibles de verse atrapados por las llamadas de líderes y políticos nacionalistas-populistas o antiinmigración, a pesar de que dichos partidos se asocian desde hace tiempo con la extrema derecha. Con la notable excepción de la dirigente francesa, Marine Le Pen, que combina hábilmente una profunda comprensión de las tendencias socioeconómicas francesas con sus políticas restrictivas a la inmigración, la mayor parte de los populistas occidentales contrarios a la inmigración canalizan el resentimiento generalizado de los trabajadores nativos causado por su movilidad descendente culpando a los inmigrantes.
Los violentos ataques en los medios de comunicación de estos políticos liberales a los trabajadores que han visto mermado su modo de vida a causa de los programas neoliberales y las consecuencias generales de las guerras imperiales, acusándoles de racismo, no hacen nada para combatir el imperialismo y la explotación de clase. 
Y, con toda seguridad, no ayudan a los inmigrantes. 
Las denuncias de los intelectuales de clase media que viven en los estados costeros más acomodados y urbanizados contra los trabajadores estadounidenses y los ciudadanos rurales marginados que votaron por el presidente Trump muestran un profundo desconocimiento de los drásticos cambios sufridos en este país. 
En Europa y Estados Unidos, empleados y activistas relacionados con ONG liberales acuden como aves carroñeras a los inmigrantes, labrándose sus pequeñas carreras “educándolos” y suplicando a los residentes locales de barriadas deterioradas que se unan a ellos para “compartir” la celebración de la “diversidad” dirigida por la clase dominante (o el “multiculturalismo del sufrimiento”).
Conclusión
La inmigración en el siglo XXI es radicalmente diferente a las oleadas anteriores de emigrantes. 
Resulta una manipulación comparar el actual desplazamiento de millones de refugiados de guerra con la época de la isla Ellis en Estados Unidos o con la situación de reconstrucción masiva que se produjo en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. 
La emigración actual es un producto directo de las guerras imperiales, en las que el terror, los asesinatos, las lesiones y la destrucción deliberada de las instituciones sociales han obligado al desplazamiento a decenas de millones de personas, más refugiados que inmigrantes.
Mientras esto ocurre, la explotación capitalista extrema, la exportación de capital y empleos y las políticas de austeridad en los países del imperio han provocado la indignación de trabajadores y empleados de clase media baja, cuyos niveles de vida han sufrido un importante descenso. 
La combinación forzada de esas dos enormes olas, los millones de refugiados y emigrantes desposeídos y los trabajadores y ciudadanos occidentales marginados y cada vez más amenazados, se ha convertido en el núcleo de profundos conflictos entre capitalistas y trabajadores en EE.UU. y la UE. 
Tanto progresistas como reaccionarios enmascaran las cuestiones fundamentales de clase desviando la atención pública al tema del “racismo” y los “inmigrantes”.
A largo plazo, Occidente debe afrontar este peligroso fenómeno organizando un movimiento pacifista amplio y militante que se oponga a las guerras imperiales que provocan estas oleadas de refugiados desesperados. 
Los sindicatos, las cooperativas y los movimientos sociales locales o nacionales deben organizar a los desempleados y a los trabajadores precarios para luchar contra la pérdida de empleos, el saqueo de la riqueza nacional, la masiva evasión de impuestos de los capitalistas y la desindustrialización de la economía nacional. 
Es preciso nacionalizar los bancos y reservar suficientes fondos públicos para la sanidad y la educación, reduciendo el enorme presupuesto bélico actual. 
Los inmigrantes que decidan asentarse en sus nuevos países deberían intentar integrarse por completo, rechazar la doble nacionalidad y las dobles lealtades y denunciar a las organizaciones que actúan como “quinta columna” para hacer proselitismo de ideologías etnorreligiosas en el extranjero.
En última instancia los pueblos desarraigados deben optar por quedarse y pelear en lugar de escapar. 
Deben implicarse en la resistencia ante la ocupación imperial de sus territorios en lugar de aceptar la sumisión y las indignidades que sufren en el extranjero. 
El papel de los ciudadanos occidentales es el de apoyar estas luchas oponiéndose a sus propios líderes militaristas.
No existen respuestas sencillas a la emigración masiva pero sus causas sí están claras, al igual que los objetivos para evitar que se repita en el futuro.
Notas:
1: Ellis Island es un pequeño islote situado a la entrada del puerto de Nueva York que sirvió de punto de acogida de los cientos de miles de emigrantes que acudieron a Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Allí eran inspeccionados tanto médica como legalmente, Dejó de funcionar como tal en 1954. (N. del T.)
El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete su integridad y se mencione a su autor, su traductor y a Rebelión como fuente del mismo.

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro