Algunas noticias recientes permiten añadir a lo comentado recientemente sobre los experimentos sociales de China en la provincia de Xinjiang con la monitorización total y masiva de su población, y sobre todo, dan una idea de la velocidad con la que los cambios se están produciendo en el gigante asiático:
WeChat, el sistema de mensajería instantánea creado por Tencent, avanza para convertirse en el método de identificación electrónica oficialmente adoptado en el país, con el que poder hacer absolutamente de todo, desde intercambiar mensajes hasta pagar, pasando por alquilar vehículos, encontrar personas a tu alrededor, pagar facturas, recargar tu smartphone, encargar comida, solicitar una cita con un médico, pedir un visado, consultar registros gubernamentales, etc.
La idea la conocíamos todos los que de manera regular viajamos a China o mantenemos contacto con personas que lo hacen: el avance de WeChat para convertirse en la auténtica herramienta para todo llamaba cada vez más la atención, con todo lo que ello conlleva a la hora de definir tanto lo que se puede como lo que no se puede hacer:
la actividad de WeChat está completamente monitorizada por el gobierno, y son múltiples los casos en los que se han registrado detenciones o encarcelamientos derivados de opiniones expuestas a través de la herramienta.
Ahora, al incrementar cada vez más su papel, WeChat pasa a ser la auténtica herramienta de control ciudadano:
todo lo que hagas será conocido y registrado por el gobierno, que alimentará con ello unsocial credit system de todos sus ciudadanos.
El uso de WeChat para este tipo de funciones se vende, en principio, como un sistema para reducir problemas derivados, por ejemplo, del fraude en la red, al reforzar los sistemas de identidad con su propia tecnología de reconocimiento facial, pero a nadie escapan las fuertes y obvias connotaciones que tiene como sistema de control.
Al mismo tiempo, lo que en su día fue el llamado 50cent army, la enorme legión de comentaristas y supervisores en la red reclutados y pagados por el gobierno para verter opiniones favorables al partido y para identificar posibles disidentes, ha sido progresivamente sustituido por personas que ya no necesitan ser pagadas, como afirmaba el tópico, a cincuenta céntimos por entrada.
Ahora, hablamos de jóvenes nacionalistas que no actúan por dinero, sino por pasión, por convencimiento pleno y orgullo nacional, un ejército infinitamente más peligroso que cuando estaba compuesto simplemente por mercenarios que recurrían a esa actividad para ganarse la vida.
Un ejército de trolls convencidos, enfervorecidos y dispuestos a hacer lo que haga falta para preservar el honor de su país y sus líderes, una verdadera guardia nacional en la red.
Varios de mis alumnos o conocido chinos me han comentado acerca de este cambio, y de cómo la juventud china, nacida y crecida en un régimen que impone un severo control a las opiniones y al pensamiento, se han convertido en defensores de cuestiones como la censura: cuando el gobierno declara la prohibición de las VPN, su mayor problema no es el que se impida su acceso a contenidos sobre democracia o derechos fundamentales, sobre los que no tienen la más mínima curiosidad ni interés, sino el no poder acceder a páginas con historias sobre algunos de sus ídolos occidentales.
Todo ello, en un país que además de avanzar cada vez con paso más firme de cara a las tecnologías del futuro, se dedica a construir el futuro completamente por su cuenta, copiando y versionando descaradamente las ideas que le parecen interesantes, e impidiendo el acceso de la competencia extranjera a su mercado, con el fin de proporcionar una sólida base a las compañías bajo su control, que después salen de China a la conquista del resto del mundo.
Sí, el acrónimo BAT que identifica a Baidu, Alibaba y Tencent, las tres compañías más importantes en la internet china, es aún mucho menos conocido que GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon), pero para nada menos importante o con menos proyección de futuro.
China no tiene ningún interés en virar hacia un nivel de democracia mayor, sus ciudadanos tampoco parecen tenerlo, y está construyendo un sistema próspero y floreciente que niega algunos de los elementos fundamentales y básicos en el mundo occidental.
En el ascenso al liderazgo mundial de China hay muchos aspectos que deberían preocuparnos seriamente, a poco que tengamos una mínima conciencia de la importancia de cuestiones como la democracia o los derechos fundamentales.
Y a la velocidad que va China, cada día más.
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