Hace casi tres años escribía y reflexionaba sobre esa disyuntiva, tras las elecciones andaluzas en marzo de 2015:
"Contestarían –no todos, aunque bastantes eufóricos y entusiastas militantes del partido de Pablo Iglesias– que sí podemos.
Pero antes, los dirigentes de Podemos tendrían querevisar sus altas expectativas y sus objetivos para llegar al poder (y todo aquello del cambio de la política actual, de la agonía del bipartidismo y eso del fin de la “casta”).
Es deseable una sana autocrítica de la gestión actual y del programa político de Podemos. Los resultados electorales de la formación morada en Andalucía así lo indicaban, aunque fueran muy aceptables por ser la primera vez que se presentaban. En opinión de muchos militantes lo ocurrido en los comicios andaluces les dejó un sabor agridulce. Pero los sueños utópicos en política, muchas veces, no son fáciles de conseguir, y solo con indignación no se ganan unas elecciones".
Eso es lo que redacté entonces y, tras Vistalegre II, Carolina Bescansa, Errejón, Alegre, C. Serra, Tania Sánchez, Moruno, Cano, Jorge Lago (y muchísimos otros), están apartados de la élite podemita, atrincherados hasta mejores tiempos en las periferias del partido morado y en la coalición Unidos Podemos.
Me dicen algunos amigos: “Bien sabes, Ángel, que este proyecto podemita es a largo plazo, sobre todo ahora que estamos solos, con ese PSOE tan distante”.
Otros me recuerdan que “el tren del cambio pasó; para nosotros ya no volverá. El Podemos de hoy es el fracaso de la ilusión”. Los hay desencantados y muchos dicen:
“Podemos, si no es útil a la sociedad de forma cambiante, no sería imprescindible. Pues que se lo queden otros, que ya han intentado, en épocas atrás, desmantelar partidos y movimientos sociales. Todos sabemos a qué formaciones nos referimos, que se suelen mirar constantemente el ombligo de la Izquierda. Y luego, dicen que piensan en la gente”. Y los más acérrimos aseveran: “No es imprescindible, es necesario.
Hoy sin Podemos, o las mareas, o la PAH, o las confluencias, no es posible una transformación social”.
En lo que la mayoría sí están muy de acuerdo es que para que Podemos sea útil a la sociedad dependerá del esfuerzo de todos, inscritos, votantes, bases y asociaciones ciudadanas, no solo de los líderes o dirigentes.
Con el desafío catalanista, bastante confusión hay en las filas podemitas. Para los independentistas y la CUP, Podemos estará siempre con el Estado español. Sin embargo, para los constitucionalistas, Podemos está arrimado demasiado al independentismo y atrapado por los anticapi.
Las encuestas, en las elecciones catalanas, reducen el número de votantes de CatComú-Podem, desilusionados, abstencionistas o pasados a otras formaciones.
Claro que se pueden equivocar los sondeos electorales, pero Pablo Iglesias y su cúpula podemita, salida de Vistalegre II es poco flexible, demasiado estrecha de miras como para articular un discurso coherente sobre España y sobre Cataluña.
Surgió Podemos del 15-M, no para crear confrontaciones sino para exigir soluciones políticas y sociales.
Por eso, Podemos, Unidos Podemos, debe espabilarse y buscar acuerdos para revitalizar la vida política españolay salir del estado perpetuo del conflicto interior.
O cambian la estructura actual de Podemos, aceptando algunas reglas de juego en búsqueda de lo común y el bienestar de la "gente", o siguen siempre emponzoñados en el conflicto, persiguiendo la revolución perpetua hacia la eterna sumisión y la nadería política.
“Hoy la cuestión no es girar un poco a la derecha o un poco a la izquierda, sino rehacer las normas comunes...”, como afirma Errejón últimamente. La solución de los problemas de la “gente”, el consenso común. Eso es lo importante, que se hable menos de referéndum pactado y autodeterminación y más del contrato social, roto desde hace años.
En la utopía de Podemos está el cambio de la forma de hacer y de ejecutar la política española; de acabar con las puertas giratorias en sus diversas categorías, y de aniquilar las prebendas y privilegios de muchos ¿Se podrá realizar esto sin revolución y sin formar mayorías ganadoras?
¿Se puede doblegar democráticamente el voto cautivo al PP y al PSOE en algunas autonomías?
Podemos afirma que ahora va en serio, que quiere constituir un nuevo referente responsable en política: en formas y estilo, en lenguaje, en movilización de las capas más sensibles de la sociedad. Están a tiempo aún.
Cientos de miles, millones de españoles, que culparon al PP y al PSOE (el de los anquilosados dirigentes y el de las antiguallas sociatas) de la crisis, de los recortes, del paro y de la precariedad, deberán ir poco a poco absorbiendo ciudadanos, inquietudes, políticas sociales…Tendrán que llenar las urnas en contra de los defensores del bipartidismo anquilosado y sus adláteres, truncando sus falsas promesas.
Pero estos gerifaltes están empeñados en engañarnos una vez más con ofertas y eslóganes electoralistas.
Pedro Sánchez promete liderar en “cambio seguro”, pero esa transformación es puro maquillaje regeneracionista trampeado, tal como estamos viendo, si no gira 180º en sus políticas sociales y de pactos.
Ciudadanos oficia de monaguillo y sastrecillo fiel, bajándose los pantalones ante el PP. Mariano Rajoy sigue insultándonos en su desesperación por agarrarse al poder otra legislatura.
Nos tilda de “adanes, zascandiles, amateurs”. Él, registrador de la propiedad ajena, no sabe que lidera a un conjunto de políticos corruptos y profesionales del trile –una organización criminal–, imputados unos y ya condenados otros por los jueces.
¿Podrá Podemos –Unidos Podemos– solos? ¿Se habrán dado cuenta, por fin, Unidos Podemos (con sus confluencias) y el PSOE (el renovado por su militancia), que no deben tirarse los trastos continuamente?
Deben, al contrario, pactar unas políticas sociales transformadoras, beneficiosas para todos, para gobernar España, para cambiarla más y a mejor.
Así no se quedarán años y años en una oposición relajante pero insignificante y deprimente.
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