Aunque Israel es, con gran diferencia, el principal receptor de ayuda económica de Estados Unidos, un montante que ha ido creciendo con los años y que da un fuerte impulso a la economía del estado judío, los dirigentes israelíes tienen como principal fruto de esta particular relación la enorme influencia del lobby que hace que el Senado y el Congreso hagan votaciones con resultados que envidiarían los más ilustres dictadores del planeta.
Esa influencia ha alcanzado su cénit con la declaración que el miércoles realizó Donald Trump sobre Jerusalén. Como bien dijo el presidente, él simplemente se limitó a dar luz verde a una iniciativa del Congreso aprobada en los años noventa que ninguno de sus antecesores en la Casa Blanca había autorizado, aunque todos habían prometido hacerlo durante las campañas.
La influencia del lobby judío está en lo grande, pero también en lo pequeño, como el diablo. Un detalle: el viaje que el presidente Richard Nixon hizo a Israel pocos días antes de dimitir como consecuencia del Watergate.
Nixon, que en grabaciones publicadas recientemente aparece como un antisemita, ya lo tenía todo perdido pero aun así insistió en volar a Israel como última oportunidad para salvar su presidencia, lo que no ocurrió.
En las mencionadas grabaciones, bastante controvertidas, Nixon habla del poder que tienen los judíos en Estados Unidos, especialmente de su influencia política, uno de los comentarios que la comunidad judía atribuye a los antisemitas.
Esta influencia puede ser muy grande mientras las cosas van bien, pero de la noche a la mañana podría convertirse en una pesadilla.
El banquero Mario Conde viajó a Israel solo unos días antes de la intervención de Banesto, o el entonces presidente de la Generalitat Artur Mas realizó un viaje muy curioso a Israel tras lanzar su campaña por la independencia de Catalunya.
Es decir que no es solo Richard Nixon quien cree en el poder de los judíos o de Israel.
Alguno de quienes creen en ese poder no tienen empacho en comentarlo en público o en círculos cercanos.
Esa influencia se traduce en situaciones que pueden resultar hilarantes.
Por ejemplo, las tres personas encargadas por Trump de conducir el proceso de paz entre israelíes y palestinos son judíos sionistas que han hecho donaciones no solo a Israel sino también a algunas de las colonias judías más radicales de la Cisjordania ocupada, como es el caso de Jared Kushner, yerno de Trump.
Quizás alguno piense que esto no deja de ser otra excentricidad del nuevo presidente republicano, pero no es así.
Cuando a principios de los años noventa, George Bush padre designó un equipo de seis mediadores americanos para consolidar el proceso de paz de Madrid y de Oslo, dio la casualidad de que los seis eran judíos y reconocidos sionistas.
Esto puede ayudar a comprender por qué el proceso de paz nunca ha avanzado.
De la misma manera, sería imposible imaginar que Trump hubiese designado a tres palestinos antisionistas para dirigir el proceso de paz, o pensar que George Bush padre designó en su momento a seis palestinos antisionistas para conducir el proceso de paz.
No solamente el proceso de paz no ha avanzado desde la Conferencia de Madrid de 1991, sino que ha retrocedido enormemente.
A día de hoy es prácticamente imposible imaginar una solución al conflicto.
Israel ha ido creando hechos consumados sobre el terreno con la bendición de Estados Unidos y ante la pasividad de la Unión Europea, que ha obrado como cómplice necesario.
La influencia del lobby judío en Estados Unidos ha paralizado cualquier acción en el Consejo de Seguridad, un órgano palmariamente ineficaz en todo lo relativo a Israel, con resoluciones que llevan más de medio siglo sin aplicarse debido a la especial relación de amistad de esos dos países, que no es una amistad cualquiera, sino que está permanentemente dirigida desde el lobby judío, que tiene unos intereses bien claros.
Israel ha marcado la dirección y el lobby simplemente ha ejecutado las órdenes. Israel no ha tenido miedo de defender sus intereses, incluso de una manera arriesgada cuando así lo ha necesitado, lo que ha sido en más de una ocasión.
Por ejemplo, en los años cincuenta poniendo bombas en centros culturales americanos y británicos en El Cairo en el conocido Caso Lavon, del que el estado judío salió indemne a pesar de haber reconocido públicamente la participación directa del Mosad en la colocación de las bombas.
O hundiendo el buque americano Liberty en el Mediterráneo oriental, una acción sobre la que los estadounidenses nunca le pidieron cuentas.
La especial relación de amistad entre los dos países, que contribuye a mantener la inestabilidad permanente en Oriente Próximo, ha herido de muerte el proceso de paz.
Y nada parece indicar que las cosas vayan a cambiar con este presidente en la Casa Blanca.
Cuatro palestinos han muerto este viernes y sábado en la Franja de Gaza y más de 300 resultaron heridos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes en ese territorio y en Cisjordania y Jerusalén.
Se trata de las peores consecuencias del llamado Día de la Ira contra ladecisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de reconocer esta ciudad como capital israelí .
Los dos primeros habrían fallecido por disparos en protestas palestinas en la Franja de Gaza, mientras que los dos últimos sería miembros de Hamás abatidos en un ataque este sábado temprano a cuatro cuarteles palestinos en represalia por los cohetes lanzados el día previo contra Israel.
El ejército israelí ha defendido que los objetivos eran almacenes militares y sitios de fabricación de armas y considera a Hamas responsable de todos los ataques con cohetes que despeguen de Gaza.
El Ministerio de Sanidad palestino informó de una segunda víctima mortal, Maher Atallah, de 54 años, en el norte de la Franja de Gaza, que se suma a la muerte de Mahmud al Masri, de 30 años, por un impacto de bala del Ejército israelí cuando se manifestaba al este de la ciudad gazatí de Jan Yunis, cerca de la frontera con Israel.
El Ejército israelí asegura que 4.500 palestinos participaron “en violentas manifestaciones en la Franja de Gaza en seis puntos a lo largo de la frontera” y que los participantes “arrojaron neumáticos quemados y piedras” a las fuerzas de seguridad.
En Cisjordania, 28 manifestantes fueron detenidos y las principales protestas tuvieron lugar en Hebrón, Al Aroub, Tulkarem, Ramala, Qalandia y Nablus, informó un comunicado del Ejército israelí.
Cientos de jóvenes del enclave se ha dirigido este viernes a las fronteras para enfrentarse con los soldados tras el rezo del mediodía del viernes, cuando los altavoces de las mezquitas instaron a la población a tomar las calles y manifestarse en apoyo a Jerusalén.
El Ejército israelí ha confirmado enfrentamientos en seis puntos de la frontera con Gaza y en múltiples localidades en Cisjordania.
“Han surgido protestas violentas en unas 30 localidades a lo largo de Judea y Samaria (Cisjordania) y la Franja de Gaza”, ha confirmado el Ejército en un comunicado en el que precisó que en Cisjordania unas 3.000 personas se habían manifestado violentamente, quemando neumáticos, lanzando bombas incendiarias y piedras contra las fuerzas de seguridad.
Arabia Saudí, en el punto de mira palestino
En Ramala, un millar de personas se han congregado en el centro de la ciudad y cientos marcharon después hacia el puesto militar en el norte, donde se enfrentaron con los soldados.
En la protesta de Jerusalén se pudieron escuchar lemas contra Arabia Saudí y contra el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, por sus buenas relaciones con Israel.
“Oye, Bin Salman, los palestinos no serán jamás humillados” o “Abajo los Saud”.
Significativamente, en Arabia Saudí no se produjeron manifestaciones contra la decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel, mientras que, en cambio, éstas se han extendido por todo el orbe musulman:
Jordania, Líbano, Indonesia, Yemen, Somalia, Turquía, Argelia, Túnez, Afganistán, Pakistán, Cachemira…
No hay heridos
Lanzamiento de cohetes
Durante la tarde del viernes, el sistema antimisiles israelí Cúpula de Hierro interceptó un primer proyectil y minutos después registró el lanzamiento de un segundo cohete, que impactó en una “zona no identificada”. “No se han registrado heridos”, indicó el Ejército en un comunicado.
Israel responsabiliza a Hamás de estos lanzamientos.
El grupo controla el enclave desde hace una década, aunque ahora está transfiriendo el poder a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en virtud del acuerdo de reconciliación política firmado en octubre.
Por qué Jerusalén es una ciudad tan disputada y por qué ninguna potencia la reconoce como la capital de Israel
Ningún asunto en Medio Oriente ha sido tan contencioso como el estatus de Jerusalén, una ciudad que tanto israelíes como palestinos reclaman como su capital.
En 1980, el Estado de Israel declaró a la ciudad como su capital. Y los palestinos designaron a Jerusalén del Este como la sede de su Estado.
Aunque ninguna potencia reconoce ninguno de estos reclamos, aquí está la raíz de las crecientes tensiones entre israelíes y palestinos.
Y estas tensiones están ahora en riesgo de estallar con los informes de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconocerá a Jerusalén como la capital de Israel.
"Cualquier decisión sobre el estatus de la disputada ciudad debe ser tomada dentro del marco de las negociaciones entre israelíes y palestinos", declaró el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y dijo que estaba "preocupado" por la posibilidad de que Trump tome esa decisión.
Francia no fue el único que expresó sus temores. Arabia Saudita declaró que una medida de ese tipo "tendría un impacto nocivo en el proceso de paz".
Jordania advirtió de "consecuencias graves" y el jefe de la Liga Árabe, Abul Gheit, indicó que esa decisión "nutriría el fanatismo y la violencia". Turquía aseguró que esto sería "una enorme catástrofe".
Traslado o reconocimiento
A Trump le corresponde firmar una medida para postergar el traslado de la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, algo que han hecho semestralmente todos sus antecesores en la Casa Blanca desde que en 1995 el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley a favor de esa reubicación.
Sin embargo, la prensa estadounidense anticipa que el magnate se propone, en cambio, anunciar el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.
Aunque durante su campaña electoral Trump se mostró favorable a esa mudanza, su ejecución colocaría a EE.UU. a contracorriente de las decisiones de la ONU sobre esta materia y en abierta contradicción con el resto de potencias occidentales.
Pero ¿por qué es tan controvertido el tema de Jerusalén?
Una "entidad aparte"
El ser considerada como una ciudad sagrada por los fieles de las tres grandes religiones monoteístas —judíos, cristianos y musulmanes— paradójicamente convirtió a Jerusalén en objeto de numerosas disputas que, a lo largo de siglos, derivaron en reiteradas conquistas y reconquistas.
Cuando en 1947 la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 181 para la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, se pensó en considerar a Jerusalén como una "entidad aparte", una ciudad internacional que sería administrada durante diez años por la ONUantes de realizar un referendo para definir su destino.
El documento preveía además garantizar la protección, el libre acceso y la libertad de culto en los lugares sagrados de la ciudad, no solo para sus habitantes sino incluso para los extranjeros sin discriminación por causas de nacionalidad.
Este plan no llegó a aplicarse debido al estallido de la primera guerra árabe-israelí en 1948, que en la práctica derivó en la división de la ciudad en dos partes: Jerusalén este, bajo control árabe; y Jerusalén oeste, en manos de Israel.
La "unificación" de la ciudad
La parte oriental de Jerusalén, que incluía la ciudad vieja y los lugares sagrados, quedaron en manos de Jordania desde entonces hasta 1967, cuando durante la Guerra de los Seis Días, Israel quedó en control de toda la ciudad.
Entonces, la Knesset (el Parlamento israelí) aprobó una ley de protección a los lugares sagrados, en la que garantizaba el acceso a estos por parte de los fieles de las distintas religiones.
Además, el gobierno israelí hizo un acuerdo con el Waqf islámico de Jerusalén, una fundación religiosa musulmana que quedó a cargo de la administración de lugares sagrados como la Explanada de las Mezquitas (o el Monte del Templo, para los judíos), complejo dentro del cual se encuentra la mezquita de Al Aqsa y el Domo de la Roca.
Un vínculo antiguo
La presencia judía en Jerusalén se remonta a tiempos muy antiguos.
"Según la Biblia, era la capital del Estado unido de (los reyes) David y Salomón, alrededor del año 1000 a.c..
Históricamente, comprobado por evidencia arqueológica, fue la capital del Estado hebreo de Judea poco después de esa fecha, el sitio del templo judío en el Monte del Templo y así permaneció hasta que fue conquistada y destruida por Nabucodonosor II, rey de Babilonia, en el año 586", le dijo a BBC Mundo el historiador británico Simon Sebag Montefiore, autor del libro "Jerusalén, la biografía".
El experto explicó que después la presencia hebrea allí fue restaurada por Ciro II el Grande de Persia hasta la conquista por parte de Alejandro Magno, aunque el templo siguió siendo el centro de la vida judía hasta que intentó destruirlo Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía Seléucida cuya represión aceleró una rebelión por parte de los judíos.
"Jerusalén fue la capital de un Estado judío independiente con los macabeos, que entonces era un reino satélite de Roma bajo Herodes el Grande, quien reconstruyó el segundo templo que luego fue destruido por Tito en el año 70 D.C., cuando tomó control de la ciudad y ordenó la expulsión de los judíos", contó Montefiore.
"En el siglo II, Adriano intentó destruir la Jerusalén hebrea y colocó un templo idolatra en el lugar del templo judío. Lo que llevó a una amplia revuelta que fue reprimida por el emperador, quien volvió a expulsar a los judíos y renombró a Jerusalén y a Judea con el nombre de los enemigos bíblicos de los hebreos: los filisteos", agregó.
"Desde aquel momento, los judíos han reverenciado ese lugar y han orado en torno al muro del templo destruido. Habiéndola tenido por algunos momentos bajo su control, los judíos han soñado y han anhelado volver a Jerusalén… hasta que en el siglo XIX comenzaron a emigrar a Palestina. Desde 1880 ha habido una mayoría judía en Jerusalén".
Montefiore también destaca los lazos antiguos que unen a los musulmanes con Jerusalén.
"El vínculo islámico con la ciudad se remonta a la conquista árabe alrededor del año 638, cuando el califa Omar tomó la ciudad, garantizando la libertad a los judíos y cristianos que aceptaran el control político y religioso musulmán.
Los musulmanes reverenciaban las escrituras judías y compartían su creencia de que Jerusalén sería el lugar místico del apocalipsis, que consideraban inminente", relató el historiador.
"Mahoma veneraba las escrituras judías y a Jerusalén misma, al punto que los primeros musulmanes oraban hacia Jerusalén y no hacia la Meca.
En las primeras décadas de gobierno árabe, realizaban su culto religioso en el Monte del Templo, pero permitían a los judíos realizar también su culto religioso allí.
La tolerancia hacia otros credos monoteístas se acabó cuando el islam se convirtió en una religión de Estado más rígida bajo el califa Abdalmálik, quien construyó el Domo de la Roca encima de la base fundacional del templo judío", indicó Montefiore.
El experto explicó que, posteriormente, los cruzados conquistaron Jerusalén en el año 1099, mataron a todos sus habitantes musulmanes y judíos; y gobernaron la ciudad hasta 1187, cuando Saladino la retomó, restaurando el control islámico y reubicando en ella a muchos de los antepasados de los palestinos actuales, aunque también hay otros que llegaron posteriormente durante el imperio Otomano e, incluso, durante el mandato británico.
"En otras palabras, judíos y musulmanes comparten unos vínculos antiguos y auténticos con Jerusalén. Es absurdo negarlo", apuntó Montefiore.
Soberanía no reconocida
Ese lazo histórico de judíos y musulmanes con Jerusalén ha hecho de la ciudad un elemento central en las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos.
Así, por ejemplo, en los acuerdos de Oslo suscritos en 1993 entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina se estableció que el estatus de la ciudad sería discutido en etapas más avanzadas de las negociaciones.
Efectivamente, el tema surgió en las negociaciones de paz de Camp David, auspiciadas por el presidente de Estados Unidos Bill Clinton en el año 2000.
Allí el entonces líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, y el primer ministro israelí, Ehud Barak, hablaron por primera vez directamente sobre el estatus de Jerusalén.
Según relató Clinton, Barak flexibilizó mucho más su posición que Arafat, quien terminó rechazando las propuestas discutidas. Desde entonces, el proceso de paz no ha registrado ningún avance sustancial.
Aunque desde 1967 Israel ha ejercido una soberanía de facto sobre Jerusalén, esta no ha sido reconocida internacionalmente al punto que, incluso los países más cercanos a Israel, mantienen sus embajadas en Tel Aviv.
Detrás de esta negativa aparece reiteradamente el argumento de que el estatus de la ciudad debe definirse en el marco de las negociaciones para el establecimiento de dos Estados, uno palestino y otro israelí, que convivan con paz y seguridad.
También se cuestiona que Israel ha creado numerosos asentamientos, considerados ilegales por la legislación internacional, en los territorios ocupados de Cisjordania.
En mayo de 2016, el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki moon, durante una conferencia internacional sobre Jerusalén, aseguró que el estatus de esa ciudad sigue estando en el corazón de cualquier solución negociada sobre el conflicto israelí-palestino.
"Debemos fortalecer y reafirmar los esfuerzos internacionales destinados a preservar la solución de dos estados y definir un horizonte político", afirmó Ban.
Montefiore coincide con esa visión: "Creo que la paz no puede llegar hasta que Jerusalén sea reconocida como una parte legítima y auténtica de la narrativa histórica y de la herencia cultural de ambos. Debería ser y ya es en efecto la capital de Israel, pero no indivisible porque para alcanzar la paz también necesita ser la capital de Palestina".
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