por Thierry Meyssan
Thierry Meyssan observa como actúa el presidente Trump para convencer a sus aliados y socios de que deben abandonar a los yihadistas a los que respaldan, arman y dirigen.
A pesar de las afirmaciones de la prensa internacional y de sus adversarios políticos, la Casa Blanca sigue tratando de aplicar, desde hace 4 meses, una política antiimperialista que comienza a dar sus primeros frutos: el proceso de cese del apoyo de Arabia Saudita a la Hermandad Musulmana, el fin de la coordinación de los yihadistas a través de la OTAN y el proceso destinado a cortar el financiamiento occidental a la Hermandad Musulmana.
La OTAN fue concebida para luchar contra la Unión Soviética pero Donald Trump está reorientándola.
Aunque su objetivo siga siendo rivalizar con Rusia, la alianza atlántica dedicará en lo adelante la mitad de sus recursos a la`lucha contra el yihadismo.
Durante todo el tiempo transcurrido entre la 3ª Conferencia de los “Amigos de Siria” –celebrada en París, el 6 de julio de 2012– y la investidura del presidente estadounidense Donald Trump –el 21 de enero de 2017–, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido se dedicaron constantemente a organizar la guerra contra Siria mientras fingían negociar una salida política a ese conflicto.
Durante los 16 últimos meses, y sobre todo durante la campaña electoral que lo llevó a la Casa Blanca, Donald Trump se presentó como contrario al imperialismo.
Contrariamente a lo que afirman sus detractores, su condición de millonario no menoscaba sus convicciones políticas.
Desde que llegó a la Casa Blanca, el presidente Trump ha estado luchando contra su propia administración –estructura en la que 98% de sus funcionarios votaron por Hillary Clinton– además de tener que luchar también contra los gobiernos aliados de su predecesor.
Durante los 4 últimos meses, el presidente Trump ha seguido tratando de imponer su voluntad de liberar a su país y al mundo a través de una serie de acciones que sus adversarios deforman y presentan como simples contradicciones.
Durante la cumbre realizada con los Estados arabo-musulmanes, en Riad el 21 de mayo, Donald Trump exhortó a sus interlocutores en general –y a Arabia Saudita en particular– a poner fin a todo vínculo con la Hermandad Musulmana.
Consciente que esta instando al rey Salman de Arabia Saudita a renunciar a su principal ejército, le ha garantizado un enorme arsenal cuyo valor ascenderá a 110 000 millones de dólares.
A pesar de los constantes asaltos de amabilidad del rey saudita y de su corte, al final de la cumbre Arabia Saudita publicó una declaración sin someterla a la aprobación de los demás participantes.
Ese documento puede interpretarse como el anuncio de la creación de una «Coalición militar islámica» que amplía la «Fuerza Común Árabe», cuyo accionar ya hemos podido ver en Yemen. Pero también puede servir en el futuro para justificar una ocupación saudita en regiones de Siria, Irak y de otros países después de ser liberadas de Daesh.
En la cumbre de la OTAN, celebrada el 25 de mayo en Bruselas, Donald Trump obligó a sus aliados a congregarse ante un pedazo del muro de Berlín y otro de una de las Torres Gemelas, destruidas durante los hechos del 11 de septiembre de 2001. Y, recordándoles que –en virtud del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte– habían aceptado el principio mismo de la lucha contra el terrorismo luego de los atentados del 11 de septiembre, los forzó a reorientar los objetivos de la alianza.
Por supuesto, la OTAN conservará su función anti-rusa, pero se compromete en lo adelante a participar en la erradicación de los mismos yihadistas cuyas acciones había venido coordinando desde su base en Izmir (Esmirna), en territorio turco.
Trump también comprometió a los participantes en la cumbre de la OTAN a compartir la información que posean sobre las organizaciones terroristas en el marco de un grupo de coordinación en materia de inteligencia.
En la cumbre del G7, reunido el 26 de mayo en Taormina, Donald Trump arrancó a sus aliados una declaración «contra el terrorismo y el extremismo violento».
En realidad, sus socios se comprometieron solamente a evitar que el terrorismo desborde las zonas donde ellos mismos lo organizan, lo financian y hasta lo dirigen e impedir que se extienda a Occidente.
En todo caso, el G7 dio inicio a un proceso tendiente a poner fin no sólo al financiamiento del terrorismo sino también al del extremismo violento, lo cual apunta a la Hermandad Musulmana, matriz del terrorismo islamista.
Esta última declaración sólo fue posible en el contexto del atentado perpetrado en Manchester, el 22 de mayo, por el hijo de un agente doble del MI6 –simultáneamente ex miembro de los servicios de seguridad de Muammar el-Kadhafi y de al-Qaeda.
Pero es evidente que los británicos no tienen intenciones de renunciar a utilizar la Hermandad Musulmana.
En cambio, sí parece posible que Francia y Alemania inicien un proceso de “limpieza” en sus servicios de inteligencia, lo cual les llevará tiempo.
El propio Donald Trump no ha logrado realizar esa “limpieza” en el seno de su propia administración.
Y basta con citar un ejemplo: el 20 de mayo, el Pentágono hizo llegar al puerto saudita de Jedda un nuevo cargamento de armas destinado a los yihadistas, en cumplimiento de un contrato que data de los últimos días de la transición presidencial estadounidense.
Esos nuevos envíos de armamento incluyen lanzacohetes múltiples y blindados búlgaros OT-64 SKOT.
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