Macrón, el Macri galo. + de lo mismo
Francia reniega de Hollande
y elige a uno de sus ministros. De Género Tonto
Ante el auge de los populismos, ya sean nacionalistas de derechas o anti-austeridad y recortes, de izquierdas, hay prisas por atar Europa y Macron es el pegamento que con la Merkel, quiere utilizar el 1% sionista para hacerlo.
Quieren convertir la UE en los Estado Unidos de Europa, y como los de América, dominados en la sombra por un estado profundo que ni está ni en Berlín aquí ni en Washintong, allá, sino en Israel.
Con Macrón, es fácil que de primeras, haya un pequeño repunte económico, ayudado por Alemania, para dar el pego a la ciudadanía de que las cosas cambian, pero el problema de fondo, el de la falta de competitividad y la deuda, no se resolverán.
En cambio, este pequeña pantomima, servirá de pretexto y apoyo para que Macron continue con las reformas que dejó a medias Hollande.
El problema es, que el pueblo francés, es un pueblo informado y concienciado, y no se dejará engañar con falsas promesas de prosperidad a cambio de perder derechos y capacidad adquisitiva.
Ellos saben que, al contrario que otros países del sur con problemas, podrían salir beneficiados si salen del euro, ya que tendrían una moneda que no solo se podría devaluar sino que sería tan compentitiva como la moneda europea, por lo que su miedo es relativo y no están dispuestos a dejarse chantajear.
No caben conjeturas con lo que hará o no Macrón.
Es más de lo mismo, por lo que se presupone que tendrá enfrente en la calle a los trabajadores y estudiantes y están garantizada una legislatura conflictiva con más huelgas y manifestaciones.
Y lo que es más inquietante, por mucho que quiera atar o ate, con la Merkel, más Europa, a costa de menos Francia, no alejará ni eliminará el peligro que conlleva Marine Le Pen.
Al contrario, es fácil que sus políticas, allanen el camino al Elíseo a éstas y ponga en bandeja de plata, la presidencia francesa a la ultraderecha nacionalista con lo que ello supondría... la desintegración de la UE.
Armak de Odelot
Macron: el gato de Schrödinger
La televisión francesa se ha hecho un placer en mostrar declaraciones contradictorias de responsables políticos que, en el plazo de un par de semanas, cambiaron de opinión con la frecuencia que, uno supone, cambian de calcetines.
Emmanuel Macron, el flamante presidente, no es el peor pero no es una excepción. Así, primero le escuchamos declarar “Yo soy socialista”, para luego, –con motivo de su visita en calidad de ministro de Economía a Philippe de Villiers, un ‘noble’ soberanista, cristiano integrista y ultraderechista empedernido–, asegurar con un aplomo increíble: “Yo no soy socialista”.
Cuando el ‘socialista no socialista’, impulsado por su ambición dicen unos, por algunos hombres de negocios dicen otros, decidió abandonar el gobierno de Hollande y anunciar su candidatura al Eliseo, su primera movida consistió en crear un movimiento, según sus propias palabras, “que no será ni de izquierda ni de derecha”.
Poco después las cosas se precisaron, si oso escribir, cuando Macron declaró que su gobierno sería “y de izquierda y de derecha”. De ahí lo del gato de Schrödinger. A quienes el nombre de Schrödinger les dice menos que el de Salvador Sobral (“Amar pelos dois”) tengo que precisarles que Erwin fue uno de los pilares de la mecánica cuántica, que también llaman física estadística o probabilística.
La mecánica cuántica es tan rara que Richard Feynman, una de sus figuras más célebres, solía decir: “Si Ud. cree comprender la mecánica cuántica quiere decir que no ha comprendido nada”. En su libro QED: The Strange Theory of Light and Matter, Feynman explica modestamente que para saber cómo se desplaza un fotón los científicos se ven obligados a calcular probabilidades usando herramientas matemáticas que no van más allá de las cuatro operaciones.
Lo simpático es que el comportamiento de lo infinitamente pequeño, materia que estudia la mecánica cuántica, desafía el entendimiento. Así, un fotón lanzado hacia una superficie en la que se ha practicado un cierto número de aberturas, –unas cuantas pequeñas ventanas–, pasa por todas al mismo tiempo. Mi amigo Giorgio Ciucci, profesor de física en el Politécnico de Milán, me lo explicaba mientras devorábamos unas suculentas fiorentine abundantemente regadas con unos vinos Brunello di Montalcino: “Tu debbi capire che le particelle si comportano come particelle”.
Contrariamente a lo que ocurre en el mundo que nos es familiar, una partícula microscópica no se comporta como una pelota de fútbol, de la cual podemos conocer la masa, la velocidad, la energía y la posición en un instante dado. Un electrón, por ejemplo, puede poseer dos velocidades al mismo tiempo, o estar en dos lugares diferentes a la vez, e incluso en más de dos. Es lo que en física estadística, o probabilística, se llama el Principio de Superposición.
Para facilitar la comprensiva, Erwin Schrödinger imaginó una curiosa experiencia cuyo laboratorio es la imaginación: encerrar un gato en una caja cerrada. La caja contiene un dispositivo que mata al gato apenas detecta la desintegración de un átomo de un cuerpo radioactivo. Desde afuera es imposible saber lo que ocurre dentro de la caja. El gato puede estar vivo o muerto, sin que quien “observa” la experiencia desde afuera, lo sepa.
Como en el caso de la ecuación que define la posición de un electrón en un momento dado (o describe el desplazamiento de un fotón), los científicos entran al ámbito de las probabilidades. El gato tiene “n” % de probabilidades de estar muerto, y “m” % de probabilidades de estar vivo. O lo que es la misma cosa, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. Es lo que se conoce como superposición cuántica.
Al ser “y de izquierda y de derecha”, Emmanuel Macron es como el gato de Schrödinger. Lo que no debiese sorprender, si uno repara en que los conservadores franceses presentan sus opciones a las elecciones legislativas como “los candidatos de la derecha y el centro”. En plan mecánica cuántica, esos candidatos poseen el don de la ubicuidad. Están a la derecha, y al mismo tiempo en una posición equidistante de la izquierda y de la derecha, que es la definición política del centro.
Max Planck, Niels Bohr y Erwin Schrödinger, así como mi amigo Giorgio Ciucci, desconocían la tremenda capacidad pedagógica y el potencial explicativo que se ocultan en la política gala.
Quienes, oliendo ganancias, se precipitan a sumarse al macronismo, comulgan con Deng Xiaoping, brillante precursor de la política cuántica. Deng fue el fundador del “socialismo de mercado”, también llamado “socialismo con características chinas”, que no es sino puro capitalismo pero escrito con ideogramas, la escritura del Imperio del Medio.
El 12 de octubre de 2015, intentando mostrar que en políticas de desarrollo económico no hay diferencias entre la izquierda y la derecha, Macron citó a Mao Zedong: “Poco importa que el gato sea negro o blanco, lo que importa es que cace ratones”. Lo que prueba que su cultura política está p’al gato: quien pronunció esas palabras para el bronce fue Deng Xiaoping, en 1962, lo que le valió algunos años a la sombra antes de acceder al poder en 1978.
En cuanto a Emmanuel Macron, queda por verificar si se revelará como un gato mojado, un gato de campo, o un gato camaleón que de noche siempre es negro. Nosotros, el personal, sospechamos que hay gato encerrado. Para mí que nos pasaron gato por liebre. A partir de una reunión de cuatro gatos.
“FRANCIA ESTÁ DESPERTANDO DESPUÉS DE UNA CAMPAÑA TRAMPOSA” (Thierry Meyssan, periodista)
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- mayo 1º, 2017
El periodista y activista Thierry Meyssan, censurado desde 2012 en la web española rebelion.org por el filósofo trotksista Santiago Alba Rico, considera que aunque el pueblo francés votó por un presidente moderno para que los saque de la crisis económica, olvidó que Macron ya estuvo en el Gobierno de Hollande y promovió dos leyes que afectaron a Francia.
Macron: El acto decisivo de su gran obra teatral
De joven, el flamante presidente francés quería ser dramaturgo. Con esa ambición sedujo a su profesora y terminó convirtiéndola en su esposa. Una historia personal casi insuperable, de esas que definen una biografía, que perfilan un carácter.
Luego ha ido ampliando su producción, tanto en el terreno de la realización privada, como en el de la vida pública. Se encuentra ahora en plena ejecución de su obra maestra.
Ha concluido con brillantez el primer acto (planteamiento: su ascenso político) y el segundo (nudo: la victoria electoral); le queda ahora el tercero (la realización: el gobierno).
UN ÉXITO A CABALLO DE LOS TIEMPOS
El gran desafío para Macron no estará en el escenario, sino en la platea, en parte en el patio de butacas y sobre todo en el gallinero, es decir, en los espacios alejados de las mejores posiciones de visión, en las fábricas, talleres, oficinas, aulas, ambulatorios, transportes públicos y demás lugares donde la derrota de la extrema derecha será alimento muy escaso para afrontar la dura vida diaria
Macron ganó las recientes elecciones francesas con un mensaje de optimismo, de confianza en las posibilidades del país y de reunificación de las energías nacionales y sociales. Nada original.
Nada nuevo, pese a las favorables proyecciones mediáticas, basadas en el endeble argumento de que no pertenecía a los partidos tradicionales de la V República.
En política, hay pulsiones que, siendo muy superficiales, resultan muy eficaces. En tiempos de fatiga, de desconcierto, de escepticismo, la tentación de la novedad es muy poderosa.
Macron representa eso: el espejismo de lo nuevo, de lo distinto, de lo positivo.
La victoria de Macron ha hecho que muchos analistas crean conjurado, al menos de momento, el peligro del populismo, del nacionalismo extremista, de la extrema derecha. Es una pretensión engañosa.
En Francia, había un voto del miedo manipulado por Marine Le Pen y el Frente Nacional y un voto del miedo al miedo, sobre el que ha cabalgado con habilidad el candidato vencedor.
El nuevo tiempo en Francia no será muy distinto del viejo, pero tendrá un envoltorio distinto. Los problemas de un país no los cambia casi nunca unas elecciones, ni siquiera a veces una revolución (o varias, en cadena).
La historia ofrece numerosos ejemplos de uno y de lo otro. En la política actual, tan importante es lo que pasa como lo que se representa. Macron es el resultado provisional de una fabulosa representación. Inacabada.
LOS PRIMEROS PASOS
Macron-presidente tardará en diferenciarse del Macron-candidato. Parecerse lo más posible a lo que se dice ser es un activo carísimo en política, y más ahora cuando la confianza ciudadana anda tan escasa. Los primeros pasos en el Eliseo han sido muy calculados.
1) Visita a Alemania para unir su suerte a la de la dirigente política más estable de Europa: Angela Merkel.
Macron dice recuperar un eje franco-alemán que, en realidad, nunca ha estado seriamente en cuestión.
Hollande prometió liberarse de la austeridad, pero no quiso o no puedo hacerlo, y desde luego nunca se planteó impugnar la alianza estratégica con Alemania.
Macron no inventa nada, ni siquiera reescribe esta parte del guion. Más bien, acentuará la tramoya. Inflará la agenda, con el consentimiento de Merkel, que puede servirse del joven líder francés para apuntalar sus ya sólidas perspectivas electorales en septiembre, como se ha visto con el batacazo socialdemócrata en la Renania del frenado Shultz.
Macron y Merkel se encontrarán muy a gusto en el terreno compartido de la ambigüedad.
2) Nombra a un segunda fila de la derecha como primer ministro. Es difícil que pueda haber sorprendido la designación de Edouard Philippe. Su nombre circulaba hace días en las quinielas políticas.
No ha pasado por alto que este político es uno de los veintiún parlamentarios que no ha cumplido estrictamente con las reglas de transparencia sobre patrimonio e intereses. Algo poco coherente con la regeneración que Macron proclama.
La selección del inquilino de Matignon no ha podido ser más cuidadosa. Macron ha elegido a un personaje secundario, sin ambiciones a corto plazo. Un político que interpreta bien el estilo macronista: dice que a veces es de derechas y a veces de izquierdas (sic).
Philippe, hasta ahora alcalde de Le Havre, una ciudad atlántica en la desembocadura del Sena, es un fiel de Juppé, el líder del sector moderado, más centrista de la derecha. Juppé fue derrotado por Fillon en las primarias con un programa contrario sin ambages al discurso nacional-populista que había ido calando en su partido desde los tiempos de Sarkozy.
La intención de Macron parece clara: elige a un dirigente de la derecha tibia para agudizar las contradicciones de Los Republicanos, afilar aún más el debate de las legislativas y cobrar ventaja en la más que probable batalla de la cohabitación. Macron ya despedazó al Partido Socialista. No es probable que haga lo propio con la derecha. Pero puede neutralizarla o dificultar sobremanera su labor de oposición. En eso parece estar. La composición del gobierno es corolario de lo anterior.
3) La conclusión de las listas electorales con la que competir con garantías en las legislativas de junio también lleva esa marca de ambición con formas suaves que caracteriza a Macron.
El político externo a su formación que con más claridad apoyó su candidatura presidencial, François Bayrou, líder del centrista MODEM (Movimiento demócrata) ha empezado a probar los peligros de la engañosa suavidad de su socio político.
Después de pactar con él o con sus colaboradores una reserva de puestos en las listas de las legislativas, se vio cogido de corto, en artimañas propias de la vieja política de siempre. Al final, tras poner el grito en ese cielo que Macron ocupa ahora casi en exclusiva, consiguió recuperar algunas posiciones en la batalla política. Pero la confianza puede haber quedado comprometida.
EL GRAN DESAFÍO
El gran desafío para Macron no estará en el escenario, sino en la platea, en parte en el patio de butacas (los poderes económicos que le reclamarán la involución social) y sobre todo en el gallinero, es decir, en los espacios alejados de las mejores posiciones de visión, en las fábricas, talleres, oficinas, aulas, ambulatorios, transportes públicos y demás lugares donde la derrota de la extrema derecha será alimento muy escaso para afrontar la dura vida diaria.
Para navegar en este horizonte de conflicto, Macron reescribirá el guion de identificar extrema derecha y extrema izquierda.
Con la etiqueta de los extremos coincidentes intentará neutralizar la contestación, deslegitimarla, hacerla sospechosa. Le ha servido en la campaña, pero será mucho más difícil conseguirlo desde el Eliseo.
Macron puede maniobrar sobre el escenario dar continuidad a los actos anteriores. Pero igual que el acto tercero de una obra teatral exige máximo poder de convicción y una superior tensión dramática, gobernar es siempre más exigente que hacer campaña.
Su anterior experiencia de gobierno al frente de Economía resultó decepcionante, pero consiguió que su responsabilidad se disolviera en la de su patrón Hollande. Ahora no tiene ese recurso.
Macron ya no es un outsider. El poder lo ha colocado bajos los focos, en el lugar central, sin pausas ni escapes. Ningún otro tropiezo minimizará los que él pueda cometer sobre las tablas.
La ambigüedad tiene los días contados. El optimismo está amortizado con la victoria. Ahora comienza el verdadero drama de gobernar. El acto decisivo.
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