La Agencia de noticias Reuters arremete contra la IARC por relacionar al glifosato con el cáncer
Por Claire Robinson, 20 de abril de 2016
Claire Robinson hace referencia a un artículo de cierto éxito “¿Quién dice que la panceta es mala?”, en el que se cita a fuentes de la Industria que tratan de desprestigiar a la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), que clasificó al glifosato como probablemente cancerígeno para los seres humanos.
El artículo publicado por la Agencia Reuters arremete contra la IARC, organismo que pertenece a la Organización Mundial de la Salud. Se titula “¿Quién dice que la panceta es mala?: Cómo la Agencia de Investigación del Cáncer confunde a los consumidores”,y que viene acompañado de una gran fotografía con lonchas de panceta a la plancha.
El artículo firmado por Kate Kelland viene a decir que la IARC considera casi todo cancerígeno, desde las carnes procesadas a los productos de peluquería, como principales ejemplos. Y Kelland cita a fuentes autorizadas para reforzar sus críticas: “Expertos del mundo académico, de la Industria y de la Salud Pública, dicen que la IARC confunde a los consumidores y a los políticos. Algunos críticos consideran que la IARC debería modificar sus erróneas conclusiones sobre los productos cancerígenos”.
Pero lo que no dice la tal Kelland a sus lectores es que la mayoría de las críticas a la IARC proceden de notorias figuras pro-Industria.
Un Consejero de las Corporaciones
El primero en citar es Bob Tarone, que anteriormente estuvo en el Instituto Nacional del Cáncer, y ahora en el Instituto Internacional de Epidemiología (IEI). No se hace ninguna mención de la inclinación a favor de la Industria del IEI, o de que se utiliza como órgano de consulta para las Corporaciones y de apoyo en sus pleitos, entre otros servicios, o queaceptó dinero de la compañía telefónica danesa para realizar un estudio en el que dice que los teléfonos móviles no están relacionados con el cáncer y la leucemia.
Un defensor del tabaco
Otro crítico a la IARC citado por Kelland es Geoffrey Kabat, afiliado al Albert Einstein College of Medicine. De nuevo, no se hace ninguna mención de las relaciones de Kabat con la Industria. Kabat publicó conjuntamente con James E. Enstrom un artículo titulado “El humo del tabaco y la mortalidad relacionada con el tabaco en un estudio prospectivo entre los californianos entre 1960 y 1998”, publicado en 2003 en la British Medical Journal, en el que se argumenta que el humo del tabaco es menos dañino de lo que se creía anteriormente.
Cuando el Departamento de Justicia de Estados Unidos cerró el caso contra las Compañías de Tabaco en 2006, se citó este documento como parte de un numeroso grupo de estudios financiados por estas Empresas con la finalidad de confundir a la gente sobre los peligros del tabaco y el humo del tabaco en los receptores pasivos. Antes de publicar este artículo, Enstrom había recibido financiación por parte de la Empresa Tabacalera Philip Morris y del Center for Indoor Air Research ( un grupo de presión de la Industria del Tabaco).
Un apologista del amianto
El otro crítico a la IARC citado en el artículo de Kelland es Paolo Bofetta, que ha trabajado durante más de 19 años en la IARC, pero ahora presta sus servicios en la Escuela de Medicina de Monte Sinaí, en Estados Unidos.
No se hace mención alguna al hecho de que Bofetta dejó la IARC para montar en 2009 una empresa de consultoría, el Instituto Internacional de Investigación sobre Prevención, que rápidamente cogió dinero para hacer el trabajo a favor de la Industria.
Y también se omite el escándalo en el que se vio envuelto Bofetta como coautor de undocumento de la IARC sobre al amianto, publicado en British Journal of Cancer, en 2012. Bofetta declaraba en él que no tenía ningún conflicto de interés. Sin embargo, según Kathleen Ruff, del grupo de defensa de los derechos humanos Right On Canada, en 2011, al mismo tiempo de participaba en la redacción del artículo del amianto para la IARC,estaba recibiendo dinero de una empresa italiana para testificar a su favor, en contra de los cargos de negligencia criminal por la muerte de 12 trabajadores, que habían estado expuestos al amianto en la fábrica de Montefibre. Estos trabajadores murieron de mesotelioma, un tipo de cáncer asociado con la exposición al amianto. Posteriormente se publicaron los conflictos de interés en la revista como una corrección de errores.
De acuerdo con Ruff, Bofetta testificó durante el juicio diciendo que la exposición repetida al amianto no aumenta el riesgo de sufrir daños, por lo que sólo los encargados que trabajaron en la fábrica en 1950 y 1960 debían ser considerados responsables. En otras palabras, Bofetta argumentó que una vez que usted ha estado expuesto al amianto, ya puede estarlo de por vida sin que la empresa sea por ello responsable.
Ruff acusó a Bofetta y al coautor del estudio diciendo que habían omitido datos cruciales en su artículo científico. Estos datos mostraban que una exposición más larga al amianto aumentaba también los daños adicionales provocados a los trabajadores. Ruff llegó a la conclusión de que esa revisión tenía “fallos científicos y éticos graves… El artículo es parcial y con un sesgo que sirve a los intereses de la Industria que les había pagado”.
Bofetta también ha elaborado artículos científicos al servicio de otras Industrias tóxicas. Entre ellos hay artículos que cuestionan la carcinogenicidad de las dioxinas y los gases de los vehículos diésel, y el vínculo entre la leucemia y el formaldehído.
En el año 2013, fue candidato para convertirse en Director del Centro Superior de Epidemiología de Francia, el denominado Centro de Investigación en Epidemiología y Salud Pública (CESP). Varios científicos, así como la Asociación Nacional de Víctimas del Amianto (ANDEVA), se quejaron con razón de la estrecha relación con Industrias contaminantes, así como por una conducta científica y ética inadecuada. Bofetta retiró su candidatura a principios de 2014.
Una observación anónima, ¿se trata de un representante de la Industria?
El artículo de Kelland también hace mención de “un observador, especialista en alimentación y zoólogo que estuvo asistiendo a las reuniones de la IARC sobre las carnes rojas procesadas en el año 2015, y que “realizó declaraciones a Reuters bajo anonimato”. Esta persona afirma que “el panel de expertos que revisó las evidencias científicas parecía que apuntaba ya a unos resultados específicos”.
Este mismo observador acaba diciendo: “Esperaba que la revisión científica tuviese un alto nivel de rigor. Pero francamente, al finalizar los 10 días de reuniones, los resultados científicos fueron toda una sorpresa”.
No se hace ninguna mención de si el observador era un representante de la Industria Cárnica.
El verdadero objetivo: el glifosato
Un segundo artículo de Kelland, situado justamente debajo del citado anteriormente, ya deja bien claro que se trata de un ataque contra la IARC. Ya no se trata de la carne procesada o los artículos usados en peluquería, sino del herbicida glifosato. El artículo se titula “¿Es cancerígeno el herbicida?”, y se ilustra con una fotografía de unas envases deRoundup, con el siguiente pie de foto: “Desacuerdo: los científicos discrepan de si el glicofosato, un ingrediente del popular herbicida Roundup, es carcinógeno o no”.
El artículo se centra en el desacuerdo entre la IARC, que ha clasificado al glifosato como probablemente carcinógeno para los seres humanos, y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que dice que es poco probable que el glifosato suponga un riesgo de cáncer.
Hay un mensaje implícito en estos dos artículos: sólo las personas desequilibradas pueden pensar que los artículos de peluquería producen cáncer, del mismo modo que lo que dice la IARC sobre el glifosato.
Desprestigiando al Dr. Chris Portier
El artículo de Kelland critica la participación del Dr. Chris Portier en las deliberaciones de la IARC sobre el glifosato. Una declaración anónima dice de él que este asesor de la IARC está “estrechamente vinculado con el Fondo de Defensa del Medio Ambiente”, que se caracteriza por ser un “grupo que realiza campañas en Estados Unidos en contra de los pesticidas”.
Sin embargo, el artículo también cita a un portavoz de la FED, que dice que no se opone a los pesticidas, pero que sí “está muy a favor de la investigación científica que evalúe cómo los productos químicos afectan la salud humana y el medio ambiente”. A pesar de estas palabras, Kelland se permite calificarle como perteneciente a una organización que se opone a los pesticidas.
Aunque el artículo se ocupa del trabajo a tiempo parcial del Dr. Portier en la FED desde 2013, Kelland no menciona su larga trayectoria y su prestigio en las organizaciones de las que ha formado parte. En 2010, formó parte del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Director del Centro Nacional de Salud Ambiental, la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades. Con anterioridad, estuvo en elInstituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental (NIEHS), durante 32 años, donde ejerció como director asociado, Director del Programa de Toxicología Ambiental y Director Asociado del Programa Nacional de Toxicología.
Pero en lugar de ocuparse de la trayectoria del Dr. Portier, Kelland prefiere simplemente realizar críticas anónimas que hablan de su sesgo por pertenecer a la FED.
Los misteriosos tres estudios
Kelland menciona una carta firmada por 94 científicos, dirigida por el Dr. Portier a la EFSA, por la crítica realizada a su evaluación del glifosato. Sin embargo, no se ocupa de ninguna de las cuestiones de fondo planteadas por los científicos y que detallan en su carta. En cambio, sí cita al Director ejecutivo de la EFSA, que desestimó la carta como “Ciencia de Facebook… poner la carta en Facebook para que la gente diga si le gusta o no”.
Kelland tampoco menciona que la EFSA se basó en su evaluación del glifosato en tres estudios de la Industria que se consideran “información comercial confidencial”. La EFSA se ha negado a hacerlos públicos y no compartirlos con la IARC, lo que ha llevado al especialista en revisiones científicas Paul Whaley a referirse a ellos como “los tres misteriosos”.
Whaley argumenta que si las pruebas de la no carcinogenicidad del glifosato son tan “contundentes como afirma la EFSA, entonces no hay razón para mantener en secreto esos datos. De no ser así, el glifosato es un producto químico que debe ser retirado del mercado, ya que representa un peligro de contraer cáncer. De cualquier modo, hay que seguir investigando”.
¿Una campaña de difamación bien preparada?
En lo que parece ser una campaña orquestada, pocas horas después de la publicación del artículo de Reuters atacando a la IARC y a Portier, han aparecido más ataques por parte de fuentes pro-Industria.
Un artículo aparecido en The Times firmado por Matt Ridley, en el que dice de la IARC que “Hace un mal uso de los conocimientos científicos para asustar al mundo”. Ridley es un comentarista en contra de las medidas a favor del medio ambiente, que no pierde oportunidad para dar bombo y platillo a la agricultura industrial y atacar la ecológica. Un entusiasta de las desregulaciones, y entre sus principales logros es el haber presidido un banco en quiebra, el Northern Rock.
El segundo ataque a la IARC procede de un artículo de Andrew Porterfield, que dice que la IARC está subyugada a los intereses de la ONG. Porterfield se describe a sí mismo en LinkedIn como un “consultor de comunicaciones para la Industria Biotecnológica”. Este artículo ha sido publicado en la página web del Proyecto de Alfabetización Genética, que está dirigido por Jon Entine, un agente de relaciones públicas con estrechas relaciones con la Industria.
Los artículos de Reuters ni siquiera intentan ser mínimamente objetivos
Los artículos de Reuters en los que se arremete contra la IARC, no tienen ninguna pretensión de objetividad. Es particularmente lamentable que Reuters publique estos artículos bajo la apariencia de periodismo de investigación.
Sin embargo, Reuters ha tenido el valor de reconocer que la forma de cubrir ciertas noticias no ha sido lo suficientemente transparente en cuanto a las afiliaciones con la Industria de los grupos de presión relacionados con los transgénicos y que por tanto realiza una rectificación. Esperemos que tenga la suficiente integridad editorial en esta ocasión y que de manera similar modifique los artículos de Kelland, con el fin de dejar claro las fuentes pro-Industria que aparecen.
Este artículo también ha sido publicado en The Ecologist.
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