La ONU es una de las organizaciones internacionales más poderosas del mundo debido a la construcción de su Consejo de Seguridad, compuesto por 15 miembros de los cuales 5 son potencias con derecho de veto y asiento permanente lo cual ayuda a mantener el sistema creado tras la Segunda Guerra Mundial.
La ONU es una organización teóricamente independiente pero sometida a la presión de estados, otras organizaciones internacionales y grupos lobistas.
Lo cual implica que muchas de sus decisiones estén contaminadas o sean tendenciosas para salvaguardar los intereses de un miembro poderoso del club.
Un ejemplo claro lo tenemos en el caso de Arabia Saudí cuando fue introducida en la lista negra de estados violadores de Derechos Humanos por sus actuaciones en Yemen pero el gobierno de Riad amenazó con retirar fondos destinados a los refugiados en otros contextos y, entonces, la ONU sacó a Arabia Saudí de la lista de estos estados y, además, la introdujo como estado miembro en la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer o como líder del Comité de Derechos Humanos.
Con Israel sucedió algo parecido cuando fue nombrado para presidir un Comité de la ONU de Descolonización.
Estos ejemplos están puestos ahí para conocer la naturaleza arbitraria de esta organización cuya imagen no se corresponde a la realidad ya que, si bien muchas personas tachan a la ONU de anquilosada o lenta esto no es cierto.
La ONU se mueve por su propio interés o por el de estados u organizaciones poderosas que usan Naciones Unidas como agente vehicular, de ahí su rapidez a la hora de actuar en unos conflictos y lentitud, a veces desaparición, en otros casos.
En este momento vamos a retrotraernos a uno de los casos más sangrantes de corrupción dentro de la ONU que implica directamente a la banca internacional, a la industria del petróleo y a Saddam Hussein.
Tras la Guerra del Golfo, Estados Unidos reforzó su poder en Oriente Medio, particularmente en Arabia Saudí, Qatar, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos, potencias emergentes con una gran cantidad de recursos de hidrocarburos y activos financieros. Para acercarse a estos países Estados Unidos sacrificó a su gran aliado árabe de los años ochenta, Saddam Hussein.
Obviamente Irak estaba quebrado después de ocho años de Guerra con Irán, que había vaciado las arcas del estado. Su ambición era conquistar y anexionarse Kuwait, un estado árabe que había sido parte de Irak y que ahora era un emirato independiente rico a todos los niveles.
La conquista implicó el saqueo del oro y las divisas kuwaitíes y dio a Estados Unidos la potestad para, en una campaña de desprestigio que auguraba las futuras guerras mediáticas, machacar la imagen de Saddam Husein y de Irak al mismo tiempo que reconquistaba Kuwait y engañaba, asustando, a Arabia Saudí y los estados del Golfo con una inminente invasión por parte del gobierno de Bagdad.
Estados Unidos venció, Kuwait recuperó su independencia y poderío económico y los países árabes aceptaron la apertura de bases militares, en Bahréin se instauró la quinta flota estadounidense y en Qatar una de las oficinas más importantes de la CIA para Oriente Medio.
Sin embargo Sadam no podía caer, Washington necesitaba un enemigo más cercano a las fronteras del territorio que quería controlar (el Golfo Pérsico), Irán podía aprovechar la situación y penetrar en Irak a través de los chiitas árabes si el Baaz caída (como sucedió en 2004 cuando se creó el gobierno de Iraq tras la Autoridad Provisional de la Coalición). Además en los noventa el clima en Oriente Medio estaba agitado en Palestina y se estaba incrementando el poder del panislamismo yihadista.
Hacía falta mantener un enemigo lo suficientemente débil como para que no hiciera daño en la región pero los suficientemente estable para que pudiera seguir siendo una amenaza.
Tras el fin de la guerra y debido a la violación del Derecho Internacional se inició toda una serie de programas de sanciones económicas que asfixiaron a la población iraquí hasta tal punto que provocó la tercermundialización del país, que antaño había sido próspero y rico.
Aumentó la tasa de enfermedades vinculadas a trastornos carenciales relacionados con la desnutrición, el descenso del nivel de vida provocó un descenso paralelo en la esperanza de vida y un aumento de la mortandad infantil durante el parto y después.
La pobreza provocó que el régimen se ablandara un poco pero sosteniendo el culto a líder y un sistema abiertamente militarista y antiamericano mientras otros países como Siria (baazista aunque enfrentados), Arabia o Jordania copaban el nicho en el comercio de petróleo que había dejado Irak.
Madeleine Albright, una de las impulsoras de estas medidas, declaraba que consideraba que la muerte de niños era un mal aceptable para lograr los objetivos de Estados Unidos.
Por otro lado la presión internacional obligó a crear un programa llamado: “Petróleo por Alimentos“. La ecuación era sencilla, la ONU abría una cuenta bancaria a la que el gobierno iraquí no podía acceder directamente.
En esta misma cuenta, en el banco BNP Paribas, se realizaba el pago del petróleo vendido por el gobierno de Saddam Hussein pero al que el gobierno no tenía acceso directo ya que de ese monto la ONU decomisaba en concepto de pago de indemnización por los daños causados a Kuwait, otra parte para pagar los gastos realizados por la coalición y otros para los gastos de la ONU en Irak.
El resto del dinero sólo podía ser usado para la compra de elementos no sujetos a restricción por parte del bloqueo internacional, esto es, medicinas y alimentos.
Además los compradores del petróleo iraquí no podían ser elegidos por Irak hasta que no tuvieran el beneplácito de la agencia de la ONU para Irak.
El gobierno iraquí se negó al principio pero en 1996, debido a la urgencia de la situación, se plegaron a las exigencias de Occidente. Sin embargo Irak, aparte de vender este petróleo a través de este medio también contrabandeó con él obteniendo ingresos extra que no estaban bajo control.
El escándalo estalló en el año 2004 cuando, en el caótico marco de la postguerra, decenas de miles de documentos de inteligencia quedaron al descubierto y podían ser comprados sin más en bazares de Bagdad o en el mercado negro.
El periódico iraquí Al-Mada publicó una lista con los nombres de 270 ex funcionarios gubernamentales, activistas, periodistas y funcionarios de la ONU de varios países que fueron acusados como sospechosos de haberse beneficiado con las ventas de petróleo iraquí parte del programa.
El escándalo llegó hasta Estados Unidos y el Senado investigó descubriendo que Saddam se había beneficiado del programa y había aumentado su patrimonio en 17.300 millones de dólares de los cuales 13.600 provenían del comercio ilegal de petróleo iraquí.
Paul Volker, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, inició una comisión investigadora de la ONU para esclarecer los hechos.
El informe final fue demoledor: se acusó a casi la mitad de las 4.500 empresas que habían participado del programa de haber recibido sobornos y sobretasas ilegales.
Fue uno de los casos de corrupción más grande de la historia y el más grande que se ha dado dentro de la Organización de las Naciones Unidas. El programa cesó en el año 2003 con la invasión estadounidense. (USA Departament of Defense)
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