El ciclo de crecimiento estadounidense acumulará en 2018 nueve años. Pero la economía necesita al consumo, amenazado por el auge de la desigualdad.
Y aunque los periodos de expansión no mueren de viejos, sí pueden hacerlo por sobrecalentamiento, justo a lo que conduce la reforma fiscal de Donald Trump.
El Producto Interior Bruto (PIB) de la primera economía mundial crece de forma ininterrumpida desde 2009. Es el tercer periodo más largo, cerca del crecimiento de los años 60.
Hasta el arranque de 2018 la complacencia reinaba en el mercado, pero ahora los fantasmas de recesión comienzan a sobrevolar Wall Street.
Cautela en Wall St: el principal indicador de recesión en EEUU sobrevuela 2018
Óscar Giménez
Y esta preocupación llega tras el aumento continuado de la desigualdad, tanto en la burbuja previa a 2008, como en la recesión posterior y en la recuperación actual.
Desde la crisis del petróleo en los años 70 hasta 2015, el 1% más rico de la sociedad norteamericana ha pasado de absorber el 9% de los ingresos hasta el 22%, según un estudio de Emmanuel Saez, profesor de Economía de Berkeley.
Esta tendencia se aceleró desde 2013. En plena recuperación de la peor crisis desde 1929, el 1% más rico incrementó su cuota desde el 20% hasta el 24%, según cálculos de la Reserva Federal (Fed). Janet Yellen, presidenta del banco central hasta hace tres semanas, advirtió en varias ocasiones de que esta desigualdad puede disminuir el gasto de los consumidores.
En el ámbito inversor ha habido críticas a esta tendencia, como la deWarren Buffett, enmarcadas en un perfil más social o de justicia. Pero ahora preocupa el impacto en el crecimiento y que la próxima recesión haga tambalearse al sistema.
“Hay una gran brecha entre los que tienen capital y los que no, lo que crea sensibilidades políticas y sociales”, alerta Ray Dalio, quien encarna el estereotipo de tiburón financiero.
Dalio, que cuenta con una fortuna de 14.000 millones de dólares según Bloomberg, es el fundador y corresponsable del mayor ‘hedge fund’ del mundo, Bridgewater, que recientemente inició un ataque bajista de 22.000 millones de euros en las principales bolsas europeas (más de 1.000 millones contra Santander, BBVA, Telefónica e Iberdrola).
El riesgo de recesión ha aumentado para los próximos 18 o 24 meses. Muchos tienen el foco en 2018, pero hay que pensar en 2019 y 2020
Su premisa es que la economía se encuentra en la fase final del ciclo de crecimiento, con una burbuja de deuda y poco margen de maniobra de los bancos centrales, que aún no han retirado sus estímulos.
“El riesgo de recesión ha aumentado para los próximos 18 o 24 meses. Muchos inversores tienen el foco en un fuerte 2018, pero hay que pensar en 2019 y 2020”, agrega en su LinkedIn.
No es casualidad que los más ricos de Wall Street como Ray Dalio se hayan fijado en la desigualdad tras el mayor ‘crash’ de la bolsa neoyorquina desde 2011.
La Fed elevó su previsión de inflación, dio a entender al mercado un endurecimiento monetario más previsto de lo esperado y saltaron las alarmas sobre un sobrecalentamiento de la economía como etapa final del periodo de crecimiento.
Este mes se ha asentado en el mercado el sentimiento de que Estados Unidos está en la parte final del ciclo de crecimiento.
Así lo advierte el 70% de los 600 gestores que participan en la encuesta mensual de Bank of America Merrill Lynch, el porcentaje más alto desde 2008.
Fuente: BofAML
Por eso preocupa tanto la desigualdad, ya que el consumo representa dos terceras partes del PIB norteamericano.
El tirón del gasto de las familias de clase media es vital para alargar el ciclo.
“La desigualdad de ingresos y el crecimiento están interrelacionados, en el corto plazo por el consumo y en el largo plazo por la productividad”, explica Annalisa Usardi, economista senior de Amundi.
El experto pone el acento en cómo la desigualdad se retroalimenta y disminuye el crecimiento potencial de una economía, ya que los más pobres son “menos propensos a invertir en capital humano (por ejemplo, en educación), limita la movilidad social y dificulta el desarrollo de habilidades”, argumenta Usardi.
Aunque la relación entre crecimiento y desigualdad siempre ha sido objetivo de debate académico, “a nivel global se observa una relación negativa”, confirma un informe de CaixaBank.
Dudas con la reforma fiscal de Trump
La desigualdad también “aumenta la probabilidad de que haya políticas económicas incorrectas por ser populistas”, alerta Roberto Ruiz-Scholtes, economista jefe de UBS para España. Muchos expertos creen que es lo que ha pasado con Trump.
La reforma generará deuda y no crecimiento a largo plazo, según el consenso de economistas de universidades norteamericanas a los que preguntó IGM Forum, el instituto de la Universidad de Chicago.
La reforma fiscal reduce el impuesto de sociedades del 35% al 25% y simplifica los tramos del equivalente al IRPF, lo que beneficia a las rentas altas, aunque también aumenta las deducciones para las más bajas.
Asimismo, premia a las empresas que repatrien sus beneficios, algo que están haciendo en masa.
En primera instancia, también se han beneficiado los trabajadores.
“Ha provocado una oleada de generosidad de los directivos americanos con subidas de salarios, especialmente los mínimos y primas excepcionales”, señala Olivier de Berranger, director de inversiones de La Financiére de l’Echiquier.
El repunte de la inflación apunta a un sobrecalentamiento o, lo que es lo mismo un crecimiento real del PIB por encima del potencial
Son efectos de corto plazo. “La reforma fiscal beneficia a los accionistas y deja de lado a las clases medias, que tienen una mayor propensión marginal al consumo”, arguye Ruiz-Scholtes.
“Con la reforma, hemos subido la previsión de crecimiento del 2,3% al 3% [frente al 2,7% del consenso de Bloomberg] con la reforma para 2019, pero aumenta el riesgo de que el ciclo se acabe en 2020”, agrega.
La mayoría de casas de inversión se ha agolpado a la revisión al alza de las proyecciones de crecimiento a corto plazo.
Asimismo, el mercado apunta a tasas de paro inferiores al 4% este año. La probabilidad que asigna a la recesión de forma inmediata es del 15%. Otra cosa es lo que ocurra en el medio plazo. Hay varias señales que asustan.
Por ejemplo, el aplanamiento de la curva de tipos de la deuda pública, ya que cada vez que el interés del bono a 2 años ha superado al de 10 años la economía ha entrado en recesión.
Por otro lado, el repunte de la inflación apunta a un sobrecalentamiento o, lo que es lo mismo un crecimiento real del PIB por encima del potencial (output gap o expansión sin presiones inflacionistas). Cuando este ocurre, suben los precios y se hace insostenible el crecimiento.
“La inflación se ha mantenido relativamente controlada, aunque es posible que aumente hacia finales de año debido al incremento de los salarios”, anticipan en Capital Group.
La Fed aumentó su previsión de inflación al 2% en la despedida de Janet Yellen, antes de recibir a Jerome Powell.
Precisamente este es su objetivo, aunque lo que ha asustado al mercado es que se vaya más arriba, como espera el consenso para los próximos dos años. También cuenta con la respuesta del banco central, ya que Wall Street cree queacabará 2019 con los tipos en el 3% después de entre seis y ocho subidas, y el balance en 3 billones de dólares, uno menos que ahora.
Evolución de la ratio deuda sobre PIB en EEUU
Así, si los peores augurios se cumplen en 2020, año al que apuntan como posible final de ciclo algunos expertos, la Fed llegará con margen de maniobra, al contrario que el Banco Central Europeo (BCE) si hay un efecto contagio. Tampoco tendrá mucha capacidad de actuación la Casa Blanca.
El mercado proyecta un déficit público del 4% anual entre 2018 y 2020, lo que disparará la deuda por encima del 80% del PIB, máximos desde los años 40. Si la economía entra en recesión, Trump tendrá las manos atadas.
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