Ha habido algunos inventos italianos increíbles a lo largo de los siglos: el teléfono, el periódico, la pistola, la radio, la bolsa, la autopista. Y quién podría pasar por alto esos elementos básicos de la vida moderna, los vaqueros o la pizza. Pocos países más han contribuido tanto a crear el mundo en el que vivimos.
Ahora mismo, Italia podría estar a un paso de otra gran innovación. Una moneda paralela que funcionara al tiempo que el euro. Ya tenía el apoyo del ex primer ministro Silvio Berlusconi, y los partidos que la respaldan están ganando terreno sin cesar en los sondeos. ¿Podría funcionar?
La clase económica dirigente establecida sin duda menospreciará la idea. Y sin embargo, en realidad, una moneda paralela podría proporcionar una elegante salida del euro, manteniendo algunas de las ventajas de la moneda única, al tiempo que libera al país de una recesión interminable.
Si alguna vez se lleva a la práctica, Italia podría volverse rápidamente una de las economías más atractivas del mundo.
Es difícil encontrar palabras para describir el experimento italiano de fusionar su moneda con Alemania, Francia y el resto de la eurozona que no sean 'fracaso total'.
Desde que adoptó el euro, la tasa de crecimiento media de Italia ha sido cero, según los cálculos del Instituto Bruegel. Lo está leyendo bien. Absolutamente nada, en casi dos décadas.
En comparación, España ha logrado un 1,08%, Francia un 0,84% y Alemania un 1,25%.
La tasa de desempleo está en un abrumador 11%, el más grande de las tres mayores economías de Europa, y el desempleo juvenil está en un aterrador 35%.
La ratio deuda/PIB ha subido hasta un mareante 132% del PIB, no porque el Gobierno sea especialmente extravagante, sino porque eso es lo que ocurre en una economía de crecimiento cero. Su sistema bancario está cerca del colapso, y las tasas de pobreza se están disparando.
Sería difícil encontrar un expediente más condenatorio
Es cierto que la economía del país tiene un aspecto algo mejor este año. El crecimiento ha repuntado hacia el 1% este año, y el mercado bursátil ha dado saltos ante las perspectivas.
Pero un solo punto porcentual tras años de recesión, y con la ayuda de más de 2 billones de euros de dinero impreso del BCE, es difícilmente algo que celebrar.
La perspectiva a largo plazo sigue siendo sombría.
En segundo plano, Italia está empezando a tener un fascinante debate, no sobre salir del euro, sino sobre introducir una moneda paralela.
Su principal impulsor es el ex primer ministro Silvio Berlusconi que, pese a haber sufrido casi tantos reveses como Donald Trump, sigue resurgiendo.
En una entrevista con Libero Quotidiano, defendió tener una moneda paralela funcionando al tiempo que el euro, lo cual, desde su punto de vista, sería completamente consistente con los tratados existentes de la UE y la eurozona.
Empresas y consumidores, y por supuesto el Gobierno, podrían entonces elegir con qué moneda hacer negocios.
Como apunta Berlusconi, no está muy lejos de la idea de la Liga Norte de una minimoneda dentro de una divisa que se usaría entonces para pagar facturas de la Administración, ayudas estatales, etc.
Si se suman el partido de centroderecha de Berlusconi y la Liga Norte, según las encuestas tienen el 30% del voto.
Dado que el Movimiento 5 Estrellas también es hostil al euro, está lejos de ser imposible que Italia pudiera probar una nueva clase de moneda en los próximos años.
Italia no es el primer país que juega con la idea.
El radical ministro de economía griego Yanis Varoufakis soltó la idea de que el país tuviera una moneda separada al tiempo que el euro, allá por 2015.
¿Pero podría funcionar en la práctica?
La mayoría de economistas sostendrían probablemente que no. Nadie querría aceptar los nuevos billetes y monedas.
No habría nadie con quien comerciar, y su valor se hundiría como una piedra, haciéndola aún menos atractiva.
No habría banco central para gestionarla, y puede que los bancos ni siquiera estuvieran dispuestos a aceptar depósitos en la nueva unidad.
Bien podría volverse irrelevante muy rápidamente.
Todas son objeciones válidas. Y sin embargo está lejos de ser una idea ridícula.
Si estuviera apoyada por el Gobierno, tendría una presencia y credibilidad inmediatas: dado que el Estado italiano aporta el 40% del PIB, cerca de la mitad de la economía estaría operando con la nueva unidad monetaria desde el día uno.
Asumiendo que se devaluara drásticamente respecto al euro, y asumiendo que la mayoría de salarios se pagaran en la nueva unidad, habría una devaluación competitiva inmediata respecto al resto de la eurozona.
Los precios se fijarían probablemente en ambas monedas, como ocurre en las regiones fronterizas, provocando efectos inflacionistas en la nueva moneda.
Pero muy rápidamente eso podría asentarse.
La devaluación podría recuperar la competitividad, y poner la economía en crecimiento de nuevo.
Las grandes compañías podrían seguir usando el euro a nivel interno, así como los mercados financieros. Pero bien podría desvanecerse gradualmente de la vida cotidiana de Italia.
El país no tiene por qué tener un desastre económico. Entre 1961 y 1980, su economía creció a una tasa media del 4,16%, ligeramente por detrás de España y significativamente más rápido que Francia o Alemania.
En realidad, se ha frenado en los últimos 17 años por la decisión de cambiar a una moneda dominada por Alemania para la que no estaba preparada y a la que nunca se ha adaptado satisfactoriamente. Una vez se tomó la decisión, era difícil encontrar una marcha atrás. Difícil pero no imposible.
Una moneda paralela sería una ingeniosa vía de escape. Puede pasar o no, y no conviene apostar a que existará pronto.
De ocurrir, el contenido dinamismo italiano podría desatarse muy rápidamente y a la primera señal de que la moneda se lanzara, los inversores inteligentes deberían comprar tan rápido como pudieran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario