Salirse de la Unión Europea suena fuerte. Lo es. Pertenecer a ella es un dogma, pero dada la situación de inestabilidad y de crisis que sufrimos, conviene plantearse también los dogmas.
Quizás sean estos los que nos atenazan y no nos dejan evolucionar como debemos.
España entró en la Unión Económica Europea, luego rebautizada como Unión Europea por esas cosas del marketing y de que la gente sólo lee los titulares, en 1986 de la mano de Portugal.
La entrada en este selecto club de países fue todo un hito.
Por fin nos tomarían en serio en todo el mundo, por fin dejaríamos de ser un país conocido por su alta tasa de paro, por la corrupción, por ciertas hazañas deportivas, el flamenco, los toros y las vacaciones al solecito regadas con sangría en cantidades industriales.
Es curioso como parece que estamos mirando la misma foto, pero con más megapixeles 25 años después.
Han pasado más de cuarto de siglo de ese hito histórico y nuestra presencia en la UE, a día de hoy se puede reducir a que debido al cambio de moneda es más fácil entender si es mucho o poco dinero cuando en una película americana quieren robar un casino y salen a 50,000 dólares por cabeza.
Hemos absorbido una gran cantidad de dinero para crear infraestructuras que nos permitieran pasar del tercer mundo al primero, y durante un tiempo casi lo parecía. Pero no ha sido así, porque lo que habría que haber reestructurado es la cabeza de los españoles, cosa que no ha sido ni tan siquiera intentada.
Hemos perdido la ganadería, buena parte de la industria agropecuaria, la pesca y necesitamos pedir permiso a Bruselas para ir al servicio.
Quizás sea el momento de plantearse si merece la pena seguir en la UE, siendo un juguete que se rescate o no se rescate, está en manos de especuladores y seguir a nuestro aire.
De todos modos la UE no es un club idílico al que todos quieren pertenecer.
De hecho Suiza y Noruega ya expresaron su reticencia a ingresar en la unión europea y dejar de vivir bien. Y aunque no lo hayan dicho, que les pregunte a otros estados europeos como Vaticano, Mónaco o Liechtenstein.
No mejor no preguntarles, porque les puede dar un ataque de risa. Además para los potentados europeos perder paraísos fiscales tan cerca de casa tiene que ser una tragedia.
Groenlandia ya hizo en su día un referéndum para decir en 1985 que la unión europea se queda para los que quieran estar jodidos, que ellos para estar encabronados no necesitan escuchar noticias de Bruselas, que para eso ya tienen un clima gélido. Así pues, no seríamos los primeros en abandonar la UE.
La situación de algunos países de la unión europea es mala, tan mala como antes de entrar en la misma.
A primera vista parece que el hecho de haber entrado a formar parte de la UE no ha beneficiado en nada a los países miembros.
Pero no es cierto, lo que sucede es que no ha beneficiado a los ciudadanos, que cada día viven peor, han perdido poder adquisitivo y sus derechos se ven recortados día a día para conseguir que los tecnócratas consigan ser más eficientes para los dueños de los mercados.
Es hora de irse de la Unión Europea, el pacto del euro es un insulto a la ciudadanía, pero no menos grande que la constitución europea que en su momento no salió adelante, a pesar de la gran campaña mediática que hubo a su favor.
Parece que no fui el único que se leyó esa aberración legislativa (en Europa, me refiero porque en España fueron a votar sin habérsela leído, como borreguitos al matadero) que abogaba por una Unión Europea en manos de las empresas en las que los ciudadanos pintaban menos que un anoréxico en una fiesta de vampiros.
De hecho el actual Tratado de la Unión Europea, rebautizado nuevamente por el marketing como Constitución Europea, fue firmado sólo por los jefes de gobierno de los estados, sin el respaldo de los ciudadanos que les eligieron, ni los que no los eligieron. (Nótese que para estos menesteres los jefes de estado no entran en juego).
Señores de la Unión Europea, que les den mucho por donde amargan los pepinos alemanes.
Vengan cuando quieran con sus divisas, ya sean euros, dólares, yuanes, o las monedas que se inventen.
Aquí volveremos a tener una moneda propia a la que podríamos llamar duro y que tendría un valor inicial de 5 euros, para a continuación depreciarla todo lo posible para conseguir ser los más pringados del continente, pero viviendo como nos gusta vivir a nosotros, en lugar de como nos dicten desde Bruselas.
Es preferible irse de un sitio antes de que lo echen como a Grecia (moralmente la han echado, pero a los mercados no les interesa desmantelar la casa de apuestas en la que se ha convertido la economía griega).
Aunque me encanta ver cómo no tienen narices a echar a Grecia del euro, a pesar del dinero que van a tener que soltar, con tal de evitar un desastre enorme, un apocalipsis financiero…que sólo afectará a los especuladores.
Si no les afectara a ellos no habrían dudado ni un segundo colgar el cartelito de se “regalan Dracmas, en el Pireo”, y dejar a los helenos abandonados a su suerte por “el bien europeo común”.
Dejen ya de amenazar con costosos rescates para los bancos frango-germanos, si van a echar a Grecia del euro o no la van a echar, que si luego harían lo mismo con otros países o no lo harán.
Abandonemos el barco
antes de que nos hundamos con él.
Abandonemos la UE como las ratas, que tendrán toda la mala fama que quieran ponerles; pero es mucho mejor tener mala fama estando vivo, porque la buena fama no resucita muertos financieros.
Vayámonos cuanto antes de la Unión Europea y recoloquemos a los diputados europeos como agentes de aduanas en los pirineos: cobrarán menos y trabajarán más que ahora.
Pero esta vez que sea cada autonomía en referéndum la que elija si quiere seguir siendo europea o prefiere ser ibérica, como el buen jamón.
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