Por Guadi Calvo
En septiembre último la Unión Europea (UE) reconoció que sus andanzas en África y Medio Oriente no estaban dando los resultados que ella, junto a los Estados Unidos, había soñado.
La Primavera Árabe, esa “maravillosa” iniciativa que llevaría “democracia” y “libertad”, solo generó muertos y amontonó a varios millones de refugiados en las fronteras europeas.
De allí en más, los 28 estados miembros de UE han realizado 4 consejos y varias cumbres extraordinarias sobre la ardiente cuestión inmigratoria y de todo solo emergió un ganador: Turquía, que se ha erigido en el gran extorsionador en ese trágico juego.
Formalmente todo concluyó en juramentos de amor, grandes compromisos y otras yerbas poco creíbles, pero la cuestión de fondo se sigue agravando.
Las condiciones que cientos de miles de refugiados están viviendo en Europa ofenden a la condición humana y dejan bien en claro que la construcción mediática de una Europa moderna y democrática era solo eso una construcción mediática, una gran mentira.
Las reuniones, los estrechones de manos, las sonrisas, las caras austeras y los miles de millones de euros que Turquía se llevó por convertirse en agente fronterizo han fracasado y la propia unidad de Europa ha empezado a zozobrar, aunque todavía tiene vida, cosa que han perdido ya cerca de 10.000 personas desde 2014 a lo que va de este año.
Los intentos de la canciller alemana Ángela Merkel por distribuir con razonabilidad teutona a los refugiados quedaron en la historia.
La crisis económica europea sigue siendo lo suficientemente grave como para que cualquier político arriesgue su carrera por actuar con responsabilidad, ya olvidemos la obsolescencia de la fraternidad, palabreja que algunos tendrían que comenzar por borrar de sus enseñas nacionales.
El número de refugiados hacinados en la frontera greco-macedonia se ha duplicado, lo que aumenta también la angustia y la desesperación entre ellos.
El cierre de la frontera en Macedonia es solo un caso más de los que a tontas y locas se están produciendo espasmódicamente por toda Europa. Este tapón significara que los 70.000 refugiados que se estiman hoy en Grecia quedarán allí varados sin otro destino que el de la espera.
Grecia, es sabido, no tiene posibilidad material de resolver la la vida a nadie, empezando por los propios griegos; qué será de estas 70.000 almas que se arrumban en campos como los de Idomeni, donde ya hay cerca de 12.000 refugiados (2500 niños), no solo sirios, sino también iraquíes, afganos, pakistaníes e incluso africanos.
No hay que ser un físico como para saber qué pasa cuando a un tanque se le mete más contenido de lo que le cabe y que los resultados pueden ser catastróficos si ese contenido es inflamable.
El lunes 29 de febrero hubo una muestra cuando un grupo de refugiados derribó un sector de la valla fronteriza entre Grecia y Macedonia, lo que habilitó a la policía a reprimir con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras.
En Atenas los centros de acogida están repletos, como las zonas periféricas del puerto del Pireo donde quedan muchos de los recién llegados en alguno de los dos transbordadores destinados al trasporte de los refugiados que llegan a islas como la de Lesbos, el punto de arribo de los refugiados que parten desde Turquía.
El Gobierno ha pedido a las municipalidades que habiliten centros de acogida provisorios para superar la emergencia que se estima se agravará en las próximas semanas, al mismo tiempo que el clima comience a mejorar.
Dos puntas tiene el camino
Si bien la crisis en la frontera de Grecia con Macedonia es un nuevo y difícil escollo para los refugiados que hasta hace apenas un mes cruzaban con cierta liviandad buscando los países blancos de Europa, como Austria, Alemania o Suecia, en el norte de Francia al borde del Eurotúnel que une la localidad francesa de Calais con Folkestone en Inglaterra se generó otro cuello de botella.
En las cercanías de Calais comenzaron a formarse campamentos de refugiados que querían tener la oportunidad de cruzar en canal de alguna manera.
Los campamentos crecieron improvisados miserables, sin ninguna condición de salubridad, crecieron tanto que hasta les pusieron nombre como el de “La Jungla”, debido a la obstinación británica de no recibir refugiados frente a la crisis. Mientras, Francia, que dejó hacer desde un principio esperando como un refugiado más que David Cameron se condoliera.
En las últimas semanas François Hollande descubrió que los ingleses no son muy de cambiar tradiciones y antes que la situación estallara decidió con topadoras poner fin la espera de los refugiados y de alguna manera diseminarlos por la región para que se los vea menos.
El desmantelamiento de las carpas fue a fuerza de derribos e incendios que no dejaron de producir serios disturbios.
Según las fuentes, son entre 7.000 y 10.000 refugiados los que allí se encontraban, hoy muchos de ellos han desaparecido seguramente huyendo para no caer bajo en control de las autoridades que nada bueno tienen preparado para ellos.
La crisis no solo ha dejado al desnudo las miserias de los gobiernos europeos, el egoísmo contumaz de sus políticas, burlándose de todo lo que pregonaron desde la segunda guerra hasta ahora, claro olvidando Indochina, Argelia, Medio Oriente, Malvinas entre otras pavadas.
La crisis de los refugiados ha dado la gran oportunidad a neonazis como el primer ministro húngaro Viktor Orban y centenares de partidos y pequeñas organizaciones de ultraderecha del continente de exaltar los ánimos y promover acciones abiertamente racistas.
Mostrando que ya no solo son grupitos de exaltados sino un número considerable dispuesto a incendiar nuevamente la historia.
Hasta ahora la UE solo ha tenido un plan, el de pagar a Erdogán, el patrón de Turquía, para que de algún modo detenga a los refugiados en su territorio, el algún modo es claro: “de algún modo”.
En el último acto extorsivo, cuando se creía que alguna cosa más había imaginado, Europa volvió a caer en la trampa turca y ahora los 1.500 millones de euros que eran hace unos meses a partir del último domingo serian 6.000 los millones.
Además, desembozadamente, ya se habla de deportaciones a Turquía que ya tiene cerca de 3 millones de refugiados en su territorio, pero bueno, Erdogan sabe manejar la situación como siempre lo hace barriendo los problemas bajo la alfombra o bajo la tierra que es más o menos lo mismo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
elzaperocodelarealidad.wordpress.com
Por Guadi Calvo
Ni la pregunta y mucho menos la respuesta tienen alguna importancia, pero quizás como mera curiosidad surge la reflexión: “¿Alguna vez Europa se repondrá moralmente de la solución que ha encontrado a la cuestión de los refugiados?
Ya sabemos, la historia es generosa y según se ve olvidadiza.
Si Europa no logra reponerse hará como hizo con la República Española a la que regaló un tirano durante 40 años que alejó el fantasma rojo de la península.
O cuando apostó a Hitler, quien parecía ser el hombre indicado para terminar con la peste comunista que soplaba del oeste o más lo que hizo en los Balcanes apenas ayer.
Sin que ninguno de los políticos europeos haya entonado un mea culpaacerca de su responsabilidades con los millones de personas de África y Medio Oriente, solo en lo que va de este siglo han debido abandonar sus vidas, sus casas y sus historias a causa de las patológicas políticas de saqueo, por parte de ellos y su gran socio norteamericano.
Desde la medianoche del domingo 20 de marzo los 28 jefes de Estado que componen la UE han decidido cerrar las puertas a todos los “migrantes irregulares” tras acordar en Bruselas el viernes 18 el muy demorado arreglo con Turquía, que una vez más se compromete a recibir a todos los seres humanos que la UE le envíe desde Grecia a partir de ahora.
Las ultraderechas europeas como Víktor Orbán, el Primer Ministro húngaro o Jaroslaw Kaczynski, el hombre fuerte de Polonia, han impuesto sus principios; Ángela Merkel, la canciller alemana, Donald Tusk el ex primer ministro de Polonia y actual presidente del Consejo Europeo y el luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, han cedido una vez más a las imposiciones de Ankara y han debido bajar, honorablemente, la cabeza frente al Primer Ministro de Turquía Ahmet Davutoğlu.
Ahora los refugiados sirios, iraquíes y afganos saben que si no logran todos los “requisitos legales” para entrar a Europa apenas se los encuentren ilegales en Grecia serán devueltos a Turquía de manera sumaria y los miles de euros que han debido invertir para la aventura habrán naufragado en el Egeo como muchos de sus compatriotas.
Además se les agrega un último castigo, quien sea deportado irremediablemente su nombre pasará a ser el último en la lista de los que pretenden instalarse en Europa.
Obviamente el acuerdo cumple con todas las leyes europeas e internacionales sin faltar ninguna: “cada migrante será tratado de forma individual con todo el respeto y dignidad”, ha declarado Tusk, tal cual han tratado las tropas de la OTAN a los prisioneros que han masacrado en prisiones de Afganistán e Irak o a los miles de civiles que se convirtieron en “daños colaterales” por donde las tropas occidentales han pasado.
Mariano Rajoy, el jefe del Gobierno español, ha regurgitado: “Hemos logrado un acuerdo razonable conforme a la legalidad y que pretende dar una respuesta eficaz al drama actual de los refugiados”, batiendo así una vez más sus propios récords olímpicos de hipocresía.
El acuerdo “temporal y extraordinario” no alcanza precisar las condiciones vitales en las que los refugiados deberán esperar a que sus peticiones se resuelva.
El proceso burocrático parecería estar negociando la importación de café en vez del destino de los casi 4 millones de seres humanos que acarician la loca pretensión de tener una vida mientras aguardan en Turquía.
Un minué sobre el Bósforo
El agitado, demorado y publicitado acuerdo entre la UE y Turquía, si bien en los papeles parecería en orden, tiene un cantidad de requisitos burocráticos y materiales que lo hacen extremadamente complejo de llevar a cabo y en un tiempo más o menos inmediato.
Por lo que la fecha del 20 de marzo solo marca el inicio de un largo y engorroso minué que tendrán que bailar los refugiados sobre el Bósforo, el estrecho que separa la Turquía europea de la asiática.
En la sociedad contemporánea todo es plata y de ello se trata fundamentalmente este acuerdo. Turquía, por fin, ha podido destrabar los 3.000 millones de euros que esperaba desde noviembre por parte de la UE, el dinero comenzará a llegar de manera inmediata para paliar las primeras necesidad de Recep Erdogan, el presidente turco, para contener a los refugiados.
Se sabe que solo el 10 % de los 2.700.000 sirios que han llegado a Turquía desde el comienzo del conflicto viven en campos de acogida, el resto se ha desperdigado por el país intentando hacer su vida mientras conseguían la forma de llegar a Europa.
A partir de 2018 Erdogan contará con otros 3.000 millones de euros para seguir sustentando a los refugiados.
Ankara espera también resolver en estas negociaciones la supresión de los visados para sus ciudadanos que quieran viajar a Europa y aspira además a abrir las negociaciones hasta ahora descartadas para el ingreso turco a la UE, lo que daría a Erdogan el aire que está necesitado desesperadamente para mantenerse en el poder tras innumerables acusaciones de corrupción, represión y violaciones de los derechos humanos.
Turquía en los acuerdos se compromete a combatir el tráfico de personas, impedir la salida de refugiados desde sus territorios y a readmitirlos, garantizando su “protección total” a los refugiados que les sean devueltos.
Por su parte, para establecer un punto de partida concreto, Grecia, que se encuentra desbordada por la presencia de refugiados en su territorio, ya que las restricciones impuestas por Macedonia ha impedido el flujo hacia el norte y han quedado varados en el país heleno cerca de 100.000 refugiados, deberá “limpiar” islas como la de Lesbos y otras próximas de migrantes ilegales para que de aquí en más sean individualizados los que tendrán que retornar a Turquía de producirse algún nuevo arribo.
En 2015 más de 885.000 refugiados llegaron de manera irregular a Grecia, de ellos 876.000 lo hicieron desde Turquía.
El acuerdo se centra fundamentalmente en los euros que Bruselas desembolsará, que son muchos, y más en tiempos de crisis, y la capacidad política de Erdogan para sustentar el acuerdo.
Europa ha mirado al costado respecto a las denuncias rusas sobre el negociado petrolero que la familia Erdogan ha desarrollado con los líderes del Estado Islámico, de lo que ya hemos dado cuenta en estas páginas.
Quizás una devolución de gentilezas por el silencio que Erdogan guarda, ya que él fue un factor clave para cubrir el apoyo europeo a las fuerzas que operaron y operan contra Siria, por lo que a nadie le sirve hacer demasiada memoria ni mostrar demasiados pruritos.
La reciente ola de atentados que se han producido en territorio turco como el último producido el sábado 19 en Estambul, que dejó 5 muertos y 35 heridos según fuentes oficiales, sería obra de un suicida del Estado Islámico, podría ser producto de una campaña publicitaria de Erdogan para demostrar cuánto se sacrifica Turquía por Europa y los refugiados.
Por siniestra que pudiera parecer la especulación, nada se debe descartar cuando quienes de la hipocresía han hecho una forma de vida tienen el poder.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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