Hacia la subversión
La izquierda debería plantearse una estrategia revolucionaria que fuera más allá de la “lucha contra la manipulación y por la libertad de prensa”.
Estos objetivos son de una ingenuidad, de una candidez asombrosa. No posibilita ninguna fuerza impulsora y tiene un carácter obviamente defensivo. Se trata, como puede verse, de pedirle al capitalista que juegue limpio.
Parece ignorar la funcionalidad que cumplen los medios de comunicación de masas como aparato ideológico del Estado capitalista, y que estos objetivos son una invención de la clase dominante y por lo tanto asimilados por esta sin ninguna distorsión.
Los monopolios de la comunicación en nuestro país, perfectamente centralizados, han entendido –lo han entendido siempre– que ante la nueva situación política las necesidades objetivas del público receptor exigen una adecuación de sus órganos de comunicación.
Este dato lo revela cualquier método de prospección de mercado.
La libertad de prensa en una sociedad como la nuestra es para el capitalismo una premisa imprescindible para dar credibilidad a las masas de que el capitalismo se transforma, de que juega limpio, y que va a garantizar las libertades fundamentales del individuo.
No es por casualidad que en muchas campañas electorales la derecha recurre a la libertad de prensa como eje central de su propaganda.
Lo más grave es que muchos profesionales de la comunicación creen todavía que la prensa es el cuarto poder, y olvidan con asombrosa frecuencia que no hay ningún poder en los medios de comunicación mientras éstos se sujeten a la restricción de la burguesía.
El propietario-editor del periódico Washington Daily News, Louis Molle, fue quien hizo suya la máxima: “la libertad de prensa es la propiedad”.
Porque es la propiedad quien posee los medios técnicos y financieros para ello. “La libertad de opción para las masas ha sido siempre una ficción, dado que desde un principio se les ha alejado sistemáticamente de los medios de producción, principalmente de la prensa y en consecuencia de la opinión pública liberal”.
Situar, por tanto, como eje de la intervención política esta cuestión no es clarificar y mucho menos sistematizar una metodología capaz de ofrecer ni un solo elemento dinámico, ya que es en esencia una lucha defensiva repleta de sometimiento y resignación…
Esto es así hasta el punto de que para muchas formaciones de izquierda, esta lucha se sitúa como un “conflicto de intereses especiales, enmarcándolos en el terreno de los simples enfrentamientos laborales: director/redactor, monopolio/empresa, empresa capitalista/privada, monopolio/descentralización, etc. Y si bien esas contradicciones son objetivas, no dejan de ser excesivamente cortas, y lamentablemente no evolucionan hacia discusiones que cuestionen por un lado la estructura misma de los medios, y por otro la aplicación de los mismos hacia auténticas formas de comunicación.
Desde luego de nada nos sirve el simplismo etapista que con la máxima “estas contradicciones se resolverán en un marco de sociedad socialista” encubren estas mismas limitaciones.
La izquierda, ante un hipotético cambio político de signo socialista, no sabría modificar la utilización de los medios.
Esto que digo encuentra su concreción en un hecho que hemos podido constatar en las pasadas elecciones: la izquierda no ha modificado en absoluto el tipo de mensaje político en su propaganda electoral. Se ha limitado, salvo honrosas excepciones, a plagiar y en muchos casos torpemente, los mensajes autoritarios y personalistas de la más pura ortodoxia capitalista.
Algunas experiencias de intervención
Cuando digo que la izquierda debe abrir un debate sobre el papel de los medios de comunicación en la lucha de clases, lo digo convencido de que la derecha ha llevado siempre la iniciativa en este campo.
Para justificar esta impotencia comunistas y socialistas recurren al argumento de que “sólo modificando la correlación de fuerzas políticas es posible modificar a su vez el papel alienante de los medios”.
Sin entender que este análisis no solo suprime la capacidad movilizadora de éstos, sino que los relega a un plano pasivo y secundario.
De lo que se trata es de buscar la potencialidad revolucionaria de los medios en su grado tecnológico actual. De aplicar su avance electrónico de una forma consecuente en la lucha de clases. Cualquier estrategia revolucionaria, por tanto, debe partir de este nivel de desarrollo electrónico.
La pereza de la izquierda hacia una comprensión mayor de esto que señalo no está justificada desde el punto de vista “técnico”. “La técnica electrónica en los medios de comunicación de masas no conoce ninguna contradicción de principio entre el transmisor y receptor.
Por lo tanto la transformación de un medio de distribución a comunicación no ofrece ningún problema de índole ténica”1.
El poder movilizador de los medios electrónicos es, precisamente, su secreto evidente, el factor político decisivo que suprimido una veces, fragmentado otras, está esperando todavía que suene su hora.
Los Tupamaros en Uruguay demostraron al mundo las posibilidades directamente movilizadoras de los medios allí donde se usan de un modo conscientemente subversivo.
En su praxis revolucionaria ellos dieron suma importancia a las acciones consistentes en la ocupación de emisoras de radio, locales de cine, etc. Los mensajes emitidos a través de la radio –a veces por espacio de dos horas–, significaban una audición masificada.
Dos personas bastaban para emitir un mensaje que de utilizar los procedimientos clásicos de la imprenta hubiera sido algo más que inviable.
En la capital, los guerrilleros asimilaron todas las técnicas en el campo de la electrónica, no tan sólo las relativas a la comunicación, sino que utilizaron su desarrollo en los sistemas de seguridad para protegerse de la represión policíaca.
Esto hasta el punto de colapsar la dictadura de Bordaberri y erigirse en un doble poder frente al sistema. Las salas de proyecciones se convirtieron por espacio de dos años en centros de agitación permanente, al irrumpir en la cabina de proyección y exhibir sus filmaciones al auditorio.
El caso de Radio Renascença en Portugal
Radio Renascença es una red de emisoras distribuidas por todo el territorio nacional y dependiente del Episcopado de la Región de Oporto. Con algunas modificaciones sigue siendo el portavoz de la iglesia más conservadora del país.
El Cardenal Francisco da Silva era en los dos primeros años del Golpe “libertador” el hombre bajo cuya responsabilidad “ideológica” se hallaba la emisora. Es conocida la filiación política del Cardenal con grupos ligados a la extrema derecha portuguesa.
Los trabajadores de la emisora en Lisboa, tras una asamblea deciden controlar las emisiones y programas de Renascença. Comunican al Episcopado de Lisboa que desde aquel día (17 de Julio), la emisora quedaba en poder de los trabajadores, así como todas las dependencias anexas a la misma.
“Los medios de comunicación –decía la nota distribuida por los trabajadores– no pueden estar al servicio de la Jerarquía de la Iglesia, especialmente cuando ésta ha tomado una clara posición contra los intereses revolucionarios del pueblo (…) para nosotros supone una contradicción trabajar en un medio cuyo objetivo es frenar las conquistas de la clase trabajadora…”
Los trabajadores de la emisora crearon un poder incuestionable que circulaba por las ondas y llegaba a toda la región de Lisboa. Supieron organizar y estabilizar una programación que era sistematizada por el ordenador de la emisora.
Las Comisiones de Moradores (Asociaciones de Vecinos), y los Comités de fábrica elaboraban conjuntamente la información y emitían tres programas alternativos. Toda la tecnología y todo el desarrollo electrónico de los distintos aparatos fueron utilizados consecuentemente sin ninguna fascinación.
Supieron entender –pienso yo– la contradicción entre la actual constitución del medio y su potencial revolucionario.
La autogestión de la emisora fue total, desde la recepción de la información a la programación y emisión hasta la distribución. Se crearon organismos auxiliares formados por delegados elegidos en las fábricas y en los barrios.
Se trasladaron equipos móviles a los centros neurálgicos de Lisboa, descentralizando incluso la recepción de la información.
Sin embargo, la izquierda socialista, forzada tal vez por el sector más moderado del M.F.A., y el Partido de Alvaro Cunhal vieron aquí un contrapoder no tan sólo frente a la Iglesia conservadora, sino también frente a las lagunas de su propia prensa, de sus medios… tales resistencias se incrementan por una serie de factores culturales, que en su mayoría actúan de forma inconsciente y que solo pueden tener una explicación racional si acudimos a la historia social de los actuales movimientos de izquierda.
Esto es, a su trasfondo de clase burguesa.
A menudo parece que los medios son considerados como amenazadora supremacía, debido precisamente a sus posibilidades progresivas; debido a que, por primera vez, ponen radicalmente en entredicho la cultura burguesa…
La identificación de los sectores populares en Portugal con la ocupación fue evidente. Un dato publicado por la revista Tecnología (19 de Septiembre de 1976), es más que asombroso.
En los días que transcurrieron del 17 de Julio hasta el 30 de Agosto, se vendieron en la región de Lisboa más transistores que en los 19 meses de la llamada “revolución de los claveles”.
Una emisora que emitía los programas religiosos, los cánticos litúrgicos de la iglesia más conservadora, se convirtió gracias a la organización interior en un aparato de agitación, de propaganda, de subversión…
El poder llegó a ser tan real en la ocupación que tras diversos intentos frustrados de represión por parte de los militares, Radio Renascença, “la voz de la clase operaria”, fue dinamitada por un grupo de paracaidistas.
El ejército libertador había comprendido el poder movilizador de los medios de comunicación. Y por lo visto no podía tolerar que la experiencia se extendiera a los demás medios.
Recuérdese que el diario República estaba también bajo control de los trabajadores. Se costeaban ellos todo el proceso de fabricación y edición del mismo. Radio Renascença y República no tan solo cuestionaban, como decía antes, el poder militar –de uno u otro signo–, sino que evidenciaba la naturaleza reformista, la profunda burocratización de la izquierda mayoritaria portuguesa.
La ocupación del Rectorado de la Universidad Autónoma de Barcelona o la razón de Enzensberger
Durante los hechos de Euskadi, que costaron cinco nuevas víctimas, los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Información deciden ocupar el Rectorado. Esta decisión tiene dos objetivos: protestar por estos cinco asesinatos, y llevar a cabo una labor de contrainformación que paliara en alguna medida los efectos desastrosos que la “gran prensa” estaba haciendo esos días con la información.
Los estudiantes demostraron aquí una nueva dimensión de la comunicación, que viene a fortalecer sin duda el argumento de Magnus Enzensberger (en el grado electrónico de los medios está el poder revolucionario).
Su teoría, que intentó demostrar como válida en los anteriores ejemplos de Portugal, se concreta con la ocupación del Rectorado. Aquí aún por sectorial y periférica que se quiera, la tecnología de la comunicación de la Universidad actuó como un boomerang contra las propias clases poseedoras de los medios.
Los medios de comunicación (telex, imprenta y central telefónica) son ocupados por un centenar de estudiantes. A partir de un edificio inaccesible concebido con un aparato de “gestión administrativa” de burocratización del sistema y que en la mayoría de los casos tiene una utilización represiva, se convierte gracias a la alteración de su función “normalizadora”, en un gigantesco aparato de agitación y subversión. Los medios de comunicaciones conectados a los centros de poder de decisión política y administrativa (Ministerio de Educación y Ciencia,
Gobierno Civil, etc.), que juegan tan solo un papel receptivo asimilador, se transforman en emisores, en distribuidores potenciales e inauguran una amplia red de comunicación que alcanza prácticamente a todo el mundo.
Aún con sus limitaciones operativas, en una fase embrionaria, la gran prensa de Barcelona tuvo durante una semana un contrapoder que evidenció de hecho las limitaciones a que está sometida la industria de la conciencia, las dependencias de ésta frente al sistema, y por supuesto su denodado colaboracionismo que, con una aparente inocencia, con una sospechosa impotencia, aislaron, omitieron y tergiversaron una realidad que preocupaba como ha preocupado, siempre, la lucha de Euskadi a la mayoría del pueblo español.
Los alumnos de Periodismo no disimulan su asombro al contemplar que son capaces de accionar una moderna máquina de impresión Offset, y que los teletipos recorren el mundo explicando a la prensa internacional la lucha del pueblo vasco por la amnistía total.
Durante la semana de ocupación se imprimieron en la imprenta de la Universidad más de 100.000 folletos, seis boletines (Lluita Autónoma), y propaganda política para organizaciones obreras y populares que no podían costearse los gastos de impresión. La moderna y sofisticada central telefónica, que a simple vista parece exigir una escrupulosa especialización, es utilizada por una estudiante de segundo curso de Ciencias de la Información. Algunos alumnos de la Escuela de Traductores redactan los comunicados en diversos
Al margen pues de cualquier caracterización política coyuntural –como se dice–, los estudiantes ponen en movimiento una pesada máquina y la dirigen contra el sistema que la utiliza. Se modifica la funcionalidad de los medios a partir justamente de una comprensión dialéctica del grado de desarrollo técnico.
La dominación del enemigo sobre sus aparatos ideológicos oculta de hecho las debilidades y los defectos de perspectiva de la agitación y subversión consciente en la lucha de clases.
Y esta dominación de clase conduce hacia un aislamiento; en lugar de movilizar los medios, la izquierda justifica su fracaso a la superioridad de éstos.
Mientras la izquierda no quiera revisar sus tradiciones, su intervención en la industria de la conciencia tendrá siempre un papel de clara complicidad con el poder.
La izquierda y la derecha coinciden en un punto que es la premisa para que los medios no modifiquen su estrategia: la especialización.
En la ocupación del Rectorado, los estudiantes fueron combatidos con el argumento de que carecían de experiencia.
La tesis de la “dificultad de aprendizaje”, es siempre una concepción reaccionaria que tiene su origen con la aparición del Estado y la división del trabajo. Partiendo de aquí es lógico que los medios de comunicación, sus centros neurálgicos decisivos, se concentren siempre allí donde está el poder económico y político.
Es sorprendente que en la Universidad Autónoma los medios de comunicación estén localizados en el Rectorado (oficina del Gobierno) y no en las aulas de la Facultad de Ciencias de la Información, como sería lógico bajo un punto de vista pedagógico.
La especialización originó desde el inicio de la ocupación un enfrentamiento constante frente a los profesionales que habían llegado a una identificación total con el sistema de trabajo sin cuestionar el carácter ideológico del mismo. Si alguna cosa evidenciaron los estudiantes que ocuparon el Rectorado, es que los medios pueden ser utilizados por las masas.
La extraordinaria capacidad demostrada para articular una forma de auto-organización y un método colectivo de trabajo explica que la especialización profesional es una formulación proteccionista de carácter reaccionario utilizada siempre y en cada momento por las clases dominantes.
Hacia una nueva intervención
Una teoría marxista de los medios de comunicación no existe.
Los trabajos teóricos sobre su utilización revolucionaria en la lucha de clases, no van más allá de la nacionalización y de algunas otras definiciones tradicionales que la izquierda ha convertido en tópicos convencionales, o en propaganda electoralista, pero vacíos de análisis.
Esta realidad refleja la ausencia de una comprensión sobre el carácter y naturaleza de los medios de comunicación y su utilización práctica en la lucha cotidiana. Falta no tan solo una comprensión dialéctica de su potencial revolucionario, sino una aproximación ahora, ya, de su desarrollo electrónico.
“Los medios electrónicos no deben su irresistible poder a ninguna treta astuta sino a la fuerza elemental de unas hondas necesidades sociales que se manifiestan en la actual forma depravada de los medios de comunicación.
Los intereses de las masas continúan siendo un campo bastante desconocido, debido al hecho de que nadie se ha interesado por ellos, por lo menos de lo que tienen de históricamente nuevos.
A buen seguro tales intereses llegan mucho más lejos de las metas representadas por el movimiento obrero tradicional.”
Hace falta pues inaugurar una estrategia revolucionaria en los medios de comunicación que parta justamente de las contradicciones inherentes a su grado tecnológico, y esto no será posible si antes la izquierda no se desprende del arcaismo cultural que la inmoviliza.
La lucha actual contra la manipulación y por la libertad de prensa no da paso a ninguna fuerza impulsora y es con todo una lucha fácilmente asimilable por el poder.
“El que la izquierda marxista argumente teóricamente y actúe prácticamente y desde el punto de vista de las más avanzadas fuerzas productivas de su sociedad, el que desarrolle con perspicacia y aproveche estratégicamente todos los factores emancipadores inherentes a tales fuerzas, no es en absoluto una esperanza académica, sino una necesidad política.”
Nota
Hans Magnus Enzensberger: Elementos para una teoría de los medios de comunicación.Editorial Anagrama. Barcelona
Dionisio Giménez
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