Por Guadi Calvo.
Las tensas relaciones entre la República Islámica de Irán y el reino saudita han tenido una nueva escalada, ya que a punto de cumplirse un año, el próximo 24 de septiembre, siguen sin conocerse las causas de la estampida y el verdadero número de peregrinos muertos en la tragedia de Mina, una de las tantas estaciones del hajj, la peregrinación anual a la ciudad sagrada de La Meca.
El ritual, que se cumple desde hace más de 1400 años, debería ser una demostración de la unidad del pueblo musulmán y su sumisión a Allah, aunque las constantes interferencias del régimen saudita lo hacen imposible.
El hajj es uno de los cinco mandamientos del Islam y de cumplimiento obligado, por los menos una vez en la vida, para cada creyente, mientras su capacidad física y económica se lo permitan.
Según la versión oficial, los fallecidos en la tragedia fueron 717, de ellos 460 de nacionalidad iraní, mientras que el número de heridos habría alcanzado a los 863, por lo que se vieron obligados a participar cerca de 4 mil rescatistas junto a más de 200 ambulancias.
Los hechos se sucedieron al tercer día de iniciado el hajj, en el valle de Mina a unos cinco kilómetros de La Meca, cuando los profesantes se dirigían desde el campamento de Muzdalifa, donde se instalan cerca de 160 mil carpas y donde habían pasado la noche, rezando y recogidos las piedras para lanzar contra los pilares, para cumplir con el rito de la lapidación. Los pilares simbolizan la tentación del diablo, que intentó disuadir a Abraham, el patriarca del pueblo árabe.
Aunque Riad ha mantenido la cifra oficial, otras fuentes señalan que el número podría ser significativamente y que alcanzarían al menos los 2.400 muertos, según las denuncias oficiales procedentes de 36 países cuyos peregrinos no han retornado.
Los medios sauditas insistieron en culpar a los peregrinos y defender la postura del reino, aunque hay grabaciones que se puede ver a un gran número de peregrinos que, al querer atravesar una puerta, las fuerzas de seguridad saudíes obstruyen el paso de los peregrinos.
El desastre sucedió a las 9 horas (local) cuando la temperatura trepaba a los 46º, en una avenida cercana al puente de Jamarat. El Ministerio de Salud Saudita culpó a las víctimas de lo ocurrido: “quizás porque algunos peregrinos se movieron sin seguir las instrucciones de las autoridades relevantes”.
Pocos días después del desastre, el viceministro de salud saudí, Hamad bin Mohamad al-Zeweile, había confirmado que la cifra de muertos había alcanzado a los 4173, lo que significó su destitución pocas horas después, al tiempo que la página web del ministerio fuera suspendida.
Quizás el significativo número de víctimas iraníes en el marco de las complejas relaciones entre Riad y Teherán sean la razón del ocultamiento ya que las investigaciones estarían señalando que la responsabilidad de lo sucedido la tendrían los organizativos de hajj.
El ministro de Justicia iraní, Mostafa Pur Mohamadi, informó en junio pasado que la República Islámica pretende imputar ante los tribunales internacionales al Reino la responsabilidad de los hechos, según importantes funcionarios iraníes la tragedia en realidad fue un “crimen”, y no solo achacable a la incompetencia de los organizadores.
Irán ha denunciado en más de una oportunidad la mala organización de Riad del evento anual que llega a congregar más de 3 millones de fieles de todos los orígenes y todas las escuelas islámicas, y que dejan para las arcas del Reino importantes dividendos.
Todas las áreas de la economía saudita se benefician con el hajj, desde agencias de viajes y aerolíneas, compañías de telefonía celular, restaurantes, trasportes internos, y souvenirs, productos, como los alfombras para la oración o collares “bendecidos”, made in China, disparan sus valores a 5 o 6 veces más dentro de la ciudad de La Meca, que en otros lugares del reino.
Pero sin duda es la hostelería, el rubro más beneficiado. La Meca desde hace años vive en constante cambio, ya que las construcción de hoteles en sitios sagrados que tienen que ver directamente con la vida del profeta están siendo ocupados por la pasión inmobiliaria a lo que hay que sumar los fuertes impuestos, aunque es imposible conocer el monto final, que se calcula en miles de millones, el “negocio” de la fe para el régimen de los Saud es milagroso.
No solo una cuestión de fe
Si bien la tragedia de Mina no ha sido la primera, ya que en el historial del hajj, se han registrado varias como la de 1975, donde mueren 200 peregrinos en un incendio; en 1987 se produjeron 400 muertos tras el enfrentamiento entre las autoridades saudíes y los manifestantes pro iraníes; en 1990 unos 1500 peregrinos murieron asfixiados y aplastados en un túnel que une La Meca con Numa; una estampida en 1994 produce 279 muertos.
Otro incendio en 1997 dejó 343 muertos y 1500 heridos; en 2006, 364 fueron fieles que murieron aplastados en el ritual de la lapidación. Días antes de la tragedia de Mina, exactamente el 11, la caída de una grúa mató 107 personas.
Estas tragedias son solo las más evidentes de las causadas por el régimen saudita, contra todo el pueblo musulmán, responsable financiero e ideológico del genocidio constante que viene sufriendo el Islam desde la década de los setenta del siglo pasado.
Arabia Saudita, al haberse apoderado y autonombrase protector de los dos lugares más sagrados del Islam, La Meca y Medina, y fiscalizar el hajj, le ha dado la excusa para extorsionar a todos los gobiernos musulmanes que puedan oponerse a sus posturas políticas, como Irán, Siria y Libia en su momento, de posiciones antinorteamericanas, al contrario de Riad, desde siempre aliados a los intereses norteamericanos, europeos e israelíes.
La wahabización del ritual, escuela religiosa sunita, hecha a la medida de los intereses de la familia Saud, es la razón de los continuos enfrentamientos dentro del mundo islámico, que le ha dado andamiaje filosófico y sustento material a organizaciones como al-Qaeda y Estado Islámico.
A partir del triunfo de la Revolución en Irán en 1979, la hajj, se ha convertido en una constante razón de disputas entre Riad y Teherán.
Las diferencias entre Irán y Arabia Saudita, más allá de las religiosas, son fundamentalmente políticas, los primeros con sus políticas anti-imperialistas, y la decidida defensa del pueblo palestino, frente a los intereses sauditas, que tiene sojuzgado y anclado el siglo XII a su pueblo y se ha convertido en uno de los responsables fundamentales de la actual situación palestina y los enfrenamientos entre los pueblos musulmanes.
Hoy, la guerra en Yemen quizás sea el más trágico y claro ejemplo, de los negocios de la fe acometidos por la tétrica monarquía Saudí.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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