REFUGIADOS: BAJO LA ALFOMBRA LIBIA
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- septiembre 26º, 2016
Por Guadi Calvo.
Al filósofo chino Lao-Tse, cuya existencia sigue en discusión, se le atribuye una frase que no falta en ningún libro de autoayuda: “Todo viaje, por largo que sea, empieza por un solo paso”.
En términos de política pasa algo similar: cualquier idea por alocada que sea, comienza a concretarse cuando alguien la menciona.
No sabemos si el Primer Ministro húngaro Víctor Orbán, también conocido como el Viktator, es un asiduo lector de Lao-Tse, o de literatura de autoayuda, pero no hay dudas de que entre libros de cabecera figuraMein Kampf de su admirado Adolf Hitler, a quien, sin pudor, ha citado alguna vez en actos públicos.
Orbán acaba de anunciar que llevará un principio de solución a la crítica situación de los refugiados al seno de la Unión Europea (UE), que es la construcción de un gigantesco campo de refugiados en Libia, donde se podrían procesar las solicitudes de asilo.
Durante la reciente cumbre realizada en Viena de países europeos y balcánicos, para tratar la crisis de refugiados, Orbán refirmó su teoría acerca de que las fronteras externas de la UE deberían estar sometidas a un control total, lo que incluiría la frontera mediterránea.
Teniendo en cuenta que desde Libia han partido la mayoría de los casi 400 mil refugiados que ingresaron a Europa en lo que va del año, y en proximidades de sus puertos se hacinan más de un millón de personas que intentan cruzar el Mediterráneo, sería parte fundamental ese “control extremo”.
Además, si tenemos en cuenta que Libia desde hace cinco años es tierra de nadie, armar uno o cientos de campos de refugiados no sería un inconveniente para nadie.
Orbán se ha convertido en una de las voces más contrarias a las políticas de recepción que, en algún momento, propició la Canciller Ángela Merkel, quien hoy está pagando su aperturismo con la derrota electoral de su alianza electoral en las regionales alemanas de estas últimas semanas.
Víctor Orbán, fundador del ultra derechista partido FIDESZ o Unión Cívica Húngara (Magyar Polgári Szövetség), ha convertido a su país en el ejemplo más claro de su pensamiento acerca de sus políticas migratoria, incluso desde antes del inicio de la crisis en julio de 2015.
Sus políticas racistas y xenófobas parecían concentrase contra la comunidad gitana, a quien culpa de todos los males húngaros.
La comunidad romaní, que representa solo el 8% del total del país, vive a diario la políticas discriminatorias, direccionadas por el gobierno y el partido neo nazi Jobbik (El Mejor/El de la Derecha), que ha suscrito cada uno de los ingentes esfuerzos oficiales por convertir la discriminación de gitanos y extranjeros en política de Estado.
Los ataques a la comunidad romaní no solo se constatan desde lo físico -palizas y hasta asesinatos de bandas parapoliciales-, sino por postergaciones en temas de vivienda y acceso a la educación, salud y trabajo.
A nivel político, los gitanos sólo tienen dos representantes en la Asamblea Nacional, que significa el 1% del cuerpo.
David Janniczak, el actual alcalde de la ciudad fronteriza con Eslovaquia, Ozd, uno de los delfines de Orbán en la región norte del país, donde viven más de 8 mil gitanos, advirtió en su campaña:
“Cada persona en Ozd tiene dos opciones. Vivir su vida en orden y honradez, y construir la ciudad, o destruirla.
La mayoría de los que la destruyen son gitanos. Sin ellos sería mucho más fácil el desarrollo de la ciudad”.
Janniczak ha modificado arbitrariamente las normas laborales de los peones municipales, en su mayoría gitanos, extendiendo la jornada sin ningún tipo de compensación extra.
Además de obligarlos ingresar a sus trabajos antes de los horarios en que comienza a funcionar el servicio de transporte al público, ha instalado cámaras de vigilancia para controlarlos durante las horas de la jornada laboral, operadas por la policía, que tiene carta libre para intervenir y sancionar a cualquier “rebelde”.
En Ozd se clausuraron arbitrariamente muchas fuentes de agua públicas al tiempo que se redujo ex profeso la presión de otras, siendo estas aguas las únicas que cuenta la población gitana para cocinar, bañarse y demás necesidades, ya que los sectores donde se asienta esta comunidad no cuenta con servicio de agua corriente, como tampoco servicio de recolección de basura.
Queda claro entonces que los gitanos, junto a los miles de serbios que fueron expulsados de Hungría, son una muy buena muestra de que piensa Orbán sobre los “extranjeros”, aunque sean húngaros de muchas generaciones.
Al mismo tiempo, pretende expulsar a Serbia 17 mil refugiados llegados desde el corredor de los Balcanes (Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia rumbo a Austria y Alemania) que han quedado varados en Hungría.
El presidente húngaro, Janos Ader, cofundador con Orbán del FIDEZ, convocó para el próximo 2 de octubre a un referéndum propuesto por el Primer Ministro Orbán, para la reubicación de refugiados entre los países comunitarios; Hungría solo tendría que acoger 1300, y espera que sirva para detener las ínfulas de Bruselas, capital de la UE.
Hungría, junto al mini bloque conocido como Visegrado (Hungría, Polonia, Eslovaquia, República Checa) son quienes han motorizados gran parte de las políticas de resistencia a la recepción de refugiados en Europa.
En la última reunión en Varsovia el 25 de agosto, a la que también asistió Merkel, Orbán se despachó a sus anchas contra todas las políticas de la UE, particularmente referente a la crisis financiera, la guerra en Ucrania, la migración y el terrorismo.
Los motivos de Viktator
Orbán ha tenido rápidos reflejos para actuar encima de la crisis que estalló el año pasado. Hungría fue la primera nación en blindar sus fronteras, con la construcción de la barrera con alambres de púa de todo el trayecto fronterizo con Serbia y Croacia, cuyo construcción superó los 100 millones de euros, aunque envió al ejército a detener a los cientos de miles de desangelados que solo pretendían seguir rumbo a Alemania, Austria y países escandinavos.
Y como para terminar su blindaje, impuso leyes que castigan con cinco años de prisión a cualquiera que ingrese al país sin los permisos correspondientes.
No conforme con la primera valla, Orbán pretende seguir construyendo más contra las posibles oleadas de nuevos refugiados, que podrían llegar si finalmente el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, vigente desde el 20 de marzo último y que ha dado “buenos” resultados, se desbaratara por alguna razón.
Sin duda, esa buena razón existe: la agudización del conflicto sirio, tras el fracaso del último acuerdo de cese al fuego entre Washington y Moscú, que apenas duró unas horas por el ataque “equivocado” de la aviación norteamericana a posiciones del Ejercito Árabe Sirio en el sector de Deir ez-Zor, podría generar nuevas olas de refugiados sirios que lleguen a Turquía, por lo que quizás Erdogan podría romper el acuerdo con la UE.
Además, por la ruta de los Balcanes este año ya llegaron 50 mil refugiados que han quedado varados en diferentes países. Por otra parte, un tercer vía de cruce del Mediterráneo se está intentando establecer desde Egipto a Italia, además del eje Turquía-Grecia, cerrado en este momento, y la siempre muy activa Libia-Italia.
Ya ha habido dos resonantes naufragios que partieron de Egipto, frente a Creta con 400 muertos en junio último y el de este viernes 23 de septiembre, que habría dejado hasta ahora unos 160 muertos.
Orbán teme y no confía en nada que no sea su blindaje, por eso pretende ahora que se le levante el embargo de armas a Libia, apoyando al Ejército de Liberación Libio, al mando de Khalifa Haftar, el hombre del Departamento de Estado en el conflicto y así crear un nuevo gobierno para conseguir un acuerdo de cooperación antes de la primavera, cuando se cree estén dadas las condiciones climáticas para que repunte el flujo migratorio.
El campo de refugiados, según la visión “humanista” de Orbán, estaría equipado con escuelas y hospitales construidos con dinero europeo. Vigilados y gestionados por la UE, los refugiados que entraran en Europa ilegalmente serían devueltos a Libia para la gestión de un procedimiento legal de asilo.
Como si nombres como Darfur, Tinduf, Dadaab, Dagahaley y Hagadera, solo por nombrar un puñado apenas, hubieran representado alguna solución para los millones de seres humanos que están obligados habitarlos en contra de todas las disposiciones legales del derecho internacional y en contra de todos los derechos humanos.
Hoy, los pescadores de mar revuelta intentan sacar ventaja haciendo creer a los europeos que detrás década refugiado hay un miembro de Estado Islámico: neonazis, euroescépticos, islamofóbicos, nacionalistas de viejo cuño, han encontrado en los refugiados la mejor razón para ejecutar sus planes, sin asumir que en realidad los culpables de esta crisis son sus propios dirigentes y sus obsoletas políticas imperiales y que las soluciones pasan muy lejos de barrerlos bajo la alfombra Libia.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:
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