El Caso Ceuta, o el débil papel de España en el concierto de las naciones (1ª parte)
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- diciembre 20º, 2016
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Resumen
Cuando uno de los vestigios de la Guerra Fría, el viejo portaviones soviético Almirante Kuznetsov, ponía proa hacia el Mediterráneo oriental desde el Mar de Barents, sacando músculo al atravesar el costado occidental de Europa, pocos imaginaban que ésta maniobra era parte del juego de la “Segunda Guerra Fría” en la que, sin previo aviso, se habían enfrascado las grandes potencias.
Tras remilitarizar Europa y los mares que la circundan, y mientras guerrean en cuantos escenarios pueden, las grandes potencias están movilizando sus piezas por todo el planeta para reconcentrarlas en zonas estratégicas que, consecuentemente, se están convirtiendo en una peligrosa olla a presión militar.
En este contexto prebélico, potencias medias como España están llamadas a cumplir los dictámenes de las grandes naciones, haciendo el menor ruido posible en su rol de servilismo, en una vergonzosa actitud que bien puede valerle el desprecio, el descrédito y el desprestigio ante el resto de las naciones, si no se la evita. El reciente contencioso de Ceuta, no es sino un argumento más en este sentido.
Cuando uno de los vestigios de la Guerra Fría, el viejo portaviones soviético Almirante Kuznetsov, ponía proa hacia el Mediterráneo oriental desde el Mar de Barents, sacando músculo al atravesar el costado occidental de Europa, pocos imaginaban que ésta maniobra era parte del juego de la “Segunda Guerra Fría” en la que, sin previo aviso, se habían enfrascado las grandes potencias.
Tras remilitarizar Europa y los mares que la circundan, y mientras guerrean en cuantos escenarios pueden, las grandes potencias están movilizando sus piezas por todo el planeta para reconcentrarlas en zonas estratégicas que, consecuentemente, se están convirtiendo en una peligrosa olla a presión militar.
En este contexto prebélico, potencias medias como España están llamadas a cumplir los dictámenes de las grandes naciones, haciendo el menor ruido posible en su rol de servilismo, en una vergonzosa actitud que bien puede valerle el desprecio, el descrédito y el desprestigio ante el resto de las naciones, si no se la evita. El reciente contencioso de Ceuta, no es sino un argumento más en este sentido.
LA “SEGUNDA GUERRA FRÍA”
Cuando cayó la URSS, a finales de 1991, científicos, políticos, intelectuales y militares de diversa índole, se apresuraron a proclamar que los mecanismos que movían la herrumbrosa maquinaria de la historia, quedaban paralizados indefinidamente, bajo la premisa de que una nueva era de comunicación global, desarrollo sin parangón y paz sin precedentes se adueñaría entonces del orbe.
En poco tiempo aquellos que profetizaron el inminente advenimiento de esta arcadia global demostraron que, sencillamente, no podían estar más equivocados.
Tras su victoria en los 90, Estados Unidos llevó a cabo una potente realpolitik destinada a acentuar los logros de un imperialismo unilateralista que se sentía omnipotente sobre el globo. Su gran rival, la ya atomizada URSS, había parido con su último aliento a un gran número de naciones entre las que destacó la Federación Rusa, por ser su principal heredera.
Aprovechando la patente debilidad en el espacio exsoviético, la superpotencia norteamericana extendió fulminante su influencia hacia el este, hasta situarse a 600 kms de Moscú (García-Margallo, 2015, pág. 445), a través de multitud de acciones tales como la intervención en Kosovo (1999), la expansión y reforma estructural de la OTAN, la instalación del escudo antimisiles o la penetración económica en Europa del Este y Asia Central.
Sin embargo, una vez hubo resuelto sus problemas intestinos (Chechenia, 1994-2000), Rusia respondió desbordando sus fronteras e interviniendo sobre el entorno de la Federación, tal y como vimos en la guerra de Georgia (2008), en la remilitarización de las Kuriles (2011), en la anexión de Crimea (2014), en la intervención en Siria (2015), en la fundación de la Unión Económica Euroasiática (2015) o en la remilitarización de Kaliningrado (2016).
Como consecuencia del reflorecimiento del expansionismo ruso en Eurasia, la OTAN está tratando de establecer un “cordón sanitario” de contención a su avance, lo que ha degenerado en la propagación de focos de tensión extrema (el Báltico, el Mediterráneo oriental, Siria, Ucrania, Nagorno Karabakh…) que, en último término, amenazan con degenerar en un peligroso enfrentamiento directo entre “unos imperios que siempre actúan en su propio interés” (Ali, 2005, pág. 34).
En este contexto que muchos definen ya, por sus semejanzas con la primera, como la “Segunda Guerra Fría”, puede resultar alarmante que España, la duodécima economía mundial, Estado miembro de la UE y activo participante de la OTAN, permita el constante recalado y avituallamiento de buques de guerra rusos en su territorio soberano.
Cuando cayó la URSS, a finales de 1991, científicos, políticos, intelectuales y militares de diversa índole, se apresuraron a proclamar que los mecanismos que movían la herrumbrosa maquinaria de la historia, quedaban paralizados indefinidamente, bajo la premisa de que una nueva era de comunicación global, desarrollo sin parangón y paz sin precedentes se adueñaría entonces del orbe.
En poco tiempo aquellos que profetizaron el inminente advenimiento de esta arcadia global demostraron que, sencillamente, no podían estar más equivocados.
Tras su victoria en los 90, Estados Unidos llevó a cabo una potente realpolitik destinada a acentuar los logros de un imperialismo unilateralista que se sentía omnipotente sobre el globo. Su gran rival, la ya atomizada URSS, había parido con su último aliento a un gran número de naciones entre las que destacó la Federación Rusa, por ser su principal heredera.
Aprovechando la patente debilidad en el espacio exsoviético, la superpotencia norteamericana extendió fulminante su influencia hacia el este, hasta situarse a 600 kms de Moscú (García-Margallo, 2015, pág. 445), a través de multitud de acciones tales como la intervención en Kosovo (1999), la expansión y reforma estructural de la OTAN, la instalación del escudo antimisiles o la penetración económica en Europa del Este y Asia Central.
Sin embargo, una vez hubo resuelto sus problemas intestinos (Chechenia, 1994-2000), Rusia respondió desbordando sus fronteras e interviniendo sobre el entorno de la Federación, tal y como vimos en la guerra de Georgia (2008), en la remilitarización de las Kuriles (2011), en la anexión de Crimea (2014), en la intervención en Siria (2015), en la fundación de la Unión Económica Euroasiática (2015) o en la remilitarización de Kaliningrado (2016).
Como consecuencia del reflorecimiento del expansionismo ruso en Eurasia, la OTAN está tratando de establecer un “cordón sanitario” de contención a su avance, lo que ha degenerado en la propagación de focos de tensión extrema (el Báltico, el Mediterráneo oriental, Siria, Ucrania, Nagorno Karabakh…) que, en último término, amenazan con degenerar en un peligroso enfrentamiento directo entre “unos imperios que siempre actúan en su propio interés” (Ali, 2005, pág. 34).
En este contexto que muchos definen ya, por sus semejanzas con la primera, como la “Segunda Guerra Fría”, puede resultar alarmante que España, la duodécima economía mundial, Estado miembro de la UE y activo participante de la OTAN, permita el constante recalado y avituallamiento de buques de guerra rusos en su territorio soberano.
LA LEY DEL IMPERIO
Ceuta, con unos 20 Km2 de territorio y unos 85.000 habitantes dentro del mismo, ha vuelto a ocupar las portadas de los medios de comunicación occidentales debido a que la ciudad autónoma española ha permitido con cierta recurrencia el amarre de navíos rusos en el puerto de la ciudad, en la búsqueda de un interés nacional que nada ha gustado en la esfera anglosajona y en la OTAN.
Esta actividad, iniciada en abril de 2010 y fortalecida desde 2011, consiste en la recepción anual de en torno a una decena de navíos rusos a los que se brinda suministro y asistencia técnica, así como descanso para sus tripulaciones. El volumen de unidades rusas que frecuentan Ceuta, 60 hasta la fecha, ha convertido la plaza española en el norte de África, en una suerte de base no permanente de la marina rusa en el Mediterráneo occidental, lo que ha atraído la furia de diversos grupos de poder a raíz de la agresión que Rusia cometió al anexionarse Crimea en 2014.
Ceuta, con unos 20 Km2 de territorio y unos 85.000 habitantes dentro del mismo, ha vuelto a ocupar las portadas de los medios de comunicación occidentales debido a que la ciudad autónoma española ha permitido con cierta recurrencia el amarre de navíos rusos en el puerto de la ciudad, en la búsqueda de un interés nacional que nada ha gustado en la esfera anglosajona y en la OTAN.
Esta actividad, iniciada en abril de 2010 y fortalecida desde 2011, consiste en la recepción anual de en torno a una decena de navíos rusos a los que se brinda suministro y asistencia técnica, así como descanso para sus tripulaciones. El volumen de unidades rusas que frecuentan Ceuta, 60 hasta la fecha, ha convertido la plaza española en el norte de África, en una suerte de base no permanente de la marina rusa en el Mediterráneo occidental, lo que ha atraído la furia de diversos grupos de poder a raíz de la agresión que Rusia cometió al anexionarse Crimea en 2014.
1. Atraque de navíos rusos en Ceuta (2010-2016). Fuente: Elaboración propia.
Como resultado de la recepción de navíos rusos, diversos grupos británicos, gibraltareños y norteamericanos (Chomsky, 2008, págs. 123, 124), han visto en la nada beligerante actitud española hacia los rusos, una posible brecha en la seguridad colectiva, pues ven hostilidad en la presencia estratégica de las unidades de la Federación en el Estrecho de Gibraltar, a escasos kilómetros de la colonia británica del mismo nombre y de los interceptores Aerligh Burke norteamericanos que forman parte del paraguas antimisil.
Por tanto, a consecuencia de su desasosiego, han iniciado denuncias contra España en las cámaras del Parlamento Británico (2014), en la Comisión Europea (2016), en el Congreso de Estados Unidos (2016) y, finalmente, en la OTAN (2016), con el objetivo de neutralizar la actividad naval rusa en territorio ceutí, obteniendo hasta hace escaso tiempo un improductivo resultado.
Sin embargo, el 15 de octubre de 2016, el nerviosismo alarmista de estos grupos de presión volvía a dispararse cuando la agrupación naval rusa del portaaviones Almirante Kuznetsov, perteneciente a la Flota Rusa del Norte, abandonaba el norte del país con Siria como probable destino.
Las unidades de superficie que formaban la agrupación eran, aparte del veterano buque insignia Almirante Kuznetsov, el crucero de propulsión nuclear Pedro el Grande, los destructores antisubmarinos Severomorsk y Vicealmirante Kulakov, los buques-cisterna Serguéi Ósipov, Kama y Dubna, así como las unidades auxiliares de patrulla Altair y Nikolai Chiker.
Por su parte, la escolta submarina, la componían dos submarinos tipo Schuka-B y otro tipo 636 Varshavianka (Forster, 2016).
Como resultado de la recepción de navíos rusos, diversos grupos británicos, gibraltareños y norteamericanos (Chomsky, 2008, págs. 123, 124), han visto en la nada beligerante actitud española hacia los rusos, una posible brecha en la seguridad colectiva, pues ven hostilidad en la presencia estratégica de las unidades de la Federación en el Estrecho de Gibraltar, a escasos kilómetros de la colonia británica del mismo nombre y de los interceptores Aerligh Burke norteamericanos que forman parte del paraguas antimisil.
Por tanto, a consecuencia de su desasosiego, han iniciado denuncias contra España en las cámaras del Parlamento Británico (2014), en la Comisión Europea (2016), en el Congreso de Estados Unidos (2016) y, finalmente, en la OTAN (2016), con el objetivo de neutralizar la actividad naval rusa en territorio ceutí, obteniendo hasta hace escaso tiempo un improductivo resultado.
Sin embargo, el 15 de octubre de 2016, el nerviosismo alarmista de estos grupos de presión volvía a dispararse cuando la agrupación naval rusa del portaaviones Almirante Kuznetsov, perteneciente a la Flota Rusa del Norte, abandonaba el norte del país con Siria como probable destino.
Las unidades de superficie que formaban la agrupación eran, aparte del veterano buque insignia Almirante Kuznetsov, el crucero de propulsión nuclear Pedro el Grande, los destructores antisubmarinos Severomorsk y Vicealmirante Kulakov, los buques-cisterna Serguéi Ósipov, Kama y Dubna, así como las unidades auxiliares de patrulla Altair y Nikolai Chiker.
Por su parte, la escolta submarina, la componían dos submarinos tipo Schuka-B y otro tipo 636 Varshavianka (Forster, 2016).
2. La flota rusa. Fuente: The Thelegraph
Tras atravesar las gélidas aguas del Mar de Noruega, lugar donde el operativo naval comenzó maniobras de guerra bajo la atenta mirada de una fragata de la Armada Real de Noruega, el mando ruso obviaba la ruta a través del Atlántico Norte y se adentraba en el Mar del Norte rumbo al Canal de la Mancha. Holandeses, británicos, belgas y franceses, se sumaban entonces a la vigilancia de la agrupación naval.
El 21 de octubre, horas antes de pavonearse la escuadra en las aguas del Canal de la Mancha frente a las marinas de la OTAN, y pese a su capacidad para mantenerse semanas a flote sin ningún tipo de estacionamiento, se anunciaba que la agrupación rusa se dirigía al Estrecho de Gibraltar y, desde ahí, al Mediterráneo Oriental, para, presumiblemente, atacar a los grupos rebeldes contrarios al régimen Sirio, que Rusia y Al Assad definen como terroristas y que Estados Unidos apoya frente a los anteriores. Todas las miradas pasaban entonces a posarse sobre España.
Tras atravesar las gélidas aguas del Mar de Noruega, lugar donde el operativo naval comenzó maniobras de guerra bajo la atenta mirada de una fragata de la Armada Real de Noruega, el mando ruso obviaba la ruta a través del Atlántico Norte y se adentraba en el Mar del Norte rumbo al Canal de la Mancha. Holandeses, británicos, belgas y franceses, se sumaban entonces a la vigilancia de la agrupación naval.
El 21 de octubre, horas antes de pavonearse la escuadra en las aguas del Canal de la Mancha frente a las marinas de la OTAN, y pese a su capacidad para mantenerse semanas a flote sin ningún tipo de estacionamiento, se anunciaba que la agrupación rusa se dirigía al Estrecho de Gibraltar y, desde ahí, al Mediterráneo Oriental, para, presumiblemente, atacar a los grupos rebeldes contrarios al régimen Sirio, que Rusia y Al Assad definen como terroristas y que Estados Unidos apoya frente a los anteriores. Todas las miradas pasaban entonces a posarse sobre España.
3. La singladura de la escuadra. Fuente: BBC
España, paso obligado en el acceso de la flota desde el Atlántico al Mediterráneo, volvía a las portadas cuando la escuadra rusa anunciaba que un total de tres de sus unidades, concretamente dos escoltas y un buque auxiliar, recalarían en Ceuta entre los días 28 de Octubre y 2 de Noviembre con el beneplácito del gobierno de la nación, concedido en forma de permiso en Septiembre del presente año (Tarasenko, 2016). Acto seguido, las encarnizadas cargas dialécticas contra España, provenientes de los círculos militares y políticos angloestadounidenses, o incluso de los sectores más extremistas de la política nacional (Ceuta Actualidad, 2016), no tardarían en redoblar su retórica.
Ante la presión por el cruce de la flota rusa por el Estrecho de Gibraltar el 25 de octubre, ese mismo día, Madrid se interesó públicamente por el itinerario y destino de la escuadra rusa. Con esta consulta oficial hecha, España aceptaba las exigencias de la OTAN de conocer el paradero de la fuerza rusa y, de ser la presumible Siria, impedir su estacionamiento.
Al mismo tiempo, dado que no pretendía menoscabar el prestigio ruso, Madrid conseguía una salida a la incipiente crisis sin impedir bruscamente el recalado de la flotilla (lo que habría provocado un conflicto diplomático con Moscú), pues con la actitud del gobierno español se estaba forzando indirectamente a que el Kremlin, a través de su embajador en Madrid, procediese a la retirada de su petición de escala el día 26, como si de una decisión unilateral se tratase.
En pocas horas, España, la gran beneficiada hasta la fecha por las escalas rusas, pasaba a ser la gran damnificada.
Tachada de desleal por unos y de sumisa por otros, renunciaba a ser más que un pequeño país en el concierto de las grandes naciones, una minúscula e irrelevante potencia incapaz de anteponer los intereses propios a los extranjeros, una nación sin voz frente a aquellas que redoblan su tono para salvaguardar sus necesidades o su prestigio.
Finalmente, el día 26 la escuadra del Kuznetsov sobrepasó el Estrecho de Gibraltar, dejó a estribor la ciudad autónoma española y prosiguió la singladura hacia el Mediterráneo oriental, a donde llegó el 4 de noviembre.
Bajo la atenta mirada de los submarinos (Litovkin, 2016), y aeronaves (HispanTV, 2016) de la OTAN, el grupo de combate llegó a su destino cuatro días más tarde, coincidiendo con las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
El día 12 de noviembre, la escuadra ya había tomado posiciones frente a la costa Siria y había iniciado los preparativos necesarios para realizar su misión de ataque a tierra, la primera de esta tipología en la historia rusa.
España, paso obligado en el acceso de la flota desde el Atlántico al Mediterráneo, volvía a las portadas cuando la escuadra rusa anunciaba que un total de tres de sus unidades, concretamente dos escoltas y un buque auxiliar, recalarían en Ceuta entre los días 28 de Octubre y 2 de Noviembre con el beneplácito del gobierno de la nación, concedido en forma de permiso en Septiembre del presente año (Tarasenko, 2016). Acto seguido, las encarnizadas cargas dialécticas contra España, provenientes de los círculos militares y políticos angloestadounidenses, o incluso de los sectores más extremistas de la política nacional (Ceuta Actualidad, 2016), no tardarían en redoblar su retórica.
Ante la presión por el cruce de la flota rusa por el Estrecho de Gibraltar el 25 de octubre, ese mismo día, Madrid se interesó públicamente por el itinerario y destino de la escuadra rusa. Con esta consulta oficial hecha, España aceptaba las exigencias de la OTAN de conocer el paradero de la fuerza rusa y, de ser la presumible Siria, impedir su estacionamiento.
Al mismo tiempo, dado que no pretendía menoscabar el prestigio ruso, Madrid conseguía una salida a la incipiente crisis sin impedir bruscamente el recalado de la flotilla (lo que habría provocado un conflicto diplomático con Moscú), pues con la actitud del gobierno español se estaba forzando indirectamente a que el Kremlin, a través de su embajador en Madrid, procediese a la retirada de su petición de escala el día 26, como si de una decisión unilateral se tratase.
En pocas horas, España, la gran beneficiada hasta la fecha por las escalas rusas, pasaba a ser la gran damnificada.
Tachada de desleal por unos y de sumisa por otros, renunciaba a ser más que un pequeño país en el concierto de las grandes naciones, una minúscula e irrelevante potencia incapaz de anteponer los intereses propios a los extranjeros, una nación sin voz frente a aquellas que redoblan su tono para salvaguardar sus necesidades o su prestigio.
Finalmente, el día 26 la escuadra del Kuznetsov sobrepasó el Estrecho de Gibraltar, dejó a estribor la ciudad autónoma española y prosiguió la singladura hacia el Mediterráneo oriental, a donde llegó el 4 de noviembre.
Bajo la atenta mirada de los submarinos (Litovkin, 2016), y aeronaves (HispanTV, 2016) de la OTAN, el grupo de combate llegó a su destino cuatro días más tarde, coincidiendo con las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
El día 12 de noviembre, la escuadra ya había tomado posiciones frente a la costa Siria y había iniciado los preparativos necesarios para realizar su misión de ataque a tierra, la primera de esta tipología en la historia rusa.
4. La flota arriba a su destino. Fuente: Elaboración propia
El 15 de noviembre, un mes después de abandonar su base en Rusia, tras asimilar en la escuadra a la fragata Almirante Grigórovich y a un buque de remolque auxiliar, ambos procedentes de la flota del Mar Negro (Litovkin, 2016), y tras coordinarse con los cuarteles de mando aeroespaciales, Rusia comenzó un ataque total sobre las posiciones enemigas de Idlib y Homs, en el noroeste de Siria.
La potente demostración de fuerza, que contó con el lanzamiento de misiles de crucero Kalibr y Óniks, bombardeos con cazas furtivos, cazabombarderos y bombarderos estratégicos y medios de inteligencia altamente sofisticados (Litovkin, 2016), de repente quedó silenciada.
Al parecer, las desventuras de la travesía del Kuznetsov, que se había cobrado la destrucción de un 16,5% de su capacidad de ataque aire-superficie (Villarejo, 2016), (bien por fallo técnico en un motor de uno de los 8 MiG-29, el 14 de Noviembre, bien por la ruptura del cable de frenado de la cubierta del portaaviones, que provocó la destrucción de uno de los 4 Su-33 el 5 de diciembre), había motivado el traslado temporal del grueso del ala embarcada del portaaviones a la base Siria de Latakia (Sean O'Connor, Jeremy Binnie and Tim Ripley, 2016).
Así las cosas, hacia el 20 de noviembre, la presencia del viejo Kuznetsov quedaba reducida a una simple muestra de prestigio, pero ya poco importaba, la misión militar había cosechado un éxito político que tardaría pocos días en recogerse.
El 15 de noviembre, un mes después de abandonar su base en Rusia, tras asimilar en la escuadra a la fragata Almirante Grigórovich y a un buque de remolque auxiliar, ambos procedentes de la flota del Mar Negro (Litovkin, 2016), y tras coordinarse con los cuarteles de mando aeroespaciales, Rusia comenzó un ataque total sobre las posiciones enemigas de Idlib y Homs, en el noroeste de Siria.
La potente demostración de fuerza, que contó con el lanzamiento de misiles de crucero Kalibr y Óniks, bombardeos con cazas furtivos, cazabombarderos y bombarderos estratégicos y medios de inteligencia altamente sofisticados (Litovkin, 2016), de repente quedó silenciada.
Al parecer, las desventuras de la travesía del Kuznetsov, que se había cobrado la destrucción de un 16,5% de su capacidad de ataque aire-superficie (Villarejo, 2016), (bien por fallo técnico en un motor de uno de los 8 MiG-29, el 14 de Noviembre, bien por la ruptura del cable de frenado de la cubierta del portaaviones, que provocó la destrucción de uno de los 4 Su-33 el 5 de diciembre), había motivado el traslado temporal del grueso del ala embarcada del portaaviones a la base Siria de Latakia (Sean O'Connor, Jeremy Binnie and Tim Ripley, 2016).
Así las cosas, hacia el 20 de noviembre, la presencia del viejo Kuznetsov quedaba reducida a una simple muestra de prestigio, pero ya poco importaba, la misión militar había cosechado un éxito político que tardaría pocos días en recogerse.
EL CASO CEUTA, O EL DÉBIL PAPEL DE ESPAÑA
EN EL CONCIERTO DE LAS NACIONES (2ª PARTE)
Un “peón” fiable
Con la maniobra de Ceuta, sin duda una victoria pírrica para la diplomacia nacional, España ha conseguido mantenerse leal a sus aliados y no dañar demasiado a su rival, obviando los feroces ataques de los grupos de presión y del mundo mediático, pero aceptando la pérdida de peso específico para controlar cuanto ocurre en uno de los grandes enclaves marítimos del mundo: el Estrecho de Gibraltar.
La defensa de nuestros aliados allí donde creamos que está comprometida, el nada desdeñable beneficio económico de los atraques y la posibilidad de maniobra política en el Estrecho que ofrece una buena relación con Rusia y sus socios, son el interés de España.
Contribuir a elevar la tensión hasta el punto posible de quebrar las relaciones bilaterales, arreciar el boicot multisectorial al gigante del este para que aumente la tensión y no decidir sobre lo que pasa en un enclave estratégico cada vez más reclamado por la influencia de terceros, no representan para España más que el inmediato y pobre beneficio que recibe una nación débil, que calla conformada ante las directrices de las grandes potencias, o temerosa de ser tacha por éstas de desleal y cobarde.
Pero en el caso de Ceuta, España ha tenido y tendrá en el futuro, sobrados argumentos para autodefinirse como un elemento fundamental de la defensa colectiva frente a los nuevos excesos e injerencias de la recalcitrante Rusia, argumentos que dan a España la capacidad para defender con coherencia y determinación sus legítimos intereses, cualesquiera que estos sean. Paso a citar algunos ejemplos.
Primero, en el marco de la OTAN y en lo referente exclusivamente al caso ruso, España no sólo ha desarrollado en 2015 en su propio suelo las mayores maniobras de las últimas décadas (Trident Juncture), sino que, además, ha participado durante dos años consecutivos en misiones de policía aérea en el Báltico (y volverá a participar un tercero, a mediados de 2017, y un cuarto, en 2018, con el envío de 4 cazas F-18 o Eurofighter nacionales y personal de apoyo adyacente) y en ejercicios navales en el norte y el sur de Europa, cuando sus capacidades han sido requeridas.
Además, de forma inminente y a propuesta nacional, España va a desplegar en Letonia, en la zona bajo responsabilidad canadiense, un componente terrestre de unos 300 efectivos en el contexto de despliegue de cuatro batallones de la OTAN en Polonia y las repúblicas bálticas, así como otros tantos en Rumanía (González, 2016).
Segundo, en el marco Europeo, España ha participado en sanciones variadas de la Unión Europea contra Rusia, ha donado más de 2.000 kilogramos de material militar no letal a Ucrania (One Magazine, 2014) y ha probado misiles de crucero y de precisión de nuestra fuerza aérea en Suecia, y no en Sudáfrica como hizo anteriormente, lo que podría interpretarse como una medida inducida con fines disuasivos, dado el contexto de tensión imperante.
También en el Consejo de Seguridad de la ONU, como miembro electo no permanente, España abanderó junto a Francia una resolución sobre Siria que fue vetada Rusia, por no favorecer los intereses del régimen sirio (Pozzi, 2016).
Tercero, a nivel nacional, España tolera en contra de los dictados de la ONU, la existencia de una colonia británica en su territorio, Gibraltar, que aparte de dañar su propia soberanía y ser un perjuicio para su economía, supone un riesgo para su seguridad, tal y como se ha visto en las disputas a causa de la cuestión territorial y en el recalado frente a la costa española de submarinos nucleares dañados, tales como el HMS Tireless, con una avería en el sistema de refrigeración de su reactor, y el HMS Ambush, dañado en el casco debido a una colisión con un mercante (Cuenca, 2015, pág. 28).
En paralelo, alberga dos bases militares de operaciones estadounidenses, Rota y Morón, desde las que la superpotencia mantiene su capacidad de proyección aeroterrestre por todo el norte de África (Cuenca, 2015, pág. 28), a coste cero y a razón de 20.000 vuelos al año y 4 buques a la semana (Bono, 2015, pág. 162), también su presencia a puesto en peligro vidas españolas en Palomares.
Además, a escala unilateral, España ha tenido fricciones con el gigante del este por la aproximación de sus componentes aeronavales a los límites soberanos de España a lo largo de 2016, concretamente, un submarino nuclear en enero (Iturribarría, 2016), dos bombarderos supersónicos Túpolev 160 a finales de septiembre (Yárnoz, 2016) y un caza Su-35 en noviembre (ECD, 2016), si bien es cierto que en ninguno de los casos han llegado a sobrepasar los 22,2 kilómetros jurisdiccionales españoles.
5. “Incursión” rusa acaecida en septiembre. Fuente: El País
Finalmente, en lo que atañe al caso que nos ocupa, las capacidades españolas también han sido activas participantes en el seguimiento (Sanz, 2016), vigilancia y monitorización del grupo de combate ruso ante su avance por las aguas de Europa occidental.
En primer lugar, lo ha hecho como parte del dispositivo excepcional del Comando Marítimo Aliado de la OTAN, según el cual las flotas de combate permanente, la SNMG-1 (que España lidera con la fragata Almirante Juan de Borbón) y la SNMG-2 (en la que está integrada el buque de aprovisionamiento en combate Cantabria) han seguido al Kuznetsov por las aguas internacionales del Atlántico y del Mediterráneo.
En segundo lugar, el operativo exclusivamente español ha correspondido al Mando de Vigilancia y Seguridad Marítima de la Armada, que ha contado para ésta misión con los patrulleros de Altura Atalaya (P-74), que se encargó de la vigilancia de las unidades rusas en el noroeste de España hasta que entraron en zona de responsabilidad de Portugal (castellano, 2016), y Cazadora (P-78), cuyo seguimiento ha sido efectivo desde el cabo de San Vicente hasta el Estrecho de Gibraltar, donde un avión P-3M del Ejército del Aire y las estaciones terrestres de vigilancia del Regimiento de Artillería de Costa nº4, pertenecientes al Ejercito de Tierra, han tomado el relevo de la vigilancia hasta aguas fuera de los espacios marítimos de responsabilidad nacional (Defensa, 2016).
Por todas estas razones, sobran argumentos para defender que no hay causa alguna para el recelo que se nos ha impuesto. España es un aliado fiable, un socio integrado y un país concienciado con las amenazas comunes, los hechos hablan por sí mismos.
Pero si la aglomeración de poder por parte de los países del entorno va a convertirse en un motivo para hundir nuestros intereses, cuestionar nuestra soberanía y dañar nuestro prestigio, ha llegado la hora de endurecer nuestra posición para defenderlos.
El Imperio de la Ley
Si la trayectoria y el compromiso demostrados por España en las comunidades, foros y organizaciones a las que pertenece no son suficientes para hacer prevalecer su interés en la cuestión de Ceuta, problemática que amenaza con alargarse en el tiempo, se hará precisa una batería de sólidas razones, leyes y argumentos de autoridad que persigan el fin último de legitimar nuestra actuación en este atolladero.
De lo contrario, se impondrán las férreas tesis de nuestros aliados, especialmente los más beneficiados Gibraltar, Londres y Washington, quienes evaluarán la situación acorde a su beneficio particular, tal y como ya ocurrió con la venta abortada de dos portahelicópteros franceses Mistral (LHD) a Rusia, en 2014, por presiones internas en la OTAN.
En esta batería legitimista, bien podrían emplearle los siguientes argumentos:
a) Beneficio económico
La flota de guerra de la Federación Rusa ha enviado en el último lustro 60 unidades al puerto de Ceuta que, en contraprestación, ha sido el responsable de garantizarle combustible, material de almacenaje y suministros (principalmente, gasoil y agua para los buques), así como como ocio y hospedaje a los más de 10.000 efectivos que componían sus tripulaciones y que, según estimaciones de la Autoridad Portuaria de Ceuta (González, 2016), podrían haber gastado entre los entre los tres y los cuatro millones de euros en la ciudad (todos ellos ingresos para comercios, restaurantes y bares locales), en lo que ha sido para España una lucrativa relación de simbiosis que, desde ahora, podría recaer en alguna otra ciudad portuaria del Mediterráneo (presumiblemente de Argelia o Malta).
b) Beneficio estratégico
Las plazas españolas del norte de África, esto es, Ceuta, Melilla, los atolones (Vélez de la Gomera, Las Chafarinas y los dos islotes de Alhucemas) y las Islas Canarias, son territorios cuya soberanía es reclamada por Marruecos desde hace tiempo (Aznar, 2013, pág. 57).
Ello, unido a la carrera de armamentos que está protagonizando Marruecos en estos días y la presencia de mayorías de población musulmana en estos territorios, en la llamada “marroquinización” de los mismos (Bono, 2015, pág. 238), podrían suponer factores de riesgo para mantener la soberanía de estas plazas e inconvenientes insalvables para mantener una posición predominante en el estratégico Estrecho de Gibraltar.
En este sentido, contar con el apoyo de la OTAN y aunar el de la influyente Rusia (o, al menos, no alimentar su enemistad), puede resultar fundamental para que España retenga estos territorios en las décadas venideras.
c) Epiqueya de la Ley del mar
Con su aquiescencia respecto de las escalas de los buques rusos, España no ha roto tratado o sanción alguna, más bien ha cumplido con la normativa a la que el Estado se ha adscrito a nivel nacional e internacional, tal y como han hecho otros muchos países receptores de embarcaciones de la Federación Rusa (Grecia, Malta, Nicaragua...).
A nivel internacional, la Convención de las NN.UU sobre el Derecho del Mar de 1982 establece en sus artículos 18 y 42, que los buques de todos los Estados gozan del derecho de paso inocente a través de los estrechos empleados para la navegación internacional, lo que incluye libertad de navegación ininterrumpida por estas aguas y, en la medida en que los buques sean presa de incidentes o amenazados por causas de fuerza mayor, pueden recalar en los puertos (previa autorización del Estado ribereño, según lo estipulado en el artículo 21 de la Ley 14/2014, de 24 de julio) sin padecer discriminación, negación, obstaculización o menoscabo de ningún tipo por parte del Estado receptor, siempre y cuando no comprometan la seguridad de éste ( Naciones Unidas, 1984).
Por su parte, la normativa nacional, la Orden 25/1985 de 23 de abril, por la que se aprueban las normas para las escalas de buques de Guerra extranjeros en puertos o fondeaderos españoles y su pasó por el mar territorial español en tiempo de paz, establece que podrán realizarse escalas en puertos o fondeaderos españoles de buques extranjeros, en lo que se conoce como escala Tipo B o No Oficial, siempre y cuando dicha escala se realice por motivos operativos, logísticos y de descanso de las tripulaciones (BOE-115, 1985).
Los requisitos para estas escalas serán la extensión de una petición para las mismas al menos 15 días antes de la fecha de arribada, junto con la identificación de los buques a través de sus insignias oficiales, puesta en conocimiento del puerto en el que se pretende hacer la escala y tipología de la misma, puesta en conocimiento de las fechas de llegada y salida, los puertos de origen y destino de la embarcación o grupo, la relación de su personal y las concesiones que solicitan al puerto receptor (entre las que se encuentran: suministros logísticos, reparaciones, salida a tierra de dotaciones, patrulla, inspección en tierra, vuelo de helicópteros o aviones, excursiones colectivas, desembarco de vehículos de transporte y arriado de embarcaciones menores).
Todas ellos han sido requisitos cumplimentados sobradamente por las autoridades españolas, por lo que forzar el fin de las escalas por mar supone dilapidar la confianza existente entre las naciones de forma similar a una hipotética supresión del Tratado de Cielos Abiertos (OSCE, 1992), según el cual, el Reino de España y la Federación Rusa han llevado a cabo numerosas inspecciones aéreas de observación mutua durante los últimos años, con el objetivo de fortalecer la paz, la transparencia y la seguridad cooperativa entre ambos países.
d) Lealtad con los aliados
España ha puesto a disposición de la OTAN, y también a nivel unilateral, las capacidades terrestres, aéreas y marítimas necesarias para la correcta vigilancia, monitorización y seguimiento de la escuadra de guerra rusa y, en todo momento, ha informado de ésta y otras escalas similares realizadas por barcos de guerra rusos en aguas nacionales.
Además, es un activo colaborador en lo que respecta a las sanciones económicas, los compromisos militares y los acuerdos políticos, en un tiempo en el que ni siquiera los aliados trascendentales como Israel pueden dar ejemplo (González, 2016).
Pero a menudo, “ni somos críticos con decisiones estadounidenses que a veces merecen alguna objeción, ni defendemos nuestros intereses con la debida firmeza” (Dezcallar, 2015, pág. 452).
Un claro ejemplo en este sentido es el caso griego. El país heleno, tradicional receptor de buques rusos, se ha negado a ceder soberanía ante las mismas presiones que ha recibido España. Así, aparte de los comunicados públicos de la OTAN, o las recomendaciones de la esfera política anglosajona, la visita el día 15 de noviembre del todavía presidente estadounidense Barack Obama, perseguía la intención de tratar un abanico de temáticas clave, entre las que se encontraban la petición de acabar con las escalas de naves rusas en puertos griegos.
En un acto valiente y soberano, Grecia acogió la visita del destructor Smetlivy en el puerto de El Pireo mientras el Kuznetsov atravesaba el Estrecho de Gibraltar y se adentraba en el Mediterráneo profundo.
Desde entonces, ha renunciado públicamente, a través de diversos comunicados a alinearse con unos miedos que no son los suyos (Infoestrecho, 2016), anunciando que continuará cooperando con la Federación Rusa en su territorio (Sputnik, 2016).
e) El pretérito legado
Tanto con una como con otra nación, España mantiene relaciones históricas repletas de momentos de beligerancia y alianza.
Estas relaciones seculares, cuando se las observa en profundidad, demuestran que cuando estos grandes países han confluido en sus intereses con España la relación ha sido fructífera y los logros mutuos numerosos, pero cuando no ha sido así, las fricciones terminaron por adueñarse de unas relaciones fundamentales para el Reino de España que, a menudo, fue el gran damnificado por la ruptura.
f) Soberanía Nacional
Dado que ni Ceuta ni Melilla han sido expresamente incluidas en los territorios a defender por la OTAN desde la adhesión de España a la Organización en 1982, su defensa por la Alianza ante un hipotético ataque únicamente se sobreentiende por lo acordado en la Cumbre de Lisboa de 2010, si bien no parece una certeza, debido a que no hay declaración oficial alguna en tal sentido.
Una muestra de esta reprochable desprotección la encontramos en el incidente de Perejil de Julio de 2002, en el que el operativo español encargado de la operación Romeo Sierra, tuvo que evitar la escala en Morón, para que los norteamericanos, también aliados de Marruecos, no informasen a los vecinos del sur de los movimientos españoles en su propio territorio.
Este hecho, fue denunciado por el entonces ministro de Defensa en sus memorias que recordaba haber dicho ante esta eventualidad: “¿Aliados? ¡Aquí no hay aliados!” (Trillo, 2005, pág. 185).
g) Distensión
Frente a los movimientos de disuasión de poder duro en los que se están convirtiendo las relaciones internacionales, España, en su calidad de potencia media, libre, soberana y pacífica, debe reclamar el concepto de distensión propia de un mundo multipolar, según el cual las muy deterioradas relaciones con Rusia no lleguen a un punto de tirantez de no retorno.
Aunque ello no exime al país de seguir reivindicando el cumplimiento de la legalidad internacional respecto de las injerencias rusas acaecidas en los últimos tiempos, aún cabe la posibilidad de endurecer la vía del diálogo (retórica, sanciones…) antes de iniciar hostilidad física alguna contra una nación con la que mantenemos relaciones históricas. La alternativa, nos empujaría a una grave crísis de consecuencias impredecibles.
Conclusión
Desgraciadamente España, por la decadente clase política que lo dirige, por la deficitaria política exterior que proyecta, así como por la pérdida de peso estratégico que soporta desde hace décadas, adolece de los arrestos suficientes para imponer a placer su interés económico o geopolítico frente a otros países, ni siquiera frente a los que se autodefinen como amigos, lo que se debe a la carencia de un poder fuerte en Madrid capaz de cumplir sus convicciones, pese a la multitud de argumentos que pueden esgrimirse para su defensa.
En cualquier caso, y con independencia de lo que ocurra en el futuro con las escalas rusas en territorio nacional, o incluso con la deriva prebélica imperante en el este, España deberá someter su política exterior a una revisión estratégica realista, que evalúe los Estados que realmente comprometen la seguridad, la economía y la soberanía nacional del reino, así como aquellos que la lucran, la estabilizan y la benefician, para, después, poder actuar en consecuencia.
Ser fuertes es una necesidad estratégica a día de hoy para la nación, pero la fuerza, si no está canalizada por una inteligencia estratégicamente meditada, no derivara en la acumulación de poder real y perdurable para España, sino que, más bien, recaerá en una pantomima coyuntural e inofensiva como la protagonizada en Irak, hace ya más de una década. Por ello, este país debe replantearse que batallas debe pelear, cuales quiere mediar y cuales está dispuesto a dejar pasar, pero seguir jugando a la debilidad consumada, siendo siervo de todos y esclava de sí misma, es un peligroso juego al que llevamos jugando ya demasiado tiempo. Más del que jamás debimos haber permitido.
España debe despertar del letargo iniciado hace ya más de dos siglos, o sucumbir ante los intereses que, desde entonces, nos imponen las potencias hegemónicas.
Claro que, si no fructifica esta quimera y, finalmente, se imponen los intereses de estas potencias, resulta imposible no lanzarles una advertencia a las mismas, y es que la historia nos demuestra una y otra vez, cómo todas las acciones orquestadas con el objetivo de limitar el potencial de España, que ya acumula medio milenio de vida, tienen el defecto de que, si se las supera, tienden a fortalecerla.
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