Los vídeos de la boda de ‘El Bigotes’:
del abrazo a Correa a las loas a Camps "el cojonudo"
El Bigotes cogió un micrófono, se subió al estrado y cogió aire. Recorrió con su mirada todas las mesas de invitados a su boda y aclaró su voz con un carraspeo que enmudeció de golpe al centenar de asistentes. “Estoy feliz”, dijo satisfecho. “Estáis todos a los que quiero y los que tenéis que estar”.
Un cerrado aplauso precedió a un largo speech en el que Álvaro Pérez dio las gracias, uno por uno, a cada uno de los presentes.
Este discurso, al que ha tenido acceso en exclusiva un digital, constituye el documento, hasta ahora inédito, que mejor refleja la estrecha relación personal y profesional de los responsables de la denominada trama Gürtel con el PP de Valencia. Porque allí estaban presentes los unos y los otros.
La mirada acuosa y los largos silencios de Pérez rompieron de golpe la dinámica festiva que había presidido la jornada de aquel 14 de marzo de 2008 y llenaron de dramatismo el momento. Hasta entonces sólo se hablaba de los camareros del convite. Todos ellos actores contratados que servían atropelladamente a los políticos, se ensuciaban al recoger los platos, amenazaban con salpicar a sus señoras y masticaban mondadientes mientras El Bigotes disfrutaba con la gamberrada.
LOS "MOTORES" DE SU VIDA
Quien está considerado por la Justicia como uno de los principales cabecillas de la trama Gürtel -concretamente el número tres de la trama pese a que realmente siempre fue un empleado de Correa- y su máximo responsable en la Comunidad valenciana, dijo a los asistentes que en su vida “hay tres motores”: “la familia”, los “amigos” y su “trabajo”. Todos ellos representados “por ese orden” en aquel evento, que se celebró en el vanguardista edificio Veles e Vents del puerto de Valencia en un mediodía primaveral.
Pérez dio la orden expresa de que su enlace, que concentró al poder político y empresarial de la comunidad, fuera grabado en alta definición y las imágenes del evento habían permanecido custodiadas hasta ahora en el olvido entre la documentación requisada por la Policía.
Con su ya célebre mostacho más reluciente que nunca, engominado hacia atrás y visiblemente emocionado, hizo un par de bromas con sus familiares para romper el hielo pero se detuvo, tras hacer hincapié en algunos de sus grandes amigos personales, en una mesa en concreto.
LA MESA PRESIDENCIAL
Aquella en la que, como destacó en su alocución, le gustaría haber estado “a cualquier periodista de España”, que “se daría de hostias para saber lo que estaba pasando en ella”. La presidía Francisco Camps y reunía en torno a su figura a toda la gente que más “había ayudado” a Pérez en Valencia desde su aterrizaje cuatro años antes como ejecutivo de la empresa Orange Market, encargada de organizar mítines y eventos para el PP. O lo que es lo mismo, a los pesos pesados de su gobierno. Entre ellos, al ex secretario general del partido, Ricardo Costa; y a los ex vicepresidentes Vicente Rambla y Víctor Campos.
También asistieron el ex diputado y ex vicesecretario general del PP valenciano David Serra; la ex tesorera de la formación Yolanda García; el ex presidente de Feria de Valencia, Alberto Catalá; o el ex responsable de la televisión autonómica valenciana Pedro García.
Pero por encima del resto, “uno de los dos Pacos más importantes” de la vida de Pérez, Camps, que “un día le dijo que tenía que ir a vivir a Valencia”. “Y aquí estoy, gracias a él y por él”, remarcó. “Pero de él hablaré más adelante”, apuntó manteniendo el suspense y reservando el gran momento del discurso para más adelante.
Se centró entonces en el otro Paco. “No puedo hablar de Paco Camps sin hablar de Paco Correa. Os podéis imaginar lo importante que es en mi vida”. A Alvaro Pérez se le quebró la voz, rompió a llorar y se fundió en un abrazo con su jefe que sellaba su lealtad al líder.
A renglón seguido el auditorio se giró instintivamente mirando al presidente de la comunidad autónoma, que aguardó su turno con una media sonrisa. Porque ya no quedaba nadie más que él por presentar. “Yo leía un artículo antes de ayer en el ABC de una periodista que era bonito de narices. Presidente, muy bonito”, enfatizó El Bigotes. “Decía: ‘Paco Camps, presidente de la Generalitat, al que todo el mundo le llama Paco’. Será ella, porque yo siempre te llamo presidente. Bueno, Isabel, tú sí”, agregó dirigiéndose a su esposa. “¿Pero los demás? ¡Qué confianzas, joder!”.
"CHICO, VENTE A VALENCIA"
“Bueno, un día me vio sufrir, me vio cansado de trabajar en Madrid y me dijo: ‘Chico, vente a Valencia’. Y aquí estoy, presidente. Siempre me ha dado cosas buenas, siempre se preocupa de mí. Y no es fácil… Todos los días está en los periódicos, en las radios, todo el mundo habla de él y dice que va a dirigir nuestro país pero yo no quiero que se vaya muy lejos porque es cojonudo como amigo... Y no falla jamás”. El mayor de los aplausos puso punto y final al speech y dio al pase al baile y a las copas, quedando inmortalizada toda una época.
Sin embargo, la alegría duró muy poco. Menos de un año después, en febrero de 2009, la Audiencia Nacional ordenó la detención de los principales responsables de la trama Gürtel por corrupción. La Justicia pide para ellos decenas de años de prisión en diferentes causas por financiar ilegalmente al PP valenciano, regar con regalos a sus dirigentes y beneficiarse de contratos públicos irregulares.
Las imágenes de la boda contrastan ahora con la frialdad del banquillo de los acusados de Valencia, en el que se juzgan aquellos años y en el que aparece solitario quien se presentó en su boda como un “albañil de la puta política” y prácticamente han desaparecido por completo los capataces políticos de aquellas obras faraónicas.
El Bigotes cogió un micrófono, se subió al estrado y cogió aire. Recorrió con su mirada todas las mesas de invitados a su boda y aclaró su voz con un carraspeo que enmudeció de golpe al centenar de asistentes. “Estoy feliz”, dijo satisfecho. “Estáis todos a los que quiero y los que tenéis que estar”.
Un cerrado aplauso precedió a un largo speech en el que Álvaro Pérez dio las gracias, uno por uno, a cada uno de los presentes.
Este discurso, al que ha tenido acceso en exclusiva un digital, constituye el documento, hasta ahora inédito, que mejor refleja la estrecha relación personal y profesional de los responsables de la denominada trama Gürtel con el PP de Valencia. Porque allí estaban presentes los unos y los otros.
Un cerrado aplauso precedió a un largo speech en el que Álvaro Pérez dio las gracias, uno por uno, a cada uno de los presentes.
Este discurso, al que ha tenido acceso en exclusiva un digital, constituye el documento, hasta ahora inédito, que mejor refleja la estrecha relación personal y profesional de los responsables de la denominada trama Gürtel con el PP de Valencia. Porque allí estaban presentes los unos y los otros.
La mirada acuosa y los largos silencios de Pérez rompieron de golpe la dinámica festiva que había presidido la jornada de aquel 14 de marzo de 2008 y llenaron de dramatismo el momento. Hasta entonces sólo se hablaba de los camareros del convite. Todos ellos actores contratados que servían atropelladamente a los políticos, se ensuciaban al recoger los platos, amenazaban con salpicar a sus señoras y masticaban mondadientes mientras El Bigotes disfrutaba con la gamberrada.
LOS "MOTORES" DE SU VIDA
Quien está considerado por la Justicia como uno de los principales cabecillas de la trama Gürtel -concretamente el número tres de la trama pese a que realmente siempre fue un empleado de Correa- y su máximo responsable en la Comunidad valenciana, dijo a los asistentes que en su vida “hay tres motores”: “la familia”, los “amigos” y su “trabajo”. Todos ellos representados “por ese orden” en aquel evento, que se celebró en el vanguardista edificio Veles e Vents del puerto de Valencia en un mediodía primaveral.
Pérez dio la orden expresa de que su enlace, que concentró al poder político y empresarial de la comunidad, fuera grabado en alta definición y las imágenes del evento habían permanecido custodiadas hasta ahora en el olvido entre la documentación requisada por la Policía.
Con su ya célebre mostacho más reluciente que nunca, engominado hacia atrás y visiblemente emocionado, hizo un par de bromas con sus familiares para romper el hielo pero se detuvo, tras hacer hincapié en algunos de sus grandes amigos personales, en una mesa en concreto.
LA MESA PRESIDENCIAL
Aquella en la que, como destacó en su alocución, le gustaría haber estado “a cualquier periodista de España”, que “se daría de hostias para saber lo que estaba pasando en ella”. La presidía Francisco Camps y reunía en torno a su figura a toda la gente que más “había ayudado” a Pérez en Valencia desde su aterrizaje cuatro años antes como ejecutivo de la empresa Orange Market, encargada de organizar mítines y eventos para el PP. O lo que es lo mismo, a los pesos pesados de su gobierno. Entre ellos, al ex secretario general del partido, Ricardo Costa; y a los ex vicepresidentes Vicente Rambla y Víctor Campos.
También asistieron el ex diputado y ex vicesecretario general del PP valenciano David Serra; la ex tesorera de la formación Yolanda García; el ex presidente de Feria de Valencia, Alberto Catalá; o el ex responsable de la televisión autonómica valenciana Pedro García.
Pero por encima del resto, “uno de los dos Pacos más importantes” de la vida de Pérez, Camps, que “un día le dijo que tenía que ir a vivir a Valencia”. “Y aquí estoy, gracias a él y por él”, remarcó. “Pero de él hablaré más adelante”, apuntó manteniendo el suspense y reservando el gran momento del discurso para más adelante.
Se centró entonces en el otro Paco. “No puedo hablar de Paco Camps sin hablar de Paco Correa. Os podéis imaginar lo importante que es en mi vida”. A Alvaro Pérez se le quebró la voz, rompió a llorar y se fundió en un abrazo con su jefe que sellaba su lealtad al líder.
A renglón seguido el auditorio se giró instintivamente mirando al presidente de la comunidad autónoma, que aguardó su turno con una media sonrisa. Porque ya no quedaba nadie más que él por presentar. “Yo leía un artículo antes de ayer en el ABC de una periodista que era bonito de narices. Presidente, muy bonito”, enfatizó El Bigotes. “Decía: ‘Paco Camps, presidente de la Generalitat, al que todo el mundo le llama Paco’. Será ella, porque yo siempre te llamo presidente. Bueno, Isabel, tú sí”, agregó dirigiéndose a su esposa. “¿Pero los demás? ¡Qué confianzas, joder!”.
"CHICO, VENTE A VALENCIA"
“Bueno, un día me vio sufrir, me vio cansado de trabajar en Madrid y me dijo: ‘Chico, vente a Valencia’. Y aquí estoy, presidente. Siempre me ha dado cosas buenas, siempre se preocupa de mí. Y no es fácil… Todos los días está en los periódicos, en las radios, todo el mundo habla de él y dice que va a dirigir nuestro país pero yo no quiero que se vaya muy lejos porque es cojonudo como amigo... Y no falla jamás”. El mayor de los aplausos puso punto y final al speech y dio al pase al baile y a las copas, quedando inmortalizada toda una época.
Sin embargo, la alegría duró muy poco. Menos de un año después, en febrero de 2009, la Audiencia Nacional ordenó la detención de los principales responsables de la trama Gürtel por corrupción. La Justicia pide para ellos decenas de años de prisión en diferentes causas por financiar ilegalmente al PP valenciano, regar con regalos a sus dirigentes y beneficiarse de contratos públicos irregulares.
Las imágenes de la boda contrastan ahora con la frialdad del banquillo de los acusados de Valencia, en el que se juzgan aquellos años y en el que aparece solitario quien se presentó en su boda como un “albañil de la puta política” y prácticamente han desaparecido por completo los capataces políticos de aquellas obras faraónicas.
El concepto de libertad
en la derecha española
“la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…”,
Hace unas horas, uno de los organizadores de la feria informática y de negocios que se está celebrando en Madrid definía el maravilloso evento bautizado -como casi todo lo que tocan los desaprensivos- con un nombre inglés que me niego a pronunciar, como un encuentro de líderes, de emprendedores, de individuos dispuestos a ser depredadores en vez de presas.
Lo decía con la mayor naturalidad, como si el darwinismo social –que está en la raíz de todos los movimientos nazi-fascistas- fuese una opción válida en una sociedad civilizada.
Según sus palabras la feria, el simposio, el congreso o lo que sea esa reunión de espabilados, ponía en manos de los participantes los instrumentos necesarios para poder elegir entre ser verdugo o decapitado, dándonos a entender que en este mundo salvaje que hemos consentido que nos monten hay que elegir entre una de esas dos aberrantes y tristes alternativas.
Según el pensamiento derechista dominante, el mercado da lo que se merece a cada cual y a todos nos es dado situarnos en el lugar adecuado para recibir sus premios y recompensas siempre que estemos raudos para saber de dónde vienen los vientos más propicios y las mejores compañías.
Para los que no sean capaces de tal cosa, siempre quedará, según el neodarwinismo social y estos señores tan avezados y humanos, el recurso al refranero: “A quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”, dicho popular que parece haber tomado como máxima de su acción política el actual gobierno en defunciones que actúa como si hubiese vuelto a sacar mayoría absoluta.
Depredadores, ya sabemos quiénes son, banqueros, gentes del Ibex, contaminadores, ejecutivos fetén sin escrúpulos, tiburones financieros, politicuchos, abogados desalmados, muñidores del fraude fiscal, policías dispuestos a abrirle las carnes a ciudadanos por el simple hecho de protestar, explotadores, especuladores…; presas, todos los demás.
Mariano Rajoy, siguiendo a su maestro Fernández de la Mora, no dudó en hacer su particular alusión al darwinismo social en unos cuantos artículos publicados en la Galicia de su mocedad en los que aludía a lasupremacía en los estudios y otros ámbitos de negocio –todo en la vida es negocio- de las personas pertenecientes a linajes o estirpes de aquilatado abolengo, alusión que nadie podrá rebatir al comprobar que Rajoy y sus hermanos son todos notarios y registradores de la propiedad, mientras que la mayoría de los hermanos que viven en España con rango menor al de la familia del Señor Presidente raro es que hayan pasado del empleo de cabo o sargento chusquero, caso de tener oficio conocido. Para facilitar que las cosas sigan siendo como siempre han sido no se pueden escatimar esfuerzos ni en la escena pública ni en la privada, es por ello que los gobiernos de España, que casi siempre han sido de derechas y extrema derecha como Dios manda, han dedicado secularmente sus afanes y nuestros dineros a perpetuar el orden dispuesto desde los tiempos de Pelayo y Guifré el Pilós, tipos simpáticos donde los haya. Por ellos no ha pasado el Renacimiento, ni el Racionalismo, ni la Ilustración, ni la Revolución francesa, ni las revoluciones burguesas y proletarias que tan bien estudió y explicó Eric Hobsbawm, ¿para qué si esos acontecimientos sólo han servido para torcer el rumbo maravilloso que llevaba el mundo desde que el Altísimo lo creó en seis días y al séptimo descansó? Sí ha pasado, y de qué forma, el tradicionalismo, el nepotismo, el abuso y la defensa a ultranza del privilegio de clase, cosas estas en extremo necesarias para alcanzar la santidad.
Decía Don Quijote a Sancho –por cierto, ¡vaya homenaje campanudo que les están ofreciendo los patriotas del Estado español!- que “la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…”, y en efecto, así es, por la libertad de los depredadores todo es lícito, todo, por cruel que parezca, encomiable:
No sería posible que los ricos hubiesen aumentado bárbaramente su riqueza, y por tanto su libertad, que es la que de verdad hay que “poner en valor”, si no hubiese crecido exponencialmente la miseria de los que no son de su estirpe, seres cuyos sufrimientos no pasarán a la historia porque sus vidas son de todo punto insignificantes.
De ninguna manera podrían disfrutar los mejores del bienestar del que gozan sin la libertad de empresa y de trabajo, que son aquellas que permiten al empresario pagar sueldos de miseria a los trabajadores para obtener mayores beneficios apropiándose de un porcentaje mayor de las plusvalías generadas sin que convenios colectivos ni otras limitaciones legales comunistas impidan la normal relación entre empresario y trabajador individual; tampoco sería el mundo como va volviendo a ser sin la libertad de enseñanza, que no consiste en que el profesor o maestro pueda desarrollar su trabajo utilizando los instrumentos pedagógicos que estime oportunos, sino en que el Estado regale miles de millones de euros a los colegios concertados de la Iglesia Católica para que adoctrine en la “Verdad” a niños, adolescentes y jóvenes.
Qué decir de la libertad de expresión, puntal principal sobre el que se asienta la civilización occidental cristiana, hoy más que nunca, sin las amenazas impunes de Jiménez Losantos y sus amigos a personas que piensan diferente a ellos y por tanto ponen en riesgo la ley natural que es heredera de la divina; qué de la ley mordaza que gracias a Dios mantiene en la cárcel o bajo medidas cautelares a personas tan malvadas y peligrosas como Alfon, Bódalo o los sindicalistas y los titiriteros de Granada, qué de las bondades de los informativos y programación general de las televisiones que nos explican con claridad meridiana lo que sucede en esa antesala del infierno que es Venezuela pero apenas hablan de la pobreza que sufre más de una tercera parte de la población española por su propia inutilidad o de la interminable y merecida deriva de rentas públicas a bolsillos particulares propiciada por quienes saben de verdad utilizar el dinero con provecho obviando los despreciables intereses bastardos de la chusma.
Empero, pese a las inconmensurables ventajas de todas y cada una de las libertades que recoge nuestra Carta Magna, hay dos que destacan –como en los Diez Mandamientos- sobre todas las demás.
La primera es la sacrosanta libertad a no ser encarcelados, es decir, los depredadores somos tan irresponsables como el rey, por eso la ley da por hecho que nuestros actos se mueven, en cualquier circunstancia, por la búsqueda del bien, o más concretamente, del beneficio, y a nadie que busque su beneficio personal –tal como indican las inmarcesibles Leyes del Mercado- se le puede acusar de delito alguno sino de actuar conforme a Derecho;
la segunda se la Libertad Fiscal, libertad donde las haya que posibilita a quienes tienen un rango social determinado no pagar a la Hacienda Pública ni un real sin que ello tampoco suponga menoscabo legal alguno ni desdoro social de ningún tipo y sí, por el contrario, el incremento exponencial del prestigio de quienes de tal manera actúan.
Sin esas dos libertades que, como siempre fue desde la noche de los tiempos, permiten a quienes se lo merecen por alcurnia o capacidad de adaptación desarrollar su vida en plenitud, hoy cualquier indocumentado podría tener los mismos derechos que Don Mariano Rajoy, Don Amancio Ortega, Doña Ana Patricia Botín, Don Pujol o Doña Esperanza Aguirre, condesa consorte de Murillo, y eso sería tanto como concluir que los principios de mérito y clase no sirven absolutamente para nada.
Por último señalar, aunque pueda parecer algo liviano y de poco peso específico, la importancia que tiene la Libertad de Mentir, que es esa que permite prometer que no se tocarán la Educación, la Sanidad ni las Pensiones durante la campaña electoral, para luego, una vez obtenida la victoria diezmarlas y ponerlas en peligro de muerte para favorecer el negocio particular, que al fin y al cabo es lo que de verdad importa.
Hace unas horas, uno de los organizadores de la feria informática y de negocios que se está celebrando en Madrid definía el maravilloso evento bautizado -como casi todo lo que tocan los desaprensivos- con un nombre inglés que me niego a pronunciar, como un encuentro de líderes, de emprendedores, de individuos dispuestos a ser depredadores en vez de presas.
Mariano Rajoy, siguiendo a su maestro Fernández de la Mora, no dudó en hacer su particular alusión al darwinismo social en unos cuantos artículos publicados en la Galicia de su mocedad en los que aludía a lasupremacía en los estudios y otros ámbitos de negocio –todo en la vida es negocio- de las personas pertenecientes a linajes o estirpes de aquilatado abolengo, alusión que nadie podrá rebatir al comprobar que Rajoy y sus hermanos son todos notarios y registradores de la propiedad, mientras que la mayoría de los hermanos que viven en España con rango menor al de la familia del Señor Presidente raro es que hayan pasado del empleo de cabo o sargento chusquero, caso de tener oficio conocido. Para facilitar que las cosas sigan siendo como siempre han sido no se pueden escatimar esfuerzos ni en la escena pública ni en la privada, es por ello que los gobiernos de España, que casi siempre han sido de derechas y extrema derecha como Dios manda, han dedicado secularmente sus afanes y nuestros dineros a perpetuar el orden dispuesto desde los tiempos de Pelayo y Guifré el Pilós, tipos simpáticos donde los haya. Por ellos no ha pasado el Renacimiento, ni el Racionalismo, ni la Ilustración, ni la Revolución francesa, ni las revoluciones burguesas y proletarias que tan bien estudió y explicó Eric Hobsbawm, ¿para qué si esos acontecimientos sólo han servido para torcer el rumbo maravilloso que llevaba el mundo desde que el Altísimo lo creó en seis días y al séptimo descansó? Sí ha pasado, y de qué forma, el tradicionalismo, el nepotismo, el abuso y la defensa a ultranza del privilegio de clase, cosas estas en extremo necesarias para alcanzar la santidad.
Decía Don Quijote a Sancho –por cierto, ¡vaya homenaje campanudo que les están ofreciendo los patriotas del Estado español!- que “la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…”, y en efecto, así es, por la libertad de los depredadores todo es lícito, todo, por cruel que parezca, encomiable:
Por último señalar, aunque pueda parecer algo liviano y de poco peso específico, la importancia que tiene la Libertad de Mentir, que es esa que permite prometer que no se tocarán la Educación, la Sanidad ni las Pensiones durante la campaña electoral, para luego, una vez obtenida la victoria diezmarlas y ponerlas en peligro de muerte para favorecer el negocio particular, que al fin y al cabo es lo que de verdad importa.
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