Y es que dada vez es más evidente que estamos perdiendo hasta la más mínima capacidad para analizar el sentido lógico de la realidad que nos rodea.
En este artículo, el asunto que vamos a tratar pone de relieve un aspecto realmente grave: y es que las personas somos capaces de debatir, discutir acaloradamente durante horas y días, e incluso acabar peleándonos, sin comprender realmente los mecanismos lógicos que rigen aquello sobre lo que discutimos.
Hasta tal punto llega nuestra incapacidad para comprender estos mecanismos lógicos, que llegamos a defender a capa y espada posturas que en realidad representan una total falta de respeto hacia nuestras posiciones.
Desgraciadamente, el asunto que vamos a tratar es un tema candente de la realidad política española y es posible que muchos de nuestros lectores caigan en la misma trampa en la que está cayendo la sociedad española en general estos últimos tiempos: dejarse llevar por el ruido ideológico y malinterpretar el sentido del texto.
Por esa razón, queremos pedirle a los lectores que decidan seguir leyendo este artículo, que dejen en la puerta los zapatos políticos con los que transitan por la realidad española y se permitan leer este artículo con los pies descalzos, para comprender que lo que tratamos de dirimir en este artículo es la lógica interna de los acontecimientos y no su sentido político.
Para los que no lo sepan, en España se ha generado un enorme debate por la entrada de unas simples banderitas en un estadio de fútbol.
Pongamos el asunto en contexto para quien no lo conozca.
Durante la semana que va entre el 16 y el 22 de mayo, en España se ha generado una agria discusión social, política e incluso judicial alrededor de la entrada de banderas independentistas catalanas (las llamadas “esteladas”) en el estadio vicente Calderón, donde se disputará la final de la Copa del Rey de fútbol entre el Sevilla CF y el FC Barcelona.
Como viene siendo habitual en los últimos años, se prevé que los aficionados catalanes del FC Barcelona acudan al estadio ataviados con dichas esteladas y ante tal posibilidad, la delegada del gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, ha decidido prohibir la entrada de esas banderas al estadio, alegando que dichas banderas pueden “provocar un conflicto”, así como “problemas de orden público y de seguridad”.
Alrededor de este asunto se ha montado un enorme debate nacional que ha durado días y que ha copado los medios de comunicación, a través de innumerables tertúlias televisivas y radiofónicas, ha incendiado las redes sociales con miles y miles de referencias cruzadas al asunto y ha provocado una oleada de declaraciones políticas al respecto y de acusaciones de toda índole.
La cuestión es que esta discusión beneficia políticamente a ambos bandos en disputa en puertas de unas elecciones generales.
Por un lado, los defensores de la prohibición (básicamente el gobierno español del Partido Popular y otros partidos como Ciudadanos), refuerzan su posición de “garantes de la Unidad de España”, mientras que los independentistas catalanes, refuerzan su posición de víctimas del Estado, amparándose en la “defensa de la libertad de expresión”.
Pero como decíamos antes, en este artículo no vamos a hablar del aspecto político del asunto: que cada uno tome la posición que mejor le parezca.
Este artículo quiere alejarse del ruido generado por unos y otros y poner de relieve que con el fragor de la discusión y cegados por los colores de las banderitas, nadie se ha percatado de que los mecanismos lógicos que rigen esta discusión están cargados de incoherencias internas que nada tienen que ver con el posicionamiento político.
Y es que aunque ahora pueda parecer una paradoja, los que deberían estar ofendidos por la prohibición de las banderas esteladas en la final de la copa del Rey, no deberían ser los aficionados catalanes e independentistas, sino los defensores de la unidad de España y en concreto, los aficionados del Sevilla CF, a los que se está insultando gravemente.
¿Por qué?
Vayamos al grano.
La delegada del gobierno en Madrid, Concepción Dancausa que ha impulsado dicha prohibición, ha alegado, al igual que alega el propio gobierno central español, que la prohibición se produce por “motivos de seguridad”.
Es decir, se prohibe la entrada de banderas esteladas en el estadio para impedir que éstas puedan generar enfrentamientos violentos.
Y la pregunta clave que sorprendentemente nadie se ha hecho es:¿violencia de quién y hacia quién?
Todo el mundo ha iniciado una enconada discusión alrededor del tema y se han alegado conceptos como la “libertad de expresión” o la supuesta ilegalidad o inconstitucionalidad de la dichosa banderita,“contraria a la unidad de España”.
Pero de forma sorprendente, y por alguna razón misteriosa, nadie ha sabido entender el mensaje que el gobierno español está dando implícitamente en todo este asunto.
No lo han sabido ver los políticos favorables a la prohibición, que sin saberlo, están insultando gravemente a las personas que defienden la unidad de España, entre los que se incluyen ellos mismos. Y de la misma manera, tampoco lo han sabido interpretar los independentistas ni los contrarios a la prohibición en general.
Increíblemente, nadie, ni los periodistas y tertulianos que tanto han debatido sobre el asunto, ni tan solo las personas de la calle que discuten sobre ello en las tertulias de los bares o en los puestos de trabajo, han sabido dirimir la lógica (o más bien dicho ilógica) de fondo del asunto.
Así pues, repitamos la cuestión clave: se prohibe la entrada de banderas independentistas en el estadio para impedir que se generen“enfrentamientos violentos”.
Pero, ¿violencia de quién hacia quién?
Y es que por alguna razón no especificada, la mayoría de gente ha interpretado inconscientemente que aquellos que lleven consigo la bandera independentista serán los “violentos”.
Bien, tomemos como hipótesis que los generadores de la violencia son los independentistas con sus esteladas.
Como veremos, esta hipótesis acaba resultando insostenible por la lógica interna de la prohibición impulsada por el gobierno español a través de la delegada del gobierno en Madrid.
¿Por qué?
Pues muy sencillo: porque si los que llevan las esteladas son “los violentos” o los “generadores de la violencia”, por lógica lo serán a causa de su ideología independentista, tanto si llevan la bandera con ellos como si no.
De lo contrario, eso significaría que solo son violentos cuando llevan la estelada consigo, es decir, que son violentos por culpa de la presencia de la bandera (recordemos que solo es un trapo de colores) y no por su posición ideológica.
Por lo tanto, este razonamiento implícito indicaría que la estelada, como si fuera una especie de fetiche mágico, impulsa a los independentistas a convertirse en violentos y agresores que ponen en peligro la seguridad; y por lo contrario, cuando solo ejercen de independentistas sin bandera, se presupone que son personas pacíficas y razonables, que pueden entrar en cualquier estadio libremente sin peligro.
Como cualquier persona con dos dedos de frente puede deducir, este razonamiento que acabamos de exponer, es un completo sinsentido sin pies ni cabeza.
Sería ridículo pensar que una bandera o un símbolo, por el simple hecho de ser percibido físicamente, convierte a las personas en violentas, ¿no?
Por lo tanto y puesto que la delegación del gobierno quiere prohibir la entrada de banderas esteladas y no la de los propios independentistas (que previsiblemente silbarán al Rey y al himno de España con todas sus fuerzas), está indicando implícitamente que los independentistas no son violentos de por sí, que no representan una amenaza para la seguridad de por sí y que aunque silben e insulten el himno español y al Rey, manifestando claramente su ideología independentista, ello no pondrá en peligro la seguridad en el estadio.
Por lo tanto, la hipótesis inicial que exponíamos, según la cual los generadores de la violencia son los independentistas, queda anulada por la propia actitud del gobierno ante ellos.
Por lo tanto y por lógica, lo que realmente significa “prohibir la entrada de esteladas para evitar escenas de violencia”, es que “los violentos” serán todos aquellos que se sientan incómodos con la presencia de las esteladas, es decir, los defensores de la unidad de España y en este caso concreto, los aficionados del Sevilla que se desplacen al estadio a ver la final.
Con esta prohibición y con sus mecanismos de lógica interna, el gobierno de España está INSULTANDO GRAVEMENTE a todos los defensores de la unidad de España, por el simple hecho de serlo, clasificándolos a todos como personas potencialmente violentas e intolerantes con las ideas de los demás.
Transmite implícitamente que los defensores de la unidad de España son prácticamente unos salvajes incapaces de controlar sus impulsos, que espuma en boca pueden atacar a cualquiera que lleve consigo una bandera que les incomoda.
Además, en un nuevo retruécano ilógico, la prohibición también considera, implícitamente, que esos potenciales agresores no se ofenderán ante cualquier otra manifestación independentista como los silbidos al himno o al rey de España, sino que solo les ofende el trapo de colores…vamos como si en vez de personas racionales, fueran un toro embravecido que se lanza a cornear un capote.
Resumiendo: el gobierno español del Partido Popular ha insultado gravemente a los defensores de la unidad de España (y por lo tanto a sí mismos)…¡y nadie ha dicho ni mu!
Es realmente sorprendente que se haya generado tamaña discusión alrededor del asunto y que nadie se haya dado cuenta de que la posición del gobierno español representa una gravísima falta de respeto para todas aquellas personas razonables y demócratas que defiendan la unidad de España.
De la misma manera, sorprende la profunda estultícia de los políticos independentistas, cuyo discurso plano centrado en la banderita, les ha impedido detectar la perniciosa lógica interna que se oculta en la prohibición y que califica implícitamente como “violentos” a los defensores de la unidad nacional y como potenciales víctimas de la agresión a los independentistas.
Así pues, el debate de las esteladas es un síntoma, que va mucho más allá de la política o la ideología.
Nos muestra una realidad muy inquietante.
Una sociedad entera aquejada de una preocupante superficialidad que se sumerge en el ácido de una discusión centrada en los símbolos y no comprende el mensaje implícito que se oculta tras la discusión; que es incapaz de percibir aquellos mecanismos lógicos que realmente le dan el sentido lógico a las cosas.
Es alucinante ver como millones de personas han quedado cegadas por el color de las banderitas, por las grandilocuentes alusiones a la Constitución, a la unidad patria y a la libertad de expresión y nadie se ha percatado de las contradicciones internas, a nivel lógico (y no político), de aquello que ha generado el enconado debate, que es la prohibición impulsada por la delegada del gobierno, Concepción Dancausa.
Paralelamente, hay otro aspecto de la discusión, que también necesita ser puntualizado.
Y es que enmedio de esta discusión por las dichosas banderas, se están realizando repetitivamente afirmaciones o sentencias, cuya base lógica también resulta insostenible.
Por ejemplo, en la discusión sobre la presencia de esteladas en los estadios, estamos escuchando, una y otra vez, hasta la saciedad el argumento de que “no debe mezclarse el deporte con la política”.
Esta afirmación debería chocarle a todo el mundo, puesto que en toda actividad social, la política tiene una presencia implícita.
Veamos cuál es la definición de Política: “Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados”
Si no se pudiera mezclar el deporte con la política, jamás se podrían producir acontecimientos deportivos tan importantes como un Mundial de futbol, una Eurocopa o unos juegos Olímpicos, acontecimientos en los que los deportistas representan a un estado organizado bajo un determinado régimen político, simbolizado por una bandera y una simbología concreta.
Si ustedes acuden a un estadio con la bandera española para apoyar a “la Roja”, están mezclando al 100% el deporte con la política, puesto que la bandera española, en sí misma, representa al régimen político actual con el que se organiza el estado, caracterizado por una monarquía democrática, con un escudo coronado en su centro que simboliza una organización política concreta: la monarquía española.
La bandera de España, no es un símbolo abstracto que represente a España como entidad nacional, sino que representa al régimen político español actual. De hecho, en sí misma, la bandera es un símbolo político y por lo tanto, no existe en manera alguna ningún aspecto que pueda considerarse apolítico o neutral.
¿Representan lo mismo la bandera española constitucional actual, la bandera española del franquismo y la bandera republicana?
Si fuera así, las 3 serían igual de válidas para representar a España como concepto nacional abstracto y los aficionados acudirían felizmente a los estadios con las tres, sin que ello generara ningún conflicto…pero eso no sucede, porque las banderas son 100% políticas, representan un determinado regimen político y su presencia en un estadio o en el escudo de una camiseta, es 100% POLÍTICA.
Entonces, ¿cómo puede ser que un disparate sin ninguna lógica alguna como es la frase: “no debe mezclarse el deporte con la política”, sea repetido tantas veces sin que nadie se percate que con ello se está poniendo en duda la propia representación política de España en las competiciones internacionales?
¿Qué creen que van a hacer los aficionados de España cuando acudan orgullosos con sus banderas a apoyar a la selección en la próxima Eurocopa? Van a hacer POLÍTICA.
Si no hicieran política, y solo les importara esa entelequia llamada “deporte no mezclado con la política”, celebrarían los goles del equipo contrario, festejando el buen hacer de sus jugadores y las meritorias jugadas que realizaran…¿alguien cree que lo van a hacer?
Así pues, la sentencia “no debe mezclarse el deporte con la política” es un disparate tan insostenible como lo sería decir “no debe mezclarse la cultura con la política”.
Y eso representaría que personajes de la talla de Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, no podrían haber opinado jamás de ningún aspecto político, puesto que al hacerlo, alguien les habría podido decir“no mezclen la cultura con la politica: ustedes son escritores, dedíquense a escribir”, que es algo parecido a lo que se le dice a un futbolista cuando opina sobre cualquier aspecto considerado político.
Esperamos que los lectores sean capaces de comprender el sentido de lo que estamos diciendo en este artículo, aislándose del ruido ideológico de estos últimos días.
Repetimos de nuevo que en este artículo, no hemos hablado de política.
Estamos hablando de cómo en la sociedad actual, la población pierde de vista con extrema facilidad el sentido lógico que tienen las cosas, con indepedencia de su color ideológico.
Y al perder esa mínima capacidad para analizar la lógica interna de los acontecimientos, nos convertimos en seres totalmente manipulables, capaces de enzarzarnos en tremendas y acaloradas discusiones sin darnos cuenta de que a nivel lógico (y no político, repetimos), aquello por lo que discutimos no tiene ningún sentido.
Y la pregunta que deberíamos hacernos es: si debatimos sobre un asunto que no tiene ninguna base lógica, por más que esté envuelto en un aspecto político o ideológico real, ¿tiene sentido que discutamos tantas horas sobre ello?
Nos tememos que muy poca gente querrá afrontar el asunto desde este punto de vista.
Ahora sucederán mil cosas alrededor del tema de las banderitas y de la final de la Copa del Rey, acontecimientos que generarán un enorme ruido mediático y acaloradísimas discusiones y todo el mundo olvidará que el inicio de la discusión, la prohibición inicial (ahora denegada) de las esteladas en el estadio, era un sinsentido desde el punto de vista lógico.
Y así nos va, en este país y en el mundo entero…
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
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