¿Hasta cuándo soportará Rusia
la expansión de la OTAN?
En la segunda quincena de mayo de 2016, tropas de la OTAN se disponen a realizar ejercicios militares (Brilliant Jump 2016) en Polonia: son las “fuerzas de acción rápida” con las que pretenden ensayar una “ayuda militar a Polonia, Estonia, Letonia y Lituania”.
Soldados de infantería, así como aviones, barcos y fuerzas de operaciones especiales se desplegarán en tierras polacas, realizarán un desembarco en Szczecin (en la frontera polaco-alemana) y maniobras en Żagań (más al sur, casi en el vértice fronterizo entre Alemania, Polonia y la república checa).
Esas fuerzas de acción rápida, compuestas anualmente por soldados de un país de la OTAN, son este año de militares españoles.
La oportunidad política de esas maniobras es dudosa, sobre todo en un momento en que Moscú intenta consolidar la vía negociadora en Ginebra para detener la guerra siria, y en que el despliegue del escudo antimisiles norteamericano y el aumento de la desconfianza entre Washington y Pekín alrededor de las disputas en el Mar de China meridional, han complicado las relaciones entre las grandes potencias, y añadido problemas a la precaria estabilidad internacional. Sin embargo, Estados Unidos y la OTAN siguen aumentando sus tropas en las cercanías de la frontera rusa, con la excusa de “responder a la amenaza rusa”, en un contexto de incremento de la tensión entre Moscú y Washington.
El nuevo protagonismo ruso en la escena internacional no es del gusto del gobierno estadounidense: es patente la preocupación en el Pentágono por la actuación de la aviación rusa en Siria, donde ha permitido al gobierno de Damasco recuperar la iniciativa.
El aumento de tropas de la OTAN en Europa del este, y la sucesión de maniobras en todo el arco que va desde Estonia hasta el Mar Negro, junto con el despliegue del escudo antimisiles (en la base de Deveselu, Rumania, y, próximamente, en Polonia), se refleja también en Asia, donde Estados Unidos aumenta su presencia y patrullaje en el Mar de la China meridional (con el pretexto de “asegurar la libertad de navegación”), en la península coreana, y en las aguas que rodean Filipinas frente a las costas chinas.
Que tanto Moscú como Pekín se muestren preocupadas por la exhibición de gestos poco amistosos, no detiene al Pentágono, que para justificar su acción enarbola la doctrina de la “amenaza rusa”, utilizando para ello la crisis de Ucrania (obviando la implicación norteamericana en el golpe de Estado de 2014, la ayuda económica a medios que impulsaron el Maidán, y el adiestramiento militar a grupos de opositores en Polonia para derribar al gobierno de Yanukóvich) y la incorporación a Rusia de la península de Crimea (negando validez jurídica al referéndum donde se pronunció la población), así como la disparatada tesis del “expansionismo chino”, ocultando que Pekín no dispone en el mundo de un solo soldado fuera de sus fronteras, hecho que contrasta vivamente con el despliegue norteamericano en decenas de países de los cinco continentes.
No puede extrañar que tanto Moscú como Pekín interpreten esas acciones como una posible amenaza de guerra, y, sin duda, como una nueva carrera armamentista, a la vista, además, de la complicidad norteamericana o, cuando menos, el silencio, ante las acciones de guerra en Siria protagonizadas por sus aliados turco, saudita e israelí, comprometidos en turbias relaciones con Daesh y protagonistas de bombardeos contra el ejército de Bachar al-Asad y del envío de comandos especiales para actuar en el interior de Siria.
El gobierno norteamericano finge ignorar la preocupación de Moscú, cuya diplomacia no se ha cansado de insistir en que acercar el dispositivo militar de la OTAN a las fronteras rusas no puede, en ningún caso, interpretarse como un signo de distensión, amistad o propósito de colaboración entre las grandes potencias para el mantenimiento de la paz y la estabilidad del planeta.
Además, la Unión Europa, siempre a remolque de las decisiones norteamericanas, aprobó la EU EAST STRATCOM Task Force, un programa que ya es operativo, con la intención de “contrarrestar la propaganda rusa” según mantiene la Comisión Europea.
Esa iniciativa está destinada al territorio ruso, además de a Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Georgia, Azerbeiján y Armenia; es decir: todas las antiguas repúblicas soviéticas europeas (exceptuando las tres bálticas, ya integradas en la OTAN, y las cinco de Asia central).
El propósito de esa operación es evidente: financiar a medios de prensa y organismos opositores, recopilar información, e influir (y, eventualmente, captar activistas) en personas que trabajen en medios políticos, asociaciones, y centros culturales. La Comisión Europea admitió que en las redes que tienen intención de crear en esos territorios participará también Estados Unidos y los servicios de la OTAN.
El Ministerio de Defensa ruso ha mostrado las características del despliegue de fuerzas norteamericanas y de la OTAN asegurando que son una “amenaza a la seguridad nacional rusa”, y tiene prevista la creación de dos nuevas divisiones militares en las fronteras occidentales rusas, respondiendo así al acercamiento del dispositivo militar de la OTAN. Estados Unidos cuenta, solo en Alemania, con unos setenta mil militares, además de varios miles más (muchos analistas cifran el total en más de cien mil soldados) en un rosario de bases que abarcan todo el continente, y ha aumentado su presencia en Polonia y en los países bálticos.
No es ninguna casualidad que los incidentes hayan aumentado, como muestra el patrullaje del destructor norteamericano USS Donald Cook, enviado por el Pentágono a las cercanías de la ciudad rusa de Kaliningrado, en el Báltico, en un acto calificado por Alexandr Grushkó, embajador ruso ante la OTAN, de “intento de presión sobre Rusia”, y que suscitó la salida de aviones rusos a su encuentro como respuesta a la evidente provocación, que se añadía a la organización, en febrero, de maniobras militares norteamericanas en Estonia a unos centenares de metros de la frontera con Rusia.
Las nuevas maniobras militares en Polonia son una muestra más del propósito norteamericano de acercar las divisiones de la OTAN hasta las mismas fronteras rusas, negando además que lo haga, como si asistiéramos al envío de tropas rusas a la frontera mexicana y a las costas de California, y no al despliegue estadounidense en todo el este de Europa, desde Tallin hasta Constanza.
Escrito por Higinio Polo
Licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia contemporánea por la Universidad de Barcelona.
Ha publicado numerosos trabajos y ensayos sobre cuestiones políticas y culturales, y colabora habitualmente en medios como la revista El Viejo Topo, el periódico Mundo Obrero y otros, tanto convencionales como digitales.
Entre sus libros se cuentan la investigación Los últimos días de la Barcelona republicana, las novelas Al acabar la tarde, en Singapur; Vientre de nácar, y El caso Blondstein, así como los ensayos Irán: memorias del paraíso; USA: el Estado delincuente; El terrorismo (en colaboración); Retratos (de interior); Dashiell Hammett. Novela negra y caza en brujas en Hollywood; La noche de Calcuta; Barcelona (informe confidencial).
Su última obra publicada, en 2014, es Rosas blancas sobre Stalingrado.
La palindromía de la Guerra Fría EEUU-Rusia
La palindromía de la Guerra Fría EEUU-Rusia
viernes, 20 de mayo de 2016
La palindromía de la historia podría hacer que dos presidentes del siglo XXI (Putin y Obama) quedaran hermanados por el retorno a escenarios ya olvidados de Guerra Fría tras casi medio siglo, teniendo de nuevo a la Crisis de los Misiles como ojo palindrómico.
El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi en su libro 'El Crimen de la Guerra' escrito en 1872 afirma que "las guerras serán más raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las incitan", con lo que se anticipa en casi un siglo al final de la escalada nuclear que tuvo su punto de inflexión en la Crisis de los Misiles de Cuba y que culminó con la firma por Kennedy y Jrushchov del Acuerdo de Suspensión de Pruebas Nucleares (1962) y la implementación de la Doctrina de la Coexistencia Pacífica, continuando el estigma de la Guerra Fría hasta finales del siglo XX con la caída del Muro de Berlín.
Putin y el atavismo de la Gran Rusia
Silenciando las voces y medios de comunicación disidentes mediante el miedo escénico, la asfixia económica, la incoación de arbitrarios expedientes por delitos fiscales y las vías expeditivas, Putin habría conseguido la desaparición de la oposición propia de los países democráticas y la instauración del oficialismo: doctrina política que conjuga las ideas expansionistas del nacionalismo ruso, las bendiciones de la todopoderosa Iglesia Ortodoxa, los impagables servicios del FSB (sucesor del KGB), la exuberante liquidez monetaria conseguida por las empresas energéticas (GAZPROM) y parte del ideario jruschoviano simbolizado en un poder personalista autocrático al conjugar de facto en su persona la Jefatura del Estado y la Presidencia del Partido enmascarado en la bicefalia Putin-Medvedev.
Además, desde el principio de su mandato Presidencial en el 2000, la obsesión de Putin ha sido la renovación de sus obsoletos arsenales armamentísticos con el reto de lograr en el 2020 la equiparación de su potencial militar con el de EEUU. Así, según el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres (IISS), Rusia destinó 45.300 millones de dólares para la defensa en 2012 que comprende el contrato entre el Mindef y la empresa Astilleros Unidos Sevmarch, para la construcción de siete submarinos nucleares de cuarta generación Borei y Yasen, (destinados a portar los novísimos cohetes balísticos intercontinentales de ojivas nucleares múltiples Bulavá y que serán la espina dorsal de la estrategia nuclear rusa para la próxima década).
Además está previsto que en 2014 la cifra alcance un monto total cercano a los 60.000 millones $, destacando el nuevo caza de quinta generación Sujoi T 50 (operativo en el 2015), el nuevo misil balístico inter-continental de 100 Tm, (“el asesino del escudo antimisiles de EE.UU.” en palabras del viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin) y el nuevo sistema de misiles antiaéreo S-500, lo más avanzado en tecnología de interceptación de aeronaves) con el objetivo inequívoco de equipararse a EE.UU. como superpotencia mundial en el horizonte del 2020.
Antecedentes de la nueva Guerra Fría
La irrupción mediática de Edward Snowden, extécnico de Booz Allen, sub-contrata de la CIA, confesando ser el autor material de las filtraciones a The New York Times y The Guardian sobre el programa PRISM (espionaje de las telecomunicaciones a cargo de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), habría desatado todas las alarmas en la CIA ante el peligro evidente de destapar los secretos inconfesables de los sótanos secretos del establishment.
Putin habría jugado con maestría sus bazas y tras conceder a Snowden el asilo temporal, apareció ante el Mundo como adalid de la defensa de los Derechos Humano, diluyendo de paso su imagen de represor en el conflicto checheno, aunque consciente de la nueva dinámica acción-reacción propia de escenarios de Guerra Fría en la que verán envueltas las relaciones ruso-estadounidenses a partir de este momento.
En cuanto al contencioso sirio, consciente de que jugaba con ventaja ante la incapacidad de EE.UU. y sus aliados europeos de marcar la iniciativa en los conflictos de Oriente Medio y Próximo (Egipto, Siria, Palestina e Irán), Putin aprovechó la gran oportunidad que se le presentó de recuperar la influencia internacional que Rusia había perdido en los últimos años para fijar su posición como colaborador ineludible en la búsqueda de acuerdos internacionales con Siria e Irán.
Así, la jugada maestra de Putin convenciendo a Bashar al-Asad para que entregara todo su arsenal de armas químicas, el escaso apoyo internacional recibido por Obama para iniciar su operación militar contra Siria y el decidido apoyo militar ruso a Al-Asad, forzará a las partes implicadas a una nueva Conferencia de Ginebra que levantará acta de la división “de facto” de Siria en dos partes (rememorando la Guerra de Laos y los Acuerdos de Ginebra de 1.954 con Jruschov), con lo que la crisis siria se limitaría de momento a una puesta en escena en la que los actores participantes usarán el escenario sirio como banco de pruebas para un posterior conflicto a gran escala que englobará a Israel y Egipto y que podría reeditar la Guerra de los Seis Días en el horizonte del próximo quinquenio.
Ucrania, primera víctima de la Guerra Fría
En la última cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (países postsoviéticos) celebrada en Minsk, Putin avisó a Ucrania que “tras la firma del tratado de Asociación Ucrania perderá sus barreras aduaneras y será invadida por productos occidentales.
Ese desarme arancelario afectaría a Rusia, si Ucrania fuera también miembro de la Unión Aduanera y, resultaría muy peligroso e inaceptable", instando asimismo a Kiev a sumarse a la Unión Aduanera que incluye a Rusia, Bielorrusia y Kazajistán.
Sin embargo, Putin se encargará de desbaratar la hoja de ruta diseñada por la Unión Europea (UE) y EE.UU. y procederá a restringir las importaciones metalúrgicas y de productos alimenticios y a aumentar los aranceles aduaneros sobre Ucrania con el objetivo inequívoco de doblegar al sector europeísta ucraniano mediante la asfixia económica y la inanición energética, al tiempo que utilizará el arma del chantaje energético a la UE para resquebrajar la unidad comunitaria, en la certeza de que tanto Alemania como Francia no dudarán en sacrificar a Ucrania en aras de asegurar su abastecimiento energético.
Así, tras la negativa de Gazprom a rebajar las tarifas gasísticas vigentes desde el acuerdo ruso-ucraniano del 2009 y conminar al nuevo Gobierno interino de Kiev a pagar una deuda de 1.652 millones de dólares por los suministros del mes de agosto, asistiremos a una nueva edición de la Guerra del Gas ruso-ucraniano del 2006 que tendrá como efectos colaterales importantes recortes de suministro en varios países de la UE, (el gas ruso abastece en más de un 70 % a países como los Países bálticos, Finlandia, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Austria, Hungría y República Checa y más del 80 % del total del gas que la UE importa de Rusia pasa por Ucrania), lo que aunado con la intervención del Ejército ruso estacionado en la base de Sebastopol (Crimea), provocará la división de Ucrania en dos mitades casi simétricas y, quedando el Sur y Este del país (incluida Crimea) bajo la órbita rusa mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE, episodio que significará “de facto” el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría Rusia-EE.UU.
¿Hacia la Crisis de los Misiles?
Según explicaba Brzezinski en la revista National Interest en el año 2.000, “los europeos estarán más inmediatamente expuestos al riesgo en caso de que un imperialismo chauvinista anime nuevamente la política exterior rusa”, con lo que esbozó un plan que pasaría por la expansión de la OTAN hasta límites insospechados en la década de los 90 y la implementación del nuevo sistema europeo de defensa anti-misiles, (European Phased Adaptative Approach, EPAA).
Dicho sistema en realidad se trata de un escudo anti-misil global en el que los misiles interceptores emplazados en plataformas móviles pueden abatir blancos en un espacio común (a base de datos transmitidos por todos los radares y sistemas de reconocimiento opto-electrónico), con el fin maquiavélico de tras un primer ataque sorpresa de EE.UU. que destruiría el potencial nuclear ruso en su propio territorio, neutralizar posteriormente la réplica rusa por medio de los misiles estacionados en Polonia.
Tras los desacuerdos surgidos entre EE.UU. y Rusia por la declaración unilateral de independencia de Kosovo, Agfasia y Osetia del Sur, Barack Obama habría aparcado el proyecto del Escudo de Misiles Antibalísticos (NDM), sustituyéndolo por "un nuevo sistema de defensa anti-misil móvil" con la intención de convertir a Rusia en colaborador necesario en la salvaguarda de la paz y estabilidad mundiales.
Sin embargo, en septiembre de 2009 el presidente Obama ( presionado por el establishment o poder en la sombra de EEUU), aprobaba la implementación del nuevo sistema europeo de defensa anti-misiles, (European Phased Adaptative Approach, EPAA), que en realidad se trata de un escudo anti-misil global en el que los misiles interceptores emplazados en plataformas móviles pueden abatir blancos en un espacio común (a base de datos transmitidos por todos los radares y sistemas de reconocimiento opto-electrónico).
En un principio, Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) acordaron cooperar en la creación del escudo anti-misiles para Europa en noviembre de 2010 en la Cumbre Bilateral de Lisboa, pues para Moscú era vital que la OTAN ofreciera garantías reales de que ese sistema no apuntaría a Rusia y disponer de un documento jurídicamente vinculante al respecto, pero la Administración Obama siguiendo la inercia mimética de la Administración Bush de ningunear a Rusia,ha rehusado hasta el momento ofrecer dichas garantías por escrito.
En consecuencia, tras la crisis de Crimea y el retorno a escenarios de Guerra Fría EE.UU.-Rusia, es previsible que EE.UU. utilice las peticiones de Polonia como excusa para completar la cuarta fase del despliegue del escudo antimisiles en Europa (Euro DAM), lo que tendría como réplica por parte rusa la instalación en Kaliningrado del nuevo misil balístico inter-continental de 100 Tm, (“el asesino del escudo antimisiles de EEUU” en palabras del viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin) así como la reactivación de la carrera armamentista entre las dos grandes potencias.
Así, según rt.com, Rusia estaría negociando instalar sus bases militares con Cuba, Venezuela, Nicaragua, Seychelles y Singapur con el objetivo inequívoco de ampliar el radio militar ruso, pues según el analista Lajos Szaszdi ”la apertura de la bases en el exterior es necesaria para la disuasión estratégica de Rusia, la inteligencia, así como para verificar los acuerdos del desarme y también determinar qué planes hay de parte del Pentágono en caso de operaciones o intervenciones en el extranjero", no siendo descartable la firma de un nuevo Tratado de Colaboración militar ruso-cubana (rememorando el Pacto Secreto firmado en 1.960 en Moscú entre Raúl Castro Y Jruschov) que incluiría la instalación de una base de Radares en la abandonada base militar de Lourdes para escuchar cómodamente los susurros de Washington y la instalación de misiles Iskander , pudiendo revivirse la Crisis de los Misiles Kennedy-Jruschev (octubre, 1962) y la posterior firma con Jrushchov del Acuerdo de Suspensión de Pruebas Nucleares (1962).
Germán Gorráiz López Nació en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Colabora, además de en Diario SIGLO XXI, en otros medios digitales españoles y latinoamericanos como Bottup, España Liberal, Libre Pensador, Socialdemocracia.org, Alainet , CubaNuestra, Plano-Sur.org, Entorno-empresarial.com o El Mercurio Digital.
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