ONGs Ecologistas traspasan la Responsabilidad de la Contaminación Medioambiental al individuo mientras Estados y Corporaciones se lavan las manos
¿De qué ecologismo estamos hablando?
En el capitalismo, por el propio desarrollo del sistema, es imposible cualquier medida política que salvaguarde el medio ambiente lesionando la acumulación del capital.
Por ello, hoy sólo encontramos buenas palabras en favor del ecologismo y ningún hecho que permita el desarrollo sostenible.
Actualmente podemos encontrar un amplio abanico de organizaciones que incluyen el ecologismo entre sus corrientes políticas.
Así, en la misma definición que estas organizaciones hacen de ellas mismas encontramos el marxismo, el feminismo, el ecologismo u otros, ignorando que el Marxismo Leninismo engloba todas ellas porque lucha por el Socialismo -que no es otra cosa que la máxima aspiración del proletariado-.
El ecologismo, política que propugna la defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente, se encuentra a día de hoy sumido en un atolladero, como no podía ser de otra manera.
Bajo el sistema capitalista, todas las políticas de preservación del medio ambiente quedan relegadas a un segundo plano porque estas no puede interferir, lógicamente, en la acumulación del capital.
Esto se demuestra en el más importante atentado contra la salud pública mundial de los últimos años: las emisiones de los vehículos Volkswagen vendidos entre 2008 y 2015 y que fueron manipulados para parecer menos contaminantes.
El fabricante alemán admitió en 2015 haber instalado un programa informático en 11 millones de autos diésel en el mundo para falsear los resultados de los tests de emisiones.
Un reciente estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) indica que “1.200 personas en Europa morirán de forma prematura, perdiendo hasta una década de vida, como resultado del exceso de emisiones generadas”.
Los investigadores analizaron el impacto sanitario de 2,6 millones de unidades trucadas vendidas en Alemania por Volkswagen bajo las marcas VW, Audi, Skoda y Seat determinando que “las emisiones producidas en exceso respecto a los valores límites de los tests, tienen en efecto un impacto significativo sobre la salud pública”.
El coautor del estudio, Steven Barrett, afirma que
“El riesgo adicional de muerte prematura es alrededor de un 1% por año, por microgramo en cada metro cúbico. Eso significa que alguien que muere precozmente por la contaminación lo hace una década antes”.
Las sanciones a Volkswagen, sin embargo, no se concretan.
La multinacional alemana no ha pagado aún ni un solo euro en concepto de sanción por lo que supone un atentado a la salud pública.
En EEUU se encuentra negociando a la baja una sanción económica: “En este caso la multa máxima a la que podría hacer frente la compañía sería de 16.000 millones de euros (tomando como baremo la multa máxima a pagar por vehículo en EEUU, 37.500 dólares por coche).
Aunque en otros casos en el sector automovilístico en EEUU las multas han sido muy inferiores”,apunta Banco Sabadell.
En Europa la cuestión es aún más beneficiosa para la empresa alemana.
La Unión Europea ha abierto un procedimiento contra varios países de la Unión como España, Alemania, Grecia, República Checa, Reino Unido, Luxemburgo y Lituania por no poner en marcha un sistema de sanciones para evitar que los fabricantes de automóviles violen la legislación de emisiones o por no aplicarlas cuando se ha producido un quebrantamiento de la ley.
Serán los Estados miembros los que pagarían una sanción por no haber evitado el trucaje de los motores diésel por parte del grupo Volkswagen. Es decir, será el pueblo trabajador quien pagará por ser haber sido contaminado.
Los datos aportados en el gráfico del periódico al servicio de la burguesía El Economista nos revelan como de lucrativo ha sido el negocio para Volkswagen.
Entre 2008 y 2015, años en los que se produjeron las ventas de los coches manipulados, los beneficios de la multinacional fueron de 75.689 millones de euros.
A día de hoy no han pagado ni un solo euro en multas, y solo se prevé, por el momento, el pago máximo de 16.000 millones de euros por los 482.000 coches trucados en Estados Unidos.
Un negocio redondo a costa de la salud pública. El pueblo trabajador, además, tiene que aguantar la presión y la humillación de las campañas mediáticas que arrojan toda la responsabilidad del cuidado del medio ambiente sobre la “ciudadanía”.
“Los actos individuales de cada día son los que importan” es uno de los mantras más utilizados por la clase dominante, con la que consigue imponer su ideología en el mundo, desligando el ataque contra la naturaleza perpetrado por Volkswagen con el ecologismo -que solo es responsabilidad de los ciudadanos y donde las políticas de acumulación de capital de las empresas nada tienen que ver-.
Una de las campañas más agresivas e hipócritas es la desarrollada por Ecoembes, máxima expresión del cinismo capitalista en nuestro estado.
Uno de los mejores ejemplos de cómo funciona este sistema: una ONG “sin ánimo de lucro” -pero financiada por empresas como Volkswagen- que impone a golpe de campaña mediática la ideología dominante al pueblo trabajador comprando a parásitos pequeñoburgueses como es El Chojin e invirtiendo cientos de miles de euros en anuncios de radio, televisión y prensa.
Cabe preguntarse si los diez minutos de contaminación que se contrarresta, según Ecoembes, con el reciclado de 6 latas o 6 botellas de plástico son de un coche sin trucar y cuantas se necesitarían para contrarrestar la contaminación emitida por uno trucado, como los de Volkswagen.
El sistema capitalista, criminal y contrario a los intereses de la mayoría, sólo nos proporciona campañas de marketing y palabras hipócritas sobre todo aquello que interesa a la clase trabajadora. Los hechos, sin embargo, hemos visto que son contrarios a lo que propugnan sus ONG, todas ellas financiadas por el capital y a su servicio.
El ecologismo se integra en el Marxismo Leninismo, así como el feminismo y demás corrientes progresistas existentes en la sociedad, porque propugna el cambio de sistema que puede permitir que se cumpla ese progreso liberando al pueblo trabajador de las cadenas de la acumulación del capital por parte de la clase burguesa que se da hoy bajo el capitalismo y que impide y lastra el avance de la sociedad.
La lucha por el Socialismo es la lucha por el progreso, es la lucha por la preservación de la naturaleza, es la lucha por la igualdad entre todos los miembros de la sociedad sin distinción de ningún tipo y es, en definitiva, la lucha integral del pueblo trabajador por un mundo justo que sea gobernado por él mismo donde primen sus intereses, desechando a los parásitos burgueses que hoy dominan.
D. García – Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)
El mito del ecologismo
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- junio 8º, 2009
Leí en mi adolescencia algunos libros de Michael Crichton, del género de la ciencia ficción. Es el autor de los libros de películas famosas como “The Andromeda Strain”, “El Gran Robo del Tren”, “Congo”, “Parque Jurásico”, “El Sol Naciente”, y la reciente continuación de Parque Jurásico, “El Mundo Perdido”. Nacido en 1942, falleció el 4 de noviembre de 2008. Pero Crichton era algo más que un experto en la literatura de ficción científica, era un científico.
Una conferencia cinco años antes de su muerte revela lo que muchos saben, pero callan: La enorme cantidad de mitos que rodean a la ecología, a sus impulsores y a aquellos que creen que el mundo tiene que resignar tecnología por una mayor calidad ambiental. El texto es extenso, pero merece leerse porque representa una visión poco difundida de un tema actual.
Comentarios al Commonwealth Club
por Michael Crichton
San Francisco
Septiembre 15, 2003
Se me ha pedido que hable sobre lo que considero que es el reto más importante que enfrenta la humanidad, y tengo un respuesta fundamental.
El mayor reto que enfrenta la humanidad es el distinguir entre la realidad y la fantasía, entre la verdad y la propaganda.
Distinguir la verdad ha sido siempre un reto para la humanidad, pero en la era de la información (o como yo creo que es, la era de la desinformación) adquiere una urgencia y una importancia muy especial.
Tenemos que decidir todos los días si las amenazas que enfrentamos son reales, si la solución que se nos ofrece será para el bien, si los problemas que nos dicen que existen son problemas reales, o inexistentes.
Cada uno de nosotros tiene un sentido de la vida, y todos sabemos este sentido nos ha sido dado por lo que otras gentes y sociedades nos dicen, en parte generado por nuestro estado emocional, que proyectamos hacia fuera; y en parte por nuestras genuinas percepciones de la realidad.
En breve, nuestra lucha por determinar cuál es la verdad es la lucha para decidir cuáles de nuestras percepciones son genuinas, y cuáles son falsas porque ellas nos son entregadas, o vendidas, o generadas por nuestras propias esperanzas y miedos.
Yo creo que es importante actuar de maneras comprensivas con el ambiente, y creo que esto será siempre una necesidad que se extiende hacia el futuro.
Existe un Edén inicial, un Paraíso, un estado de gracia y unidad con la naturaleza; hay una caída de la gracia a un estado de contaminación como resultado de comer del árbol del conocimiento y, como resultado de nuestras acciones, hay un Día del Juicio llegando para todos nosotros.
Creo que el mundo tiene problemas genuinos, y creo también que puede y debería ser mejorado.
Pero pienso también que decidir qué constituye una acción responsable es inmensamente difícil, y las consecuencias de nuestras acciones son difíciles de conocer con anticipación.
Pienso que nuestro historial de acciones ambientales es desalentador, para decirlo suavemente, porque hasta nuestros esfuerzos mejor intencionados a menudo resultan mal. Pero pienso que no reconocemos nuestros fracasos pasados, y no los enfrentamos con decisión. Y creo saber por qué.
Estudié antropología en la universidad, y una de las cosas que aprendí es que ciertas estructuras sociales siempre reaparecen.
No pueden ser eliminadas de nuestra sociedad.
Una de esas estructuras es la religión. Hoy se dice que vivimos en una sociedad secular en donde mucha gente – la mejor gente, la gente más iluminada – no cree en ninguna religión.
Pero creo que no se puede eliminar a la religión de la psiquis de la humanidad. Si de alguna manera es suprimida, simplemente emerge nuevamente bajo otra forma.
Uno puede no creer en Dios, pero uno tiene siempre que creer en algo que le dé sentido a la vida, y forma a su visión del mundo. Esa creencia es religiosa.
Ecologismo, Ideología y Religión
Actualmente, una de las religiones más poderosas en el mundo Occidental es el ecologismo. Parece ser la religión elegida por los ateos urbanos. ¿Por qué digo que es una religión? Bien, sólo mire a las creencias. Si uno observa con cuidado, se ve que el ecologismo es, de hecho, el trazado de un nuevo mapa para el Siglo 21 de las tradicionales creencias y mitos Judeo-Cristianos.
Somos todos pecadores de la energía, condenados a morir, a menos que busquemos la salvación – que ahora parece llamarse “sustentabilidad”.
La sustentabilidad es la salvación en la Iglesia del Ecologismo.
Tal como la comida orgánica es su comunión, esa agua sin pesticidas que la gente correcta, con las creencias correctas bebe, es el vino del cáliz.
El Edén, la caída del hombre, la pérdida de la gracia, el inminente Apocalipsis, son estas estructuras profundamente míticas. Son creencias profundamente conservadoras.
Puede ser que estén impresas como circuitos eléctricos en nuestros cerebros, quién sabe?
Por cierto, no quiero convencer a nadie de que abandone sus creencias, como no quiero convencer a nadie de que Jesucristo pueda no ser el Hijo de Dios que resucitó de entre los muertos.
Estos no son hechos que se pueden discutir.
Son asuntos de Fe. Dogmas.
Y así sucede, tristemente, con el ecol0gismo. De manera creciente, parece que los hechos comprobados no son necesarios, porque los argumentos ecologistas son acerca de creencias. Se trata de si uno va a ser un pecador, o será salvado.
Si uno será parte de la gente en el bando de la salvación, o en el bando de los condenados. Si uno será parte de nosotros, o de ellos.
¿Estoy exagerando para marcar un punto?
Me temo que no. Porque ahora sabemos mucho más acerca del mundo de lo que sabíamos hacen 40 años.
Y lo que sabemos ahora no apoya tanto a ciertos mitos del ecologismo, y sin embargo, esos mitos no mueren.
Veamos algunos de ellos:
El Edén Perdido
No existe el Edén. Nunca existió. ¿Cuál fue el Edén del magnífico y mítico pasado?
¿Es acaso el tiempo en que la mortalidad infantil era del 80%, cuando 4 de 5 niños morían antes de los 5 años?
¿Cuándo una mujer entre 6 moría al dar a luz? ¿Cuándo la expectativa de vida promedio era de 40 años, como era en los Estados Unidos un siglo atrás? ¿Cuándo las plagas barrían el planeta, matando millones de un solo golpe?
¿Era cuando millones morían de hambrunas espantosas? ¿Era entonces cuando existía el Edén?
¿Y qué acerca de los pueblos indígenas, viviendo en un “estado de armonía” con ese Edén ambiental?
Bueno, jamás lo hicieron. En este continente, la gente recién llegada que cruzó el puente de tierra, casi de inmediato se puso a barrer del planeta con cientos de especies de grandes animales, y lo hicieron varios miles de años antes de que el hombre blanco apareciese para acelerar el proceso.
¿Y cuáles eran las condiciones de vida? Amable, pacífica, armoniosa? Difícilmente: los pueblos primitivos del Nuevo Mundo vivían en un estado de guerra constante.
Generaciones de odios, odios tribales, batallas constantes.
Las tribus guerreras de este continente son famosas: los Comanches, Sioux, Apache, Mohawk, Aztecas, Toltecas, Incas. Algunos de ellos practicaban el infanticidio y sacrificios humanos. Y aquellas tribus que no eran ferozmente guerreras eran exterminadas, o aprendieron a construir sus poblados muy alto en los cerros para tener un cierto grado de seguridad.
¿Y qué hay acerca de la condición humana en el resto del mundo?
Los Maoríes de Nueva Zelanda cometían masacres de manera regular. Los Dyaks de Borneo eran cazadores de cabezas.
Los Polinesios, viviendo en un ambiente tan cercan al Paraíso como podamos imaginar, guerreaban constantemente, y crearon una sociedad tan odiosamente restrictiva que uno podía perder su vida si pisaba la huella dejada por un jefe.
Fueron los Polinesios quienes nos legaron el concepto del tabú, como también a la palabra misma.
El noble salvaje es una fantasía, y nunca fue real.
Que haya todavía quienes lo siguen creyendo, 200 años después de Rousseau, muestra al tenacidad de los mitos religiosos, su habilidad de mantenerse a pesar de siglos de contradicciones fácticas.
En menos palabras, la romántica visión del mundo natural como un Edén celestial es mantenida sólo por la gente que no tiene una real experiencia con la Naturaleza.
Hasta existió un movimiento académico, durante la última parte del Siglo 20, que afirmaba que el canibalismo era una invención del hombre blanco para demonizar a los pueblos indígenas.
(Sólo los académicos podían pelear en esa batalla).
Sucedió unos treinta años antes de que finalmente los profesores llegaron al acuerdo de que sí, el canibalismo realmente ocurre entre los seres humanos.
Mientras tanto, durante todo ese tiempo que duró la discusión, los montañeses de Nueva Guinea continuaban comiéndose los cerebros de sus enemigos, hasta que al fin se les hizo comprender que con ello arriesgaban contraer “kuru”, una enfermedad neurológica fatal.
Más recientemente todavía, los amables Tasaday de las Filipinas resultaron ser una acrobacia publicitaria, una tribu inexistente. Y los pigmeos de África tienen uno de los índices más altos de homicidios del mundo.
La gente que vive en la naturaleza no son – para nada – románticos con respecto a ella. Pueden tener creencias espirituales sobre el mundo que les rodea, pueden tener un sentido de la unidad de la naturaleza o de la vida que existe en todas las cosas, pero aún siguen matando animales y arrancan plantas para comer, para vivir. Si no lo hacen, se mueren.
La verdad es, casi nadie quiere experimentar al verdadera Naturaleza. Lo que la gente quiere es pasar una o dos semanas en una cabaña en el bosque, con mosquiteros en las ventanas.
Y si usted hoy, ingresa a la naturaleza, aunque sea por algunos días, muy pronto se desencantará de todas sus ideas románticas sobre ella.
Haga un paseo a pie por las selvas de Borneo, in en poco tiempo tendrá supurantes heridas en su piel, tendrá su cuerpo cubierto de bichos, picándole su cuero cabelludo, trepando por el interior de su nariz y oídos, tendrá infecciones y enfermedades y, si no está usted con alguien que conozca lo que hace, muy pronto se morirá de hambre.
Pero es muy probable que hasta en las selvas de Borneo usted no experimentará la Naturaleza de manera tan directa, porque usted se habrá cubierto el cuerpo con DEET, repelente de insectos, y hará todo lo posible por mantener a esos insectos alejados de su cuerpo.
Quieren un vida simplificada durante un rato, sin sus preocupaciones de la vida en la ciudad.
O quieren un lindo viaje en una balsa por el río, por un par de días, con algún otro haciéndose cargo de cocinar.
Nadie quiere realmente volver a la naturaleza de una manera real, y nadie lo hace.
Es todo “charla” – y a medida de que pasa el tiempo, y la población mundial se hace cada día más urbana, es una charla desinformada.
Los granjeros saben de qué están hablando. La gente de la ciudad no. Es todo fantasía.
Una manera de medir la persistencia de la fantasía, es notar la cantidad de gente que muere a causa de que no tienen ni el más mínimo conocimiento de cómo es la naturaleza en verdad.
Se paran al lado de animales salvajes, como el búfalo, para sacarse una foto y terminan muriendo aplastados; suben a las montañas en tiempos helados y sin el adecuado equipo, y mueren congelados.
Mueren ahogados en las olas porque no pueden concebir el verdadero poder de lo descuidadamente llaman “la fuerza de la naturaleza”, han visto al océano, pero no han estado en él.
Pero el mundo natural no es tan maleable. Por el contrario, le exigirá que usted se adapte a él, y si no lo hace, usted se muere.
La generación de la televisión espera que la naturaleza actúe de la manera que ellos quieren que sea. Creen que todas las experiencias pueden ser grabadas y editadas más tarde a placer.
La noción de que el mundo natural obedece su propias reglas y no le importa un comino de sus expectativas les llega como un choque masivo. Personas ricas y educadas en un ambiente urbano experimentan la posibilidad de conducir sus vidas de la manera que desean. Compran ropas que se ajusta a sus preferencias, y decoran sus departamentos como más les gusta.
Dentro de ciertos límites, pueden construir un mundo urbano que les agrada.
Es un mundo rudo, poderoso, y despiadado, que la mayor parte de los occidentales urbanos no han experimentado.
Hace muchos años yo estaba haciendo trekking en las montañas del Karakorum, al norte de Pakistán, cuando mi grupo llegó a un río que debíamos cruzar. Era un río de deshielo, helado, y estaba corriendo muy rápido, pero no era muy profundo – quizás noventa centímetros cuando más.
Nuestro guía instaló cuerdas para que la gente se aferrara a ellas mientras cruzaban y todos procedimos a vadear el río, uno a la vez, con mucho cuidado. Le pregunté al guía por qué tanto problema para cruzar un riacho de noventa centímetros. Me dijo, bien, supongamos que usted se resbala, cae, y tiene una fractura expuesta. Estamos ahora a cuatro días de caminata de la última ciudad que cruzamos, donde había una radio.
Aún si el guía pudiese llegar a toda velocidad hasta allí para obtener ayuda, pasarían por lo menos tres días hasta que pudiese regresar con un helicóptero. Si es que había algún helicóptero disponible. Y en tres días, es muy probable que yo hubiese muerto a causa de mis heridas. Por eso es que todo el mundo cruzaba con mucho cuidado. Porque en medio de la naturaleza, un pequeño resbalón puede resultar fatal.
do rumbos inesperados. Las tasa de fertilidad están cayendo casi en todas partes. Como resultado de ello, durante el curso de mi vida las cuidadosas predicciones de total de la población mundial han caído desde un máximo de 20.000 millones, a 15.000 millones, a 11.000 millones (que era la estimación de las Naciones Unidas alrededor de 1990), hasta la actual de 9.000 millones – y pronto, quizás menos.
Predicciones y Profecías
Pero regresemos a la religión.
Si el Edén es una fantasía que nunca existió, y la humanidad no era ni noble, ni bondadosa, ni amorosa, si nunca caímos de la gracia, entonces, qué hay del resto de la doctrina y preceptos religiosos? ¿Qué hay de la salvación, la sustentabilidad, y el Día del Juicio? ¿Qué hay del próximo Apocalipsis ambiental por los combustibles fósiles y el calentamiento global, si no nos ponemos de rodillas y conservamos energía cada día?
Bueno, es interesante. Ustedes habrán notado que, últimamente, algo está ausente en la lista del Apocalipsis, de la letanía verde. Aunque los predicadores del ecologismo han estado aullando acerca de la sobrepoblación durante los últimos 50 años, en la última década parece que la población está toman
Hay quienes creen que la población mundial hará su pico hacia el 2050 y luego comenzará de disminuir.
Está bien, los predicadores cometieron un error. Erraron con una predicción; son humanos, después de todo. ¿Y que hay con ello? Desgraciadamente, no es sólo una predicción. Es una jauría de ellas. Nos estamos quedando sin petróleo. Estamos agotando todos nuestros recursos naturales. Paul Ehrlich: 60 millones de Americanos morirán de hambre en los años 80.
Hay otros que predicen que en el 2100 tendremos menos población que la que hay en la actualidad. ¿Es esta una razón para regocijarse, para decir Aleluya? Por cierto que no.
Sin pausa, escuchamos ahora acerca de la crisis de la economía mundial que viene ahora a causa de una reducción de la población. Escuchamos hablar de la inminente crisis de una población que envejece.
Nadie dirá que los profundos miedos expresados durante la mayor parte de mi vida resultaron no ser ciertos.
A medida de que nos hemos adentrado en el futuro, estas visiones Apocalípticas se desvanecieron, como un espejismo en el desierto. Nunca estuvieron allí – y sin embargo, ellos aparecen para el futuro. Como los espejismos.
40.000 especies se extinguen cada año. La mitad de las especies se habrán extinguido para el año 2000. Y más, y más, y más.
De manera que puedo hablarles de algunos hechos. Sé que ustedes no han leído nada en los periódicos sobre lo que voy a decirles, porque los periódicos literalmente no lo informan.
Con tantos fracasos pasados, usted creería que las predicciones ecologistas se harían más cautelosas.
Pero no si se trata de una religión. Recuerde, el loco de la acera que carga un cartel prediciendo el fin del mundo no se retira cuando el mundo no se acaba el día esperado por él.
Simplemente cambia el cartel, le pone una nueva fecha para el Día del Juicio, y regresa a caminar por las calles. Una de las características que definen a las religiones que sus creencias no tienen problemas con los hechos – porque ellas no tienen nada que con hechos.
Puedo decirles que el DDT no es cancerígeno, y no hacía que los pájaros muriesen, y que jamás debería haber sido prohibido.
Puedo decirle que la gente que lo prohibió sabía que no era cancerígeno, e igualmente lo prohibió.
Puedo decirles que la prohibición del DDT ha causado la muerte de decenas de millones de personas en el mundo, especialmente pobres y niños, cuyas muertes son directamente atribuibles a una insensible sociedad occidental, tecnológicamente avanzada, que promovió la nueva causa del ecologismo al llevar adelante la fantasía sobre un pesticida, y así perjudicó de manera irreversible, al Tercer Mundo.
La prohibición del DDT es uno de los episodios más desgraciados de la América del Siglo 20.
Sabíamos bien que no había que hacerlo, y lo hicimos igual, y dejamos que la gente muriese en el mundo, y no nos importó un comino.
Les puedo decir que el panel de excelencia de la revista Science concluyó que
Puedo decirles que el “fumar de segunda mano2, o “fumador pasivo”, no es un riesgo para la salud de nadie y jamás lo fue, y la EPA siempre lo supo.
Puedo decirles que la evidencia del calentamiento global es mucho más débil de lo que sus proponentes están dispuestos a admitir.
Le puedo decir que el porcentaje del territorio de los Estados Unidos tomado para urbanización, incluyendo ciudades y caminos, es del 5%.
Les puedo decir que el desierto del Sahara se está encogiendo, y que el hielo total de la Antártida está aumentando.
no existe ninguna tecnología conocida que nos permita detener el aumento del dióxido de carbono durante el Siglo 21.
Ni las energías eólicas, solares o la nuclear.
Las conclusiones del panel son que es necesaria una tecnología totalmente nueva, como la fusión nuclear, y que de otra manera nada podría hacerse, y que mientras tanto, todos los esfuerzos serán una pérdida de tiempo y dinero.
El panel dijo que, cuando el IPCC de las naciones Unidas dijo que había tecnologías alternativas que podían controlar a los gases de invernadero, las Naciones Unidas estaban equivocadas.
Muchos de nosotros hemos tenido alguna experiencia en la interacción con fundamentalistas religiosos, y comprendemos que uno de los problemas con los fundamentalistas es que no tienen una perspectiva de ellos mismos. Nunca reconocen que su manera de pensar es sólo una de las tantas otras maneras posibles de pensar, que pueden ser igualmente útiles o buenas.
Puedo, con mucho tiempo disponible, darles las bases fácticas de todo esto, y puedo citar a los adecuados artículos científicos, no de las revistas idiotas, sino de las publicaciones científicas mas prestigiosas, como Science y Nature.
Pero esas referencias no harán impacto en más de un puñado de ustedes, porque las creencias de una religión no se basan en hechos, sino que son asuntos de Fe. Dogmas inamovibles.
Por el contrario, ellos creen que su ruta es la única correcta, y que todos los demás están equivocados. Ellos están en el negocio de la Salvación, y que ellos quieren ayudarle a que usted vea las cosas de la manera correcta.
Quiero decir que es ahora tiempo de que hagamos un gran cambio en nuestro pensamiento acerca del ambiente, similar al cambio ocurrido hacia el Día de la Tierra de 1970, cuando esta conciencia fue elevada por primera vez a los titulares periodísticos del mundo.
Quieren ayudarle a que usted sea salvado.
Son totalmente rígidos y totalmente desinteresados en los puntos de vista opuestos. En nuestro complejo mundo moderno, el fundamentalismo es peligroso por su rigidez y su impermeabilidad a otras ideas.
Pero ahora, tenemos que sacar al ecologismo fuera del contexto religioso. Tenemos que detener las fantasías míticas, y tenemos que detener las predicciones Apocalípticas. En vez de ello, tenemos que comenzar a hacer ciencia dura.
Primero, necesitamos de un movimiento ambiental, y dicho movimiento no es muy efectivo sin es conducido como una religión. Sabemos por la historia, que las religiones tienden a matar gente, y el ecologismo ya ha matado entre 10 a 30 millones de personas desde los años 70.
Hay dos razones por las que todos tenemos que librarnos de la religión del ecologismo.
Religión, y además Política
No es un buen prontuario. El ambientalismo tiene que estar basado exclusivamente en una ciencia objetiva y verificable, necesita ser racional, y necesita ser flexible. Y necesita ser apolítica. Mezclar las preocupaciones ambientales con las frenéticas fantasías que tiene la gente sobre uno u otro partido político, es desconocer la fría verdad – que hay muy poca diferencia entre los partidos, excepto en la retórica demagógica.
Los esfuerzos para promover legislaciones efectivas para el ambiente no serán ayudados al pensar que los Demócratas nos salvarán y los Republicanos no.
La historia política es más complicada que eso.
Nunca olvidemos cuál fue el presidente que hizo nacer a la EPA: Richard Nixon. Y nunca olvidemos cuál fue el que vendió licencias federales de petróleo, permitiendo la perforación en Santa Bárbara: Lyndon Johnson. De modo que sáquese a la política de la cabeza cuando piense en el ambiente.
La segunda razón para abandonar a la religión ecologista es más apremiante.
Las religiones creen saberlo todo, pero la infeliz verdad del ambiente es que estamos manejando sistemas increíblemente complejos, que evolucionan de manera constante, y usualmente no sabemos cuál es la mejor manera de actuar.
Aquellos que están seguros demuestran su tipo de personalidad, o su sistema de creencias, no el estado de sus conocimientos.
Nuestro registro del pasado, por ejemplo manejando a los parques nacionales, es humillante. Nuestro esfuerzo de más de 50 años de apagar incendios forestales es un bienintencionado desastre del que nuestros bosques nunca se recuperarán.
Necesitamos se humildes, profundamente humildes, en la cara de lo que estamos tratando de hacer.
Necesitamos probar varios métodos de lograr las cosas.
Tenemos que ser abiertos de mente acerca de la reevaluación de los resultados de nuestros esfuerzos, y necesitamos ser flexibles en el balance de las necesidades.
Las religiones no son buenas haciendo nada de estas cosas.
¿Cómo haremos para sacar al ambientalismo fuera del control de la religión, y de regreso a la disciplina científica?
Hay una simple respuesta: tenemos que implementar requerimientos mucho más estrictos para lo que constituye el conocimiento en el ámbito de la ecología.
Estoy realmente cansado de los así llamados “hechos” politizados que simplemente no son verdad.
No se trata de que estos “hechos” son exageraciones de una verdad subyacente.
Tampoco se trata de que ciertas organizaciones están hilando su caso para presentarlo de la manera más impactante.
Nada de ello – lo que más y más grupos están haciendo, es emitir mentiras, puras y simples.
Falsedades que ellos mismos saben que lo son.
Esta tendencia comenzó con la campaña contra el DDT, y persiste hasta hoy.
Porque al final, la ciencia nos ofrece la única salida fuera de la política. Y si permitimos que la ciencia se politice, entonces estamos perdidos.
Ingresaremos al versión de Internet de la Edad Oscura, una era de cambiantes miedos y perjuicios, transmitidos a un público que lo ignora todo. Ese no es un buen futuro para la raza humana. Ese es nuestro pasado.
De modo que es tiempo de abandonar esta religión del ecologismo , y regresar a la ciencia del ambientalismo, y basar firmemente nuestras decisiones sobre políticas públicas en dicha ciencia.
Michael Crichton,
Septiembre 15, 2003
Claudio Scabuzzo
La Terminal
Septiembre 15, 2003
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