La cámara de un móvil, una conexión a internet y una cuenta de Google: nada más hace falta para subir un vídeo a YouTube, la plataforma de vídeo de los de Mountain View que cuenta ya con más de 1.000 millonesde usuarios, según la propia compañía.
Desde su lanzamiento allá por 2005, casos de éxito internacional como el del sueco PewDiePie o los de los españoles VEGETTA777 y elrubiusOMG han llevado a usuarios de todo el mundo a lanzarse a la arena de la creación de contenido audiovisual con la esperanza de alcanzar ese sueño ‘millennial’ que es llegar a ser ‘youtuber’.
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C. Otto
En el otro lado de la balanza hay casos no muy lejanos en el tiempo que sirven para recordar que, como en plataformas más tradicionales como la televisión, no todo vale con tal de atraer al público:
MrGranBomba y su ya archiconocido “caranchoa”, ReSet humillando a un mendigo o el aún más escabroso incidente provocado por el joven que se grababa besando a mujeres sin su consentimiento han demostrado que la línea que separa el entretenimiento de la polémica se ha ido haciendo más y más fina en la plataforma de vídeo.
“Tienen audiencias muy grandes y son muy populares, pero el hecho de que sean jóvenes muchas veces hace que metan la pata”, analiza el jurista Jorge Morell, responsable de una guía legal que tiene por objetivo ayudar a los creadores de contenido a superar con éxito (o, al menos, sin infringir norma o ley alguna) lo que denomina como “el ciclo vital del ‘youtuber’”: desde la creación de un canal hasta su cierre, pasando por las primeras grabaciones, el uso de contenidos propiedad de terceros o la ansiada monetización de los vídeos.
Para que la guía resultara atractiva al que es su público objetivo –creadores de contenido audiovisual, con o sin pretensiones de que los vídeos se conviertan en su modo de vida-, se decidió que el formato fuera precisamente ese, el del vídeo. Así, 90 minutos de grabación repartidos en 11 capítulos (subidos todos ellos a YouTube) y protagonizados por dos falsos ‘youtubers’, los también abogados Bárbara Román y José Manuel Sendín, proporcionan todos los consejos necesarios para subir vídeos sin meter la pata.
Tienen audiencias muy grandes y son muy populares, pero el hecho de que sean jóvenes muchas veces hace que metan la pata
“Un primer bloque son todas las condiciones legales de la propia plataforma”, repasa Morell, haciendo referencia a aquellos pormenores recogidos en los largos y difícilmente comprensibles textos legales que los usuarios de YouTube deberían leer antes de aceptar.
Y lo cierto es que, tal y como explica el propio Morell, ya en ese laberinto de los términos y condiciones hay alguna que otra piedra con la que cualquier creador de contenido puede toparse.
“Si quieres hacer una campaña promocional por la que te paguen, YouTube tiene un sistema para advertir que es publicidad, que es lo que toca legalmente, pero no he visto a nadie que lo haga”, explica el jurista.
No obstante, y a pesar de que el modo de proceder de la mayoría de los usuarios de YouTube vaya “tanto en contra de las condiciones de la plataforma como contra la Ley General de Publicidad”, esta infracción suele quedar sin sanción. Al menos, hasta el día de hoy.
Propiedad intelectual y delitos
Más allá de cuestiones publicitarias, los creadores de contenido audiovisual que alojan sus vídeos en YouTube pueden tener serios problemas en función de lo que ocurra en los propios vídeos.
Al fin y al cabo, es lo que sucedió en los casos de MrGranBomba y el resto de ‘youtubers’ mencionados anteriormente: obviamente, no existen delitos propios y exclusivos de YouTube, pero la posibilidad de grabar cualquier acción delictiva y subirla a internet hace que en la plataforma de Google pueda darse más de una.
“Los más fáciles son los delitos de injurias y calumnias”, explica Morell, en referencia a acusaciones falsas e insultos a través de un vídeo de YouTube cuyas penas pueden ir desde los 6 a los 14 meses de cárcel en el primer caso y desde los 6 meses a los 2 años en el segundo (o multas durante ese mismo tiempo).
Normalmente se quedan a nivel de LA plataforma:
te bloquean el vídeo o te prohíben monetizarlo. Lo lógico es que no vaya a más
“Como delitos penales, esos son los más sencillos”, recuerda Morell. Pero no son los únicos: se puede usar YouTube para vulnerar la imagen de otra persona o, en función de qué se cuente en los vídeos, podría llegar a cometerse un delito de revelación de secretos (penado con entre 3 meses y un año de cárcel o multa de 6 a 12 meses).
“Según cómo hicieras el video podrías entrar en un caso de amenazas”, señala también el coordinador de esta guía, recordando que, en ese caso, la pena puede ir de los 3 meses al año de cárcel (o multa de 6 a 24 meses).
“Al final, lo que expreses es lo que tiene más probabilidades de constituir un delito”, resume Morell.
Pero las cosas pueden ir más allá: a ReSet se le acusó de un delito contra la integridad moral al darle galletas con dentífrico a un indigente, castigado con entre 6 meses y 2 años de cárcel. Finalmente, logró la libertad con el pago de una fianza de 2.000 euros. “En el caso del que iba besando a las chicas a bote pronto, le acusan deacoso”, rememora el abogado.
Es mucho más habitual que en YouTube se produzcan delitos contra la propiedad intelectual. Este es otro de esos puntos desmenuzados en la guía legal para ‘youtubers’.
Este tipo de infracciones suele darse en lo que al hilo musical se refiere: si el creador del vídeo no tiene derechos sobre las canciones que aparecen en él, la herramienta Content ID de YouTube las identificará y bloqueará el contenido en cuestión.
La protección de los derechos de autor llega a límites insospechados en el caso de YouTube.
El propio Morell cuenta la situación vivida por un usuario que graba habitualmente vídeos en los que muestra cómo fabrica joyas. “En uno de los vídeos, tenía la radio encendida y, en ese momento, sonaba una canción de Shakira”, recuerda.
La herramienta de YouTube identificó la melodía y, finalmente, la propia plataforma bloqueó temporalmente el vídeo por infracción de propiedad intelectual, aunque la aparición del tema fuera casual y meramente anecdótica.
Lo mismo sucede a la hora de utilizar en un vídeo propio imágenes propiedad de un tercero, ya sean grabadas por otro ‘youtuber’, procedentes de series y películas o simplemente de eventos como partidos de fútbol: el propietario de los derechos puede reclamar que el vídeo infractor sea eliminado.
Para que la guía resultara atractiva al que es su público objetivo se decidió que el formato fuera precisamente ese, el del vídeo
El caso más confuso (y al que más espacio se le dedica en la propia guía) es el de los videojuegos, materia prima a la que recurren un buen número de usuarios de YouTube.
“En el tema videojuegos, depende de la compañía y depende del juego; en función de todo eso dan más o menos libertad para usar imágenes y vídeos”, explica Morell. “Es un galimatías bastante divertido”.
En cualquier caso, estas infracciones relacionadas con los derechos de autor no suelen hacer que la sangre llegue al río.
Tal y como explica Morell, “normalmente se quedan a nivel de la propia plataforma: te bloquean el vídeo o te prohíben monetizarlo. Lo lógico es que no vaya a más”.
Aunque se cometa un delito contra la propiedad intelectual, YouTube prefiere lavar estos trapos sucios en casa.
Por si todo ello fuera poco, cualquier vídeo puede pasar por alto la protección de datos personales.
Basta con que se enfoque de forma directa a alguien y las imágenes sean publicadas sin su consentimiento.
En contra de lo que se suele creer, da igual que se encuentre en un espacio público: si forma parte del contenido, es necesario que esté de acuerdo, pues, de lo contrario, se estará violando el derecho a la propia imagen de la persona.
Otras infracciones
La guía, que también cuenta con una versión en texto de más de 10.000 palabras para aquellos que quieran profundizar algo más en los aspectos legales de YouTube, recuerda también que otras acciones que son ya casi una tradición en la plataforma no están permitidas, aunque no sean ilegales: comprar suscriptores o reproducciones, por ejemplo, puede acabar con la clausura del canal.
A lo largo de esos once vídeos, los abogados responsables del proyecto entrevistan a ‘youtubers’ como Gata Meow o Nocturnella para que sean ellos los que guíen a la audiencia en esa montaña rusa legal que puede llegar a ser el “ciclo vital del ‘youtuber’”, demostrando, a la vez, que respecto a algunas cuestiones hay bastante desconocimiento.
Más allá de los pormenores de asociarse con una ‘network’ (una red de creadores) o firmar contratos para hacer bolos, lo cierto es que los términos y condiciones de YouTube regulan cualquier detalle, por pequeño que sea, afectando a cada usuario que sube un vídeo.
Así, la guía recuerda que para monetizarlos hay que ser, obligatoriamente, mayor de edad, ya que antes de los 18 años está teóricamente prohibido abrir una cuenta de Google AdSense.
Precisamente en relación a la edad de los usuarios que con más frecuencia comparten contenido en YouTube (y más a menudo meten la pata), Morell sentencia de forma rotunda:
“El mercado está maduro, pero esta gente no está tan madura para cuestiones legales”. Sin la precaución adecuada, el sueño ‘millennial’ se puede convertir en una pesadilla.
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