Culpan de la poca empatía de Rajoy a su cruel pasado... "tenía que pagar pá tener sexo"
Lo tengo dicho y esto lo corrobora... la mayor parte de las personas que dedican su vida a acumular dinero o poder, cuando la mayoría se conforman con un trabajo y formar una familia, son en su mayoría acomplejados que sufrieron en su niñez o adolescencia, el desprecio y/o burla de sus semejantes y buscan elevarse por encima de los demás como una forma de desquite y ajuste de cuentas, y en muchos casos utilizan su nuevo status para actuar con revanchismo.
Armak de Odelot
Lo tengo dicho y esto lo corrobora... la mayor parte de las personas que dedican su vida a acumular dinero o poder, cuando la mayoría se conforman con un trabajo y formar una familia, son en su mayoría acomplejados que sufrieron en su niñez o adolescencia, el desprecio y/o burla de sus semejantes y buscan elevarse por encima de los demás como una forma de desquite y ajuste de cuentas, y en muchos casos utilizan su nuevo status para actuar con revanchismo.
Armak de Odelot
En la fotografía, Mariano Rajoy con 15 años. |
Durante años fué un monstruo acomplejado y frío que sólo podía tener sexo por dinero.
Frustrado sexualmente y con la cara desfigurada, tres amigos de Rajoy tienen pruebas de sus viajes secretos al Caribe
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- junio 7º, 2014
Sufrió un cruel acoso escolar en su infancia y adolescencia a causa de su ambiguedad sexual, luego se encerró a opositar pero le costaba demasiado y hubo que echarle una mano.
No ligaba ni con mujeres ni con hombres, se pasó años solo en la larga barra de la discoteca “Daniel” de Pontevedra, por eso tuvo que recurrir a una doble vida fuera de su ciudad y al sexo por dinero.
Lo practicaba en el Caribe, sobre todo República Dominicana y Cuba, y en el barrio de Chueca (Madrid).
Para mayor desgracia, tuvo un accidente de coche con 24 años, cuando se despeñó por un precipicio de Palas de Rei.
El cirujano plástico Luis Zaera de la Vega tardó seis horas en quirófano para reconstruirle el rostro.
Cuando pudo mirarse al espejo,
Mariano vio un monstruo.
Y con esa desgracia del destino tuvo que convivir, por eso decidió meterse en un partido del régimen, donde la impostura campaba a sus anchas.
Y desde allí pudo devolver a los ciudadanos la crueldad con la que la vida lo había tratado a él.
De sus cinco amigos íntimos, tres reconocen que participaron en fiestas sexuales con él, pero callan:
a uno le consiguió un “pelotazo” de 30 millones de euros con la Xunta de Galicia y otro de 153.000 con la trama mafiosa Gurtel, al segundo que pudiera rodar su primera película y a un tercero un puesto de trabajo.
Sabemos los nombres.
Ninguna biografía oficial de Rajoy lo desvela, pero lo cierto es que el cinismo y las continuas mentiras del presidente del Gobierno, hasta convertirse en un estado practicamente patológico, proceden de algo que traumatizaría a cualquier ser humano de por vida:
con 24 años su rostro hasta entonces delicado y casi femenino se transformó en algo mostruoso y atroz:
“Vino en un estado lamentable, tenía un traumatismo facial muy grave, en toda la cara, los labios, los párpados, múltiples heridas.
Me guié por ciertas marcas.
Para reconstruir, por ejemplo, la comisura labial destrozada, la división entre la mucosa y la piel se convierte en una línea a seguir.
Estaba prácticamente desfigurado por el accidente.
Tenía tremendos destrozos, las heridas son muy visibles y perturbadoras. Y él tenía muchas heridas”, recuerda el doctor Luis Zaera de la Vega.
Mariano Rajoy nunca fue muy hábil conduciendo automóviles, quizás por eso lleva 30 años subido a un coche oficial con chófer, todo con dinero público.
En Villafranca del Bierzo, el alcalde del pueblo donde Rajoy eligió con 23 años uno de sus destinos como registrador de la propiedad, cuenta que estrelló su coche utilitario contra una farola cuya factura tuvo que abonar.
Un año después tendría el desgraciado y aparatoso accidente con su “Seat 127”, hecho que acentuó aún más su complejo de inutilidad.
Parece sufrir un destino marcado por la tragedia que siempre esquiva pero que tarde o temprano llegará.
Según cuentan sus amigos de esos años, Rajoy apuraba la vida al máximo, pero debía guardar discreción en los pueblos donde trabajaba.
El registrador, como el médico, el notario o el maestro, posee un estatus, aunque sea joven.
Por eso se desfogaba fuera de Galicia.
Y tenemos los nombres de tres testigos:
el realizador Angel Peláez, el empresario Gerardo Lorenzo y el periodista y médico P. R. –damos solo las iniciales por expreso deseo del mismo–, los tres gallegos que conocen los viajes clandestinos de Mariano Rajoy al Caribe y, especialmente a Cuba, los más conflictivos diplomáticamente, además de sus devaneos por el barrio de Chueca en Madrid.
Los tres tienen datos, pruebas y, lo que es más comprometedor, fotografías de sus juergas y fiestas con todo tipo de geografías humanas, de toda suerte y condición.
“Era normal, estaba soltero y le gustaba el sexo, fuera de Pontevedra se soltaba”, comenta a este blog un allegado a uno de estos tres amigos que escuchó el pormenorizado relato de uno de ellos.
El problema es que los viajes secretos de Rajoy a Cuba ahora son un problema político porque lo que fue un divertimento secreto y quizás algo hipócrita de un diputado del PP ahora se convierte en un asunto de Estado como presidente del Gobierno.
¿Con quién estuvo Rajoy? ¿alguien puede hacerle chantaje con las fotografías de esas lascivas orgías?
Nada se sabe, salvo que en una de ellas la farra fue de tal calibre que tuvo otro leve accidente de tráfico, el tercero tras el que le marcó la cara, anterior al cuarto, que fue el del helicóptero con Esperanza Aguirre. Y no es su único secreto.
Ya son cada día más los ciudadanos –y lo que es peor para él, algunos periodistas– que están hartos del conocido cinismo de Mariano Rajoy –el de mayor grado de toda la “casta política”– y de su doble vida, que consideran el origen de su repulsiva tolerancia hacia la corrupción institucional que está desangrando a España.
Hasta ahora el tema de su biografía era tabú, pero su ya insistente vocación de “dejar hacer, dejar pasar”, eufemismo de cruzarse de brazos y no hacer absolutamente nada que pueda contrariar lo más mínimo a nadie de su partido o del consejo de ministros, se interpreta como la filosofía de un simple “bon vivant” o “caradura”.
¿A qué se debe su extremada crueldad?
Rajoy es insensible al drama cotidiano de 6 millones de españoles en paro, 300.000 estafados por los bancos, la mayoría ancianos, 425.000 personas desahuciadas, más de 700.000 ciudadanos exiliados, 983.000 jóvenes sin empleo y sin futuro (57,7%, la más alta de Europa y gran parte del mundo), otros 1,4 millones ciudadanos sin luz ni calefacción, cortada en invierno, más de 15.000 suicidios en los 5 años de crisis…
Y lo que es peor: el hambre física que ha vuelto a España y que no se veía desde la posguerra civil.
Los bancos de alimentos y las ONG, ya sean católicas o laicas, claman al cielo por la insensibilidad de un presidente que es incapaz de ver más allá de sus narices el drama del hambre infantil que golpea a su pueblo: 2,2 millones de niños afectados.
Él todo lo soluciona con una frase ocurrente, un refrán que cree gracioso y que su corte de aduladores le ríe, una timidez enfermiza y un complejo de culpa por lo que sabe de su pasado, borrascoso, oscuro y falaz.
Frente a la total incomprensión de los medios de comunicación españoles, “Espía en el Congreso” investigó la biografía oficial de Rajoy para intentar comprender las razones de su rostro de hielo, su arraigada tolerancia –cuando no connivencia e incluso autoría– con el delito administrativo y el nepotismo, y su desdén hacia el sufrimiento ajeno.
Según cuentan varios ciudadanos gallegos asqueados con la corrupción que nos han hecho llegar su testimonio, Rajoy fue un chico atormentado en su infancia, adolescencia y vida universitaria por las continuas bromas de sus compañeros, a veces crueles, debido a su ambigua identidad sexual, algo que ocultan todas sus biografías oficiales.
El ciudadano mayor de edad no puede conocer ese dato de su presidente de Gobierno o candidato al cargo porque investigarlo es “políticamente incorrecto”.
Algo incomprensible en una democracia que se precie, y no solo las anglosajonas. Lo cierto es que a su timidez y ambigüedad sexual le sumó el grave accidente de tráfico que le desfiguró el rostro y le convirtió durante años en un monstruo acomplejado y frío que sólo podía tener sexo por dinero.
“Nadie quería ligar con él, por eso su vida siempre la hacía fuera de Pontevedra”, señala una allegada suya. Y el suplicio, que ahora le devuelve con creces a los españoles, duró años.
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