La ex-república soviética de Ucrania tendría una población cercana a los 50 millones de habitantes y estaría marcada por el estigma del enfrentamiento crónico entre las tendencias filo y fobio-rusas.
Así, el segmento de población filorusa estaría formada por los rusohablantes del este y sur del país (incluida Crimea) que apoyaban al régimen oficialista de Yanukóvich, mientras que en el oeste y en el centro del país, dominarían los sentimientos nacionalistas prooccidentales, representados por la ex-primer ministra Timoshenko y el expresidente Viktor Yushchenko.
Ellos consideraban la ampliación de la permanencia de la base rusa de Sevastopol hasta el 2042 como “una traición a los intereses nacionales”.
Las agudización de las tensiones latentes entre el oficialismo filo-ruso de Yanukovich y la oposición filooccidental se desataron tras la decisión del gobierno ucraniano de “interrumpir los preparativos” de la firma de un acuerdo de asociación y libre comercio con la UE, convenio que tenía previsto firmarse en la Cumbre de Vilna y que preveía la integración de Ucrania, Moldavia, Georgia y Ucrania según los acuerdos de la cumbre de Praga del 2009.
Ucrania como víctima colateral de la Guerra Fría
En la última cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (países postsoviéticos) celebrada en Minsk, Putin avisó a Ucrania que “tras la firma del tratado de Asociación Ucrania perderá sus barreras aduaneras y será invadida por productos occidentales.
Ese desarme arancelario afectaría a Rusia, si Ucrania fuera también miembro de la Unión Aduanera y, resultaría muy peligroso e inaceptable”, instando asimismo a Kiev a sumarse a la Unión Aduanera que incluye a Rusia, Bielorrusia y Kazajistán pero tras el “golpe de mano virtual” contra el depuesto Yanukóvich, el gobierno interino de Alexadr Turchínov proclamó su deseo de incrementar sus relaciones con la UE al tiempo que mantener sus relaciones con Rusia en un difícil ejercicio de equilibrismo político.
Sin embargo, dicha empresa se antojaba harto complicada debido al brutal colapso económico que habría sufrido la ex-República soviética y que rozaría ya el umbral del default o suspensión de pagos), a lo que se uniría la falta de garantías plenas para una posible integración de Ucrania como miembro de pleno derecho de la UE, (garantías que sin embargo tuvieron en su momento países como Polonia, Hungría, Bulgaria o Rumania) y el presunto rechazo de la opinión pública europea dicha plena integración.
Así, según el analista político William Engdahl en declaraciones a Rusia Today (RT), “ los ciudadanos europeos se sienten muy incómodos con la idea de que Ucrania se incorpore a la UE pues la zona está en una crisis profunda debido a la bancarrota de Grecia, Portugal, Italia y otros países del sur y no tienen el dinero para hacer algo positivo para Ucrania”, por lo que Putin se encargó de desbaratar la hoja de ruta diseñada por la UE y EEUU y procedió a restringir las importaciones metalúrgicas y de productos alimenticios así como a aumentar los aranceles aduaneros sobre Ucrania.
Tras el fallido intento de la adhesión de Ucrania a la tratado de Libre Comercio con la UE, subyacería la grave situación económica ucraniana, plasmada en la necesidad urgente de la actualización del tejido productivo ucraniano a los estándares y requisitos técnicos europeos ( estimada en unos 250.000 millones de dólares en un proceso que se prolongaría hasta 2020 con una inversión de 20 millones de dólares anuales dedicados en exclusiva a la actualización de los estándares), empresa harto complicada debido al brutal colapso económico que habría sufrido la ex-República soviética y que rozaría ya el umbral del default o suspensión de pagos por lo que la UE habría prometido al Gobierno interino ucraniano un préstamo de 15.000 millones € con el objetivo inequívoco de lograr que su peón, el magnate petrolero Petro Poroshenko, fuera investido nuevo Presidente de Ucrania.
¿Nueva Guerra del Gas?
Sin embargo, el 5 de diciembre el Tribunal Administrativo de Kiev resolvió imponer a Gazprom una multa de 6.600 millones de dólares por supuesto abuso de su condición de monopolio en el mercado de tránsito de gas lo que según el ministro de Energía ruso, Alexandr Nóvak “ pone en peligro los suministros de gas ruso a la Unión Europea”.
Ello, aunado a las temperaturas gélidas que deben soportar los ciudadanos ucranianos podría provocar que Ucrania sustraiga ilegalmente el gas destinado a Europa, poniendo en peligro el tránsito de combustible.
En consecuencia, Putin aprovechará la ocasión para mediante un audaz movimiento de sus torres en la partida de ajedrez geopolítica que se estaría desarrollando en territorio ucraniano, reeditar la guerra del Gas ruso-ucraniano del 2006 con el objetivo inequívoco de doblegar al sector europeísta ucraniano mediante la asfixia económica y la inanición energética, al tiempo que resquebrajar la unidad comunitaria en la certeza de que tanto Alemania como Francia no dudarán en sacrificar a Ucrania en aras de asegurar su abastecimiento energético.
Dicha jugada tendrá como efectos económico importantes recortes de suministro en varios países de la UE, (el gas ruso abastece en más de un 70% a países como los Países bálticos, Finlandia, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Austria, Hungría y República Checa y más del 80% del total del gas que la UE importa de Rusia pasa por Ucrania y como efecto geopolítico la división de Ucrania en dos mitades casi simétricas y separadas por el meridiano 32 Este, quedando el Sur y Este del país (incluida Crimea) bajo la órbita rusa mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE, episodio que significará “de facto” el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría Rusia-EEUU regida por el axioma “acción-reacción”.
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