viernes, 21 de octubre de 2016

Víctimas de 1ª y de 3ª.... o Como nos toman por Tontos con el Cuento del Terrorismo

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Marcelo Colussi
Desde hace ya unas décadas, hacia fines del siglo XX, fue estableciéndose como una táctica militar un tipo amplio y difuso de acciones al que se le ha dado el impreciso nombre de “terrorismo”.
I
Quienes otorgan ese nombre (instituciones oficialmente constituidas) tienen una idea determinada de lo que entienden por él; pero quienes lo reciben, en realidad jamás se autodefinen como “terroristas”. 
Además, si bien puede haber grandes diferencias entre los que así son designados (partidos políticos de izquierda, movimientos sociales, grupos de acción armada, etc.), ninguno de ellos se reconoce como “señor del terror” sino, en todo caso, luchador social. 
Con lo que vemos que es muy difuso el término, equívoco, hasta incluso: engañoso. En verdad ¿quién es “terrorista”? 
¿Qué significa con precisión ser un “terrorista”?
Siendo estrictos, no hay una definición unívoca del término. 
En todo caso, puede advertirse desde el inicio que su nombre mismo ya presenta una carga negativa: evoca el terror. Pero eso, lo sabemos, es excesivamente amplio: puede entrar allí desde una amenaza de bomba hasta un desequilibrado mental que asesina en serie, una broma de mal gusto o una muchedumbre enardecida que se permite linchar a alguien. 
Un acto terrorista, por tanto, más que significado político -según la lógica con que usualmente se usa en Occidente- es sinónimo de salvajismo. 
Carga que no tiene, por ejemplo, la llamada guerra convencional. Quien mata en guerra es un héroe. 
Más aún: se le premia, es un héroe de la patria, se le puede llegar a inmortalizar. Ninguna bomba inteligente de alta tecnología es asesina, es terrorista, pero sí lo son, por ejemplo, quienes resisten a la ocupación estadounidense en Irak, o quienes bloquean una carretera pidiendo alguna reivindicación.
¿Tiene sentido eso, o se trata sólo de un discurso de dominación, un ejercicio de poder? 
En un Manual de Entrenamiento Militar de la Escuela de las Américas de Estados Unidos puede leerse como una sana recomendación para sus alumnos, por ejemplo, “aplicar torturas, chantaje, extorsión y pago de recompensa por enemigos muertos”. 
¿Eso es guerra limpia o terrorismo? 
Y más aún: ¿es posible que haya guerra limpia?
Entonces, en definitiva: ¿qué es el terrorismo? ¿Hay alguna definición seria al respecto? Desde ya vemos la dificultad intrínseca. De hecho, se han aportado varias, pero los mismos ideólogos que debaten sobre sus propiedades no terminan de encontrar una versión convincente. 
El Departamento de Estado de los Estados Unidos de América en uno de sus Informes anuales sobre “Tendencias del Terrorismo Mundial”, antes de definirlo siquiera comienza diciendo que “la maldad del terrorismo siguió azotando al mundo este año, desde Bali hasta Grozny y hasta Mombasa. Al mismo tiempo, se libró intensamente la guerra mundial contra la amenaza terrorista en todas las regiones, con resultados alentadores”, con lo que, ante todo, se parte de una valoración: el terrorismo es intrínsecamente malo. 
Acto seguido lo caracteriza diciendo que “se constituye, tanto en el ámbito interno como en el mundial, en una vía abierta a todo acto violento, degradante e intimidatorio, y aplicado sin reserva o preocupación moral alguna”. 
Preguntamos: ¿las invasiones entran allí? ¿Y las peleas de box? 
¿Son actos violentos y degradantes también las corridas de toro? ¿Y las riñas de gallo o de perro? ¿Cuándo algo empieza a ser "terrorista"?
El entonces presidente de Estados Unidos, George Bush hijo, declaró en alguna ocasión que “no se cansará, no titubeará y no fracasará en la lucha por la seguridad del pueblo estadounidense y por un mundo libre del terrorismo. Seguiremos sometiendo a nuestros enemigos a la justicia o les llevaremos la justicia a ellos”. 
Claro que esa justicia puede ser la invasión militar, obviamente, pasando por sobre el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. En nombre de la lucha contra él, está visto que puede hacerse cualquier cosa. ¿Tan malo es el “terrorismo” que da lugar a todo tipo de intervención, incluidas guerras preventivas -hasta con armamento nuclear, como pretende hoy la Casa Blanca en más de alguna de sus hipótesis de conflicto- o hay ahí “gato encerrado”?
II
De acuerdo a datos suministrados por el mismo gobierno federal de Washington, el terrorismo ha matado en el mundo, entre en los primeros cinco años de este siglo, a 24.429 personas (la misma cantidad que contrae el VIH en 8 días); es decir: un promedio de 13 personas diarias (contra 1000 personas diarias que mueren de diarrea por falta de agua potable, o más de 2.000 por día que fallecen por hambre). 
Lo curioso es que, para combatir este flagelo del VIH-SIDA en el ámbito de la salud, la Casa Blanca utiliza 100 veces menos presupuesto que lo que emplea para su guerra preventiva contra el “terrorismo”. 
O hay un error en los cálculos, o evidentemente la apreciación de los estrategas estadounidenses se equivoca, puesto que ven una mayor amenaza a la seguridad de la especie humana en el siempre mal definido e impreciso “terrorismo” que en la pandemia de VIH-SIDA. 
O, mucho más crudamente: son unos descarados delincuentes que trabajan para un proyecto donde lo único que cuenta son los intereses de las grandes corporaciones de su complejo militar-industrial y petrolero, asegurando así sus privilegios de clase.
El tema es complejo, y estamos dominados más que nada por un cargado discurso ideológico que la manipulación mediática de estos últimos años nos legó: algunos soldados (en general blancos, rubios, amantes de la libertad y la democracia -y la Coca-Cola-) suelen ser los “buenos”, y los “terroristas” -que curiosamente no son blancos…ni toman Coca-Cola- suelen ser los “malos”. 
Problemático, ¿verdad?
¿Son prácticas “terroristas” las guerras de guerrillas, las guerras de liberación nacional, las luchas anticolonialistas? ¿Cuándo empiezan a ser “terroristas” las acciones militares? Por cierto que el campo conceptual es amplio, difuso, cargado ideológicamente. 
Si lo que busca el “terrorismo” es crear conmoción y pavor -según una sesgada visión-, eso fue lo que logró, por ejemplo, la invasión angloestadounidense en Irak, a punto que así se designó oficialmente la operación: “Conmoción y pavor”; y no se la llamó “invasión terrorista”. 
¿Quiénes son más “terroristas”: las guerrillas antiimperialistas latinoamericanas o los grupos anti-sionistas?, ¿el ejército israelí o la ETA vasca?, ¿las tropas rusas en Chechenia o los comandos chechenios en Rusia?, ¿las bombas nucleares que podrían lanzar Estados Unidos o Israel sobre Irán o los zapatistas de Chiapas?
Una de las bases militares más grandes de Estados Unidos se encuentra en la llamada Triple Frontera, entre Brasil, Argentina y Paraguay donde, casualmente, se encuentra el Acuífero Guaraní, la segunda reserva de agua dulce subterránea más grande del planeta, y donde -también casual y curiosamente- los servicios de inteligencia de Washington han detectado escuelas coránicas para formación de “terroristas”. ¿Lo podremos creer?
Como vemos, las posibilidades que pueden caer bajo el arco de “terrorismo” son por demás de amplias: 
una bomba en un restaurante, una emboscada a una unidad de un ejército regular, un ataque aéreo de un país contra otro, son todas acciones igualmente violentas (al igual que las corridas de toro, o las peleas de gallo), con resultados similares: muerte, destrucción, terror en los sobrevivientes. 
¿Cuál de ellas es más “terrorista”? Y por otro lado -quizá esto es lo esencial-: ¿quién las define como “buena” o “mala”? 
¿Por qué después de los ataques “terroristas” en Francia se dijo que Todos éramos Charlie, y no se dice que Todos somos palestinos después de un bombardeo israelí sobre este pueblo, o Todos somos afganos, o iraquíes, o egipcios, o sirios, después de cada bombardeo de las fuerzas de “la libertad y la democracia” capitaneadas por el Pentágono sobre alguno de estos países donde, “casualmente”, hay petróleo o gas en su subsuelo?
Es obvio que el término no es nada inocente; su utilización arrastra una tácita condena: habría una violencia legítima -la que puede ejercer un Estado contra otro, o la que ejerce contra insurrectos que se alzan contra el orden constituido-, y una violencia no legítima a la que le cabe el mote -profundamente despectivo- de “terrorismo”. 
La diferencia estriba no precisamente en una consideración ética (la violencia es siempre violencia, y ninguna es más “buena” que otra: también es condenable la del boxeo o la de la corrida de toros) sino en un ordenamiento jurídico que se desprende, en definitiva, de relaciones de poder. 
¿Qué fundamento ético o jurídico habría para decir que la tauromaquia no es terrorismo entonces? ¿Porque se trata de animales? 
La evocación de la tristeza por los franceses masacrados o la indiferencia por olvidados musulmanes de cualquiera de los países invadidos arriba mencionados nos remite a la cuestión de quién manda en el mundo, y de por qué pensamos lo que pensamos: el Esclavo piensa con la cabeza del Amo.
III
El atentado contra las torres del Centro Mundial de Comercio de New York en 2001 es un acto terrorista, pero no lo es -al menos así lo presenta la prensa oficial que moldea la opinión pública mundial- un manual militar como el que citábamos más arriba. ¿Cuál de las dos lógicas en juego es más “terrorista”? 
Y si fuera cierto que la destrucción de esos edificios fue un acto auto-provocado por el gobierno federal de Washington para justificar su proyecto de guerras preventivas, ¿eso es terrorismo o no? 
Es terrorismo de Estado, pero la prensa oficial no habla de eso. 
Pinochet, en su lucha contra los “terroristas subversivos”, ¿no era él un terrorista por los métodos empleados? ¿No fueran las peores expresiones de terrorismo de Estado las guerras sucias que ensangrentaron los países latinoamericanos las décadas pasadas? Pero oficialmente esas fueron guerras “contrainsurgentes” y no “terroristas”. ¿Quién lo dice?
Si lo distintivo de un acto “terrorista” es la búsqueda de población civil no combatiente como objetivo, el 80 % de los muertos en las guerras habidas desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 a la fecha se encuadra en este concepto; actos, sin duda, por los que ningún militar ni político ha sido juzgado en calidad de “terrorista”. 
Haber lanzado armamento nuclear sobre población civil no combatiente en Hiroshima y Nagasaki podría considerarse actos terroristas, pero como la historia la escriben los que ganan, se pueden hacer pasar casi como “actos humanitarios” que, supuestamente, impidieron más muertes.
Hoy por hoy, en un mundo absolutamente dominado por los montajes mediáticos, en forma insistente se ha ido metiendo la idea del “terrorismo” como uno de los peores flagelos de la humanidad. 
De manera casi refleja suele asociárselo con maldad, crueldad, barbarie; y por cierto, en esa visión parcial e interesada, esas prácticas nos alejan de la civilización supuestamente democrática, presunto punto de llegada de la evolución cultural (léase: economías de mercado con parlamentos formales). 
Dentro de esa lógica hemos terminado por no poder distanciarnos de la falacia -llevada a grados patéticos por la insistencia de la prensa- de “terrorismo = malo, estamos contra él o somos un terrorista más”.
Merced al impresionante juego manipulatorio de los medios masivos de comunicación suele ligárselo a cualquier forma de protesta, en general conectada con los países más pobres y postergados. 
Todo ello, según la concepción que se fue generando, es intrínsecamente perverso, traicionero, sádico, propio de fanáticos fundamentalistas. 
Un “terrorista” -según ese orden discursivo- es un delincuente subversivo, un apátrida; en definitiva: un monstruo inhumano. Por supuesto que los autores del manual de la Escuela de las Américas, aunque inciten a la tortura y a la corrupción, no son “malos”, porque lo hacen en nombre de la guerra contra el terrorismo, para defender el “modo de vida occidental y cristiano”.
¿Quién en su sano juicio podría alegrarse y festejar por la muerte violenta de unos niños, de una señora que estaba haciendo sus compras en el mercado, de un ocasional transeúnte alcanzado por una explosión? 
Pero ahí está la falacia, lo perverso del mensaje sesgado con que el poder se defiende: se presenta la parte por el todo, mostrando sólo un aspecto -con ribetes sentimentales- de un conjunto mucho más complejo. 
¿Alguna vez los medios 
muestran las escenas dantescas que sobrevienen 
a los bombardeos “legales” de una potencia militar? 
¿Alguna vez se habla de las monstruosidades propiciadas por la pedagogía del terror de un manual como el de la Escuela de las Américas? 
¿Sufre más una víctima que la otra? 
¿Es más “buena” y “respetable” una violencia que otra? 
¿Qué dirán los toros sacrificados en la arena de una plaza? 
¿Y los torturados, masacrados, violados y silenciados en nombre de la libertad y la democracia? 
¿Vale más un francés muerto por una bomba 
que un ciudadano sirio?
Está claro que la dimensión del fenómeno es infinitamente más compleja que la malintencionada simplificación con que se nos presenta el problema. 
El maniqueísmo, en definitiva, ahoga las posibilidades de soluciones reales. 
Son tan víctimas los civiles que mueren en un atentado dinamitero hecho por un grupo irregular como los que caen bajo el fuego de un ejército regular. 
¿Por qué los regulares serían menos asesinos que los irregulares?
El mundo sigue siendo injusto, terriblemente injusto; la distribución de la riqueza que el sistema capitalista crea es de una inequidad espantosa. 
El hambre sigue siendo la principal causa de muerte de la población mundial, hambre evitable, hambre que debería desaparecer si se repartiera algo más equitativamente el producto social que creamos los humanos. 
Esa injusticia estructural en las relaciones interhumanas es el principal exterminio que enfrentamos a diario; pero eso no es la gran noticia, de eso no se habla mucho. 
Hoy el “terrorismo internacional” se presenta como el peor de los apocalipsis concebibles, mientras que del hambre no se habla, o se lo hace desde una óptica de caridad. Pero no podemos olvidar que por hambre mueren casi 100 veces más personas diarias que por “actos terroristas”. 
¿O habrá que considerar el hambre como terrorismo?
Es por eso que sigue teniendo vigencia lo que 35 años atrás, en 1981, firmaban numerosos Premios Nobel como “Manifiesto contra el Hambre”, y que debemos seguir levantando como principal estandarte por un mundo mejor: 
Cientos de millones de personas agonizan a causa del hambre y del subdesarrollo, víctimas del desorden político y económico internacional que reina en la actualidad. 
Está teniendo lugar un holocausto sin precedentes, cuyo horror abarca en un sólo año el espanto de las masacres que nuestras generaciones conocieron en la primera mitad de este siglo y que desborda por momentos el perímetro de la barbarie y de la muerte, no solamente en el mundo, sino también en nuestras conciencias.[…] El motivo principal de esta tragedia es de carácter político”.
Por tanto, el enemigo y principal amenaza para la humanidad no es el impreciso y siempre mal definido “terrorismo”; sigue siendo la injusticia, aunque nos hayan querido hacer creer estos años que estaba un tanto pasado de moda hablar de ella. 
Y como dijo Xabier Gorostiaga: 
Quienes seguimos teniendo esperanza no somos tontos”, aunque quieran hacernos pasar por tales con los espejitos de colores que nos distraen.

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro