domingo, 23 de octubre de 2016

La Gallina de los Huevos de Oro de la gran Estafa Neoliberal, se ha secado


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La gallina de los huevos de oro se ha secado

Enron era uno de los grandes monopolios estadounidenses del sector de la energía, cuya desaparición se ha olvidado demasiado rápidamente porque en el capitalismo el tiempo es como todo lo demás: oro. Todo se hace demasiado rápidamente para que no podamos pararnos a pensar un poco las cosas.

Antes de hundirse los elogios menudeaban. La prensa especializada la consideraba como un ejemplo de gestión moderna. En sólo un año llegó a crecer un 90 por ciento. La revista Fortune la eligió durante seis años seguidos como la empresa más innovadora. Fue fundada en 1985 y pasó de ser una distribuidora regional de gas a convertirse en la séptima empresa más grande de Estados Unidos por capitalización bursátil.

Eran los años de Reagan, cuando el monopolio creció como consecuencia de la desregulación del sector energético en California y el precio de cada kilowatio se disparó. 


En su desplome Enron se llevó consigo todo aquello, especialmente a la empresa de auditoría Arthur Andersen, verdaderos cómplices de lo que a partir de entonces empezó a llamarse “ingeniería contable”. Es una pena que para tapar el agujero destruyeran un millón de documentos que hubieran debido ser materia de estudio en las Facultades de Economía (y de Criminología) de todo el mundo.

20.000 trabajadores fueron despedidos y varios cientos de millones de dólares de sus fondos de pensiones se esfumaron, por lo que les espera una vejez muy triste. La consigna de Enron era “Pregunta el por qué”, algo que al cabo de los años parece un sarcasmo. Es una pregunta que casi nadie se hace nunca. Parece normal que los peores dramas ocurran.

Tras la crisis, la contabilidad no ha vuelto a ser lo que era y las auditorías tampoco. Pero el crecimiento de Enron no fue consecuencia de una falsificación contable por una sencilla razón: los capitalistas no saben sumar (ni restar). 


Todas las cuentas, tanto las públicas como las privadas, están amañadas. El monopolio se rodeó de una red de sociedades fantasmales cuyo agujero suma 60.000 millones de dólares.

Kim García contó unas anécdota ilustrativa del alcance al que llega el parasitismo capitalista. Un día el capo de Enron, Kenneth Lay, invitó a 150 analistas de Wall Street a visitar la sexta planta que tenía la empresa en su sede de Houston, donde un enjambre de 75 intermediarios, rodeados de teléfonos y ordenadores, gritaban frenéticos las compras y ventas de acciones en una jerga incomprensible.

Los periodistas tomaron fotos de todo aquel trajín para hacer sus portadas y reportajes a todo color en papel cuché. Los intermediarios de Enron desempeñaban un trabajo agotador y estresante como pocos, escribieron los gacetilleros de las páginas sepia después de haber sido agasajados con unos canapés y unos buenos buenos tragos de vino blanco.

Era un decorado; aquellos frenéticos intermediarios eran actores y la sexta planta de Enron poco más que un plató para la prensa y los invitados. 


En cuanto acabó el ágape, relató García, el decorado que había sido contratado se desmanteló; los teléfonos y los ordenadores volvieron al depósito que había en el sótano.

La cotización en bolsa de las acciones depende de ese tipo de shows estrafalarios, tan típicos de Estados Unidos, el país de las relaciones públicas.

A finales de setiembre de 1999 la redactora jefe de CFO Magazine, Julia Homer, estaba muy contenta por la entrevista que le había concedido un joven tiburón de 37 años, Andrew Fastow, director financiero de Enron, que siempre simuló que se encontraba a disgusto bajo los focos. Homer quería a preguntarle qué había hecho Enron para multiplicar por 10 su cifra de negocio en menos de 10 años sin endeudarse. 

“Una financiación innovadora”, decían los cretinos cerrando los ojos ante los viejos trucos de siempre para inflar el activo y desinflar el pasivo. 

A ninguno de aquellos analistas embobados se le ocurrió pensar, siquiera por un momento, por qué Enron tenía más de 700 filiales en las islas Caimán y por qué tenían nombres como LJM2, LJM3 y otras siglas parecidas: porque eran las iniciales de la mujer y los dos hijos de Fastow.

En un capitalismo parasitario dominado por la farsa y la bufonada, los capitalistas son las primeras víctimas de sus mentiras. Nosotros creemos que nos engañan, pero no es así. 


A base de repetirlas mil veces se creen sus propias mentiras, como se vio durante la crisis de “las punto com”, las empresas informáticas que, como Enron, se hundieron después de haber experimentado un crecimiento espectacular con el cambio de siglo.

En agosto de 2000 las acciones de Enron estaban en la cumbre, a 90 dólares la unidad, y poco después 26.000 millones de dólares se habían evaporado como por arte de magia, pero el Consejo de Administración quería llevar el show hasta el final y acordó repartir dividendos, una parte de los cuales fueron a parar a sus propios bolsillos: un millón de euros en acciones y opciones por un trabajo bien hecho.

En una de las sesiones de investigación, uno de aquellos administradores dijo que ellos gestionaban la empresa, que no eran detectives para husmear en los papeles y las cuentas. 


En el capitalismo que padecemos, pedir explicaciones y revisar las cuentas es de mala educación. “¿Es que no te fías de mí?” A los ingenuos les basta con un buen decorado y el mundo está lleno de ellos. Se ha acostumbrado al cartón piedra de los escenarios, el maquillaje y el atrezzo (económico, político y social). Nos cuesta diferenciar la realidad de la ficción; no preguntamos por qué ocurren las cosas.

Cuando después del pucherazo electoral Bush toma solemnemente posesión del cargo de Presidente de Estados Unidos en enero de 2001, los máximos dirigentes de Enron, también tejanos, están el aquel show con pleno derecho: cada uno de los jefes de Enron -y la propia Enron- pusieron 100.000 dólares para pagar la fiesta de su hombre en Washington. 


Entre 1989 y 2001 el monopolio tejano repartió casi 6 millones de dólares entre los partidos políticos y los candidatos. 

A Kenneth Lay, el capo de Enron, Bush le llama “Kenny Boy” seguramente por los 737.000 dólares que puso para las campañas electorales de 1993 a 2001.

Hoy hace exactamente 15 años el jefe de contabilidad de Enron en Arthur Andersen entró a las oficinas ordenando a gritos que había que quemar toda la documentación comprometedora, una operación nada fácil. Tardaron más dos semanas en hacerlo.

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro