Los mimbres con los que se ha gestado el Pacto PSOE/Ciudadanos siguen renglones torcidos y la campaña contra Podemos es tan extrema que resulta hasta jocosa
Rosa María Artal
7 DE MARZO DE 2016
Lo conveniente es no repetir elecciones. El candidato que aceptó presentarse a la investidura, Pedro Sánchez, del PSOE, debe ser apoyado como la mejor opción o como mal menor. Con sus 90 diputados y su empecinado pacto con los 40 Ciudadanos.
Para evitar que siga gobernando Rajoy.
No vaya a ser que las gentes de Sánchez, Luena o Hernando se vean obligadas a suscribir la Gran Coalición, como quiere Albert Rivera. “En tiempos de tribulación, no hay que hacer mudanzas”, advierten Santa Teresa de Jesús y María Dolores de Cospedal.
La llamada prensa es ya casi unánime. Podemos se equivoca en su estrategia.
Si Sánchez dijo sí al Rey aunque no supiera sumar a su candidatura más que a una feroz campaña mediática para conminar y culpar al partido de Iglesias, siempre será mejor un gobierno del PSOE y aledaños a que siga el PP, autor de tantas tropelías.
Las voces más sensatas se apuntan a esa teoría. Venga, que yo conduzco, sin frenos, ya se apartará Podemos (e IU, Compromís, nacionalistas vascos y catalanes) y mal que bien aparcaremos o nos empotraremos en La Moncloa.
No puede haber conductor más fiable. Y su equipo, con esas voces brillantes y mesuradas que con tanta aplicación venden el plan.
La Doctrina del Mal Menor ha hecho estragos en la historia de España. Socialmente también con el “no te signifiques”, “aguanta”… con todo.
Con la injusticia, la desigualdad, los atropellos, hasta el maltrato machista, hoy avanzando en el rebautismo de la “violencia en el ámbito familiar”. Así lo escuché el domingo en una radio.
Por virtud del Mal Menor se firmó una Transición que dejó muchos cabos sueltos. Por el Mal Menor todos los crímenes y abusos de la Dictadura quedaron absolutamente impunes.
Todo: ejecuciones, encarcelamientos, trabajos forzados de presos políticos como el que nos mostró Jordi Évole en Salvados marcando la agenda, robos de niños, la corrupción… todo.
Y así seguimos engullendo arbitrariedades y demasiados trazos torcidos. Avanzamos a trompicones, como se hace en España, sin un modelo económico de progreso. Del turismo al ladrillo para terminar en la degradación laboral y en derechos de los trabajadores.
Con un reparto de cargas y beneficios que debería incluir en la bandera española un embudo enorme. Echando atrás libertades ganadas.
Con una corrupción que toca a las más altas instituciones del Estado y que en algunos lugares –si nos atenemos a denuncias de la propia Guardia Civil-- deja en cuento infantil el Chicago de Al Capone.
En un clima de manipulación mediática que está llegando a niveles irrecuperables. Sí, es cierto, salimos adelante a pesar de todo.
Con grandes avances como sociedad que hoy se están perdiendo.
A pesar de, no gracias a.
No es cierto que el dolor sea germen de bondades. No hay correlación lógica en el “No hay mal que por bien no venga”, que haría las delicias del saco de refranes de Rajoy.
Hay trámites que pueden y deben ahorrarse.
Gran parte de lo que llaman sabiduría popular no es sino consuelo popular. Y a él nos abocan de continuo. Muchas veces con la más sana intención, y menor visión de pasado y de futuro.
¿Hemos reflexionado cómo seríamos los españoles sin tanta mugre con la que cargamos desde hace años, siglos incluso? ¿Qué logros hubiéramos obtenido si muchos más hubieran perdido el miedo y erradicado la indecencia?
Los mimbres con los que se ha gestado el Pacto PSOE/Ciudadanos siguen renglones torcidos.
Por la forma –en alto grado-- y por el fondo.
La ideología netamente ultraliberal y conservadora, reverencial con el sistema, de Albert Rivera, Girauta y, sobre todo, Garicano, no ofrece duda alguna.
La elección de Sánchez para catapultar sus 40 escaños solo se comprende al hilo de los editoriales, portadas, entrevistas y encuestas de El País. Y no solo de ellos.
Este Mal Menor lleva visos de ser el Mal de siempre.
Es subsanable, con mucho empeño y serias intenciones de limpieza y bien… común.
La campaña contra Podemos es tan extrema que resulta hasta jocosa de conocer las técnicas clásicas de la manipulación mediática.
No ayuda la torpeza de mentar en el Parlamento un programa de televisión que convirtió en titular el sí a la pregunta de la entrevistadora sobre un tema frívolo. Una anécdota, al lado de los turnos de alusiones de ministros y portavoces fuera del temario, de cuanto evidenció el discurso del bipartidismo, pero magnificada por el espectáculo de los medios.
Una vez más el Mal Menor puede llevarnos a no resolver los problemas acuciantes que padecemos.
De tantos rodeos y demoras para alcanzar la meta cabe el peligro de acabar perdidos. Otra vez.
La desproporción de medios con los que cuentan, sin embargo, convierte en inútil hasta avisarlo. Hay muchos que viven muy bien a ese lado de la historia.
Sigue la amenaza de recesión económica consecuente a la religión neoliberal imperante.
En España, Rajoy deja en herencia la Deuda Pública mayor en un siglo. Más de un billón de euros. Impagable. Como le ocurrió a Grecia.
El paro juvenil sigue en los puestos más altos de Europa. Nos han avisado de que la hucha de las pensiones --exprimida desde el superávit que dejó Zapatero-- solo llegará hasta 2018. Los jóvenes y ya hasta los maduros pueden olvidarse de cobrarlas.
Pero en el potro de tortura mediático y en las pasiones políticas existe dificultad en relacionar los hechos. Al menos, cuando se pregunten por qué alguien como Donald Trump tiene posibilidades de ser el próximo presidente de los Estados Unidos, piensen que todo tiene un principio, una trayectoria, una deriva.
Hay demasiados hijos de males menores diseminados por el mundo.
Tiempo de enderezar el rumbo hay, voluntad no lo parece.
Rosa María Artal
http://ctxt.es/es/20160302/Firmas/4622/Columnas-Elecciones-20D-%C2%BFGatopardo-o-cambio-real.htm
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