Por Guadi Calvo
Cuando todos los analistas internacionales esperaban que “por fin” estallara la guerra civil larvada que tiene de rehén al pueblo de Burkina-Fasso, por la traumática y todavía no resuelta salida del dictador Blaise Compaoré -que se aferró al poder desde 1987 y que tras un golpe de estado que en realidad todavía no se define-, el debut en el antiguo Alto Volta de al-Mulathameen (los enmascarados) adscripta a al-Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI) desconcertó a todos.
Las noticias comenzaron a llegar, como siempre en estos casos, confusas y empapadas de sangre: “Terroristas atacaron los hoteles Splendid, de 5 estrellas, el Yibi, situado al otro lado de la calle y la cafetería Capuccino de Uagadugú la capital de Burkina Faso”.
Tal como sucedió el 20 de noviembre último en el Hotel Radisson de Bamako, capital de Mali, la banda al-Mulathameen, capitaneada por el ya mítico Mokhtar Belmokhtar (MBM, para las agencias de inteligencias occidentales), golpeaba un sitio transitado por miembros de Naciones Unidas, militares franceses y ejecutivos occidentales.
El presidente de Burkina-Fasso, Marc Christian Kabore, inicialmente declaró que eran 23 los muertos, aunque se cubrió advirtiendo que la cifra podría ser mayor. Más tarde se confirmaron que eran 29 las víctimas mortales, sin mencionar nada acerca de los heridos que serían 33 con graves lesiones.
Los muertos confirmados son de 18 nacionalidades diferentes, entre ellos 2 ciudadanos franceses, 2 suizos, y seis canadienses. Respecto a los atacantes, el ministerio de seguridad confirmó que habría 2 mujeres, “un árabe y dos africanos”.
Aunque el embajador francés en Burkina-Fasso, Gilles Thibault, en su cuenta de Twitter negó que entre los atacantes muertos hubiera alguna mujer.
A su vez, el grupo salafista en mensaje de audio en dialecto hassaniya, hablado en Mauritania, norte de Mali y el Sahara Occidental, y reproducido por la agencia noticiosa al-Ajba, señalaba que los muertos serían más de 30.
También se conoció que en las mismas horas del ataque en Uagadugú, se produjo en Baraboule, al norte del país y cerca de la frontera con Mali, el secuestro de un médico y su mujer de nacionalidad austriaca.
Además de los muertos y heridos fueron rescatadas 176 personas por hombres del ejército burkines y de los comandos franceses, miembros de la operación Barkhane (duna movediza) que Francia mantiene en Uagadugú, como una de sus bases principales, junto a la del Chad, de las fuerzas especiales que lucha contra el terrorismo.
La operación Barkhane, lanzada en julio de 2014, remplazó la operación Serval, armada por Francia con la excusa de luchar contra los salafistas que se infiltraron en el levantamiento Tuareg de 2012 en Mali, y postergar así los sueños independentistas del pueblo “azul”.
Con la operación Barkhane, Paris pretendía controlar las actividades de los salafistas en el Sahel, que tras los atentados del Radisson y ahora los del Splendid, queda claro que mucho éxito no le están aportado al cada vez más atribulado François Hollande.
Burkina Faso (antes llamada Alto Volta), con 18 millones de habitantes, con una población animista en un 65 %, un 25 % de musulmanes y el 10 % restante cristianos.
Su esperanza de vida está en torno a los 57 años y es el quinto país más pobre del mundo.
El país se encuentra en permanente riesgo de hambrunas por las sequías y ser víctima del avance permanente del Sahara, sobre las áreas de tierras cultivables y pastoreo. Su clima extremo alterna meses de calor seco con lluvias, que suelen ser torrenciales y destruyen cualquier área sembrada.
El ex Alto Volta, sin acceso al mar, se encuentra cercado por Malí al noroeste, Níger al noreste, y al sur Costa de Marfil, Ghana, Togo y Beni.
Sin yacimientos de petróleo, ni grandes explotaciones mineras, su población subsiste de una modestísima industria y una agricultura que representa el 32% de su producto bruto interno y da trabajo al 92% de la población, con altas tasas de SIDA y absolutamente inerme frente al Ebola. Burkina-Faso no se convierte en el objeto del deseo de nadie, solo Francia se ha hecho históricamente cargo del país al que conquistó en 1919 y al cual otorgó la “independencia” en 1960.
Anatomía del un atentado.
La retoma del Splendid fue altamente compleja ya que los atacantes habían colocado explosivos en diferentes pisos del hotel, lo que demoró mucho a las fuerzas de seguridad. Los atacantes habían tomado un número desconocido de rehenes con los que se atrincheraron durante toda la noche.
Los hombres de Mokhtar Belmokhtar que irrumpieron en el Splendid, en la avenida Kwame Nkrumah, una de las principales del centro de Uagadugú, pleno barrio comercial de la ciudad, incendiaron varios automóviles estacionados fuera del hotel, al tiempo que dejaban escapar ráfagas de disparos al aire, para disolver a los grupos de curiosos que se estaban juntando en las cercanías.
El Splendid, que cuenta con 147 habitaciones, es el más utilizado tanto por el personal de la ONU, oficiales franceses de la operación Barkhane y hombres de negocios occidentales. El ataque se extendió también al hotel Yibi y la cafetería Cappuccino.
Burkina-Fasso, miembro del G-5 del Sahel junto a Mauritania, Mali, Chad y Níger, dedicado a la lucha contra el terrorismo y base permanente de la operación Barkhane, nunca antes había sufrido ataques salafistas, lo que deja claro la magnitud del nuevo desafió de al-Mulathameen.
El grupo que responde a Mokhtar Belmokhtar se conformó hace tres años cuando su organización al-Muthalimin (los que firman con sangre) se fusionó con el Movimiento Unicidad y Yihad en África Occidental (MUYAO).
Mi nombre será Jerónimo.
Hasta la todavía muy discutida ejecución de Osama Bin Laden, en Abbottabad, Pakistán en mayo de 2011, el famoso fundador de al-Qaeda era llamado “cariñosamente” por la inteligencia norteamericana Jerónimo, en memoria del famoso y esquivo jefe apache.
Mokhtar Belmokhtar, también conocido como MBM, Mister Marlboro o Laauar (el tuerto) carga tras de si una historia verdaderamente cinematográfica: buscado por la Inteligencia de Occidente, Israel y una decena de países musulmanes, nació en Ghardaia (Argelia) en 1972, combatió contra los soviéticos en Afganistán, donde fue herido en un ojo, de allí lo de Laauar.
Participó en la guerra civil argelina entre 1991-1997 que dejó cerca de 200 mil muertos, en el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), que daría posteriormente origen a al-Qaeda en el Magreb Islámico. En 2009 realizó el secuestro de los tres cooperantes españoles en Mauritania. Su captura y ejecución fue anunciada casi una decena de veces.
Tras su alejamiento de Belmokhtar de AQMI, por sus disputas con Abdelmalek Drukdel, el jefe de la organización conformó su propio grupo MUJAO para formar al-Mulathameen en 2013, con quién realizó importantes hechos terroristas como la toma de rehenes de la central de gas In Amenas (Argelia) en 2013, donde murieron 37 extranjeros y un argelino, además de 29 de sus hombres, tras duros combates no solo con el ejército argelino, sino también con comandos británicos, franceses y norteamericanos.
Moktar Belmokhtar además cuenta con una importante red que se extiende desde Libia a Mauritania atravesando Níger, por donde tanto el tráfico de armas, personas y de drogas que llegan desde America del Sur, como contrabando de cigarrillos, -de allí Mister Marlboro-, componen importantes fuentes de financiamiento para sus actividades terroristas.
Belmokhtar se apuró en 2011 a asaltar los arsenales del Coronel Gadaffi, lo que le permitieron comenzar su embestida no solo en Malí, sino también en Argelia.
Sus últimas acciones contra en restaurante La Terrasse y el hotel Blue Radisson de Bamako y el Splendid de Uagadugú, lo ponen en el centro del interés de la inteligencia occidental.
Semejante hoja de servicio ha conformado una leyenda en torno a él, lo que sin duda ayudará a ascender a los más altos cargos en la organización salafista, y en convertirse en el nuevo Jerónimo para los servicios de inteligencia.
Señores del desierto.
Infinidad de textos le han dado el título de “Señores del Desiertos” a muchas de las míticas tribus nómadas que han hecho del Sahara y del Sahel su habitad natural: Tuaregs, Bereberes, Beduinos, pero desde la caída y martirio del coronel Gaddafi en octubre del 2011, la bandas vinculadas al extremismo islámico pugnan por ese título.
Con la irrupción en la capital de Burkina-Fasso queda consolidada la teoría de que las dos fuerzas salafistas más importantes al-Qaeda y Estado Islámico tienen en el norte de África tanto en el Magreb, el Sahara y el Sahel, intereses muy precisos.
El ataque del viernes, el Yumu’ah para los musulmanes su día sagrado, incorpora a un nuevo país en el mapa salafistas, y como ya lo han demostrado en otros muchos una vez instalados es casi imposible expulsarlos.
Quizás habría que haberlo sospechado que tras la caída del presidente Blaise Compaoré, ya que el ex dictador mantenía fluido contactos con las bandas salafistas del Sahel y podía hacer de intermediario con los países occidentales a la hora de pagar rescate por algún ciudadano secuestrado. Sin Campaoré, Burkina-Fasso ha perdido su status de territorio invulnerable para las bandas terroristas.
Ahora tanto los grupos vinculados a Estado Islámico, como al-Qaeda tienen las inmensas geografías del Sahara y el Sahel para moverse a sus anchas ir estableciendo vínculos con organizaciones de contrabandistas y rebeldes, que le permitirían convertirse en los únicos Señores del Desierto, que parece estar protegido por dos grandes guardianes al Este, en Nigeria, Boko Haram y al oeste, en Somalia, al-Shabbab.
El Sahara y el Sahel representan desde hace años demasiada geografía abandonada de la mano de Dios, demasiados hombres desesperados por el hambre y la falta de futuro y demasiadas armas como para que la paz pueda hacer pie en un territorio donde la arena y la sangre forman un barro exasperante.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:
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