La renuncia de Raúl Sendic a la vicepresidencia del Uruguay resulta una excelente oportunidad para analizar algunas de las contradicciones y tensiones de la política nacional. Fue un hecho trascendente en el paisito, como le llamaba Eduardo Galeano, muy estable después del retorno a la democracia en 1985, que ha constituido un proceso democrático abierto, con mucha competencia electoral y partidos doctrinarios fuertes.
Una nación que goza de una estabilidad institucional que descoya en la región por sus logros en materia de derechos sociales y por la altura para tramitar la intensa (normal) disputa entre las diversas visiones de país que tiene la sociedad, muy politizada y participativa.
Algunas de las claves para entender la situación de dicha ebullición política que obliga la renuncia de Sendic, más allá de lo anecdotario, pasan por analizar la creciente presión de la derecha uruguaya para desacreditar la gestión del Frente Amplio-FA, favorecida por el respaldo de la derecha brasileña y por Argentina en la búsqueda por hegemonizar por completo el Mercosur y restar apoyos en la región para las posibilidades de cambio.
También pasa por escudriñar en la propia situación política de la formación frenteamplista que evidencia un desgaste propio de tres gestiones consecutivas de gobierno y de las múltiples (contradictorias) visiones políticas que interactuan en su interior.
Las elecciones del 2014, donde resultó elegida la dupla Tabaré-Sendic, marcó un avance significativo de la derecha al posicionarse como “renovadora” de la política con Luis Lacalle Pou (de 44 años, hijo del expresidente uruguayo Luis Alberto Lacalle Herrera).
Aunque Lacalle resultó perdedor, marcó un debate en el país pensando en las elecciones del 2019 y para el Frente Amplio sobre la rotación de los cuadros políticos de relevo como proyección y continuidad del proyecto frenteamplista, un asunto más allá de una simple discusión etaria.
Sendic fue la cuota renovadora en el gobierno, y su salida fue suficiente para comprobar las dificultades que existen para que los cuadros emergentes del FA se instalen en la política.
El vicepresidente salió de su cargo, acosado por la opinión pública de derechas por pagar con la tarjeta corporativa -cuando fue presidente de la petrolera nacional ANCAP- gastos personales por 38.324 dólares, y por el escaso respaldo recibido por los partidos integrantes del Frente Amplio, quienes en vez de apoyarlo motivaron a que el Tribunal de Conducta Política (TCP) del partido fallara en su contra.
Con esta actitud, el FA lanzó un mensaje de tolerancia cero con la corrupción, una lección fabulosa en medio de la política corrupta de los partidos tradicionales, aunque a la vez mostró las dificultades para impulsar sus propios cambios internos.
Ahora bien, la situación política del Uruguay no pasa sólo por las formas de renovación con las cuales la derecha pretende enmascarar el debate político, sino también con las dificultades por las que atraviesa el gobierno de Tabaré para sostener una política progresista en su incómoda situación en el Mercosur, donde es asediado por el gobierno de facto de Michael Temer y por el gobierno derechista de Macri para facilitar la expulsión de Venezuela, sin respetar los debidos procesos y los derechos de la nación bolivariana y por los propios efectos del ajuste neoliberal de ambas naciones cuyos efectos se sienten con mucha fuerza en la pequeña nación rioplatense, como lo explica Crismar Lujano [1].
Una situación que impulsa a Tabaré a moderar sus posiciones en la política interna y en la externa, con el riesgo de no satisfacer a las bases frenteamplistas cuyo voto y aspiración está puesta en la distribución del ingreso, la unidad latinoamericana, el respeto de los derechos para las y los trabajadores, y la ampliación de derechos culturales, ambientales y sociales.
Una situación favorable para la derecha nacional y colorada por las coincidencias discursivas que pueden llegar a concretar para ganar la simpatía de los sectores moderados del electorado uruguayo, avanzando ante la posible desilusión del electorado frenteamplista.
Mucho más por las disputas en el FA sobre las posiciones favorables del presidente Tabaré Vásquez respecto de los Tratados de Libre Comercio, el Tratado Transpacífico-TTP y la Alianza del Pacífico [2], indicando que sería positivo un ingreso del bloque de Mercosur a dichos tratados de corte neoliberal, mientras negocia un TLC con China, con Perú y Chile, todo un camino contrario a las posibilidades de integración marcados por la Unasur y la Celac.
Se amplía la grieta.
Sólo uno de cada tres uruguayos (32%) respalda la gestión de Tabaré y el 47% la desaprueba,[3] marcando una tendencia de desconexión del gobierno que puede ser generada por el desgaste del tercer gobierno del FA y/o por la incomprensión de las realidades sociales deterioradas en estos dos años, y afrontadas de forma ecléctica entre el crecimiento interno y la apertura, que dejan 17 mil puestos de trabajo menos en lo corrido del año 2017[4].
De esta manera Uruguay se suma a los países con gobiernos progresistas que reciben el látigo de la ofensiva neoliberal y conservadora, un coletazo que puede detener Lucía Topolansky, la nueva vicepresidenta, cuyo talento político la hace una de las principales referentes del FA, dotada de experiencia e inteligencia.
Ella representa un sector político del FA con mayor conexión con las bases del Frente Amplio, con la central de trabajadores PIT-CNT que conforman la principal subjetividad de dicho partido.
Puede también calmar a los parlamentarios frenteamplistas de la lista 711, liderada por Sendic, para evitar que su salida del gobierno genere una frustración que se traduzca en sisma electoral para el 2019.
Para la derecha, liderada por Lacalle Pou, este periodo convulsionado de la política local le habilita para lanzar importantes dardos al gobierno y al partido de gobierno, aunque no cuentan con una iniciativa distinta al neoliberalismo y sostienen su política apoyados por los medios de comunicación, además del el viento huracanado neoliberal del Mercosur que sopla a su favor.
Una política simple, que se diferencia de las urgencias y dificultades de la gestión del gobierno que realiza el Frente Amplio, cuya conducción debe mantener a flote al país en medio de la crisis latente del capital global que llega al sur de la mano de Temer y Macri, exigiendo ajustes contra los trabajadores y recortes de los derechos sociales, al tiempo de gestionar sus propias contradicciones políticas internas, como partido democrático, deliberante y fuerte.
Por ello, la salida de Sendic del gobierno es apenas un síntoma del problema, aunque amplía la grieta de la política uruguaya de cara al escenario electoral del 2019.
Notas
Florencia Plagliarone y Javier Ca
Nunca como en estos tiempos cunde la confusión, el extravío del pensamiento y prácticas que no favorecen el plantarse, desde el movimiento social en su conjunto, frente a los embates del sistema capitalista en una de sus fases más agresiva y despótica hacía los pueblos, sus territorios, sus derechos.
Nos estamos refiriendo a la dificultad para leer la realidad política y social de buena parte de la gente y en ello se puede incluir a sectores del campo antagónico al poder.
Hace ya tiempo que la izquierda dejó por el camino sus principios en aras de un pragmatismo, funcional solamente a la gestión del capitalismo.
Hablamos de la izquierda, que pretende disputar el poder en el campo electoral y dentro de un sistema de democracia representativa.
Convengamos que las democracias representativas nunca han sido representativas de derechos en el sentido de la justicia social, sino de los derechos o normativa de ley tolerados por la clase dominante y que por ende no cuestiona estructuralmente el carácter opresivo de todo Estado basado en una clase opresora.
Muy cierto es que estamos viviendo un tiempo histórico particularmente complejo, en donde las alternativas no parecen claras, en donde han fracasado desde, distintos ensayos de gobiernos revolucionarios o con miras a serlo, hasta experiencias guerrilleras; pero también un sin número de experiencias de carácter más comunitarias o cooperativas.
Ahora bien, es teniendo en cuenta estos elementos que debemos posicionarnos a fin de poder plantear acciones creadoras, que abran la posibilidad de construir juntos, con otros, en colectivo nuevos modos de pensar y hacer.
Estos modos deberán tener en cuenta el legado histórico y sumar eso nuevo, tal vez no pensado aun, a fin de producir un corrimiento de las actuales reglas de juego, impuestas por el poder.
Tenemos claro que por lo tanto muchas reivindicaciones del campo popular transitan en donde solo pueden perder, quedando empantanadas en el marco normativo imperante.
Estas constataciones no nos habilitan por tanto a pensar que todo vale en la contienda anticapitalista y menos aun poner en la cuenta de la acción directa, ya sean actos que no serán comprendidos por mucha gente y peor todavía, avalar acciones que terminan afectando la causa por la cual luchan muchas organizaciones y luchadores sociales.
La acción directa normalmente es un empoderamiento de los excluidos, una herramienta que se debe aplicar con un criterio político, teniendo en cuenta la coyuntura y que emana o es expresión de sectores conscientes y organizados dentro del campo popular.
Cuando hablamos de organización no nos referimos necesariamente al modelo de viejas estructuras partidarias, verticalistas, pero sí a la necesaria organicidad como colectivos, dentro del espectro social.
Esto significa ser capaces de componer con otros en pos de un nosotros diverso, pero en donde sea posible caminar juntos.
Nos parece que un sujeto libertario, debería transitar por vías que aporten a la liberación de las personas, pero siempre pensadas en clave de colectivo.
En otro orden de cosas nos parece que el tener o apostar a otros modos de vida, más solidarios y comunitarios es primordial, como también no solo quedarnos en modo alternativo de vida y excluir la protesta como forma de visualizar las distintas problemáticas y alternativas.
Los cambios sociales que anhelamos serán una construcción colectiva o no serán.
El rol de los medios de comunicación
Aquí, allá y en todas partes, el sistema ha aceitado una operativa tendiente a aislar y estigmatizar a sectores anti sistémicos o a sectores que luchan por derechos específicos.
Esto no es algo menor y es a tener en cuenta, por que hoy por hoy las mentes han sido capturadas por los grandes medios de comunicación y por las mal llamadas redes sociales en internet.
Es en este punto que se tiene que ser muy cuidadoso en como comunicamos y que cosa queremos comunicar.
Esto implica tener estrategias de comunicación, porque el sistema las tiene, y no podemos brindarles en bandeja lo que ellos necesitan para anular la información y o tergiversar los hechos.
Al sistema le conviene tener pueblos desinformados y anestesiados, porque ello vacía las organizaciones sociales de la participación de la gente.
Que se esconde detrás de la cortina de humo del caso “Sendic» ?
Hemos abierto este artículo de opinión con la reflexión que precede, porque nos parecía necesario y tal vez ayude a ubicar el contexto de lo que estamos viviendo a nivel local, regional y global.
Hay suficientes opiniones acerca del caso Sendic, es por ello que no vamos abundar en ello , más que para decir que todos hablan hoy de una crisis de la izquierda, sin especificar que entienden por izquierda y sin tener en cuenta que existen ya sean personas o colectivos u otras organizaciones políticas que se sienten más identificadas con una izquierda anti capitalista.
Por lo tanto, también la sociedad se debe un debate acerca de la pertinencia o no de avalar una normativa que solo es manipulada por los grandes centros de los poderes económicos y políticos.
Cuando hablan de ética, lo hacen solo referido a estas normativas y a las estructuras de un estado expoliador, intrínsecamente no ético.
El que está en crisis en realidad es el FA, pero tampoco es desde ahora. Lo que importa es lo que está pasando sobre el costado del show mediático con el vicepresidente
Esto es ni más ni menos que el proceso privatizador acelerado en varios sectores, sin contar con las instalación de una nueva planta de celulosa entre otros males, para el conjunto del pueblo .
Que la cortina de humo no nos haga olvidar de preguntarnos
¿Dónde está Santiago Maldonado?
En la vecina región de Argentina, se vive una sistemática represión hacia el conjunto de los sectores populares y en especial hacia el pueblo originario Mapuche, cuyos territorios vienen siendo usurpados por la poderosa corporación Benetton.
Santiago Maldonado es un joven luchador, artesano que desapareció en manos de la gendarmería, en una protesta en apoyo a la causa del pueblo Mapuche. Tanto en Argentina como a nivel mundial se viene desarrollando una fuerte campaña por la aparición con vida de Santiago Maldonado.
¿Que estamos haciendo por su aparición desde las organizaciones sociales?
Creemos que ya no pasa desaparecido el hecho de que tanto el PIT-CNT como la FEUU no se están movilizando en ese sentido.
¿No les importa que el terrorismo de estado sea una práctica sistemática? ¿Qué sentido le dan a la solidaridad?
Señalamos el hecho, no porque estos sectores sean nuestros referentes sino porque lo son para muchos, que piensan que estos sí, hacen algo por los DDHH.
Pensamos que informar sobre las luchas del pueblo Mapuche, y de la actual situación en Argentina en cuanto a la represión y desaparición forzada por parte del Estado, se hace una imperiosa necesidad, si como sociedad no queremos seguir perpetuando el actual estado de impunidad en Uruguay y la región.
¡Aparición con vida de Santiago Maldonado ya!
Sandra P. Gomez para el Semanario Alternativas
>>> Peliculón (apurate a ver antes que vuele)
Zanahoria es una película de 2014 dirigida por Enrique Buchichio. Inspirada en hechos reales, es un drama de suspenso, coproducción uruguayo-argentina desarrollada en Uruguay.
La historia se basa en acontecimientos ocurridos en el país previo a las elecciones nacionales de 2004. Dos periodistas son contactados por un informante que les ofrece pruebas de ciertos crímenes ocurridos en la dictadura militar uruguaya de 1973 a 1985 en la denominada «Operación Zanahoria».
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