martes, 17 de mayo de 2016

Europa y su ‘Regreso al Futuro’: el Avance de la Extrema Derecha


Europa y su ‘regreso al futuro’: 

el avance de la extrema derecha

A mediados de la década de los años treinta del siglo pasado, en Europa había más dictaduras que democracias. Todas ellas y acorde a la situación de la época, eran enormemente nacionalistas y tenían poco apego a las libertades que hoy se disfrutan en esos mismos países. Con la excepción de los checoslovacos, el resto de europeos del centro y del este vivían en autocracias, situándose como máximo exponente de esta mayoría la Alemania nacionalsocialista y la Italia de Mussolini. 
Ochenta años después han revivido viejos fantasmas del continente como consecuencia de los resultados de los comicios al Parlamento Europeo. Algo que se creía bien enterrado en la cultura política europea como eran los pensamientos y los partidos de extrema derecha, han resurgido en los últimos años con la correspondiente preocupación de las sociedades democráticas que, esta vez sí, dominan la vida de Europa.

Un fenómeno ignorado

El 11 de octubre de 2008, Jörg Haider, gobernador de Carintia, una región al sur de Austria, moría en accidente de tráfico. Aquel hecho fue especialmente llamativo en los medios de comunicación europeos dado que el político nacido en Klagenfurt formaba parte del partido Unión por el Futuro (BZÖ por sus siglas en alemán), un partido de extrema derecha xenófobo y cuyas simpatías por algunos elementos y políticas del régimen de Hitler dejaba clara su posición respecto a ciertos temas. 
Y es que sólo dos semanas antes, el BZÖ y un partido de la misma tendencia, el FPÖ, habían cosechado un 30% de los votos en las elecciones parlamentarias austriacas
Aquella mezcla de Austria y extrema derecha sorprendió y alarmó a partes iguales. A pesar de que la crisis económica global había estallado el mes anterior, partidos abiertamente extremistas ya se habían hecho con casi un tercio del poder parlamentario en un país que se creía avanzado en cuestiones democráticas como era Austria.
A partir de ahí, el fenómeno de la extrema derecha empezó a expandirse por Europa al mismo ritmo que se hacía más visible para la opinión pública de muchos países. 
Se estaba reproduciendo un fenómeno que hacía muchas décadas que no tenía esa proyección en el continente. Partidos extremistas ya existían en bastantes países europeos, pero siempre habían tenido un apoyo muy bajo en las elecciones y una presencia política marginal, sin embargo, ahora se empezaban a inflar a medida que la crisis iba arreciando. 
Formaciones como el Frente Nacional en Francia, el UKIP en Reino Unido, Amanecer Dorado en la maltrecha Grecia o el Jobbik húngaro empezaban a ser nombres comunes en los oídos de muchos ciudadanos. 
Los partidos tradicionales, fuesen populares, democristianos, socialdemócratas, socialistas o liberales, habían perdido cada vez más terreno como consecuencia de su mala gestión de la crisis y el desencanto popular que ésta provocaba sobre el sistema político y sus partidos, dejando un hueco que con enorme habilidad estaban ocupando estas formaciones con un discurso simple y directo aunque potencialmente peligroso para las democracias europeas. 
Seis años después de que Haider desapareciese, la burbuja se sigue hinchando sin saber cuándo ni cómo parará.

Un mensaje que no envejece

El declive de la economía real y la ausencia de soluciones para atajar la sangría del empobrecimiento se ha debido fundamentalmente a la incapacidad política para diseñar soluciones efectivas y por el hecho de que muchas de esas soluciones tenían que pasar por el consentimiento de la mayoría de los veintisiete países miembro de la Unión. 
La inexistencia de una vía cooperativa y los deseos de refugiarse cada uno bajo su alero a esperar que pasase la tormenta ha sido visto por un gran sector de cada sociedad como una muestra de incapacidad y al mismo tiempo como una confirmación de la ineficiencia de ciertos mecanismos de actuación comunitarios.
Todas estas fatales derivas son el caldo de cultivo perfecto para el empoderamiento de formaciones de extrema derecha, además de ser estas situaciones de desafecto, preocupación y hasta desesperación el terreno en el que mejor se mueven. 
Soluciones mesiánicas que apelan al sentimiento, a la unidad de un grupo – a menudo la nación – contra un enemigo común y externo. Desde que el nacionalismo irrumpió en Europa a principios del siglo XIX, este tipo de arengas han sido una constante que le han dado al continente más disgustos que alegrías.
Por norma general, las herramientas que estos partidos políticos usan para recorrer el camino hacia el poder no son demasiadas, pero sí efectivas. Lo primero es encontrar una amenaza para el grupo mayoritario al que se dirige el discurso de estos partidos, que viene a ser, salvo contadas excepciones, la práctica totalidad del censo. 
Tradicionalmente han sido grupos minoritarios con los que se puede establecer rápidamente una distinción entre “nosotros” y “ellos”, tanto visual como identitaria. En este proceso de diferenciación, los inmigrantes son, por norma, los primeros en convertirse en esa amenaza para los partidos de extrema derecha. 
En muchos países europeos, con el paso del tiempo, se han ido conformado importantes sectores poblacionales de inmigrantes, que mejor o peor integrados en su nuevo país participan en la vida económica, social y política del mismo. Sin embargo, argumentos fáciles – simplistas más bien – como el manido “vienen a quitarnos el trabajo” o el “se llevan todas las ayudas sociales” calan con rapidez en las clases trabajadoras y medias del país. 
Así se consigue que ese grupo, el de los inmigrantes, sea demonizado por la mayoría de la población bajo unos pretextos poco elaborados pero muy fáciles de asimilar. Si a esto le añadimos de manera sutil y moderada – pocos partidos se atreven a hacerlo de manera descarada – distinciones de tipo racista o etnocentrista, el cóctel es una bomba de relojería.
Tampoco es que los inmigrantes sean el único recurso de este tipo de partidos e ideologías. Es fácil echar mano de ellos puesto que en la práctica totalidad de los países europeos existen comunidades extranjeras lo suficientemente grandes como para poder intentar convertirlos en peligro nacional. A pesar de ello, el espectro de “enemigos potenciales de la nación” también puede ser extendido a otros grupos. 
En Hungría, al no haber demasiados inmigrantes fácilmente distinguibles de los húngaros – como africanos o asiáticos –, el Jobbik, tercera fuerza política en el país, ha concentrado sus esfuerzos en perseguir a los gitanos y a los judíos – en Hungría hay 700.000 gitanos –, ya que considera que, además de no ser racialmente equiparables a los húngaros, fomentan la delincuencia y son un núcleo de pobreza en el país.
Ser musulmán también es un riesgo para la supervivencia del país y la estabilidad social según estos grupos. Muchos inmigrantes africanos y de Oriente Medio profesan el Islam, y al llegar a un nuevo país en Europa siguen manteniendo su fe. 
Sin embargo, a partir del 11S y con el auge en esa década del terrorismo islamista transnacional en Europa, en ciertos grupos y sectores de la población se ha interiorizado un sesgo negativo hacia los musulmanes. 
Así, en países donde existen comunidades de musulmanes numerosas – entre el 3% y 6% de la población – como Francia, Reino Unido, Bélgica o Países Bajos, la baza de la islamofobia ha sido y es habitual para colocarles en el rol de amenaza para el resto de la sociedad. 
Además, las previsiones de que la proporción de musulmanes aumente en estos países durante las próximas décadas, al igual que los frecuentes debates políticos en torno a ciertas costumbres en el Islam como el tema del velo, han alimentado la retórica de los grupos extremistas.
En este camino por encontrar un chivo expiatorio de la mala marcha del país, los inmigrantes y otras religiones o grupos étnicos han perdido protagonismo en los últimos años en favor de un insospechado actor: la Unión Europea. 
Desde 2008 y a medida que la crisis fue endureciéndose, el desatino y las fieras condiciones de la Unión para ayudar a los países en dificultades han creado un enorme desafecto hacia las estructuras comunitarias, tanto en el sentir popular como en algunos tramos del espectro ideológico. 
Así, especialmente en el último lustro, muchos grupos políticos de extrema derecha acusan directamente a la UE de ser una causa fundamental en el deterioro de la economía y la situación social del país. 
Bajo esta premisa, estos partidos extremistas de derechas proponen disolver la comunidad y volver a una Europa de naciones sin integrar – eurófobos –, mientras que otros partidos pretenden que la integración comunitaria no avance más de lo que ya ha avanzado, y a ser posible, intentarán que algunas competencias cedidas por los estados miembro a la Unión sean devueltas – euroescépticos –.

La lenta deriva hacia el borde derecho

El fenómeno que comentamos no ha sido repentino. Sí lo ha sido la sorpresa de sus éxitos, concretados en casi un 13% de asientos en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014. 
El impacto está condicionado al hecho que son unas elecciones simultáneas en veintiocho países en un momento concreto, facilitando más el análisis que hacerlo país a país. Así pues, esas elecciones del 22 al 25 de mayo eran el momento para que todos esos partidos sacasen músculo. Y vaya si lo hicieron. Para muchos, esa noche electoral y el día después fue preocupante a causa de este auge, pero los resultados de estos partidos no se habían conseguido de la noche a la mañana. Venían fraguándose desde hacía tiempo.
Sin remontarnos al inicio de los tiempos para analizar la trayectoria y el ascenso de estos grupos, ya en 1999 tenían una presencia pequeña pero representativa. 
Por aquel año, en donde las elecciones al Parlamento Europeo a mediados de junio dieron paso a la sexta legislatura comunitaria, el partido de la Unión por la Europa de las Naciones fue quien canalizó toda esa tendencia euroescéptica y extremista. Sin demasiada consistencia, aunó a eurodiputados del Frente Nacional francés o del Partido Popular Danés para formar una plataforma que daría resultados en los comicios siguientes.
En 2004, la recién inaugurada “Europa de los Veinticinco” tuvo que decidir acerca de la composición parlamentaria. Por aquella época, partidos de extrema derecha habían tenido cierto acogimiento en bastantes lugares. 
Sólo dos años antes, Francia se había convulsionado al comprobar cómo Jean Marie Le Pen, líder del partido derechista Frente Nacional, había conseguido pasar a la segunda ronda de las presidenciales galas tras haber superado por unas décimas al candidato socialista. 
El frente que se formó para que no ganase el ultraderechista y sí lo hiciese Jacques Chirac, el candidato de centro-derecha, fue un cierre de filas de la sociedad contra este tipo de partidos.
Del mismo modo, desde ese mismo año llevaba en vigor el Euro, que en los primeros instantes causó cierta inflación en muchos países; la presión inmigratoria había sido bastante fuerte en el sur y el este del continente y la adopción de la libertad de movimientos en una ampliación hacia el este – que se concretó un mes antes de las elecciones – hizo que los recelos en cuanto a las políticas conciliadoras de la UE aumentasen.
Los diez nuevos países en integrarse favorecieron el empoderamiento del extremo diestro. Por lo general eran países que habían estado tutorizados bajo el poder soviético durante medio siglo, y una vez libres de ese bloque, se habían producido movimientos identitarios muy fuertes, siempre buscando su singularidad como nación, bien fuese por su historia, su cultura o su religión, por lo que en su reentrada en un bloque como la Unión, muchos votantes del este europeo optaron por una opción que luchase por mantener esa identidad de la nación.
Con esta situación, los resultados de estos partidos fueron francamente notables. 
El partido Independencia y Democracia, liderado por Nigel Farage, consiguió 37 eurodiputados con una mezcla de los parlamentarios del británico UKIP o los polacos de la Liga de las Familias Polacas, que se vieron complementados por la ya comentada Unión por la Europa de las Naciones, que casi duplicó representación gracias a las aportaciones de la Alianza Nacional italiana y a los polacos de Ley y Justicia. 
A estos dos grupos se le sumaron además partidos que iban por libre dentro del grupo de los “no adscritos”, donde es habitual que habiten este tipo de formaciones al no encontrar cabida en los grandes partidos políticos a nivel europeo. 
Aquí se situaron desde el Frente Nacional de Le Pen hasta los nacionalistas flamencos o un partido italiano liderado por la nieta de Mussolini. 
Juntando a todos, hicieron 87 eurodiputados, sólo uno menos que la tercera fuerza política en la Eurocámara, el Partido de los Liberales y Demócratas, a pesar de que por separado los euroescépticos habían obtenido tres puntos más de voto que los liberales europeos.
En los años sucesivos, más partidos de toda Europa se fueron adhiriendo a esta ideología, que si bien no ganaron en votos ni eurodiputados para 2009 – de hecho perdieron casi la mitad de los asientos –, acumularon más formaciones en su seno, que el contexto en el que nos encontrábamos ya de crisis, tendrían cinco años para trabajar a destajo en sus países y así forzar la situación en la que hoy nos encontramos. 
En 2009 aparecerían partidos que serían fundamentales un lustro después, como los Verdaderos Finlandeses, el Partido por la Libertad neerlandés o el Jobbik húngaro, y eso sin contar con todo el apoyo posterior mas los partidos nuevos que aparecerían hasta 2014.
Y llegó el día. Entre el 22 y el 25 de mayo, la Unión votó. Y en casi todos los países, del primero, Alemania, al último, Suecia, la opción que basculaba entre el euroescepticismo y el extremismo por la derecha estuvo fuertemente recompensada. 
Desde el eurodiputado neonazi proveniente de Alemania a que uno de cada tres europarlamentarios franceses fuese del Frente Nacional de Marine Le Pen, sucesora de su padre y artífice del éxito de la formación ultraderechista. 
En los países nórdicos también hubo petróleo para las formaciones más radicales, así como en Austria, Hungría o los ya conocidos neonazis griegos de Amanecer Dorado, que ocuparán tres asientos en la Eurocámara hasta 2019. 
Y eso sin contar con las opciones fuertemente euroescépticas, como los británicos del UKIP o la moderación que no conocen muchas formaciones de la derecha polaca. 
Así, diferenciando dentro de toda esta mezcla de euroescepticismo de derechas, de esos 130, podemos considerar de extrema derecha unos 95, lo que supondría que un 12,6% de la bancada del Parlamento Europeo estará ocupada por esta opción política los próximos cinco años con eurodiputados de quince de los veintiocho países.

A pesar de estos resultados, la preocupación no reside en el uso que hagan de su poder dentro del Parlamento Europeo – que rozando un 13% de asientos tampoco es excesivo –, sino el papel que puedan jugar dentro de sus respectivos países en la política nacional. 
En ningún país de la Unión gobierna una formación de este estilo, pero no es menos cierto que en los últimos años el voto fluye en aumento hacia ellos. 
El pulso de mayo de 2014 es sólo una parada en el camino de estos partidos, una medición de salud de cara a su verdadero objetivo: competir en las elecciones nacionales, regionales y locales de sus países. 
En Reino Unido no es raro encontrar encuestas actuales que posicionen al UKIP como tercera fuerza, una posición fundamental para el próximo que quiera llegar a Downing Street, como tampoco es extraño que el partido de Marine LePen en Francia sea el favorito según los sondeos en cuestiones de afinidad, por encima de un Partido Socialista sobrepasado por la crisis y que se ha visto obligado a sacar también la tijera para aligerar gastos.

No es fácil predecir qué ruta seguirá este fenómeno. Que ganen poder o lo pierdan siempre estará en manos de quienes meten su voto en la urna. Quizás, reflexionar y mirar la Historia del continente bajo este tipo de pensamiento debería ser suficiente para encontrar la solución.
El Orden Mundial en el S.XXI

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro