Como en Nigeria, Libia, Siria o Irak NEGOCIO REDONDO - Petróleo robado a cambio de armas y a un precio muy inferior al de mercado. |
Más de 100.000 personas mueren de hambre en Sudán del Sur
La ONU calcula que al menos 100.000 personas en Sudán del Sur requieren de ayuda humanitaria urgente, luego de que un nuevo conflicto armado estallara en julio de 2016 en Yuba, capital del país.
Pese al acuerdo de paz firmado en el 2005 y la declaración de independencia del 2011, la ansiada paz todavía no ha llegado.
Los primeros años de independencia han estado marcados por conflictos tribales, agravados por la sequía, la pobreza extrema y la lucha por el control de las reservas de petróleo.
Hambruna en zonas de Sudán del Sur por guerra y colapso económico
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- febrero 20º, 2017
Entidades de la ONU alertaron hoy aquí sobre la falta grave de alimentos sufrida por 100 mil personas en Sudán del Sur debido a la guerra y el deterioro económico del país.
Un comunicado conjunto difundido por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo para la Infancia (Unicef) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) informó que varias zonas de la nación africana fueron declaradas en situación de hambruna.
Eso significa que en las áreas afectadas la población comenzó a morir de hambre, en la peor catástrofe de este tipo desde el inicio de los enfrentamientos armados en el país africano hace más de tres años.
El texto acotó que el número total de personas en situación de inseguridad alimentaria puede elevarse a 5,5 millones en el punto de mayor carencia en julio, de continuar la severidad y propagación de la crisis.
El comunicado cita la actualización de la Clasificación Integrada de la de Seguridad Alimentaria (CIF) publicada hoy por el gobierno, los tres organismos de la ONU y otros socios humanitarios, en la cual se precisa que 4,9 millones de personas -más del 40 por ciento de la población de Sudán del Sur- necesitan con urgencia ayuda alimentaria, agrícola y nutricional.
Según el representante de la FAO en esa nación, Serge Tissot, muchas familias agotaron los medios para sobrevivir en un ambiente predominantemente campesino, donde se vieron obligadas a interrumpir las labores agrícolas con la consecuente pérdida del ganado y sus aperos de labranza.
Malnutrición, combates generalizados, el desplazamiento poblacional, falta de acceso a los servicios de salud y saneamiento, caracterizan la situación descrita por el informe de la CIF.
Más de un millón de infantes sufren malnutrición aguda; y más de un cuarto de millón de ellos están gravemente desnutridos. Si no llegamos a estos niños con ayuda urgente, muchos de ellos morirán, alertó Jeremy Hopkins.
La representante de Unicef en ese país reclamó permitir el acceso sin restricciones a las zonas afectadas.
Por su parte la directora del PMA allí, Joyce Luma, recordó cuánto se hace por evitar esta catástrofe, pero dijo que ‘la ayuda humanitaria no puede lograr muchos resultados sin paz y seguridad verdaderas, tanto para los trabajadores de socorro como para las personas afectadas por la crisis’.
El informe se refirió además al círculo vicioso creado por una galopante inflación la cual alcanza hasta un 800 por ciento anual y el desplome de los mercados tradicionales.
“JE SUIS” SUDÁN DEL SUR
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- febrero 10º, 2017
Por Guadi Calvo.
Frente a cada uno de los atentados en occidente:
Estados Unidos, España, Reino Unido, Francia, Bélgica o Alemania, la gente ha podido expresar su solidaridad de manera contundente, o bien asistiendo a los múltiples homenajes o bien llevando un flor al lugar del hecho, encendiendo una vela en su ventana o mínimamente expresando su dolor y su repudio en las redes sociales.
Hemos visto miles de fotografías de las víctimas, entonces vitales con sus familias, sus mascotas o que atestiguan un logro: un título, una jubilación, un casamiento, una vacación.
Miles de esas fotografías tan iguales y tan próximas a las que cada uno de nosotros hoy puede atesorar en un cajón del armario o en la memoria de su celular.
Sin duda en sociedades habituadas al confort extremo, no están preparadas para que un par de fanáticos entre a la redacción de una revista y limpie el honor de su Profeta, a disparos de Kaláshnikov, o les rieguen de bombas una línea de metro o le lancen encima un camión mientras se festeja algo.
El dolor, la ofensa, el odio, las preguntas de ¿por qué? estallan en la conciencia de cada uno que se sabe potencial víctima, porque que no estuvo allí por casualidad.
Esos lugares cotidianos que se convirtieron repentinamente en cámaras de muerte, de la que un hijo se fue un rato antes o a la que su hermano llegó un rato después.
La sociedad europea parece haber olvidado que fue capaz de generar, ya no poco más de 70 años, una formidable maquinaria de muerte que se había instalado, justamente, a la vuelta de la esquina, ni se reclamó nunca por tolerar los genocidios balcánicos apenas antes de ayer.
Pablo Neruda decía “no hay espacio más ancho que el dolor, no hay universo como aquel que sangra” ese dolor no se explica, se conoce, porque todos en algún momento fuimos y volveremos a ser sus víctimas.
Pero todas esas palabras, todas esas imágenes son propiedad de occidente, a nadie por ejemplo en Sudán del Sur, se le ocurriría encender una vela, colocar una flor, o un cartel que diga “Je suis John Gatluak”, porque no habría ni flores, ni velas, ni crayones para homenajear a tantas víctimas, tan inocentes como las de Atocha, para recordar sus nombres.
Esos muertos, son cadáveres, que pronto deben desaparecer, o a fuego o en fosas comunes, claro esos montones de muertos y los calores podrían disparar epidemias y responsabilidades.
Hay que deshacerse de las víctimas, sin flores, sin velas sin homenajes. Son demasiados y no hay mucho tiempo para ocultar a los culpables.
Sudán del Sur, la última nación que obtuvo el derecho a considerarse tal en 2011, desde diciembre del 2013, se encuentra en un virtual estado de Guerra Civil, cuando el presidente Salva Kiir, de la etnia dinka, pretendió quitarse de encima al vicepresidente Riek Machar de la etnia nuer, lo que dio lugar a algunos para llamar burdamente a estar guerra “étnica” cuando se sabe que es claramente un conflicto de interés de potencias y empresas occidentales, que se están disputando no solo el petróleo, sino también el uranio, de uno de los pueblos más pobres del mundo, que han tenido la “torpeza” de estacionarse sobre un mar de importantes y ricos yacimientos.
Al independizarse Sudán del Sur, se quedó con el 75% de las reservas totales del antiguo Sudán, aunque la mayoría de los oleoductos para exportar el petróleo y las refinerías se ubican en Sudán. Lo que implica una interdependencia entre ambas naciones que esta generado cada vez más tensiones.
Sudán del Sur cuenta con la tercera reserva petrolera más importante de África Subsahariana, el 90% de sus ingresos provenía de la explotación petrolera, hasta el inicio de la guerra.
Desde entonces los yacimientos en producción, han sido bloqueados por los combates entre los bandos rivales y sumar más tensión con su vecino del norte Sudán, de quien se independizó después de décadas de espasmódicas guerras, que tiene la función de llevar el petróleo hasta los puertos del mar Rojo, por lo que recibe importantes comisiones.
La crisis económica, producto de la guerra ha generado una escalada en los precios, con una inflación 900%, que ha terminado dejando a la población al borde de la hambruna, lo que la obliga también a constantes desplazamientos empujada por los combates y las matanzas étnicas, que no han podido impedir las permanentes y vulneradas treguas.
El aumento del combustible ha obligado a que las pocas industrias del país, detengan su actividad, entre ellas una tan clave como la embotelladora de agua.
Las donaciones internacionales para construir fuente potabilizadora han desaparecido, sin que nadie pueda dar razón de su destino.
Lo que está obligando a la población a utilizar o agua contaminada, o a asaltar los pocos hoteles para extranjeros que todavía funcionan y robar el agua en baldes y bidones, de las piscinas.
Los hospitales carecen de todos los insumos para seguir funcionando, mientras que el estado solo sigue invirtiendo en armamento.
Los combates más importantes se producen justamente en los estados petrolíferos del norte del país Alto Nilo y de Unidad, aunque últimamente la guerra se ha extendido al sur hacia llegando a la frontera con Kenia Uganda y el Congo.
Los desplazados ya suman más de 2.5 millones de personas. Poniendo a medio millón en un estado de vulnerabilidad absoluta, lo que implica que de manera urgente la asistencia sanitaria y alimenticia, se ponga en marcha.
Crónica de un genocidio anunciado
El presidente Salva Kiir, acaba de habilitar a varias empresas libanesas para establecer una planta de fabricación de proyectiles en Juba, la capital del país, además de haber incrementado de manera exponencial la compra de armamento.
Tras el fin de la temporada de lluvias, al tiempo que los caminos se hacen más transitables y el suministro de armas a los distintos destacamentos es más fluido, como ya ha pasado en años anteriores se prevén nuevas y grandes matanzas.
Esta situación ha hecho que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, denunciara la posibilidad de que se produzca un genocidio que rememoré el ocurrido en Ruanda en 1994, que dejó un millón de muertos en tal solo tres meses.
Por su parte los grandes productores de armamento han presionado a las autoridades internacionales para evitar que se declarara algún tipo de embargo a ambos bandos, para la adquisición de sus productos.
Como para preparar el terreno para el genocidio y su posterior ocultamiento el Servicio de Seguridad Nacional, bajo las órdenes directas del presidente Kiir, ha iniciado una operación para expulsar y deportar, tanto a periodistas, como personal de las diferentes ongs.
En el caso de los periodistas locales, la suerte es muy diferente, desde 2012 ya son doce los hombres de prensa asesinados por sicarios de Kiir.
Como lo marca el secuestro de Joseph Abandi, desaparecido en marzo de 2016, cuyo cuerpo fue encontrado tiempo después en un cementerio con incontrastables signos de torturas.
El 11 de julio del años pasado en Juba, después de un combate que dejó más de 300 muertos entre los bandos, unos 100 hombres del presidente Kiir, tomaron el hotel Terrain y además de violar a durante horas a cinco colaboradoras extranjeras de una ong, algunas relataron que fueron abusadas por más de quince hombres, la violación es de hecho moneda de pago del gobierno a su tropa.
La tropa también torturó y asesinó a docenas de personas, en las propias instalaciones del Terrain, entre ellos el periodista radial John Gatluak, para después lanzarse a saquear todo lo que se pudo.
Por su parte Unicef ha denunciado que desde el inicio del conflicto se han reclutado unos 17 mil niños, 1600 durante 2016, para las diferentes facciones en pugna.
Según la denuncia: “En algunas escuelas, los soldados del Gobierno han sacado a grupos de 50 niños de clase para ponerlos a combatir de forma inmediata”.
La mayoría de los menores son secuestrados al ser sorprendidos fuera de sus casas o convencidos por comida, algo de ropa, ya que enrolarse en alguna fuerza es la única posibilidad de sobrevivir a la pobreza. También existen denuncias acerca del asesinato de menores, con el solo efecto de evitar venganzas posteriores
La guerra que ya ha provocado más de 50 mil muertos mal contados, arrasa aldeas y ciudades, sus habitantes al igual que sus propiedades son incinerados, la sofisticación del odio espeluzna, muchos son obligados a tomar la sangre y a comer los cuerpos de sus familiares o miembros de la misma etnia.
Un solo saqueo a un depósito del Programa Mundial de Alimentos, significó la pérdida de 23 millones de euros en provisiones, además de vehículos y distintos materiales, sin reparar en los ciento de miles de personas al borde de morir de hambre.
Quizás la próxima vez que suceda un ataque en occidente, porque todo está dado para que ello suceda, entre tanta ingeniosa pancarta quizás a alguien se le ocurra levantar una que diga: “Je suis, Sudán del Sur”.
Guadi Calvo: Escritor y periodista argentino, analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Soldados del gobierno de Sudán del Sur muestran los cadáveres de varios rebeldes muertos en Malakal. ALBERT GONZÁLEZ FARRÁN / AFP
Sudán del Sur, camino de un genocidio
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- mayo 2º, 2017
Se multiplica la recluta de niños soldado, la compra de armas y expulsión de extranjeros mientras la ONU advierte de una masacre como en Ruanda
Se asesina también a los niños para evitar que puedan vengarse en el futuro
El Gobierno ha firmado la apertura de una fábrica de armas en la capital
Alguien pensó que lo que necesitaba Sudán del Sur, un país en guerra civil, en la más absoluta bancarrota (la inflación es del 900%, el peor dato mundial por encima de Venezuela) y en situación de hambruna no declarada, es una fábrica de armas.
Por eso, para facilitarle la labor a la muerte, el gobierno de Salva Kiir ha firmado un contrato con empresas libanesas para levantar una factoría de municiones en Juba, la caótica capital del país.
Con el comienzo de la temporada seca, que habilita los caminos, viene el rearme. Con el rearme, vienen las matanzas.
Este año, la compra de armas se ha disparado. el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya avisa de la posibilidad de "un genocidio a la ruandesa", recordando la matanza de casi un millón de tutsis en el plazo de 100 días en el año 1994.
Y los grandes lobbies armamenticos han presionado para conseguir que no se apruebe ningún embargo.
La limpieza étnica entre los dinka, el pueblo dominante y en el poder (es la étnia del presidente Kiir), contra la etnia nuer, más minoritaria, ya es un hecho desde 2013 en algunas zonas del país, como Malakal, Bentiu o la propia capital.
El salto al genocidio (la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de la otra etnia) sólo se da cuando se pasa de la violencia improvisada, por muy sangrienta que sea, a la preparación, estudio y justificación ideológica de una matanza, como sucedió en Ruanda.
La fábrica de municiones no es la única decisión del ejecutivo de Kiir, una auténtica cleptocracia, que preocupa a una población tan desgastada por décadas de conflicto, corrupción y nepotismo.
El Servicio de Seguridad Nacional, una auténtica gestapo a la africana a las órdenes directas del presidente, ha comenzado a expulsar a periodistas y trabajadores humanitarios extranjeros, cuando no a organizaciones enteras. El mensaje no escrito es claro: "No queremos testigos incómodos".
La primera víctima de esta medida fue Justin Lynch, reportero estadounidense de Associated Press y uno de los pocos que residía en el país. ¿Su falta?
Haber denunciado la limpieza étnica que Ejecutivo y rebeldes practican en buena parte del país con total impunidad.
Fue arrestado y deportado sin una sola acusación formal, "pero repitieron una y otra vez que había sido demasiado crítico con el Gobierno. Es una violación de la libertad de prensa", escribió el mismo día en el que tomó el avión de salida.
Pero Lynch puede considerarse afortunado: Joseph Abandi, un periodista local, fue obligado el pasado marzo por esos mismos agentes a cavar su propia tumba y golpeado hasta la inconsciencia.
El presidente Salva Kiir firmó una orden para matar a los periodistas que escribieran "contra la nación".
El reportero radiofónico John Gatluak fue asesinado por soldados sursudaneses de un tiro en la nuca el pasado agosto en un asalto a un hotel donde esos mismos hombres secuestraron y violaron a cinco trabajadoras humanitarias extranjeras durante horas.
En total, nueve informadores han muerto asesinados desde 2012 en un país donde serlo acarrea graves peligros personales.
Otro de los sectores más perseguidos es el humanitario.
El Servicio de Seguridad Nacional ha expulsado a varios jefes de ONG sin dar ninguna explicación al respecto. Joel Charny, responsable del Consejo Noruego para los Refugiados, fue expulsado de Juba, la capital, sin explicación alguna después de 10 años de trabajo sobre el terreno.
Naciones Unidas criticó la medida, pero hace tiempo que la voz de la ONU dejó de respetarse. Otras dos ONG han sido obligadas a marcharse, mientras que los ataques contra trabajadores humanitarios se multiplican por toda su geografía.
El pasado diciembre se contabilizaron más de 100 casos de violencia contra estos operarios. Dos tercios de estos asaltos fueron saqueos.
A pesar de las enormes dificultades de los trabajadores humanitarios para documentar esta escalada de violencia, Unicef denuncia la recluta forzosa de 17.000 niños por parte de los ejércitos y milicias en conflicto.
"En algunas escuelas, los soldados del Gobierno han sacado a grupos de 50 niños de clase para ponerlos a combatir de forma inmediata", declara un trabajador de Unicef.
Así se convierte a los menores en máquinas de matar y también de morir: en Sudán del Sur los milicianos suelen asesinar a los niños para evitar que estos se venguen en el futuro.
La zona de Malakal y Wau Shilluk ha vuelto a incendiarse esta semana con combates sangrientos entre gobierno y rebeldes. La segunda ciudad del país ya ha cambiado de manos ocho veces donde no queda nada en pie.
El alto precio de la gasolina ha provocado que la mayoría de industrias tengan que cerrar. Una de ellas, imprescindible para la salud, es la del agua embotellada. La única opción pasaría por una potabilizadora y un sistema de saneamiento de aguas.
El dinero para construirla llegó, pero su construcción se paralizó porque los fondos desaparecieron.
En ese contexto, las mujeres han tenido que invadir las piscinas de los pocos hoteles para expatriados y llevarse el agua a cubos. Los hospitales no tienen medicinas ni combustible para operar en los quirófanos.
Del tesoro nacional no quedan ni telarañas.
UNICEF: Nigeria, Sudán del Sur, Somalia y Yemen albergan 1,4 millones de niños que sufren desnutrición
Lunes 20 de febrero del 2017
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ha hecho un balance de la cantidad de víctimas que sufren de hambruna, además, consideran que las cifras seguirán en crecimiento.
Este lunes se ha declarado formalmente la existencia de hambruna en varias zonas de Sudán del Sur. Además, Nigeria, Somalia y Yemen también tienen problemas para controlar la desnutrición que sufre su población infantil.
El asesor especial de la FAO (Agencia de la ONU para la alimentación), Luca Russo, admitió que no sabe la cantidad exacta de afectados porque no tienen acceso.
Además, dijo que al menos 100,000 personas están en riesgo de fallecer por hambre y la situación califica como una “catástrofe humanitaria”.
Sin embargo, según la agencia AFP, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señaló que la guerra en Yemen durante casi dos años ha generado que unos 462,000 niños sufran de desnutrición aguda y otros 450,000 menores del noreste de Nigeria están severamente desnutridos.
A estas cifras se suma la sequía en Somalia que ha dejado 185,000 niños que deben sobrevivir a la escasez de comida, pero UNICEF cree que la cifra llegará a 270,000. Con Sudán del Sur se suman más de 270,000 niños desnutridos y una hambruna ha sido declarada en varias zonas del norte del país y existen casos de víctimas mortales por inanición.
Ante este panorama, el director de UNICEF Anthony Lake pidió tomar acciones. “Aún podemos salvar muchas vidas”, sostuvo.
DATOS
- Embajadores del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas planean viajar en marzo al norte de Nigeria, Camerún, Chad y Níger para hacer una llamado contra la crisis humanitaria originada por los militantes de Boko Haram.
- La hambruna declarada este lunes es la primera en el mundo desde 2011.
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