Por Guadi Calvo.
Es muy difícil imaginar una línea más caliente que la que constituyen los 2900 kilómetros de la frontera que separa India de Pakistán, pero mucho más caliente todavía es el tramo que se conoce como la Barrera de la Cachemira India (Indian Kashmir barrier) de 550 kilómetros, que se incluye dentro de los 740 kilómetros que desde 1947 son el punto de fricción por la disputa de Cachemira, una región tripartita entre India, Pakistán y China.
La “Línea de Control” (LOC), conocida en un principio como la Línea de Cese del Fuego, fue rebautizada como LOC, después del Acuerdo de Simla, firmado en julio de 1972.
La LOC, que no está reconocida internacionalmente como una frontera, fue construida por la India, con el fin de vigilar el contrabando y el paso de armas para los diferentes grupos separatistas de origen pakistaní que operan en la Cachemira hindú, como el Frente de Liberación de Jammu y Cachemira (FLJC), que en realidad pugna por liberarse tanto de Delhi como de Islamabad, y el Lashkar-e-Toiba, (Ejército de los Puros) organización wahabbita, fundada en Afganistán en los años ochenta, y que concentró su lucha por la recuperación de un Cachemira “islámica”.
La India, al igual que el resto del mundo, conoce de los afilados contactos entre el poderoso servicio de inteligencia pakistaní (Inteligencia Inter-Services, el evocador ISI), y todos los grupos extremistas que operan tanto en Pakistán, India y Afganistán: el Talibán, al-Qaeda y Daesh.
La valla fronteriza hindú está compuesta por dos cercas de casi tres metros de altura, alambradas electrificadas y conectada a sensores de movimiento, imágenes térmicas y alarmas, además de sectores sembrados de minas antipersonales.
La “Línea de Control” es la mejor manera que ha encontrado la diplomacia hindú para mostrar los dientes a su más íntimo enemigo: la República Islámica de Pakistán, con la que India ha mantenido tres guerras (1947, 1965 y 1999) que han dejado cerca de 120 mil muertos. En 1962. India también se enfrentó con China por el control de la Askai Chin, la cachemira china, sin que esa guerra, que dejó cerca de 10 mil muertos, tampoco haya resuelto en si, ya que el conflicto que continúa.
No hay que olvidar que en ese sector se encuentra en la cordillera del Karakórum, a más de 6 mil metros de altura, donde se encuentra el glaciar de Siachen, la fuente de agua del río Nubra, principal afluente del río Indo de 3200 kilómetros de largo que, desde su nacimiento llega hasta el delta de Karachi, esencial tanto para el consumo como para la economía pakistaní.
El agua, tanto en India como en Pakistán es una cuestión crítica, por lo que el dominio del glacial, también y cada vez más, es un factor de fricción.
Desde que el Reino Unido decidió abandonar el subcontinente indio, en 1947, que produjo el desplazamiento de millones de personas y la muerte de un millón, las disputas entre India y Pakistán son continuas.
Las guerras y los intentos diplomáticos, incluso las diferentes negociaciones secretas mantenidas entre ambos países entre 2004 y 2007, no han conseguido un acuerdo, por lo que Cachemira sigue siendo, quizás, y mucho más que la frontera entre las dos Coreas, una posibilidad de conflicto siempre latente.
Las “buenas” intenciones de ambas naciones estallaron tras el mega atentado contra diez objetivos diferentes en el sur de Mumbai, dejaron 173 muertos en noviembre de 2008. La operación se la adjudicó el ignoto grupo Deccan Mujahideen, nombre de fantasía del Lashkar-e-Toiba, que, si se remontara la cuesta, se llegaría a los servicios pakistaníes.
Pakistán dedica la sexta parte de su presupuesto nacional al área de defensa, sin supervisión civil, de ella una importante fracción se destina con exclusividad a la cuestión india.
El ejército paquistaní es el séptimo del mundo, y un Estado autónomo, dentro del propio Estado, que afecta a todos los resortes del gobierno y la sociedad, incluidos lo referido a la investigación nuclear y obviamente el armamento atómico del que dispone.
La región de Cachemira, un antiguo principado, primero independiente y después miembro de la Unión India, que está bajo control de Delhi se la conoce como el estado de Jammu y Cachemira, al tiempo que las dos partes de control pakistaní, son los Territorios del Norte (Federally Administered Northern Areas o FANA) y Cachemira Azad.
La LOC construida en los años noventa y finalizada en 2004, a pesar de las protestas de Islamabad, según fuentes hindúes, redujo en un 80% el tránsito de grupos nacionalistas pakistaníes que cruzaban a su territorio para generar diferentes acciones terroristas.
La India, sibilinamente, opera a favor de los grupos separatistas en diferentes provincias de Pakistán, particularmente en Baluchistán. Junto a Moscú impulsó, durante la guerra soviética-afgana, la formación del Ejército de Liberación Baluchistán (BLA).
India sabe que la balcanización de Pakistán sería la solución de su gran problema fronterizo y apuesta a ello en otras regiones separatistas como ya lo logró en 1971 con Bangladesh, y ahora también apoyando el Movimiento Islámico de Turkestán Este (MITE) de la etnia uigur.
Más leña para la hoguera
Ya hemos revisado en “Afganistán: Un iceberg en Asía central”, las siempre preocupantes relaciones indo-pakistaníes, en las que a sus históricos odios religiosos, territoriales y étnicos, se agrega el nada desechable “condimento” que ambas naciones son potencias nucleares.
En estas últimas semanas, si bien nunca dejan de reportarse incidentes fronterizos, se han producido dos eventos significativos.
A mediados de septiembre pasado, el ataque más letal de la última década contra la base militar en Uri, sede de un batallón de infantería, en las proximidades de la sensible LOC, dejó casi una veintena de soldados hindúes muertos, tras lo que Nueva Delhi e Islamabad cruzaron acusaciones.
Las autoridades indias culparon del asalto al grupo Jaish-e-Mohammad, mientras denunciaban que se habían encontrado en el lugar del ataque diferentes artículos de marcas paquistaníes.
El Ministro indio del Interior, Rajnath Singh, declaró que: “Pakistán es un estado terrorista y debería ser identificado y aislado como tal”.
Denunciando además que “hay indicaciones concluyentes y definitivas de que los participantes en el ataque a Uri estaban altamente entrenados, fuertemente armados y especialmente equipados”.
Mientras tanto, las autoridades militares de Pakistán rechazaron la acusación por “infundada y prematura”.
El gobierno del Primer Ministro hindú, Narendra Modi, dispuso que de miles de pobladores que viven cerca de la frontera con Pakistán sean evacuados por las noches.
Las autoridades trasladan a los vecinos a campamentos improvisados o reparticiones públicas, comisarías, escuelas y estaciones de tren para que desarrollen a sus tareas habituales y vuelvan a sus hogares al anochecer.
Por otra parte, Nueva Delhi ordenó a fines de septiembre una serie de “ataques quirúrgicos” a diferentes puntos de la frontera donde se presumía la presencia de terroristas.
De ambos lados de la frontera se cruzaron declaraciones acusándose mutuamente, de propiciar actos de guerra.
En la Cachemira india en los últimos setenta días ya se registran casi 100 muertos y 10 mil heridos, a manos de la policía que actúa contra manifestantes que reclaman por el asesinato, a manos de las autoridades hindúes, de un joven musulmán, supuestamente miembro de algún grupo terrorista.
La violencia se encuentra en un espiral ascendente, empujada por los grupos de la extrema derecha hindú como el Shiv Sena, cada vez más radicalizados, vinculados y compañeros de ruta del Partido Popular Indio (BJP) al que pertenece el actual Primer Ministro Narendra Modi. Mientras que del lado Pakistaní tiene a su favor que en India, con 180 millones, es el tercer país en el mundo con la mayor población musulmana. Tras la debacle del Daesh en Siria, Cachemira puede convertirse en un nuevo destino del integrismo de origen islámico.
Cachemira y su mítica LOC es una de las regiones más militarizadas del mundo, protegida, nada menos que por dos arsenales nucleares. Sabiendo que esta guerra siempre está a la espera, no se puede olvidar el asunto.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:
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