Islamofobia, el nuevo racismo occidental
Hoy el racismo ha cambiado sus formas y sus objetivos: el inmigrante musulmán ha sustituido al judío.
El racismo -un discurso científico sobre la base de las teorías biológicas- ha dado paso a un prejuicio cultural que hace hincapié en una discrepancia radical antropológica entre la "judeocristiana" Europa y el islam.
En este artículo, escrito para el blog Pluto Press, Enzo Traverso, autor del libro recientemente publicado End of Jewish Modernity y prolífico investigador del siglo XX, examina el paralelismo entre las dos cepas de la xenofobia moderna, el antisemitismo y la islamofobia.
Respecto a la política, los medios de comunicación y la producción cultural, Traverso revela similitudes significativas entre la islamofobia de hoy y el más antiguo antisemitismo.
«Una nueva ola de islamofobia se está extendiendo en Occidente. Si Donal Trump sale presidente se ha comprometido a expulsar a todos los musulmanes de Estados Unidos. Y en la Unión Europea, las corrientes conservadoras reclaman leyes contra el islam.
El islam se percibe un barbarismo y una amenaza a para Occidente -una civilización “judeocristiana”- que gana fuerza en Francia a raíz de una sucesión de ataques terroristas a esta cultura de prejuicios y xenofobia extrema.
La idea de que se puede obligar a los ciudadanos musulmanes a llevar una estrella amarilla y la media luna en su ropa –como los judíos en la Segunda Guerra Mundial- ya no parece imposible.
En la primera mitad del siglo XX el antisemitismo estaba generalizado en casi todas partes, desde las capas aristocráticas y burguesas que establecieron límites simbólicos hasta los intelectuales.
Muchos de los escritores más importantes de la década de 1930 no ocultaron su odio a los judíos.
Hoy el racismo ha cambiado sus formas y sus objetivos: el inmigrante musulmán ha sustituido al judío.
El racismo -un discurso científico sobre la base de las teorías biológicas- ha dado paso a un prejuicio cultural que hace hincapié en una discrepancia radical antropológica entre la “judeocristiana” Europa y el islam.
El antisemitismo tradicional, que durante un siglo dio forma a todos los nacionalismos europeos, se ha convertido en un fenómeno residual.
En un completo cambio, las conmemoraciones del Holocausto han construido una especie de “religión civil” en la Unión Europea.
Como en un sistema de vasos comunicantes, el antisemitismo preguerra ha disminuido y la islamofobia ha aumentado.
La representación posfascista del enemigo reproduce el viejo paradigma racial y, al igual que el antiguo bolchevique judío, el terrorista islámico se representa a menudo con los rasgos físicos que hacen hincapié en su alteridad.
Las ambiciones intelectuales del posfascismo, sin embargo, han disminuido significativamente.
No vemos ningún equivalente en nuestro momento presente delJewish France de Edouard Drumont o de The Foundations of the Nineteenth Century de Houston Stewart Chamberlain, ni de los ensayos sobre antropología racial de Hans Günther o André Siegfried.
La nueva xenofobia no ha producido escritores como León Bloy, Louis Ferdinand Céline o Pierre Drieu La Rochelle, por no hablar de filósofos como Martin Heidegger y Carl Schmitt.
El humus cultural del posfascismo no se destaca por su creación.
Su expresión literaria más significativa es una novela reciente de Michel Houellebecq, Submission -que representa a Francia en el año 2022 transformada en una república islámica- más parecida a una campaña masiva para ganar la atención de los medios.
Muchas personalidades políticas e intelectuales, canales de televisión y revistas populares que ciertamente no podrían calificarse de fascistas, han contribuido enormemente a la construcción de este humus cultural.
Podríamos recordar la famosa declaración de Jacques Chirac de 1991 acerca del “ruido y el olor” de los edificios habitados por inmigrantes del Magreb; la prosa inflamada de Oriana Fallaci sobre los musulmanes que “se reproducen como ratas” y orinan contra las paredes de nuestras catedrales; la comparación en Francia y en Italia de los sacerdotes de vestimentas negras con los monos e innumerables referencias que desprecian al islam refiriéndose a ella como “la religión más estúpida” (la religion la plus con). George L. Mosse señaló que en el fascismo clásico las palabras habladas eran más importantes que los textos escritos.
En una época en la que el “campo visual’ ha sustituido al “campo gráfico” no es sorprendente que el discurso posfascista se extienda en primer lugar por los medios de comunicación, asignando un lugar secundario a la producción intelectual (que se convierte en funcional a semejanza deSubmission a medida que se transforma en eventos en los medios de comunicación).
Me parece que las similitudes más importantes entre la islamofobia de hoy y el antiguo antisemitismo evocan más al Reich alemán de finales del siglo XIX, que a la Tercera República Francesa.
Desde el caso Dreyfus, el antisemitismo francés estigmatizó a los inmigrantes judíos de Polonia y Rusia, pero su objetivo principal eran los altos funcionarios (los judíos del estado) que bajo la Tercera República ocuparon posiciones muy importantes en la burocracia, el ejército, las instituciones académicas y el Gobierno.
El propio capitán Dreyfus era símbolo de una ascensión social semejante. En el tiempo del Frente Popular el objetivo del antisemitismo era Léon Blum, un dandi judío y homosexual que encarnaba la imagen de una república conquistada por los “anti-France”.
Los judíos eran reconocidos como “un Estado dentro del Estado”, una posición que desde luego no se corresponde con la situación actual de las minorías musulmanas africanas y árabes que aún resultan demasiado escasas dentro de las instituciones estatales de los países europeos.
Por lo tanto, la comparación con la Alemania de Guillermo II sería más pertinente, en la que los judíos fueron excluidos cuidadosamente de la maquinaria del Estado, mientras los periódicos advertían en contra de una “invasión judía” (verjudung) que ponía en tela de juicio la matriz étnica y religiosa del Reich.
En este caso el antisemitismo jugó el papel de un “código cultural” que permitió a los alemanes definir negativamente una conciencia nacional en un país preocupado por la rápida modernización y la concentración de judíos en las grandes ciudades, donde aparecían como el grupo más dinámico.
En otras palabras, un alemán era ante todo un no-judío.
De manera similar, en la actualidad el islam se está convirtiendo en un código cultural que permite encontrar, por una demarcación negativa, una pérdida de la “identidad francesa”, amenazada o envuelta en el proceso de la globalización.
El miedo a la multiculturalidad y la hibridación (mestizaje) simplemente actualiza la vieja ansiedad acerca de la “mezcla de sangre” (blutvermischung).
Hoy el lenguaje ha cambiado, pero la prosa de Alain Finkielkraut, que expresa su “desgraciada identidad” (identité malheureuse) frente a dos calamidades tales como el multiculturalismo y una hibridación erróneamente idealizada (el métissage de una Francia ” Black-Blanc-Beur “), no difiere mucho de la de Heinrich von Treitschke.
En 1880 este gran historiador lamentó la “intrusión” (einbruch) de los judíos en la sociedad alemana cuando escribió que alteran las costumbres de la Kultur y actuaban como una fuerza corruptora.
La conclusión desesperada de von Treitschke se convirtió en una especie de lema: “los judíos son nuestra infelicidad” (die Juden sind unser Unglück).
Gran parte de la transición del viejo antisemitismo a la presente islamofobia se juega en los medios de comunicación de Francia, que convergen en una expresiva figura literaria, Renaud Camus, un escritor que no oculta sus conexiones con el Frente Nacional.
Hace quince años Camus se quejó en su diario de la abrumadora presencia judía en los medios de comunicación culturales franceses; en los años siguientes, sin embargo, ha cambiado enfocándose en los musulmanes, cuya inmigración masiva ha producido un “gran reemplazo” o en otras palabras la “islamización” de Francia. Michel Houellebecq, que pertenece a una generación más joven, que desea convertirse en el Céline de principios del siglo XXI, también asumió el “gran reemplazo” como punto de partida de Submission.
Y la misma idea es el núcleo de un exitoso ensayo -500.000 copias vendidas en seis meses- de Eric Zemmour, Le suicide français, dedicado al declive de Francia de 1970 a 2008.
Más recientemente se ha defendido la idea del “gran reemplazo” en algunos editoriales Le Figaro.
Este es el modo en el que el posfascismo está construyendo su hegemonía cultural, mucho más allá de sus hazañas electorales.
Sin embargo, la islamofobia no es un simple sucedáneo del viejo antisemitismo, sus raíces son antiguas y posee su propia tradición: el colonialismo.
Las raíces de la islamofobia se encuentran en la memoria del largo pasado colonial de Europa y en Francia en la guerra de Argelia.
El colonialismo conformó una antropología política basada en la dicotomía entre los ciudadanos y los sujetos coloniales –citoyens e indigènes– donde los límites sociales, espaciales, raciales y políticos eran fijos.
Si bien esta división jurídica codificada bajo la Tercera República se rompió, los inmigrantes musulmanes que se han convertido en ciudadanos franceses siguen haciendo frente a una reacción xenófoba, formada por esta antropología política, que los percibe como un agente infeccioso, como un “pueblo dentro del pueblo”.
La matriz colonial de la islamofobia explica su virulencia y persistencia. Una manera de examinar la realidad material de estos límites espaciales, raciales y políticos es a través de la disolución natural de los nombres de los migrantes italianos, polacos y españoles transformados en patronímicos franceses, un proceso que ocurre a menudo después de tres generaciones.
Esta disolución contrasta con la persistencia de los nombres y apellidos árabes y africanos que delatan de inmediato a sus titulares como pertenecientes a una categoría especial, de segunda, “procedentes de la inmigración” oissu de l’immigration.
La matriz colonial de la islamofobia nos da una clave para la comprensión de las metamorfosis ideológicas del posfascismo (muchos movimientos de extrema derecha como el Frente Nacional en Francia, la Liga Norte en Italia, Pegida en Alemania y otras corrientes similares en otros países de la UE), que ha abandonado las ambiciones imperiales y conquistas del fascismo clásico con el fin de adoptar una postura mucho más conservadora y defensiva.
No quiere conquistar, sino más bien expulsar (incluso criticando las guerras neoimperiales llevadas a cabo desde principios de la década de 1990 por los EE.UU. y sus aliados occidentales).
Mientras el colonialismo del siglo XIX deseaba cumplir su “misión civilizadora” a través de sus conquistas fuera de Europa, la islamofobia poscolonial lucha contra un enemigo interior en nombre de los mismos valores.
El rechazoha reemplazado a la conquista, pero las motivaciones no cambiaron: en el pasado el objetivo de la conquista era someter y civilizar a los bárbaros, actualmente el rechazo y la expulsión tienen como objetivo proteger a la nación de su influencia nociva.
Esto explica los debates recurrentes sobre el laicismo y el velo islámico que condujeron a la ley islamófobica, promulgada en Francia hace diez años, que prohíbe el velo en los lugares públicos.
Este acuerdo consensuado sobre una concepción neocolonial y discriminatoria del laicismo ha contribuido significativamente a legitimar el posfascismo.
Esta ola islamófobica con su retórica belicista –“estamos en guerra contra el terrorismo”- posiciona al islam como único enemigo legitimo del orden occidental que, en última instancia, alimenta el terrorismo.
Los combatientes contra el “fascismo islámico” y defensores de los “valores humanos” también consiguieron un resultado crucial: la representación de las víctimas de las guerras occidentales en Irak, Libia y Siria, que mucho más numerosas que las víctimas del terrorismo islámico en Europa, están en gran parte olvidadas.
Enzo Traverso
* Profesor de Humanidades en la Universidad de Cornell. Entre sus publicaciones, todas traducidas a diferentes idiomas, se incluyen más de diez libros editados y otros escritos, incluyendo The End of Jewish Modernity (Pluto Press, 2016), Fire and Blood, The European Civil War 1914-1945 (Verso, 2016) y Understanding the Nazi Genocide: Marxism after Auschwitz (Pluto Press, 1999).
Gracias al “asunto Dieudonné”,
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Gracias al “asunto Dieudonné”,
Ya no se confundirá más
antisemitismo y antisionismo
23/01/2014 | Julien Salingue
“Tras el antisionismo, se oculta el antisemitismo”. ¿Quién no ha oído esta frase, repetida con pasmosa regularidad durante los últimos años con el objetivo de desacreditar toda crítica de la política israelí?
En efecto, cualquiera que se atreviera a poner en cuestión la ocupación civil y militar de Palestina, la violencia del ejército israelí o, colmo de la abyección, la legitimidad del establecimiento y el mantenimiento, en el corazón del mundo árabe, de un “Estado de los judíos” fundado en una concepción racial de la historia y de las relaciones sociales, era sospechoso de antisemitismo.
Pero gracias al reciente “asunto Dieudonné”, semejantes acusaciones ya no tienen cabida.
En efecto las cosas ya están claras, y quizá ese es el único elemento positivo del balance de la trágica secuencia política que acabamos de vivir.
En adelante va a ser difícil confundir el antisionismo, entendido como una crítica política de los fundamentos, las estructuras y la política del Estado de Israel y el antisemitismo, entendido como el odio a los judíos.
A partir de ahora va a ser difícil sobrentender que la oposición al sionismo, posición política discutible pero legítima, disimula en realidad un rechazo, puramente racista, a los judíos como judíos.
“El antisionismo, una ideología legítima”
¿De dónde viene esta certeza?
Del contenido del debate que ha acompañado “el asunto Dieudonné”, y de las clarificaciones que ha permitido realizar; de las motivaciones avanzadas por quienes han querido prohibir el espectáculo “Le Mur” (El Muro); de las tomas de posición de ciertas figuras reivindicadas de la lucha contra el antisemitismo.
Como ejemplo, las siguientes palabras de Alain Finkielkraut, que reproducimos a continuación:
“El antisionismo, incluso el más militante, incluso el más radical, me parece una ideología legítima.
Se tiene el derecho no solo de criticar la política del estado de Israel, sino incluso a preguntarse sobre la legitimidad de ese Estado”/1.
Sorprendente, ¿no?
Quienes conocen a Finkielkraut, y en particular quienes recuerdan que había acusado al realizador israelí Eyal Sivan de “antisemitismo judío” tras la salida de la película Carretera 181, no habrán dejado de sorprenderse.
Pero solo los imbéciles no cambian de opinión ¿no es cierto?
Así que alegrémonos de que “el asunto Dieudonné” haya abierto los ojos a Alain Finkielkraut y a numerosos colegas suyos:
“El antisionismo de Dieudonné no tiene nada que ver. No es geográfico, puesto que dota a quienes llama sionistas de los dos atributos de la omnipresencia y la omnipotencia. Esto no es una opinión, es una ideología criminal”/2.
Ahí se encuentra el núcleo de la argumentación de quienes han exigido la prohibición del espectáculo de Dieudonné: el problema no es que criticara a Israel (o incluso que pusiera en cuestión su legitimidad) sino que contiene declaraciones y desarrolla tesis antisemitas.
Basta para convencerse de ello con mirar la requisitoria sintomática de Alain Jakubowicz de la LICRA en la emisión de Frederic Tgaddei, Ce Soir (Ou Jamais!), difundida el 10 de enero/3, para convencerse de ello: las declaraciones incriminatorias de Dieudonné son injurias contra los judíos (o personalidades judías), se subraya la minimización o banalización que realiza del genocidio nazi y se insiste en sus relaciones con personajes como Soral o Faurisson.
Pero en ningún momento se mencionan eventuales declaraciones de Dieudonné sobre Israel o los palestinos.
Dicho de otra forma, del sionismo entendido como el proyecto de establecimiento en Palestina de un “Estado de los judíos”, su creación, sus estructuras, su desarrollo y su política.
Un reconocimiento implícito del hecho de que una evocación crítica, incluso radical, del sionismo, no es asimilable al antisemitismo, no es un delito y no puede ser por tanto penalmente condenable.
Un reconocimiento implícito del hecho de que existe por tanto una diferencia cualitativa entre el antisionismo y el antisemitismo, que es contrario al rigor intelectual querer confundir los dos, y que se debe poner fin a numerosos procesos judiciales perversos.
Evidentemente, algunos , como el CRIF (Consejo Representativo de las Instituciones Judías en Francia), desde Pascal Bruckner o el inenarrable Arno Klarsfeld, han intentado amalgamar de nuevo antisionismo y antisemitismo.
Nada sorprendente por parte de esa institución y esos individuos que, en realidad, no son mas que la imagen más sionistas de entre los sionistas, el reflejo inverso de Dieudonné y consortes, puesto que como ellos pretenden esencializar a los judíos asociándoles sistemáticamente, y a su pesar, a un Estado de Israel que, recordemos, se define además a sí mismo como “el Estado DE LOS judíos”.
Pero los editorialistas y dirigentes políticos que han transformado “el asunto Dieudonné” en asunto de Estado han reconocido, en voz alta o a media voz, que no era el antisionismo (real o supuesto) de Dieudonné el que estaba en cuestión.
Y algunos de ellos han llegado incluso más lejos afirmando que el “sionismo” denunciado por Dieudonné era una construcción imaginada, lejos del sionismo real, y destinada a disimular una estigmatización de los judíos en general. Una opinión compartida, por motivos muy diferentes, por el autor de estas líneas.
¿Dieudonné antisionista?
Hay que recordar, por ejemplo, esta aclaradora declaración de Dieudonné en una entrevista concedida a la televisión iraní Sahar TV en 2011:
“El sionismo ha matado a Cristo. Es el sionismo el que pretende que Jesús era el hijo de una puta”/4.
El sionismo, para Dieudonné y sus comparsas (pensamos aquí en Alain Soral y Yahia Gouasmi), es en primer lugar el judaísmo.
El sionismo, para Dieudonné y sus comparsas, es después una entidad transnacional, de contornos mal definidos, que dictaría su política a los bancos, a los gobiernos de los países occidentales y a los medios.
El sionismo, para Dieudonné y sus comparsas, sería la fuente de la crisis económica, política y social que afecta a las poblaciones de todos los rincones del mundo.
Estamos muy lejos de Israel y de los palestinos.
Por lo tanto, ¿es una casualidad si en los carteles de la “lista antisionista”, presentada en las elecciones europeas de 2009, no se encuentran ni la palabra “Israel” ni la palabra “Palestina”?/5.
¿Es casualidad si en los 15 puntos del programa del “Partido antisionista”, aliado de Dieudonné y Soral en las mencionadas elecciones, no se encuentra ni la palabra “Israel” ni la palabra “Palestina”?/6.
Evidentemente, no.
Como han recordado diversas organizaciones de solidaridad con Palestina, Dieudonné y su camarilla no sirven a la lucha de los palestinos.
En realidad, Dieudonné y su camarilla se sirven de la lucha de los palestinos, que en definitiva les importa un pimiento, para ocupar un espacio político dejado vacante por las deserciones y traiciones de la izquierda.
Lo ocupan instrumentalizando problemáticas políticas y sociales bien reales, reduciéndolas a una lucha contra un “sionismo” imaginario, a la vez que abandonan el terreno del combate contra el sionismo realmente existente, no evocando la cuestión palestina más que cuando ésta está de actualidad.
El Estado de Israel, por otra parte, es consciente de ello, mucho más inquieto por el desarrollo de la campaña internacional BDS (Boicot-Desinversiones-Sanciones) que por las “quenelles” de Dieudonné y los monólogos de Alain Soral.
Evidentemente, algunos van a intentar (y lo intentan ya) utilizar “el asunto Dieudonné” para desacreditar al conjunto de las organizaciones e individuos que afirman su solidaridad con el pueblo palestino.
Pero, paradójicamente, la secuencia que acabamos de vivir permite realizar clarificaciones y, consiguientemente, combatir ese tipo de razonamiento engañoso.
En efecto, la clase política, la gran mayoría de los intelectuales y la casi totalidad de los editorialistas llegan (involuntariamente) a recordar esta verdad esencial: el antisionismo, entendido como una crítica política de los fundamentos, estructuras y la política del Estado de Israel, no debería confundirse con el “antisionismo” de fachada de Dieudonné y sus comparsas, y no debería ser confundido con el antisemitismo.
Los detractores más radicales de Dieudonné han hecho, a su pesar, una trabajo de salud pública: han dado su carta de nobleza a la crítica política del Estado de Israel y al antisionismo auténtico, distinguiéndolos cuidadosamente del antisemitismo.
¿Proseguirán por ese camino? No está nada claro.
Probablemente, no pedirán la derogación de la circular Alliot-Marie, que criminaliza el llamamiento al boicot a Israel; un planteamiento político que no tiene nada que ver con el antisemitismo.
Probablemente, no exigirán que el antisionismo, posición política legítima, tenga en adelante su voz en los debates en los medios de comunicación sobre Israel y los palestinos.
En efecto, es más que probable que, absorbidos como estaban por su cruzada contra Dieudonné, no se hayan dado cuenta del servicio que acaban de dar potencialmente a quienes están sinceramente convencidos de que el mejor servicio que se puede dar a la lucha contra el antisemitismo es combatir una confusión que no sirve, en último análisis, más que a todo tipo de gente que se dedica a mezclarlo todo.
Pero se ha abierto la brecha.
14/01/2014
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article30833
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Debate entre Alain Finkielkraut y Plantu en iTélé, 10 enero 2014. Se puede ver en
http://www.youtube.com/watch?v=YODd....
2/ Idem.
3/ http://www.dailymotion.com/video/x1...
4/ Entrevista a Dieudonné en Sahar TV. Ver en http://www.youtube.com/watch?v=FLrj....
5/ Ver los Anexos.
6/ Ver los Anexos.
Anexo I
Ver la imagen del cartel de la “Lista antisionista” en
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article30833
Anexo II
Programa político del Partido Antisionista
1. Hacer desaparecer la injerencia sionista en los asuntos públicos de la nación.
2. Denunciar a todos los políticos que hacen apología del sionismo.
3. Erradicar todas las formas de sionismo en la nación.
4. Impedir a las empresas y las instituciones contribuir a los esfuerzos de guerra de una nación extranjera que no respeta el derecho internacional.
En efecto, cualquiera que se atreviera a poner en cuestión la ocupación civil y militar de Palestina, la violencia del ejército israelí o, colmo de la abyección, la legitimidad del establecimiento y el mantenimiento, en el corazón del mundo árabe, de un “Estado de los judíos” fundado en una concepción racial de la historia y de las relaciones sociales, era sospechoso de antisemitismo.
Pero gracias al reciente “asunto Dieudonné”, semejantes acusaciones ya no tienen cabida.
En efecto las cosas ya están claras, y quizá ese es el único elemento positivo del balance de la trágica secuencia política que acabamos de vivir.
En adelante va a ser difícil confundir el antisionismo, entendido como una crítica política de los fundamentos, las estructuras y la política del Estado de Israel y el antisemitismo, entendido como el odio a los judíos.
A partir de ahora va a ser difícil sobrentender que la oposición al sionismo, posición política discutible pero legítima, disimula en realidad un rechazo, puramente racista, a los judíos como judíos.
“El antisionismo, una ideología legítima”
¿De dónde viene esta certeza?
Del contenido del debate que ha acompañado “el asunto Dieudonné”, y de las clarificaciones que ha permitido realizar; de las motivaciones avanzadas por quienes han querido prohibir el espectáculo “Le Mur” (El Muro); de las tomas de posición de ciertas figuras reivindicadas de la lucha contra el antisemitismo.
Como ejemplo, las siguientes palabras de Alain Finkielkraut, que reproducimos a continuación:
“El antisionismo, incluso el más militante, incluso el más radical, me parece una ideología legítima.
Se tiene el derecho no solo de criticar la política del estado de Israel, sino incluso a preguntarse sobre la legitimidad de ese Estado”/1.
Sorprendente, ¿no?
Quienes conocen a Finkielkraut, y en particular quienes recuerdan que había acusado al realizador israelí Eyal Sivan de “antisemitismo judío” tras la salida de la película Carretera 181, no habrán dejado de sorprenderse.
Pero solo los imbéciles no cambian de opinión ¿no es cierto?
Así que alegrémonos de que “el asunto Dieudonné” haya abierto los ojos a Alain Finkielkraut y a numerosos colegas suyos:
“El antisionismo de Dieudonné no tiene nada que ver. No es geográfico, puesto que dota a quienes llama sionistas de los dos atributos de la omnipresencia y la omnipotencia. Esto no es una opinión, es una ideología criminal”/2.
Ahí se encuentra el núcleo de la argumentación de quienes han exigido la prohibición del espectáculo de Dieudonné: el problema no es que criticara a Israel (o incluso que pusiera en cuestión su legitimidad) sino que contiene declaraciones y desarrolla tesis antisemitas.
Basta para convencerse de ello con mirar la requisitoria sintomática de Alain Jakubowicz de la LICRA en la emisión de Frederic Tgaddei, Ce Soir (Ou Jamais!), difundida el 10 de enero/3, para convencerse de ello: las declaraciones incriminatorias de Dieudonné son injurias contra los judíos (o personalidades judías), se subraya la minimización o banalización que realiza del genocidio nazi y se insiste en sus relaciones con personajes como Soral o Faurisson.
Pero en ningún momento se mencionan eventuales declaraciones de Dieudonné sobre Israel o los palestinos.
Dicho de otra forma, del sionismo entendido como el proyecto de establecimiento en Palestina de un “Estado de los judíos”, su creación, sus estructuras, su desarrollo y su política.
Un reconocimiento implícito del hecho de que una evocación crítica, incluso radical, del sionismo, no es asimilable al antisemitismo, no es un delito y no puede ser por tanto penalmente condenable.
Un reconocimiento implícito del hecho de que existe por tanto una diferencia cualitativa entre el antisionismo y el antisemitismo, que es contrario al rigor intelectual querer confundir los dos, y que se debe poner fin a numerosos procesos judiciales perversos.
Evidentemente, algunos , como el CRIF (Consejo Representativo de las Instituciones Judías en Francia), desde Pascal Bruckner o el inenarrable Arno Klarsfeld, han intentado amalgamar de nuevo antisionismo y antisemitismo.
Nada sorprendente por parte de esa institución y esos individuos que, en realidad, no son mas que la imagen más sionistas de entre los sionistas, el reflejo inverso de Dieudonné y consortes, puesto que como ellos pretenden esencializar a los judíos asociándoles sistemáticamente, y a su pesar, a un Estado de Israel que, recordemos, se define además a sí mismo como “el Estado DE LOS judíos”.
Pero los editorialistas y dirigentes políticos que han transformado “el asunto Dieudonné” en asunto de Estado han reconocido, en voz alta o a media voz, que no era el antisionismo (real o supuesto) de Dieudonné el que estaba en cuestión.
Y algunos de ellos han llegado incluso más lejos afirmando que el “sionismo” denunciado por Dieudonné era una construcción imaginada, lejos del sionismo real, y destinada a disimular una estigmatización de los judíos en general. Una opinión compartida, por motivos muy diferentes, por el autor de estas líneas.
¿Dieudonné antisionista?
Hay que recordar, por ejemplo, esta aclaradora declaración de Dieudonné en una entrevista concedida a la televisión iraní Sahar TV en 2011:
“El sionismo ha matado a Cristo. Es el sionismo el que pretende que Jesús era el hijo de una puta”/4.
El sionismo, para Dieudonné y sus comparsas (pensamos aquí en Alain Soral y Yahia Gouasmi), es en primer lugar el judaísmo.
El sionismo, para Dieudonné y sus comparsas, es después una entidad transnacional, de contornos mal definidos, que dictaría su política a los bancos, a los gobiernos de los países occidentales y a los medios.
El sionismo, para Dieudonné y sus comparsas, sería la fuente de la crisis económica, política y social que afecta a las poblaciones de todos los rincones del mundo.
Estamos muy lejos de Israel y de los palestinos.
Por lo tanto, ¿es una casualidad si en los carteles de la “lista antisionista”, presentada en las elecciones europeas de 2009, no se encuentran ni la palabra “Israel” ni la palabra “Palestina”?/5.
¿Es casualidad si en los 15 puntos del programa del “Partido antisionista”, aliado de Dieudonné y Soral en las mencionadas elecciones, no se encuentra ni la palabra “Israel” ni la palabra “Palestina”?/6.
Evidentemente, no.
Como han recordado diversas organizaciones de solidaridad con Palestina, Dieudonné y su camarilla no sirven a la lucha de los palestinos.
En realidad, Dieudonné y su camarilla se sirven de la lucha de los palestinos, que en definitiva les importa un pimiento, para ocupar un espacio político dejado vacante por las deserciones y traiciones de la izquierda.
Lo ocupan instrumentalizando problemáticas políticas y sociales bien reales, reduciéndolas a una lucha contra un “sionismo” imaginario, a la vez que abandonan el terreno del combate contra el sionismo realmente existente, no evocando la cuestión palestina más que cuando ésta está de actualidad.
El Estado de Israel, por otra parte, es consciente de ello, mucho más inquieto por el desarrollo de la campaña internacional BDS (Boicot-Desinversiones-Sanciones) que por las “quenelles” de Dieudonné y los monólogos de Alain Soral.
Evidentemente, algunos van a intentar (y lo intentan ya) utilizar “el asunto Dieudonné” para desacreditar al conjunto de las organizaciones e individuos que afirman su solidaridad con el pueblo palestino.
Pero, paradójicamente, la secuencia que acabamos de vivir permite realizar clarificaciones y, consiguientemente, combatir ese tipo de razonamiento engañoso.
En efecto, la clase política, la gran mayoría de los intelectuales y la casi totalidad de los editorialistas llegan (involuntariamente) a recordar esta verdad esencial: el antisionismo, entendido como una crítica política de los fundamentos, estructuras y la política del Estado de Israel, no debería confundirse con el “antisionismo” de fachada de Dieudonné y sus comparsas, y no debería ser confundido con el antisemitismo.
Los detractores más radicales de Dieudonné han hecho, a su pesar, una trabajo de salud pública: han dado su carta de nobleza a la crítica política del Estado de Israel y al antisionismo auténtico, distinguiéndolos cuidadosamente del antisemitismo.
¿Proseguirán por ese camino? No está nada claro.
Probablemente, no pedirán la derogación de la circular Alliot-Marie, que criminaliza el llamamiento al boicot a Israel; un planteamiento político que no tiene nada que ver con el antisemitismo.
Probablemente, no exigirán que el antisionismo, posición política legítima, tenga en adelante su voz en los debates en los medios de comunicación sobre Israel y los palestinos.
En efecto, es más que probable que, absorbidos como estaban por su cruzada contra Dieudonné, no se hayan dado cuenta del servicio que acaban de dar potencialmente a quienes están sinceramente convencidos de que el mejor servicio que se puede dar a la lucha contra el antisemitismo es combatir una confusión que no sirve, en último análisis, más que a todo tipo de gente que se dedica a mezclarlo todo.
Pero se ha abierto la brecha.
14/01/2014
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article30833
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Debate entre Alain Finkielkraut y Plantu en iTélé, 10 enero 2014. Se puede ver en
http://www.youtube.com/watch?v=YODd....
2/ Idem.
3/ http://www.dailymotion.com/video/x1...
4/ Entrevista a Dieudonné en Sahar TV. Ver en http://www.youtube.com/watch?v=FLrj....
5/ Ver los Anexos.
6/ Ver los Anexos.
Anexo I
Ver la imagen del cartel de la “Lista antisionista” en
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article30833
Anexo II
Programa político del Partido Antisionista
1. Hacer desaparecer la injerencia sionista en los asuntos públicos de la nación.
2. Denunciar a todos los políticos que hacen apología del sionismo.
3. Erradicar todas las formas de sionismo en la nación.
4. Impedir a las empresas y las instituciones contribuir a los esfuerzos de guerra de una nación extranjera que no respeta el derecho internacional.
- See more at: vientosur.info
Red Internacional de Judíos Antisionistas: Antisionista no es lo mismo que antisemita
Somos una red internacional de judíos incondicionalmente comprometidos con las luchas de emancipación humana, de las cuales la liberación de los habitantes de Palestina y de su tierra es una parte primordial.
Nuestro compromiso es el desmantelamiento del apartheid israelí, el retorno de los refugiados palestinos, y el fin de la colonización israelí de la Palestina histórica.
Desde Polonia hasta Iraq, desde Argentina hasta Sudáfrica, desde Brooklyn hasta Mississippi, judíos fueron parte en la búsqueda de justicia, manifestando su deseo por un mundo más justo, participando con otros en luchas colectivas.
Judíos participaron prominentemente en la lucha de los trabajadores durante la depresión americana, en el movimiento de los derechos civiles, en la lucha en contra del apartheid sudafricano, en la lucha contra el fascismo en Europa y en muchos otros movimientos por el cambio social y político.
La histórica y progresiva limpieza étnica de la población palestina de sus tierras por parte del Estado de Israel contradice y traiciona esta larga historia de participación judía en luchas de liberación colectivas.
El sionismo – la ideología fundadora que se manifiesta actualmente en el Estado de Israel – echó raíces en la era del colonialismo europeo y se diseminó a continuación del genocidio Nazi.
El sionismo se nutrió de los más violentos y opresivos hechos del siglo diecinueve, limando los numerosos esfuerzos de una militancia de judíos en las luchas de liberación.
Honrando estas luchas y para retomar un lugar en los vibrantes movimientos populares de nuestro tiempo, el sionismo, en todas sus formas, debe ser abandonado.
Esto es crucial, primero que nada, por su impacto en los habitantes de Palestina y el resto de la región. El sionismo también deshonra la persecución y el genocidio de los judíos europeos al usar su memoria para justificar y perpetuar el racismo y colonialismo europeos.
El sionismo es responsable por el extenso desplazamiento y alienación de los judíos mizrahi [judíos de ascendencia africana y asiática] de sus diversas historias, idiomas, tradiciones y culturas.
Los judíos mizrahi tienen una historia en esta región de más de 2.000 años. Mientras el sionismo se arraigaba, estas historias fueron interrumpidas de su propio devenir en pos de la segregación de los judíos impuesta por el Estado de Israel.
Como tal, el sionismo nos implica en la opresión del pueblo palestino y en la denigración de nuestras propias tradiciones, luchas por la justicia y alianzas con nuestro prójimo.
Nos comprometemos a:
Oponernos al sionismo y al Estado de Israel
El sionismo es racista. Demanda poder político, económico y legal para las personas y culturas judías y europeas por encima de los pueblos y las culturas autóctonas.
El sionismo no solo es racista sino antisemita.
Respalda la imaginería antisemita europea y sexista del ‘judío diaspórico’ afeminado y débil y contrapone a éste un ‘judío nuevo’ violento y militarizado, que es un perpetrador y no una víctima de la violencia racializada.
El sionismo por lo tanto busca convertir a los judíos en blancos, a través de la adopción del racismo blanco en contra del pueblo palestino.
A pesar de la necesidad de Israel de integrar a los mizrahi para mantener una mayoría judía, este racismo también se manifiesta en la marginación y la explotación económica de la población mizrahi socialmente pobre.
Esta violencia racializada también incluye la explotación de los trabajadores migratorios.
Los sionistas diseminan el mito de que Israel es una democracia. En realidad, el Estado de Israel ha establecido e implementado prácticas y políticas internas de discriminación contra los judíos de ascendencia mizrahi y excluye y restringe a los palestinos.
Además, el Estado de Israel, en colaboración con los Estados Unidos, socava cualquier movimiento árabe por la liberación y el cambio social.
El sionismo perpetúa el excepcionalismo judío. Para defender sus crímenes, el sionismo cuenta una versión de la historia judía que está desconectada de la historia y las experiencias de otras personas.
Promueve la narrativa del holocausto nazi como excepcional en la historia de la humanidad – a pesar de ser uno de muchos holocaustos, desde los aborígenes estadounidenses hasta Armenia y Ruanda.
El sionismo separa a los judíos de las víctimas y los sobrevivientes de otros genocidios en lugar de unirnos a ellos.
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International Jewish Anti-Zionist Network / Piensa Chile
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