sábado, 8 de julio de 2017

NI LAS EMPRESAS NI EL GOBIERNO, quien está sacando adelante a ESPAÑA son los ABUELOS

NI LAS EMPRESAS NI EL GOBIERNO, QUIEN ESTÁ SACANDO ADELANTE A ESPAÑA SON LOS ABUELOS

A estas alturas de año, hemos oído ya unas cuantas veces que el paro ha bajado de forma “histórica”, más que nada porque cuando algo así ocurre podemos estar seguros de que se van a preocupar de que el dato llegue a nuestros oídos. 
Lo que es menos probable que hayamos escuchado es el correlato que ocultan estos datos, y no me refiero solo a la caída en 800.000 personas de la población activa desde el año 2012, aunque tenga mucho que ver con ello.
Esta misma semana, la Agencia Tributaria recordaba que uno de cada cuatro euros que entran en los hogares provienen de las pensiones. Estas han vuelto a niveles precrisis, mientras que los salarios aún se encuentran muy por debajo de 2008; en concreto, hasta 30.000 millones de euros anuales menos. 
En otras palabras, muchas familias y hogares se mantienen a base del dinero que ingresan los jubilados. 
La razón es parcialmente demográfica, relacionada con el envejecimiento de la población española, pero también muestra la realidad sobre el equilibrio económico familiar: entre el 20% de los españoles con menos recursos hay un 13,2% de ocupados, pero un 8,2% de jubilados.
Así que, si queremos poner medallas a alguien por haber aguantado el peso de España durante los años de la crisis, quizá debamos olvidarnos de empresas y políticos y reivindicar a los verdaderos héroes anónimos de la última década de paro y austeridad: los abuelos. 

No es una cuestión únicamente económica, como solían recordar las recurrentes historias de la crisis que contaban cómo los abuelos mantenían a tres generaciones diferentes (la suya, la de sus hijos y la de los nietos), sino también temporal. 

Aunque tiempo es dinero, tendemos a olvidarnos que sin el papel sacrificado de muchos mayores de 60, auténticos hombres orquesta que llegan a todos esos lugares donde los padres no pueden (la salida del colegio de los niños, la comida del día siguiente, el papeleo de turno con el banco …), muchas familias habrían colapsado.

No se trata de nada nuevo, sino de una vieja tendencia que se ha acentuado. Mis primeros recuerdos, como tantos de los nacidos en los 80, son el olor del bocadillo de sobrasada de mi abuelo, el programa matinal de Jesús Hermida y el paseo por el parque donde otros abuelos se sentaban con sus respectivos nietos a ver la vida pasar. 
Mis padres, desde la perspectiva de mi vida ociosa, eran casi unos extraños que tenían cosas más importantes que hacer; pero los abuelos, que formaban parte de esa existencia despreocupada, molaban.
Ahora me queda claro que sin la labor entusiasta de mis abuelos mis padres no podrían haber trabajado. 

O, mejor dicho, mi madre, que en otras circunstancias sociales se habría tenido que quedar en casa para cuidar de mí. 

La situación es aún más grave en un momento en el que las horas extra se han disparado, y con ellas, la ausencia obligada de los padres del hogar. 

¿Dónde van esos 126 millones de horas extra (remuneradas) que hicieron los españoles en 2015? 

Muchas, a las espaldas de los abuelos.

EL TRABAJO QUE NADIE VE, PERO TODOS NECESITAN
La nueva generación de jubilados es, no obstante, muy diferente a la que le precedió. 
Es, para empezar, la que desempeñó casi toda su carrera laboral en democracia –si te jubilas este año con 65, tenías 22 cuando murió Franco–, la que posiblemente estudió en la Universidad, la que vivirá más tiempo y con una mejor salud. 
La que, en muchos casos, tiene un piso en propiedad, pero sobre todo, la que trabajó con la expectativa de que sus hijos tuviesen una formación académica más completa, una carrera profesional con mayores posibilidades de ascenso –“yo no pude porque no estudié, pero mi hijo sí podrá”– y, en definitiva, una vida mejor.
La realidad ha sido muy diferente. Se ha hablado mucho de las expectativas traicionadas y la sensación de estafa que han experimentado los jóvenes, pero no tanto de la decepción que ello ha causado entre sus padres y abuelos. 

Aquellos, que en muchos casos sacrificaron placeres mundanos –un apartamento en la playa, un viaje al extranjero cada verano– para que sus hijos viviesen bien se han visto convertidos en su primera vejez en los padres postizos de sus nietos, habida cuenta que no todo el mundo puede permitirse una guardería y que el sensible aumento de divorcios ha provocado que donde antes se turnaban dos, ahora solo uno de ellos (la madre, por lo general) tiene que asumir un papel doble las 24 horas del día.

Que para poder tener hijos es casi imprescindible tener a los padres y los suegros cerca es una realidad para toda una generación. No solo porque sus sueldos sean más bajos, sino porque sus empleos son más inestables. 
Eso quiere decir no solo que muchas jornadas laborales sean poco previsibles –una figura clásica es la del 'freelance' que debe dejar al niño con los abuelos porque sabe cuándo sale de casa pero no cuándo volverá–, sino también que, debido a la alta rotación, uno puede tener hoy un trabajo de ocho a cinco … y, dentro de dos semanas, otro de dos a diez de la noche. 
En el pasado, quizá se rechazaría el segundo empleo. Hoy, los abuelos, sabiendo “cómo está el patio”, se ofrecerán gustosos a hacer lo que haga falta para que sus hijos trabajen.
Este nuevo estado de las cosas está relacionado también de forma estrecha con los cambios demográficos en las familias españolas. 

Se acabó lo de las casas llenas de hermanos y hermanas que, con sus respectivos sobrinos y primos, conformaban una minialdea que se apoyaba mutuamente en una bolsa de favores en la que siempre había alguien disponible en caso de urgencia. 

Al predominar las familias con dos hijos –o uno solo–, los marrones han terminado cayendo hacia arriba, hacia la generación que, por tener más tiempo libre y una mejor salud, pasa sus años de jubilación ejerciendo de chófer, maestro, cocinero, limpiador, contable, animador infantil, experto en la ciencia del sueño y en psicología de la infancia.

LA PAGA DE LOS DOMINGOS, A LOS 40 AÑOS
Este nuevo estado de las cosas está relacionado también de forma estrecha con los cambios demográficos en las familias españolas. 
Se acabó lo de las casas llenas de hermanos y hermanas que, con sus respectivos sobrinos y primos, conformaban una minialdea que se apoyaba mutuamente en una bolsa de favores en la que siempre había alguien disponible en caso de urgencia. 
Al predominar las familias con dos hijos –o uno solo–, los marrones han terminado cayendo hacia arriba, hacia la generación que, por tener más tiempo libre y una mejor salud, pasa sus años de jubilación ejerciendo de chófer, maestro, cocinero, limpiador, contable, animador infantil, experto en la ciencia del sueño y en psicología de la infancia.
Ante la imposibilidad de sus hijos de gozar de cierta independencia económica, el dinero ahorrado durante décadas ha sido destinado a intentar dar con la tecla adecuada en un panorama totalmente incierto. 

¿Quieres reciclarte y estudiar otra carrera? Nosotros te la pagamos. ¿Crees que un máster te va a servir para encontrar trabajo? Cuenta con nosotros. ¿Piensas probar suerte en el extranjero y necesitas que te mandemos algo de dinero? 

Aunque nos duela en el alma, lo haremos si eso te sirve para hacerte un nombre. 

Eso por no contar esa situación tan habitual –y ligeramente inconfesable– en muchas familias en la que los padres animan al joven a ahorrar el (bajísimo) sueldo de su primer empleo mientras estos siguen pagándole la comida y los caprichos.

No hablemos ya de los pisos, que han terminado por convertirse en el regalo definitivo de padres a hijos. 
Si la mitad de los jóvenes de entre 18 y 34 años viven con sus padres y estos deben destinar más del 60% de su sueldo a la hipoteca, la entrada del piso ha terminado por convertirse en la definitiva muestra de amor. 
Que resume bien la trampa en la que han caído las familias españolas, obligadas por las circunstancias: los hijos, que de otra manera no podrían soñar con un piso en propiedad, lo aceptan con la conciencia más o menos tranquila, porque saben que de esa manera, sus padres están cumpliendo uno de sus sueños vitales, dejar a sus hijos una vida tranquila con garantía de futuro.
Pero, al mismo tiempo, y bajo esa apariencia de apoyo familiar desinteresado, se encuentra la gran ruptura olvidada de la sociedad española: que los abuelos hagan dos veces de padres, primero de sus propios hijos, y más tarde, de sus propios nietos.
Héctor G. Barnés 

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro