Estaba cantado.
Era obvio que Aznar no abandonaba la Presidencia del PP ni sacaba a FAES de la órbita de Génova 13 porque tuviera intención de dejar la política sino por lo contrario, quería potenciar su presencia.
Presidir el partido le ataba a una cierta lealtad que venía vulnerando sistemáticamente dándole a su sucesor más problemas que satisfacciones casi desde el minuto cero en que le pasó el testigo con su "dedo divino".
Esta semana ha reaparecido mostrando toda la musculatura que ha sido capaz de exhibir.
Ayer jueves se reivindicaba como el gran pope ideológico del centro derecha español, y lo hacía arropado por dos ex ministros del PP, Alberto Ruiz Gallardón, con el que se alió en favor de su señora después de que se odiaran durante años, y Josep Piqué, uno de los pocos que ha sabido tener lucimiento fuera de la política.
Aznar ya dijo que no montaría un nuevo partido político pero en esa nueva FAES a su medida ha manifestado que "España es nuestra tarea, que queremos hacerla desde nuestro sitio y que ahí vamos a permanecer".
O lo que es lo mismo, quiere un espacio público para que se le escuche y poder influir. Influir en las decisiones de la derecha española para seguir en el "marchito" sin arriesgar.
Unos días antes y en la filípica que les largó a los empresarios valencianos, no se cortó un pelo al cargar contra la política económica de Rajoy y reclamarle unas reformas que no pueden, dijo, "estar supeditadas a los pactos políticos". Es decir, como si el PP gobernara con mayoría absoluta.
Ajeno, pues, a la realidad y toreando de salón se arrogó la supuesta autoridad moral que dice tener quien cree haber dado a España una lección de buen gobierno en los 8 años que estuvo de inquilino en la Moncloa.
La realidad es, sin embargo, muy obstinada, y en las mismas fechas en que buscaba con sus críticas el protagonismo público sacando pecho, otros titulares eclipsaban informativamente su comparecencia con asuntos oscuros que nos retrotraen a la etapa en que don José María hacía con España lo que le venía en gana.
Y es que sin ir más lejos, el mismo día en que Aznar triunfaba en Valencia, la Fiscalía anticorrupción pedía 4 años de cárcel para su amigo Miguel Blesa por los sobresueldos en Caja Madrid.
Blesa accedió a la presidencia de la Caja Madrileña sin experiencia bancaria alguna y con el único mérito de ser compañero de pupitre del entonces presidente del Gobierno.
Su antecesor, Jaime Terceiro, había dejado la entidad en perfecto estado de revista y solvencia, y aquel nombramiento nepótico, como tantos otros, nos ha costado un congo a todos los ciudadanos.
Ese día de Valencia se hablaba también, y aún se sigue hablando, de un tal Federico Trillo al que él nombró ministro de Defensa y al que no cesó después de haber contratado un avión chatarra para transportar a los militares españoles que venían de Afganistán y de haber mezclado sus restos mortales en las cajas con etiquetas equivocadas.
En cualquier país de nuestro entorno, una burrada de esa naturaleza haría temblar a un gobierno y caería, como poco, la cabeza del titular de Defensa.
Aquí, el entonces presidente ni le regañó. Como será la cosa que la actual ministra de Defensa y Secretaria General del PP, Dolores de Cospedal, ha dejado constancia de que no está dispuesta a comerse ese marrón.
Al señor Aznar tampoco parece que le afecte otro asunto que anda toreando el actual Gobierno poniendo cara de circunstancias. Me refiero a la quiebra de las radiales de peaje que nos vamos a zampar con dinero de todos gracias al contrato que firmó con las promotoras ese ministro de Fomento llamado Álvarez Cascos, que fue también secretario general del PP.
Todos recordamos el alarde de cohetería propagandística de que hicieron gala en la inauguración de esas autovías cuyo disparatado diseño solo fue superado por el nefasto planteamiento económico.
Pero no importa , ya dejaron aquello bien atado para que si tenía que perder alguien que fuera el contribuyente.
Tampoco está en condiciones el jarrón chino del PP de dar lecciones de moral. La mayor parte de los delitos de corrupción y financiación ilegal que están enfangando hoy el prestigio de su partido acontecieron cuando su poder era omnímodo.
Baste recordar que a la boda de Estado que le montó a su hija asistió vestida de gala la más nutrida representación de la pestilente fauna que poblaba las cloacas populares y que hoy se enfrentan a la acción de la Justicia.
Para sus más fervientes admiradores, éstos son asuntos menores que no eclipsan la exitosa gestión económica que desarrolló durante sus dos mandatos.
Algo que desde la propia dirección del PP se considera un tanto sobrevalorado.
Mientras Mariano Rajoy hubo de afrontar una crisis brutal en el marco de un ciclo bajista, José María Aznar asumió la presidencia cuando la economía empezaba a remontar.
Es la diferencia entre que sople el aire de frente o de cola.
A este país, además, le estalló en la cara una gigantesca burbuja inmobiliaria que el primer Gobierno del PP había inflado con su Ley del Suelo.
No debe ser fácil para quienes ahora dirigen el vuelo de la gaviota recibir tanta doctrina sin morderse la lengua. Mucho menos si los conjurados le arropan con un encuesta fantasmagórica sobre los diputados que obtendría un nuevo partido encabezado por el expresidente .
Un sondeo que no huele a demoscopia sino a amenaza. Aznar quiere un lugar bajo el sol y el PP debe ponerle en su sitio.
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