35 pollos por minuto: nuestra salud en juego
Hoy toca hacer la compra. Verduras, galletas, lentejas, arroz, un pollo, tal vez algún producto de higiene… Todos son productos que han pasado por los estándares sanitarios de la UE.
Por eso, al comprar el pollo, sabemos que ha estado sometido a unos procesos de control que garantizan la seguridad alimentaria marcada por la normativa europea.
Nos puede parecer insuficiente y seguramente como consumidores pensaremos que necesitamos un modelo más respetuoso con el medio ambiente.
Sin embargo, sabemos que en el modelo estadounidense los criterios sanitarios, ambientales y sociales son menos estrictos que en el modelo europeo. Con la entrada del Tratado de Comercio e Inversiones entre EEUU y la UE, TTIP, esta situación podría cambiar y dar lugar a normas sanitarias muy deficientes.
La manera en la que se regula la producción de alimentos en la Unión Europea es muy diferente de cómo se hace en Estados Unidos. Hay una diferencia radical de enfoque, mientras en la UE la seguridad alimentaria se practica “de la finca al plato” es decir, en todas las fases de la producción, en Estados Unidos solo se revisa el producto final.
Si nos fijamos en la industria del pollo vemos cómo, además, se revisa poco y mal: en Estados Unidos los inspectores cuentan con menos de dos segundos para revisar un pollo por dentro y por fuera, y comprobar que no hay contaminación fecal, signos de tuberculosis, cáncer, infecciones, parásitos y toda una serie de condiciones que hacen que la carne no sea apropiada para el consumo.
¿Pueden comprobar todo esto en 35 pollos por minuto?
Esta revisión ocular de dudosa eficacia es el colofón de los ya famosos lavados con lejía y ácidos que pretenden disimular la contaminación y las posibles enfermedades.
En el marco de las negociaciones del Tratado de Comercio e Inversiones entre EE.UU. y la UE, TTIP, la poderosa industria del pollo de EEUU está presionando a la Unión Europea para que permita el consumo de carne de pollo producida y revisada de este modo.
La UE está cediendo a las presiones, en el último año se han intentado permitir los lavados con ácido de las carcasas de pollo en dos ocasiones.
El lavado de la carne de pollo antes de consumo presenta serios problemas.
Por una parte estas sustancias para el lavado contaminan el agua (lo que suma un mayor impacto ambiental a una industria ya de por sí contaminante).
Y por otro lado, conlleva problemas de salud para los trabajadores que manipulan los pollos, como han demostrado estudios realizados en Estados Unidos.
Pero además, estos lavados pueden enmascarar enfermedades y problemas de contaminación, pero no eliminarlos de nuestros alimentos.
El objetivo de este modo de producción intensivo e inseguro es producir carne barata y rentable.
La ciudadanía cada vez es más consciente de que la carne barata sale cara en términos de salud y medio ambiente. Por este motivo, la Unión Europea no debe ceder a las presiones para formar parte de esta alocada carrera basada en la rentabilidad a cualquier precio.
En ningún caso defendemos el modelo a gran escala e intensivo que se practica tanto en la UE como en EEUU, pero sabemos que los criterios europeos podrían ser todavía más bajos.
La UE debe promover los mayores estándares de calidad y seguridad y apoyar la producción de pollo a pequeña escala, que garantice la salud de los consumidores, la del medio ambiente, incluidos los pollos, así como un sueldo digno para los ganaderos.
Este modelo ya es una realidad, tal y como lo demuestran diferentes iniciativas como la de Jeromo y Cristina en el municipio de Amayuelas, Palencia, con su producción de pollos ecológicos.
Visto en elmundodeloslocos.wordpress.com
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