"Así es como se ve el cambio climático", declaró rápidamente la CNN sobre el devastador huracán Harvey. Poco después, los medios de comunicación y los políticos decían exactamente lo mismo sobre los huracanes Irma y María.
Es peligroso precipitarse y relacionar los desastres con el cambio climático porque nos orienta hacia políticas que tendrán poco o ningún efecto en la reducción de la devastación futura.
La ciencia es clara pero también matiza: el cambio climático empeorará algunos fenómenos meteorológicos extremos y mejorará otros.
Los investigadores concluyen: "La alusión a que el cambio climático significa un clima más extremo es una simplificación excesiva y masiva —si no errónea— del verdadero conocimiento avanzado de la ciencia en este tema".
En cuanto a los huracanes: antes de Harvey, Estados Unidos acababa de terminar una ausencia récord de 12 años de fuertes huracanes. Los huracanes no están golpeando más a los Estados Unidos.
En los últimos 140 años, los huracanes que tocan tierra han disminuido de 7,5 por década a 5 por década.
Una disminución que también se da en los huracanes más feroces, de categoría 4 y 5.
Las tormentas están causando más daños, pero se ha documentado desde hace mucho tiempo que esto se explica completamente por el hecho de que más personas con más recursos viven más cerca de las costas donde los huracanes azotan. Ajustado a la población y la riqueza, los daños causados por huracanes de 1900 a 2016 disminuyeron.
Mirando hacia el futuro, es probable que los huracanes se vuelvan más fuertes hacia finales de siglo.
También es probable que se vuelvan menos frecuentes, y las sociedades serán definitivamente más robustas.
Esto demuestra que el calentamiento global es un problema, pero también nos demuestra que, incluso teniendo en cuenta esto, los daños disminuirán.
El problema de culpar al cambio climático por el clima extremo es que esto nos dice que la respuesta debería estar relacionada con el calentamiento global: reducciones de carbono.
Y esta es una forma terrible de ayudar.
Las investigaciones muestran que Kioto, el primer gran acuerdo mundial para reducir las emisiones de carbono y controlar las temperaturas (y, como consecuencia, ayudar a prevenir los huracanes), no logró nada. El Tratado de París sobre el Clima está en camino de costarle al mundo entre uno y dos billones de dólares anuales para el resto del siglo.
El órgano de las Naciones Unidas responsable del tratado estima que los recortes prometidos hasta 2030 alcanzarán el 1% de lo que se necesitaría para mantener los aumentos de temperatura por debajo de 2°C.
Lo que esto sugiere es que gastar 1%-2% del PBI en políticas climáticas podría, en el mejor de los casos, ayudar a evitar mucho, mucho menos del 0,01% del PBI perdido por huracanes. Es una inversión extremadamente mala.
Culpar al calentamiento global por los daños causados por los huracanes no sólo significa que gastamos el dinero de manera deficiente, sino también que perdemos de vista las políticas que harían una verdadera diferencia.
La lucha eficaz contra los daños causados por los huracanes en los países ricos consiste casi exclusivamente en reducir la vulnerabilidad, mediante una mejor zonificación (no deberíamos permitir que las casas se construyeran en planicies de inundación o directamente en la costa), mejores códigos de construcción, reduciendo el seguro subsidiado federalmente y permitiendo que más humedales y superficies porosas manejen las inundaciones.
Para los pobres del mundo, y los más afectados por las condiciones climáticas extremas, las políticas destinadas a reducir la pobreza son la forma más eficaz de crear resiliencia.
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