La sociedad panameña en su conjunto ha llegado a un punto de hastío muy desestabilizador al enfrentar la cadena de casos de corrupción continuos y sin interrupción desde hace varios lustros.
Los tres órganos del Estado – Ejecutivo, Legislativo y Judicial – se encuentran permanentemente envueltos en escándalos que han deslegitimado los aparatos de gobierno y a una clase social que se ha enriquecido deshonestamente.
A las cuatro de la tarde se concentrarán frente a la Asamblea Nacional de Diputados para marchar hacia la Corte Suprema de Justicia. Organizaciones sindicales, empleados, estudiantes, mujeres y la sociedad panameña marcharán para denunciar la situación con una demostración masiva de protesta.
En la actualidad, hay un expresidente detenido en EEUU, también hay exministros privados de libertad, enjuiciados o prófugos. Igualmente, hay muchos empresarios que esperan que llegue la justicia a sus puertas.
El presidente Juan C. Varela está consciente del desmoronamiento que experimenta el tejido social del país, pero es incapaz de tomar medidas correctivas.
El Tratado de Libre Comercio ha arruinado empresarios agrícolas y pequeños productores.
Además, ha cerrado empresas y generado un desempleo galopante (encubierto en el mal llamado ‘empleo informal’).
En Barú (tierras de producción bananera) se quiere expulsar a 800 familias de sus parcelas.
En la ciudad de Colón se está desplazando a miles de familias para limpiar un área que pretende convertir en Zona Libre.
En el área más poblada de la ciudad de Panamá – Juan Díaz – las inundaciones provocadas por los rellenos de los manglares para construir urbanizaciones ‘cerradas’ están perjudicando a más de 20 mil familias.
Todos estos casos y muchos más son el producto de colusiones entre gobernantes (a todos los niveles) y empresarios que se reparten los sobre costos y las coimas para que todos miren en la otra dirección.
Los gobernantes aseguran que entramos en una nueva era: la globalización. Gracias a esta nueva forma de generar ganancias a escala mundial, los países como Panamá deben competir para ser los primeros en arruinarse.
Las políticas neoliberales y el despojo generalizado son los métodos que permitirán hacer realidad la globalización.
Es una lástima que la clase social que gobierna el país y comparten las riendas con el capitalismo internacional no tengan idea de lo que realmente está viviendo el mundo.
En lugar de asumir una posición agresiva a escala global – aprovechando la posición geográfica del país – los gobernantes y los capitanes de la clase financiera extienden la mano hacia las corporaciones extranjeras pidiendo algunas migajas.
Nuestros gobernantes le dan la espalda a la historia y nos hunden cada vez más en un hoyo del cual será muy difícil salir.
Después de una larga espera hizo su aparición TISA (Trading Service Agreement), tratado internacional impulsado por EEUU que pretende homogenizar (globalizar) todos los intercambios comerciales – mercancías y servicios – a escala global.
El gobierno panameño recién publicó una Resolución mediante la cual las corporaciones extranjeras (mal llamadas ‘multinacionales’) pueden operar en el país sin las regulaciones que controlan sus desafueros.
La Resolución no corresponde a legislación alguna e, incluso, riñe con la Constitución Política.
La Resolución deja sin protección a los trabajadores de cuello blanco.
La Resolución también abriría a las universidades oficiales del país a la competencia extranjera.
TISA fue concebido por el grupo de los siete países (G-7) más poderosos en el mercado capitalista mundial. Junto con el Banco Mundial y el FMI, descubrieron que existen nichos ricos que pueden explotarse en forma ventajosa.
TISA tiene como objetivo borrar todas las fronteras nacionales de los llamados países ‘periféricos’ en el mundo: la globalización.
El gran capital financiero que opera a escala global pretende ampliar los márgenes de las ganancias de los inversionistas de los países llamados ‘centrales’.
La extracción de las riquezas de una región o de los países periféricos depende de la mano de obra disponible y el nivel de desarrollo de esa fuerza de trabajo (el llamado ‘capital social’).
A diferencia de las mercancías (commodities) no humanas (alimentos, minerales y otros bienes de bajo valor agregado) que no protestan si son manipuladas o trasladadas a distintos países, los seres humanos que son portadores de mano de obra o fuerza de trabajo si protestan y se movilizan si son objeto de abusos.
7 de septiembre de 2017
- Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA)
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