Las agencias de 'rating', instrumentos financieros al servicio de sus propietarios
Efecom
La connivencia de los reguladores nacionales y el poder de los gigantes financieros a quienes pertenecen hacen de las agencias de calificación juez y parte de un juego económico en el que siempre ganan, según denuncia Wermer Rügemer, autor del primer libro sobre la materia pensado para el gran público.
Este periodista alemán especializado en delitos económicos y curtido en instituciones como el Servicio Civil Internacional (SCI) o el Business Crime Control -del que fue presidente-
desgrana los entresijos de las calificadoras en 'Las Agencias de Calificación', una obra editada por Virus Editorial.
Rügemer asegura que allí donde se supone que deberían velar por la seguridad financiera de inversores y consumidores, calculando el riesgo de invertir en Estados o activos, las agencias de rating son en realidad instrumentos financieros al servicio de sus propietarios.
Estos no son otros que los grandes fondos de inversión mundiales, que a su vez poseen bancos o multinacionales, tal como muestra el autor en su descripción de la "jerarquía" de las tres gigantes del sector: Standard & Poor's, Moody's y Fitch.
"Las agencias no son ninguna instancia objetiva", afirma el escritor, que ahonda en temas como el pago por calificaciones o el hecho de que estas compañías evalúen a las empresas a las que pertenecen.
Poner fin al estatus oficial de las agencias
"La segunda fuente les viene de que trabajan con un estatus oficial.
Las supervisoras nacionales son cómplices y por eso siguen conservando de cara al exterior una imagen de objetividad e independencia", señala Rügemer.
Por ello que apuesta por un cambio.
"El primer paso debería ser suprimir la regulación nacional e internacional que otorga este estatus oficial a las agencias, a partir de ahí se pondría en marcha una dinámica diferente",opina.
¿Una agencia de calificación europea?
De momento, la propuesta del Parlamento Europeo para crear una agencia de calificación europea no le convence:"lo primero es que seguiría siendo privada, y lo segundo que no menciona que tenga que usar criterios de calificación diferentes a los que se vienen usando".
De hecho,
los bancos hacen calificaciones mucho más exhaustivas, puesto que asumen un riesgo con cada crédito que conceden, mientras que las agencias no tienen responsabilidad sobre las consecuencias de sus calificaciones, explica.
No obstante, concede que es necesaria una evaluación, que debería correr a cargo de los "estados democráticos".
"Las agencias contribuyeron a poner en circulación productos financieros, como las hipotecas basura, que no han aportado nada a la creación de trabajo ni a la seguridad financiera de la población general y que son corresponsables de la crisis financiera mundial.
Estos productos deben prohibirse", añade.
Estos productos deben prohibirse", añade.
Ahora bien, Rügemer cree que para emprender este camino hace falta que antes cambien las fuerzas políticas que están al frente de los gobiernos.
La justicia, opina, también debe desempeñar un rol fundamental en lo que respecta a estas empresas, aunque por el momento
los tribunales europeos han seguido la estela de los estadounidenses, quienes han considerado que las agencias no son imputables por sus calificaciones.
En este sentido, confía en que el impulso venga de iniciativas como la querella contra las tres principales agencias que ha presentado en España el abogadoGonzalo Boye.
"Mientras escribía el libro he tratado con numerosos abogados en Alemania, Francia o Grecia y tengo la esperanza de que de estos contactos y otros surja una red europea", añade.
De cara al futuro, aún sin ser optimista, ve algo de luz en los ciudadanos: "hay partes de la población que se han hecho una idea de las circunstancias reales y no se acaban de creer los cuentos que les han contado hasta ahora", dice.
He ahí el mérito de esta obra.
Agencias de 'rating', cuatro décadas de irregularidades
José Luis de Haro (Nueva York)
- En 2007 Bernanke alertó sobre las calificadoras y el Senado de EEUU también
Edificio de S&P en Nueva York. Foto: Reuters.
El Gobierno de EEUU decidió el martes tomar una decisión histórica al acusar de fraude a la agencia de rating S&P por su papel en la crisis de las hipotecas de alto riesgo.
Un hecho loable que podría saldarse con el pago de una multa de hasta 5.000 millones de dólares.
Sin embargo, las irregularidades de ésta y otras compañías del sector, como Moody's y Fitch Ratings, se acumulan a una larga lista que lleva engordando desde la década de los 70.
Las voces de alarma han sido continuas.
Incluso desde la Reserva Federal se advirtió en el verano de2007 de que la credibilidad de las notas estaba "herida".
"Existe bastante humo en la información" que "está muy asociada con la pérdida de confianza en las agencias de calificación de crédito", reconoció el presidente de la Fed, Ben Bernanke, en la reunión del Comité de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) del 7 de agosto de 2007.
La credibilidad de las agencias "está herida" y por ello "es mucho más difícil ver cómo el mercado es capaz de actuar", matizó Kevin Warsh, entonces gobernador de la Fed,recogen las actas de dicha reunión analizadas por la agencia Bloomberg.
Entre 2004 y 2007, antes del estallido de la crisis de las hipotecas basura que provocó la peor recesión desde la Gran Depresión, S&P emitió calificaciones de crédito sobre hipotecas residenciales por valor de más de 2,8 billones de dólares y de valores respaldados hipotecas por cerca de 1,2 billones, según el Departamento de Justicia de EEUU.
El fraude ocurrió cuando la agencia restó importancia a los riesgos de algunos de estos activos para ganar nuevos contratos y generar más negocios con los bancos de inversión que emitieron estos activos tóxicos.
Aun así, pese a que S&P se perfila como una de las piezas clave en el desarrollo de la hecatombe que hizo tambalear los pilares del capitalismo,
y se cobró la vida de Lehman Brothers, la actividad de las agencias de calificación lleva en el disparadero casi medio siglo.
y se cobró la vida de Lehman Brothers, la actividad de las agencias de calificación lleva en el disparadero casi medio siglo.
A muchos expertos les viene a la mente la crisis de deuda sufrida por la ciudad de Nueva York en la década de los 70, una etapa de la historia en la que las agencias no lograron, una vez más, alertar sobre la calidad del crédito de distintos emisores.
Una enfermedad que se ha repetido en varias ocasiones desde entonces, y no sólo con la deuda soberana, estatal o municipal, también con la empresarial.
la compañía energética que marcó un antes y un después en la historia del fraude empresarial enEEUU, las agencias prefirieron vendarse los ojos hasta el final.
De hecho, cuatro días antes de que quebrara, su deuda contaba con "grado de inversión" por las principales agencias de calificación de crédito del país.
El informe del Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado, que diseccionó las causas de la crisis financiera de 2008, identificó el origen del problema en los ratings de las agencias. "
Debido a que las agencias de calificación emiten ratings sobre los emisores de deuda y los bancos de inversión que les generan negocio, están sujetas a un conflicto de interese inherente que puede crear presión sobre dichas agencias a la hora de emitir calificaciones favorables para atraer negocios", reza el documento de más de 600 páginas.
Al mejor postor
La dinámica es sencilla a la par que viciosa.
Los emisores y los bancos de inversión realizan "compras de calificaciones", es decir, eligen a la que ofrezca las más altas calificaciones.
Este hecho debilita los estándares de calificación que las agencias emiten, pues las más benevolentes suelen hacer más negocio.
Precisamente, y enlazando con el comienzo de las irregularidades de las agencias hace casi medio siglo, los primeros síntomas comenzaron a notarse en 1973, cuando la Comisión de Mercados y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) concedió a alguna de estas entidades la marca de "Organizaciones de Calificación con Reconocimiento Nacional".
Entonces estas compañías comenzaron a cambiar su modelo de negocio, que pasó de cobrar a sus clientes por los informes de calificación realizados a cobrar a los emisores de deuda por ser calificados.
El Gobierno federal de EEUU había incorporado los informes de las agencias a sus decisiones regulatorias desde comienzos de los 30, de ahí que cuando la SEC respaldó a ciertas compañías con su "reconocimiento nacional" muchos emisores de deuda creyeron que ser calificados por estas entidades podría beneficiar su imagen antes sus inversores y competidores.
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